Turismo


Recorriendo el castillo de Drácula

La recepción del castillo

Para empezar, suena misterioso y oscuro decir que uno va a ir a las tierras donde estuvo el conde Drácula, y es más extraño aún si uno llega desde Latinoamérica. Las diferencias entre Europa del Este y América Latina son increíbles de por sí, empezando por la distancia. Por otro lado, a uno se le menciona Rumania y no hay mucha reacción. O si se menciona su capital, que es Bucarest, pues creen que les hablas de Budapest, que es la capital de Hungría. Pero cuando se menciona Transilvania, pues ahí sí hay una idea del lugar mencionando. Rápidamente el latinoamericano sabe que de ahí proviene el conde Drácula. Pero los rumanos, en cambio, no se identifican con tal personaje, ya que algunos consideran que el mito no tiene respeto hacia su cultura ni al personaje histórico en el que se basa el vampiro. 

Por su lado, cuando los rumanos oyen sobre Latinoamérica, lo primero que viene a su cabeza son drogas, narcotráfico, ayahuasca, y los primeros países que se les viene a la cabeza son Bolivia, Brasil y Argentina. Al parecer, creen que los latinoamericanos vivimos entre narcotraficantes, como en las telenovelas que vieron o en las series que alguno puede encontrar fácilmente en Netflix. Bueno, es cierto que en Latinoamérica hay problemas, pero no solo del narcotráfico. Debo recalcar que hay algunos que me sorprendieron cuando hablaban de los incas y la historia que viene con ellos. Y lo más sorprendente fue saber que algunas personas, y en especial mujeres, hablaban o mínimamente entendían el español, por lo general porque ellas o sus madres habían visto telenovelas mexicanas. Si uno visita Rumania, se puede encontrar gente que maneja el inglés sin ningún problema, y habrá personas que estarán dispuestas a ayudarte si ven que eres extranjero y quieres tomar el metro o llegar a la estación de trenes o la calle que buscas.

Conociendo al vampiro como anfitrión

Cuando uno menciona al conde Drácula, es más fácil para un extranjero hacerse una idea de cómo puede ser Rumania y sobre todo la zona de Transilvania, donde pocos pueden llegar o pocos se atreverían a pisar. Muy pocos se aventuran a viajar a Europa del Este, y sobre todo a aventurarse a Rumania, que no es muy sonado por Latinoamérica. Muchos creen que al llegar a Rumania se verá a una especie de Rusia, y otros creen que el idioma rumano es un idioma que podría parecerse al ruso, pero lo cierto es que es un idioma de origen latino, como el italiano, el español, el francés y el portugués.

Drácula es conocido por la novela de Bram Stoker, las películas basadas en ella y sus derivados. Se sabe que fue un noble que defendió su país y de alguna manera a la iglesia católica ortodoxa, pero que al perder a su amada, declaró su odio ante Dios. Comenzó a beber sangre humana, convirtiéndose así en un vampiro a la espera de reencontrar a su amada en otra época. La historia de la novela fue sin duda llamativa e interesante para la época. Después de eso, hubo un sinnúmero de historias de vampiros, pero Drácula sería para siempre el rey. En la vida real, el conde Drácula está basado en Vlad Tepes, hijo de Vlad Dracul, un noble importante en Transilvania. El método que Vlad Tepes usó para enfrentar a sus enemigos se basaba en impactarlos con temor, y por eso mandaba a matar a sus prisioneros haciéndoles atravesar todo su cuerpo con una lanza, para luego exhibirlos al frente de su castillo. De ahí se haría llamar “el empalador”, todo con el fin de que sus enemigos vieran que no había piedad. La fama de sus sanguinarias actitudes se extendió hasta el occidente europeo, y aunque el apellido Dracul significa “dragón”, una confusión con la palabra “draculea”, que significa “diablo”, ayudó a que Stoker tomara la idea para su novela.

Conociendo las habitaciones del conde

Rumania es un país que solo hace treinta años salió del comunismo, y ese es quizá el motivo por el cual no explotan mucho el mercado turístico. O quizá sea porque algunos ven insulsa “la marca de Drácula”, pues saben que la idea del vampiro viene de un extranjero. Cuando uno llega a Rumania, se encuentra con su capital, que es Bucarest, y a pesar de la gran cantidad de iglesias católicas ortodoxas en cualquier rincón, se encuentra con un lugar gris por los antiguos bloques comunistas que aún perduran. Por otro lado, este es un país con una actividad nocturna bastante movida, así que es probable que Drácula lo pase muy bien por las noches. Rumania, además, es el país con la mejor conexión de internet en Europa y con una buena variedad de cervezas nacionales de buena calidad: Ursus, Silva, Timisoreana, Ciuc, Azuga y Ciucas.

La ciudad de Brasov, en la localidad de Bran, es donde se encuentra el supuesto castillo de Drácula. El lugar tiene su historia y es real, sí, pero el conde Drácula (Vlad Tepes) nunca vivió ni piso tal castillo. El verdadero se encuentra en otra localidad de Transilvania que se llama Sighisoara, y solo quedan algunas ruinas, aunque sí se puede encontrar el domicilio de su padre, Vlad Dracul. Muy pocos turistas saben la verdad del castillo y la verdad de Vlad Tepes y su familia. Sin embargo, cuando uno visita “el castillo del vampiro”, se descubre que está cerca de una carretera, por lo que no es ninguna aventura llegar, y apenas al entrar uno se entera de que, en realidad, fue el lugar donde vivió una reina y su familia. Como parte de la exhibición hay todo tipo de armas e instrumentos de tortura de la época y, finalmente, una especie de sótano que habilitaron para darle más sentido al supuesto vampiro que ocultaba allí a sus víctimas. Para entrar al sótano se debe adquirir otro ticket aparte del que uno paga para conocer el castillo. 

