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0.

En hidrodinámica el Número de Reynolds caracteriza el movimiento de un fluido. Es el resultado de la interacción entre las fuerzas viscosas y la inercia en un líquido o gas. Indica si el flujo es laminar. Manso y seguro. O turbulento, es decir, arremolinado. Peligroso.

1.

El río Limay se extiende desde el lago Nahuel Huapi hasta la confluencia con el río Neuquén. Fluye turbulento hacía el sudeste. Su nombre significa transparente en araucano. Drena setecientos veintidós metros cúbicos por segundo. Sobre su encause se construyeron cinco embalses hidroeléctricos que producen la cuarta parte de la energía del país y aloja la única planta de agua pesada de América del sur. Aunque no cuenta con rápidos largos, los emprendedores insisten con practicar rafting y canotaje. En sus trescientos ochenta kilómetros de recorrido, entre cause y ribera, se tiene registro de mil setecientas dos muertes, a la fecha.

2. 

La muerte por ahogamiento puede producirse por inmersión o sumersión. Se priva de oxígeno al organismo produciéndose lesiones principalmente en el cerebro y los pulmones. La temperatura del agua provoca entumecimiento y cuando el corazón deja de bombear sangre el color de la piel pierde intensidad. Adopta un tono blanquecino exponiendo el sistema circulatorio. Los ahogados del Limay presentan, además, una particularidad: las venas se vuelven en vez de moradas, amarillentas, debido al alto contenido de cloruros en el agua que producen una reacción química sobre los vasos sanguíneos.

3.

El nivel del agua crece durante el verano cuando el deshielo de la cordillera se intensifica. El río alcanza los cinco metros de profundidad. Los sauces quedan sumergidos e invisibles. Islas truncas formadas con ramas, raíces y hojas amalgamadas por el agua. Una pasta verdosa enreda los cuerpos extraños, inoportunamente humanos, que pasan desprevenidos. Los calambres, el impedimento mecánico y la profundidad devienen en la imposibilidad de volver a la superficie. El agua inunda los alveolos. Los cuerpos inertes tardan en flotar, pero la correntada los puede arrastrar varios kilómetros por el fondo. El azar del flujo turbulento, una especie de movimiento browniano malicioso, provoca sujeción a muerte para luego liberar un cadáver hinchado, devuelto por la corriente a la orilla.

4.

Cinco niños van a pescar a la orilla del Limay, en el oeste Neuquino. Llevan mate, tanza y latas para improvisar las trampas en las que morirán los peces. Conocen el río. Crecieron escuchando a los adultos advertirlos: sobre el agua, las corrientes, los remolinos y las ramas. Julio Enrique Aquines también conoce el río. Recorría su orilla de chico y la caminó también de grande. La caminaba con veinticuatro años, la tarde de noviembre en la que se encontró con los cinco niños pescadores. A tres los mató de ocho puñaladas. A los más chicos les dio once, pero su impericia les permitió sobrevivir. El responsable de la masacre más reconocida de la ciudad es frecuentado en la cárcel por estudiantes de periodismo y morbosos ocasionales. De su crimen ya no habla. Ya no cuenta sobre la sombra que dijo haber visto cuando declaró en su juicio. Un humo espectral flotando sobre el agua prístina. Un humo también turbulento. Tan solo se limita a aceptar los cigarrillos que le llevan y a explicar que no extraña mucho la libertad, lo único que lamenta es no poder ver el curso del agua fluir.

5.

Quien bebe agua del Limay, se queda en el Limay. La leyenda urbana, aunque fácilmente refutable, insiste en los comentarios sarcásticos de los lugareños. Es la frase final. Tiñe cualquier conversación de apariencia inocua. ¿Qué es quedarse en el Limay? ¿Es vivir en los pueblos aledaños? ¿O es quedarse adentro del río? ¿En su orilla? Quedarse en movimiento, siguiendo las líneas de continuidad de la corriente turbulenta. Ser arrastrado contra el fondo hasta que el río se seque.

