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En el comienzo de The Matrix Resurrections, Thomas Anderson entra al baño de un café. Sentado en el inodoro, lee un grafiti en la puerta: “It is so much simpler to bury reality than it is to dispose of dreams”. La frase es de Don DeLillo y está tomada de su primera novela, Americana, que trata sobre un publicista cansado del sinsentido de su trabajo, tal como le pasó al propio DeLillo antes de convertirse en escritor. Sacada de su contexto y leída cincuenta años más tarde, sin embargo, la cita resuena en una tónica aspiracional: ya no se trata de develar una verdad inaccesible a la experiencia cotidiana, sino de agenciarse los sueños. En un giro más propio de una campaña publicitaria de social awareness que del cyberpunk de William Gibson, The Matrix Resurrections, a diferencia de la The Matrix original, termina con una nota optimista: no existe una entidad que nos domine; la verdad detrás de la Matrix es el carácter ficticio y fluido de la realidad, que es, a su vez, la garantía última de nuestra libertad. En otros términos, para “les hermanes Wachowski”, a pesar de las (cada vez más solapadas e indiscutidas) condiciones materiales de existencia que la definen, nosotros seríamos los únicos artífices de una realidad moldeable según nuestros caprichos. Más de veinte años después del sesgo revolucionario inicial de The Matrix, lo cierto es que The Matrix Resurrections retrata por esta vía mucha de la confusión y del alegre entusiasmo del que se nutren, también, las conjuras que inundan las redes. Y es por esto que no es difícil discernir que el hilo paranoico que atraviesa al amplio espectro de las teorías conspirativas es el mismo que da consistencia a películas como The Matrix Resurrections y también a historietas como Rorschach, escrita por Tom King y dibujada por Jorge Fornés.

El argumento de Rorschach se sitúa treinta y cinco años después de los sucesos narrados por Alan Moore en Watchmen: es el año 2020 y los Estados Unidos se encuentran en la recta final hacia las elecciones presidenciales, por lo que en un universo sutilmente distinto al nuestro (no existe internet, por ejemplo), el gobernador Turley, un evidente alter ego de Donald Trump, es el gran favorito del partido republicano. La historia empieza cuando, tras sufrir un intento frustrado de asesinato durante un acto de campaña, Turley contrata al Detective para averiguar quiénes lo querían muerto. Los cuerpos de los potenciales asesinos, acribillados en la escena, son los de Will Myerson y La chica. Al parecer, ambos estaban convencidos de que un calamar interdimensional idéntico al que conmociona al mundo al final de Watchmen controlaba al candidato republicano con sus poderes telepáticos.

A partir de ese punto, lo que el Detective descubre es que Myerson, un historietista ermitaño que dedicó su vida a escribir relatos de contenido ideológico contestatario y que usaba una máscara como la de Rorschach, había empezado una relación epistolar con La chica justo después de que ella asesinara a su propio padre. Tras una serie de intercambios salpicados de titubeos sentimentales y paternalistas, los dos se encontraron en persona y de inmediato se mudaron juntos. Despojado de todo erotismo, este vínculo es lo más cercano a una relación de pareja que ambos hayan tenido. Sin embargo, el gobernador Turley sólo cree que el atentado fallido contra su vida fue la obra de un par de locos, por lo que su verdadera intención será tratar de implicar como autor intelectual al presidente de los Estados Unidos, el una y otra vez reelegido demócrata Robert Redford.

El problema es que, a medida que avanza la investigación, las voces de Myerson y La chica se meten en la cabeza del Detective, a partir de lo cual, lo que en un principio eran apenas sueños diurnos de un profesional abocado a su labor, se convierte en un juego de seducción imaginario que lo lleva a descubrir que el gobernador Turley, en realidad, quiere usarlo como peón en un complot (por lo cual, si Myerson cree ser una reencarnación de Rorschach, Turley podría ser la reencarnación del Comediante). Toda esta pesquisa, al final, desemboca en un giro ontológico: tal vez el verdadero Rorschach haya “reencarnado” en el Detective y su misión sea cumplir lo que Myerson y La chica no pudieron. Pero hay algo más: en esta paulatina inversión de planos en el que la víctima se convierte en el victimario, el policía se convierte en el criminal y el anhelo de la ley se convierte en un compulsivo deseo de venganza, el mundo de los locos se revela como portador de una verdad. En consecuencia, si bien los motivos iniciales para matar a Turley eran equivocados (porque el gobernador no está poseído por ningún calamar interdimensional, lo cual jamás habría sido posible porque tal monstruo siempre fue un invento de Ozymandias), el asesinato, a los ojos del Detective y los lectores, estaría de todos modos justificado. 