El castillo tiene un aspecto interesante aunque algo desalentador. Provoca una sensación de insatisfacción, como si realmente algo faltara, y en efecto, uno no siente que realmente ese ser despiadado hubiera vivido allí. El único lugar donde se pueden ver imágenes de Vlad Tepes y representaciones de vampiros y murciélagos es en la tienda de recuerdos. No quito la magia del castillo, después de todo sigue siendo un castillo hermoso. Los artículos de recuerdo no son todos referentes al famoso vampiro: uno puede encontrase con trajes típicos, por lo general unas blusas blancas con un tejido tradicional, y también artesanías con decoraciones florales e imágenes de Vlad Tepes en llaveros, imanes y tazas. También se puede ver quizá algún que otro pastelillo en forma de murciélago. 

La sensibilidad dental de Drácula

El hecho es que el personaje vampírico sigue siendo un tema sensible para la mayoría de los rumanos. Se puede notar cuando se comienza a hablar sobre ello: para el rumano promedio es un tema delicado, y a la vez incómodo para el turista, ya que esta contradicción puede hacerlo sentirse mal por mencionarlo, como si no pudieras pronunciar el nombre de Drácula en el país de donde se supone que proviene. Es por esto que tampoco se explota tanto al personaje de “Drácula el vampiro” desde un punto de vista comercial. Como el caso de muchos personajes de ficción o leyendas que tienen algunos países (Escocia tiene al monstruo del lago Ness), lo que en realidad existe es una forma de explotar el campo comercial y turístico a partir de una leyenda y un público que se interesa por conocer lugares a partir de esas fantasías, como si fuera el plus para terminar de decidirse a la visita. En el caso rumano, quizá el pasado tradicionalista y el sentimiento del patriotismo comunista aún presente los detiene de explotar mejor al personaje. La resistencia a un “oportunismo capitalista” todavía en conflicto con el pasado comunista persiste en la mente de muchos rumanos.

En tal caso, hablar con rumanos significa descubrir que mucho de aquel pasado, en su opinión, persiste bajo la forma de la corrupción, aunque otros tienen la opinión de que el comunismo era mejor, ya que sienten que el capitalismo no ha hecho nada por ellos. En cada país hay corrupción, claro, pero se dice que aquí la corrupción está en cada lugar y que los policías son los principales implicados. Ese es uno de los motivos por el cual los rumanos deciden migrar a países de Europa occidental, sobre todo a Inglaterra. En un paso por España, por ejemplo, en una agencia de viajes, un señor me advirtió que el sistema rumano era “demasiado corrupto” y que a los rumanos no les gustaban los extranjeros ni los turistas que permanecían mucho.

El castillo remodelado

Bucarest sigue siendo la convencional capital gris y poco agradable para las demás ciudades del país, ya que la vida es más rápida y la pobreza se ve más de cerca. También hay una enorme cantidad de autos. En cada lugar de la ciudad siempre habrá autos de marcas alemanas conocidas, en buen estado pero de segunda mano, estacionados en cada uno de los viejos edificios comunistas que hasta ahora perduran. Si bien estos autos son parte de la nueva forma de vida en un mundo capitalista, los costos y montos para adquirir un auto en Rumania rondan los 8 mil euros. Marcas como Volkswagen, Nissan, Toyota, Mercedes Benz, Porsche, Škoda y Renault llenan a Rumania con autos de todo tipo.

Drácula (el de la ficción) ya es un personaje de culto y hasta de la cultura pop. Quizá algún día los rumanos puedan aprovechar mejor la fama del vampiro: podrán así mejorar su situación turística, y tal vez dejar atrás el pasado comunista y la tristeza que traen con él para al fin cerrar esa herida. Es ya tiempo de que Drácula el vampiro sea aceptado en el país donde nació su mito y donde muchos buscan la fantasía de visitar Rumania. Todos buscamos con ilusión un pedazo de los orígenes de ese vampiro de miles de años, inmortal y con los colmillos sobresalientes. Para muchos de nosotros, Drácula seguirá siendo ese ser de las tierras de Transilvania que aún sigue acechando, quizá esperando para despertar. O quizá continúa caminando por Rumania, haciendo de las suyas y convirtiendo a otros en vampiros para no sentirse tan solo. Pero todo esto solo sería una fantasía, porque lo más probable es que el verdadero Drácula recorra las calles en un auto Dacia (se pronuncia “dachia”), la marca rumana más popular y todavía en fabricación desde 1966, aunque desde 1999 pertenece al grupo francés Renault. Manejando entre las carreteras para conocer más gente y, por qué no, invitándola a su nueva residencia, el verdadero Drácula debe estar también atento a los controles de la policía corrupta mientras sale de las constantes fiestas nocturnas cuando las iglesias están cerradas////PACO

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