Hace poco encontré en Youtube un video hecho por un fan de la canción Rotten Alabama, un tema de Ramsay Midwood. No conocía a la canción ni al autor pero la percusión acompasada y psicodélica en seguida me enganchó. La letra simple y directa, ácida, las bajaditas sureñas de la viola, el sabor a Woody Guthrie o Jack Elliott hacían a la canción irresistible. Busqué más en internet pero encontré bastante poco. Sobre el disco y sobre el esquivo artista que aparecía mencionado acá y allá, de forma intermitente, sin mucho marketing. Finalmente fui reconstruyendo algunas cosas. Spotify tiene publicados sus tres discos así que ahí el panorama mejoró: Shoot Out at the Ok Chinese Restaurant (2000), Popular Delusions & the Madness of Cows (2006) y Larry Buys a Lighter (2011), los tres geniales, los tres precisos, los tres con la cantidad mínima indispensable de arreglos para recuperar esa tradición de songwriters texanos limpios, nostálgicos, heroicos y ser discazos. El del medio, Popular Delusions, con un rinoceronte lisérgico en la tapa, es el que personalmente me pareció mejor. No tan moderno como su secuela, pero con melodías más suaves y una sensibilidad más dúctil y latinoamericana.
Su autor, Ramsay Midwood, es un cantautor del under de Austin, la ciudad “progresista” del gran estado de Texas y es, a sus cuarenta y pico, un misterio del circuito del nuevo country music, una escena revigorizada pero aún poco valorada al sur del Río Bravo. Los seis años entre su primer disco y el segundo atestiguan este hecho de compositor heterodoxo, colgado, de vida rara. Nació Woodstock, NY pero muy chico su familia se mudó a Arlington, Virginia, un suburbio de esa ciudad sureña –como la describe Gore Vidal en Lincoln–, Washington DC. “When my family moved to Virginia my dad left chasing a woman to London and started another family”, me dice Ramsay por Gmail. “Then left there and went back to NY where he started another family. Kind of like me i guess: I have 4 kids with 4 different women. Aaah, love, we are an optimistic lot.”
I have 4 kids with 4 different women. Aaah, love, we are an optimistic lot.
¿Vale la pena hablar del country? Creo que sí. Aunque estemos lejos de sus orígenes, decir que lo que Ramsay hace se llama country music probablemente resulte reduccionista o erróneo. Pero sí siempre me llamó la atención que, al contrario de otras expresiones canónicas del espíritu cultural nacional norteamericano, el folk del sur compuesto e interpretado por hombres blancos haya penetrado tan poco en el resto del mundo –y en nuestro país sobretodo. Recién nos llegó en los 60s y muy mediado por bandas que de hecho globalizaron el género como los Allman Brothers o los Rolling Stones. Pero el country music es una expresión de la tradición cultural de occidente muy poderosa, que encuentra roces en las últimas décadas del siglo XIX con el tango o la milonga campera interpretada en las pampas con acompañamiento de guitarra via la habanera, la guajira u otros ritmos afroamericanos que en las Antillas se expandieron, reconvirtieron y evoucionario finalmente por separado y hacia lugares distintos. No fue el country el que ganó la batalla por el prestigio cultural sino el jazz y el blues, los ritmos primos de este pero con intérpretes negros, y eso fue lo que importamos y consumimos y glorificamos. Pero como dice Elijah Wald, el crítico musical, en su polémico How the Beatles Destroyed Rock ‘n’ Roll: An Alternative History of American Popular Music, el jazz intelectualizado de Duke Ellington, John Coltrane, Miles Davis o Charlie Parker en realidad es revisionismo posterior elaborado en la década del ’60, con el auge del discurso contracultural y, of course, los Beatles. La música popular durante toda la primera mitad del siglo XX, los verdaderos laboratorios de exploración musical, eran géneros e intérpretes lejos del mito de la “improvisación” y hoy considerados menores.
Pero el country es el verdadero melting pot de la cultura norteamericana porque a lo largo de su rica historia incorporó no solo la triunfante cultura negra por la via del jug, sino los elementos de la inmigración irlandesa y escocesa por la via del hillbilly –la música típicamente interpretada con contrabajo y banjo, de la zona de los Apalaches-, los mitos de origen via el “western swing” y elementos muy reconocibles de la ranchera mexicana.