Concluida la verdadera presidencia de Donald Trump, es fácil detectar en esta representación del poder la versión aséptica, autoindulgente pero también genuina que Tom King tiene de la política, que podría narrarse así: si el poder democrático está en manos de “locos”, no es porque los votantes los elijan, sino porque los “locos”, de alguna manera, han corrompido los mecanismos democráticos para robarse el dominio del poder (y por eso, en última instancia, sería lícito eliminarlos). En las páginas de Rorschach este dilema es, también, el que enfrenta como “artista politizado” Myerson, que al estilo del célebre Steve Ditko dedica buena parte de su vida de reclusión y resentimiento a narrar las historias de un personaje que medita acerca de la metafísica de la existencia social mientras, en simultáneo, vive de las millonarias regalías de las historietas triviales protagonizadas por el más popular de sus personajes, un vulgar pirata justiciero. Tal como Myerson lo ve (y King parece verlo), la gente, en realidad, no sabe elegir. Y cuando lo hace, lo hace manipulada por las grandes corporaciones, en este caso, del entretenimiento.

Ahora bien, más allá de Rorschach, al volver al asunto inicial de las conspiraciones, ¿acaso no hay algo parecido en las cruzadas sanitarias que llevan adelante Eric Clapton o Joe Rogan contra las vacunas para el Covid-19 y las cruzadas justicieras contra el crimen de un antisocial enmascarado como Rorschach? ¿Qué oímos si afinamos la escucha sobre incoherencias como que las vacunas “hipnotizan” o provocan “deformidades”? Como primera respuesta, Tom King nos recuerda que, contra la impresión habitual, la locura también puede funcionar como un dispositivo crítico, por lo que más allá de que los motivos señalados sean errados, nada cambia el hecho de que el discurso galvanizado de la ciencia no es capaz de agotar satisfactoriamente las explicaciones sobre el origen y el desarrollo de la pandemia. Y es esto lo que, finalmente, decanta como real por fuera de la racionalización sanitaria y es recuperado en la lógica paranoide de las redes como evidencia de que, de hecho, existe algo que porque es inexplicable, sólo puede estar explicado por una conspiración.

¿Dónde se encuentra la verdad, entonces? ¿En los pronósticos fallidos de la Organización Mundial de la Salud o en el negacionismo que denuncia una “plandemia” mientras sus propios adeptos mueren intubados? ¿En el guionista acomplejado por las injusticias culturales contra su arte comprometido que se cree Rorschach y se convence de que la maldad del gobernador Turley está provocada por un calamar interdimensional y no por el simple sentido humano de la oportunidad? (Entre paréntesis, los conflictos políticos entre el arte y el mercado que representa Myerson no son nada más que referencias directas a las vidas de Ditko, que fue defraudado por el afán comercial de su colega Stan Lee en Marvel, ni de Alan Moore, a quien el propio King le usufructúa la forzosamente extendida y parasitada franquicia de Watchmen a través de DC, sino una síntesis del hecho de que, aunque todos creemos que involucrarnos a conciencia con la alta cultura nos haría más inteligentes y comprometidos con el mundo y la vida, lo cierto es que preferimos una cultura pop hecha de historias sangrientas y entretenidas de piratas. Es por eso, sugiere Rorschach tras la estela de Watchmen, que el verdadero acto político está en “politizar” lo que realmente nos gusta en lugar de idealizar las ventajas de lo que nos gustaría que nos gustara, pero no nos gusta).

En Rorschach, King se encarga de demostrar que cuando las ideas de destino se adoptan a niveles instrumentales, la convicción no puede ser abordada ni siquiera por las técnicas más modernas del higienismo mental. Es por esto por lo que, durante las semanas en que Myerson y La chica se esconden en una casa en medio del desierto para planificar el atentado contra el gobernador Turley, Myerson llama a su psiquiatra para que lo visite y puedan conversar. Lo singular es que el psiquiatra, el doctor Nowles, a pesar de lo insólito del pedido, acude a la casa y evalúa a su paciente en el transcurso de toda una semana. Habiendo adoptado plenamente el disfraz de Rorschach, Myerson le comenta que tiene dudas respecto a su identidad. Pero el buen doctor sólo ve “progresos” en el estado de Myerson: ahora sale de su casa más que antes, tiene una nueva amiga, disfruta del aire libre e incluso se puso a tono con la época y adoptó una nueva identidad. Que la terapia culmine con la muerte violenta de Myerson durante un atentado político frustrado puede ser un comentario elocuente de lo que opina King sobre la psiquiatría, pero la escena nos remite con más fuerza a la cuestión de la ciencia y sus fronteras. Parafraseando a Slavoj Žižek, podría decirse: tal vez lo que descubre el Detective en Rorschach y lo que gritan los paranoicos en internet suena como una conspiración y se ve como una conspiración, pero cuidado: es una conspiración. Por eso mismo, en lugar de rechazar de plano los desvaríos de un sector cada vez más significativo del mundo, tal vez habría que seguir al conejo blanco hasta el fondo de la madriguera para descubrir si entre las alimañas y los desperdicios no encontramos algo reprimido y fundamental que valga la pena examinar a la luz de la superficie////PACO

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