6.

En un fluido turbulento las líneas de continuidad se cruzan. El agua se choca consigo misma.

7.

El Limay bordea orillas acantiladas, a la sombra de senderos de tierra. Durante la madrugada algunos autos pierden el control y derrapan en la curva de Senillosa. Los bomberos disponen de una grúa para remolcar los autos deformados por la colisión con las rocas. Defensa civil cuenta con una división especial. Realizan los rastrillajes con ganchos metálicos de un metro de largo, sostenidos con cadenas. En botes inflables aran el río entre risas. 

Cuatro jóvenes vuelven de disfrutar en el Limay una tarde calurosa. El conductor pierde el control del auto en la curva, abre su puerta y caen al río. Los tres acompañantes mueren ahogados. Los rescatistas recuperan el cuerpo de dos de ellos, trescientos metros río abajo. Al tercer cadáver lo dejan de buscar luego de seis días. Es el décimo cuerpo desaparecido en el río en lo que va del año. Cifra record que al año siguiente volverá a ser batida.

8.

El Limay se cruza nadando. En el medio, donde la correntada es intensa, no se puede hacer pie.  Entre los jóvenes es una prueba de valor, un acto de fe en su propia juventud y en sus fuerzas. El brazo principal que bordea la ciudad tiene cien metros de ancho. El desafío no es cruzarlo en sí, si no mantenerse lo más recto posible en el trayecto. Vencer la correntada y llegar a la otra orilla en un nado perpendicular. Durante el verano ese tipo de competiciones es habitual. Los chicos avanzan unos metros caminando y se lanzan con los brazos en posición de justa. Las chicas miran, no les cambia nada quien gane, quien cruce, quien se arrepienta. Todas ya saben de quién están enamoradas. Pero los chicos compiten igual. El agua los desplaza en la dirección incorrecta. Está fría. Cuesta respirar. Los músculos se contraen y los tendones parecen resecos. Las ramas invisibles enredan a uno. Los otros siguen nadando. No hay grito de auxilio. Hay tan solo un intento fútil de liberarse. Una intención de movimiento. Una mano fantasma que busca el tobillo aprisionado.

9.

El río Limay es como cualquier otro río. Fluye en el sentido habitual, transporta una cantidad esperable de agua. No es el más grande, ni el más turbulento, ni el más hermoso. Tampoco es el más mortal. En Zambia existe un río llamado el Río de los Sesgados. Es un curso de agua apenas más chico que el Limay, cuyos lodos del fondo hacen vacío cuando algo se sumerge. Debido a la granulometría de la arena empantanada, al penetrar la capa más profunda del río se produce el efecto de succión que atrapa a los turistas osados y a los guías desprevenidos. Y sin embargo, el Río Limay aparece con regularidad en los versos de los poetas locales. La poética neuquina se encuentra atravesada por el río. ¿Interesa porque está ahí? ¿O es a la inversa? ¿Es su margen un imán o una consecuencia? El Poeta Marcelo Berbel, natural de Neuquén y descendiente de mapuches le canta al río y a la provincia como si fuesen elementos inherentes el uno del otro.  El dramaturgo Alejandro Finzi, radicado en la ciudad durante cuarenta años, vivió sus últimos días en una casa a la orilla del Limay. En sus notas, publicadas tras su muerte, Finzi escribe: 

“Un elemento constante, un dios liquido dejándose ver. Un símbolo ondulado. Una bandera.”.

10.

El Limay es un río sometido a la necesidad energética. Su ribera fue amansada con asfalto y luminarias LED. Su caudal turbulento domado con represas. El pasto reemplazó la jarilla y los puestos de guardavidas vigilan las intenciones asesinas imposibles de sofocar. Las sombras de los muertos del Limay permanecen y se deforman en el recuerdo. El pasado inasible y la metáfora del río como tiempo no son suficientes. No explican por qué algunos simplemente mueren en el agua////PACO

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