Con Ramsay empezamos a charlar por twitter porque recomendé su música y porque, como me comentó más tarde por mail, su cambiante historia familiar tuvo origen en la Argentina. El relato de esa migración es tan buena que la copio textual: “My grandfather on my dads side, Anchel (or Charles, or Charlie) was born in 1911 on a large property in the pampas; a cattle ranch wich was granted to the Medvedevskis by a jewish baron and philanthropist, Baron de Hirsch, near the border between Brazil and Argentina”. Bueno, creo que no lo sabía en ese momento pero Ramsay me estaba hablando del Barón Moritz von Hirsch, un empresario y banquero judío nacido en Munich, Alemania, en 1831, uno de los principales propulsores del establecimiento de colonias judías en Argentina con inmigrantes de Europa del Este en grandes porciones de tierra en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa y Entre ríos. “The deal was that the family lived and worked on the land for twelve years they would get full ownership of the property”. “As it happened, they lived and worked there just ten years until an electrical storm killed some workers and all the livestock and destroyed barns and stables and decimated the land”. “A short time later a band of gypsies kidnapped one of my father’s sisters, an infant, whereon the Medvedevskis packed up and got on a boat to New York.”. “At least that i show it was related to me by my father”
Seguramente los antepasados de Ramsay se afincaron en alguna zona entre los ríos Paraná y Uruguay, una zona caliente y húmeda, duplicado geográfico y espiritual del delta del Mississippi, la larga línea que dividía a los Confederate States y el núcleo cultural de la Latinoamérica extendida del siglo XIX, en la era pre Miami. Si las fechas son adecuadas probablemente el abuelo de Midwood haya nacido en alguna de las primeras 170 colonias que se establecieron entre 1888 y 1889 por judíos provenientes de Rusia y Rumania en expediciones financiadas no tanto por la buena voluntad y la filantropía de Hirsch sino por el temor de las familias ricas a la nueva ola de antisemitismo que estaba produciendo la migración masiva de judíos pobres a la Europa del Norte (Hirsch financió el movimiento colonizador, pero también la familia Rothschild o los Moses Sieff).
Luego de graduarse en la universidad en 1987 se mudó a Chicago, donde trabajó como actor. Allí se inició de verdad en la música, descubriendo a los clásicos del folk old-timey Charlie Poole, Jimmy Driftwood y Charley Patton. Al menos eso dice un artículo by Michael Corcoran publicado en 2013 en la revista The Austin Chronicle. Sin embargo el propio Ramsay menciona a Mississippi John Hurt como influencia, un inmortal del pre-war delta blues, acaso más la expresión de una admiración profunda antes que una clave de interpretación de su música, emparentada más con el country acompasado y menos salvaje de sus pares blancos. Hay una lista larga de artistas que pertenecen a la última generación de reinterpretadores de la música tradicional norteamericana de la que, por supuesto, Ramsay forma parte como una especie de outcast. En la última década está claro que el género ha adquirido un renovado prestigio en su tierra de origen como parte de un revival cultural tradicionalista y por cierta afinidad sentimental con los nuevos trends culturales y su idealización de la vida rural, sencilla, rústica y orgánica. Algo similar a lo que pasó acá con la relectura que las elites culturales urbanas hicieron del tango o la cumbia. El propio Ramsay es uno de tantos intérpretes de música sureña que no nacieron necesariamente en el Sur. Algunos en los que puedo pensar rápido y que me gustan mucho: Alynda Lea Segarra, alma de Hurray for the Riff Raff, nacida en el Bronx, o los Estbound Jesus que tienen un gran disco llamado Northern Rock, jugando con la idea del southern rock. Lo que tienen en común todos estos artistas es no solo que abrevan en la profunda e importante tradición del sur norteamericano sino que lo revisitan tematizándolo en una suerte de metadiscurso con fuerte voluntad revisionista y posmoderna. Quizás el ejemplo más claro de esto –y generacionalmente fundacional– sea la Southern Rock Opera (2001) de los Drive-By Truckers. Ramsay definitivamente está en sintonía al espíritu de su época, especialmente en el último disco, donde las pequeñas bases electrónicas y la psicodelia minimalista delatan la artesanía intelectual que se esconde por detrás de la apariencia despojada y displicente.
Su estilo podría clasificarse típicamente dentro de los límites de lo que se llama swamp pop, una variación de la música cajun y el folk sureño nacida en la década del 50 en la zona acadiana de Louisiana y south Texas con un fuerte componente emocional, melancólico y cadencioso. Pero Midwood desenrosca esos elementos con una revisión lacónica –y por eso levemente irónica– de la iconografía norteamericana: homilías religiosas, shooters drogados, trailer parks y sueños de la clase obrera. “I never decided to make a career out of music. I did resolve to only play music and let the chips falls where they may in 1996. I had written a hand full of songs that i believed in and seemed to derive a mystical pleasure from singin them”, cuenta Ramsay. Con esas canciones que editó su primer disco, cuatro años después, en Alemania. “The record came out in Germany because they were the only ones who wanted it”. Por “they” se refiere a Glitterhouse Records, un pequeño sello independiente alemán emparentado a Sub Pop durante los 80s y los 90s. Después de Chicago Midwood se mudó a Los Angeles hasta que un incendio destruyó su departamento un mes después de los atentados a las Torres Gemelas. En ese momento decidió mudarse a Austin, TX, donde finalmente le encontró la vuelta a su carrera y empezó a hacerse un nombre en el circuito de una de las ciudades culturalmente más modernas del sur norteamericano. De qué manera el judaísmo, el litoral argentino, el country norteamericano y la moderna psicodelia encajan juntas es algo difícilmente pueda responder, aun habiendo recontra escuchado los discos de Ramsay. “I have no real lofty ambitions. I would like to be able to tour most of the year and make enough money to feed an clothe my kids and have a nice place to live”, me dice al final de nuestro intercambio. Es el objetivo más noble y peronista que se me puede ocurrir. Hay que traerlo a tocar acá////PACO