Por Juan Terranova
Lucrecia Carillo es actriz y locutora. En el 2012 estrenó el unipersonal Siesta. Nació en Santiago del Estero y vive en Buenos Aires.
¿Cómo fue trabajar en El Último Elvis?
Fue una experiencia muy placentera. Yo nunca había hecho cine. Como actriz, la actuación para cine o video es una especie de vacaciones. En el teatro me siento obligada a comprometerme desde un lugar más amplio. Todo es una decisión mucho más compleja. El texto, la puesta, el registro de actuación, la estética, hasta en qué sala la vas a montar, es una decisión política e ideológica. En el cine soy mucho menos exigente, basta con que me guste la idea. El resto es responsabilidad del director. Yo descanso en esa actuación. Llego al set, trato de que me salga lo mejor que pueda y me voy. Por eso es tan placentero. Además físicamente el cine es diferente. La voz, el gesto, la mirada, están en un registro natural. La actuación para cine es introspectiva, casi. Debe ser por eso que me siento protegida. Y a la vez, hay una entrega que sólo es posible por la presencia de la cámara. Ella te interpela, te pide, pero a la vez te contiene. Es sólo esa única vez. A lo sumo habrá que repetir la toma, pero no vas a tener que hacerlo todos los sábados a las 22 en el teatro. El teatro, como yo lo entiendo, es un tirano. Es crudo, primitivo. Te empuja, te desnuda, te expone, te obliga a hacerte responsable. Por eso te hace crecer.
¿Qué grupos santiagueños recomendás escuchar?
Me gusta mucho Alimaña, una banda de rock que tuvo un crecimiento enorme desde su primer disco hasta ahora. Tiene una búsqueda musical muy genuina y que naturalmente derivó en una búsqueda conceptual. Más allá de las nomenclaturas, Alimaña es el nuevo folclore. Porque es la música actual de un lugar, con todo un bagaje folclórico riquísimo heredado y tan asimilado que no necesita ser obvio ni puesto en evidencia. Son el ahora, con todo el peso de la tradición y la proyección de la innovación. Cuando escucho a Alimaña no pienso: “estos pibes intentaron esto desde una idea”, pienso: “a estos pibes les salió esto porque esto es lo que son”. Otro grupo que me gusta, más reconociblemente “folclórico”, es Ultravioleta. Manteniendo la estructura típica de los ritmos bailables como la chacarera, la zamba, el escondido, suenan frescos, poderosos, vitales por los arreglos que se acercan al rock, al hip hop, al funk y a los ritmos latinoamericanos. A Vislumbre del Esteko me gusta escuchar en vivo. Es una banda de folck-rock muy vigorosa. Además es profundamente santiagueña en su concepto. Desordenada, caótica, despareja por momentos, ruidosa, vertiginosa y vibrante. Tiene una belleza rugosa, transpirada,gritada, visceral. A su alrededor se ha producido un fenómeno social entre los jóvenes. Si existe un under/indie santiagueño, es Vislumbre su referente. Bestia o Gusano es una banda de jazz. Sus integrantes son estudiosos, virtuosos y pulsionales. Y también están atravesados por la música santiagueña y eso los diferencia al momento de componer y ejecutar. Para empezar a escuchar folclore santiagueño recomiendo a Horacio Banegas, Peteco Carabajal, Pablo Mema, Jacinto Piedra, MPA y el Chango Farías Gómez. Y después, los más tradicionales: Los Manseros Santiagueños, Carlos Carabajal, Sixto Palavecino.
¿Qué lugar ocupa la música en tu vida?
La música es el lugar. Vivo dentro de ella. A pesar de no ejecutarla. Creo que justamente es por eso, porque al no crearla, me sumerjo en las creaciones de los demás. Me impresiona todo lo que la música genera. Veo a un músico tocar y pienso en la cantidad de tiempo que estuvo ensayando, en la cantidad de cosas que dejó de hacer, a las personas que dejó de ver, las seguridades que desechó para hacer música. La música es una decisión. Y me doy cuenta de lo presente que está cuando falta. Me acuerdo cuando murió Kirchner. Fue el lapso de tiempo más largo que pasé sin escuchar música. No por tristeza, creo que para todos los estados de ánimo hay una banda de sonido. Fue porque estaba pendiente de escuchar lo que decían sobre su muerte, entonces estaba con el oído puesto en las noticias por la radio o el televisor. O por ejemplo, en algunas películas de los hermanos Dardenne donde no hay música ni en los créditos, ahí hay un hueco muy poderoso. La ausencia de música es más fuerte que el silencio.
¿Qué es lo más lindo de Santiago del Estero?
Su intensidad. Su contraste. Su pulsión de vida. Santiago es una sobreviviente. A un clima y una geografía hostiles los enfrenta con coraje y paciencia. Aunque a veces esa paciencia se transforma en sumisión y eso no está bueno. Lo que pasa es que Santiago es una vieja y está cansada. Es la madre de ciudades, la ciudad capital más vieja del país. O eso dicen, porque también es un hervidero de mitos. Allí lo que no se sabe, se inventa. Las leyendas conviven con lo real. Eso es mágico y simpático. Pero también los chismes conviven con lo real. Por proximidad, hay una sensación de que “todo se sabe” y eso le da fuerza a la mentira. Santiago es contrastante y contradictoria. Su himno, el que se canta en los actos en todas las escuelas, es “Añoranzas”. Es una chacarera que habla de alguien que se fue y extraña. Como si sólo fuera posible amar a Santiago a la distancia. Y lo digo yo, que vivo a mil trescientos kilómetros.///PACO