Política


Rozitchner y los indignados

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En el mundo académico la politiquería, las rivalidades, las envidias y las intrigas son muy envenenadas y dadas a la bajeza. ¿Por qué? Porque lo que hay en juego es irrelevante. Se pelean por nada, por un resto de guita, y todos sabemos que esas son las peleas más miserables.
 
Lo mismo aplica a redes sociales. Cualquiera que haya permanecido más de cinco minutos en Twitter sabe que es el patio del colegio.
 
Mi papá tiene un rifle.
 
Mi papá es bombero.
 
A mí me rebota.
 
A vos te explota.
 
Un devenir de chiquilinadas.
 
Miles de ociosos y subempleados buscando combatir el tedio, la angustia existencial.
 
Llenar el vacío interior de vidas irrelevantes.
 
Claro, de vez en cuando, entre la caspa y el acné, surge algo que tiene valor.  
 
El vídeo casero que hizoAlejandro Rozitchner criticando el “pensamiento crítico” en la educación vino a revolver estas locuras y arrebatos.
 
Alejandro Rozitchner es un tipo que se involucra.
 
Un filósofo que cometió el suicidio de sumarse a la política.
 
El máximo tabú del inframundo intelectual.
 
El citado vídeo, muy casero, grabado en una especie de terraza con sonido ambiente de gorriones, no es otra cosa que una hábil cápsula conceptual para consumo indignado y efímero en redes.
 
Logró su objetivo: encender la mecha del debate.
 
Voz de locutor no tiene Rozitchner, en algún momento furcea, la iluminación y el sonido son discutibles (todo posiblemente adrede).
 
Si nos pusiéramos en snobs intelectuales podríamos decir que el filósofo hace un esfuerzo pseudoespontáneo para “bajar al llano”.
 
Ahora bien, lo que dice es atendible.
 
En Argentina confundimos “pensamiento crítico” con obstruccionissssmo, mala leche, poner el palo en la rueda, chicanear, insultar y muchísimas más bajezas. Aguar la fiesta, escupir el asado. A rio revuelto ganancia de pescadores. Etcétera.
 
El “pensamiento crítico nacional” ¿no es más bien pensamiento resentido, buscar la quinta pata al gato, el pelo a la bola de billar?
 
Un corte de manga a la nada que no genera nada y que viene y va hacia la nada.
 
Una excusa para la apatía, la abulia, el pesimismo.
 
Para quedarse de brazos cruzados.
 
Lo que la faraona Elisabet llamaba “desánimo”.
 
Negarlo sería imposible. Eso existe, y todos lo sabemos.
 
El argento que se hace el crítico, el marxista, el que se las sabe todas, lamentablemente, suele ser un sujeto que rompe y caga las cosas porque sí. En ocasiones es inmadurez y narcisismo infantil, patalear y contener la respiración para llamar la atención.
 
Cuando no puede sabotear al prójimo, nuestro pensador crítico de pago chico opta por tenerse de rehén a sí mismo.
 
Insisito, el tipo se las sabe todas, pero al final es un tachero que no usa el cinturón de seguridad porque supone que así desobedece a la autoridad, al imperialismo automotriz internacional y vaya uno a saber qué otros enemigos, reales o imaginarios.
 
En otros países el pensamiento crítico también es el snobismo de no vacunar a tus hijos por teorías conspirativas que leíste en internet, como hacen muchos hippies millonarios de California.
 
¿Se entiende?
 
Lo cierto es que es humanamente imposible no usar el pensamiento crítico.
 
Los primates erguidos aplicamos pensamiento crítico desde que nos despertamos hasta que nos dormimos.
 
Y posiblemente mientras dormimos también.
 
Está bien y es natural que así sea. Y ahí un poco se equivoca Rozitchner porque usa un término que no termina de redondear su objetivo. Y de ahí se agarran los indignados de las redes sociales para armar terrible batifondo que la verdad ya cansa.
 
A ver. Si yo salgo de mi casa, miro el semáforo y empiezo a darle leña al pensamiento crítico no puedo ni cruzar la calle.
 
¿Estará bien sincronizado?
 
¿Por qué es rojo y verde y no magenta o índigo?
 
¿Quién diseñó el semáforo?
 
¿Acaso el concepto semáforo no encierra un paradigma capitalista autoritario que somete al sujeto?
 
Después, cuando llegás a la rotisería, si es que algún día llegás, empezás criticar el repulgue de las empanadas y el significante pasas de uva.
 
Y así.
 
Eso los psicoanalistas lo llaman el camino imposible del neurótico. Siempre hay algo que te impide hacer lo que tenés que hacer. 
 
Imaginate un cirujano, un plomero o el pibe que te arregla la compu  que no puedam abandonar el “pensamiento crítico.” Si el pibe de sistemas te empieza a hablar de Steve Jobs y como sometió al mundo vos lo cortás y le decís: “Dale, flaco, hacé lo que tenés que hacer.”
 
Y claro el pensamiento crítico exagerado termina en Twitter, donde millones de fracasados, perezoso y diletantes obturan las redes de fibra óptica global con agresión pasiva sin ton ni son.
 
Ejemplo: hay un muchacho de Venado Tuerto, que se puso majareta con la crítica del pensamiento crítico de Rozitchner. Le dio un brote psicótico al guaso.
 
Armó un quilombo en redes que te la voglio dire.
 
Empezó a insultar y a bardear, enajenado.
 
Uno de tantos.
 
A ver, esto va para todos los twitteros con brotes hemorroidales.
 
Aflojen, chicas.
 
Tienen los esfínteres demasiado fruncidos.
 
La quijada demasiado tensa.
 
Respiren.
 
Alejandro Rozitchner se condena y se salva sin ustedes. 
 
Al final no perdieron nada y bien que se divirtieron indignándose como viejas.///PACO