La Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) fue el grupo más importante del nacionalismo que tuvo la Argentina entre los años 30 y 50 del Siglo XX. Heredera de la Legión Cívica Argentina, de base católica y juvenil, nació como una forma de encuadrar orgánicamente a los numerosos jóvenes que terminaban sus estudios secundarios enrolados en la Unión Nacional de Estudiantes Secundarios (UNES), la más grande organización social que haya tenido el nacionalismo argentino en toda su historia. Desde 1937 en que se funda, hasta la destrucción a cañonazos de su sede central en San Martín y avenida Corrientes por parte de “la libertadora” en el año 1955, la ALN fue una escuela de cuadros del “nacionalismo de acción” por donde pasaron nombres como Rodolfo Walsh, Jorge Masetti, Rogelio García Lupo, Guillermo Patricio Kelly y otros. Rubén Furman estudió Historia en la UBA y es periodista. Hace unos meses publicó por Editorial Sudamericana Puños y pistolas, la extraña historia de la Alianza Libertadora Nacionalista, el grupo de choque de Perón (336 páginas).

En la introducción decís que el libro surge a raíz de cierta curiosidad por explorar la parábola que hicieron hombres como Rodolfo Walsh y Masetti: desde un nacionalismo de acción de raíz conservadora y católica hacia el marxismo revolucionario. ¿A qué conclusiones pudiste acercarte?

El libro rastreó componentes de la «sensibilidad social» de estos nacionalistas que prefiguró al peronismo. Habla del programa de reforma agraria tomado de la Falange española y de un diagnóstico que es idéntico al que justifica el Estatuto del Peón Rural de 1944. Resalta el nacionalismo económico con tintes estatistas. Se relacionan las «tres banderas» nacionalistas: «Nación Poderosa, Justa y Neutral» con las tres bandera peronistas: Patria justa, libre y soberana. También hay una visión análoga del «sindicalismo de Estado» que Perón cristalizó. Pero Puños y Pistolas contrasta la naturaleza filofascista de la Alianza, cuyo principal objetivo era combatir al comunismo, a los judíos y al liberalismo, con el plan de reformas modernizadoras (sobretodo de las relaciones del trabajo) del peronismo. Llega también a la conclusión que cada época tiene su nacionalismo: el de los años de la Segunda Guerra tiene simpatías por el Eje y la impronta de ese nacionalismo extremo. El de los sesenta se afinca en las nuevas realidades: la influencia de la Revolución Cubana, de los movimientos de liberación nacional y el derrumbe del mundo colonial y en el aggioranmiento de la Iglesia católica.

Walsh es una referencia muy presente en el libro, por lo que entiendo que sentís una afinidad hacia su obra. ¿No te parece que en los últimos años se lo canonizó de manera tal que se frivolizó un poco su figura?

«Puños y Pistolas» cuenta una historia poco canónica de Walsh, bastante común a la mayoría de los católicos de la Alianza: va del nacionalismo extremo al properonismo del 45, luego rompe con Perón y se hace antiperonista, al punto de apoyar la Libertadora. Es igual a Masetti. El propio Walsh deja escrito que la ALN fue «la mejor creación del nazismo en la Argentina y que sus jefes eran asalariados de la embajada alemana». Luego hay un recorrido singular vinculado a su experiencia en Cuba y a cómo procesan la «opción por la violencia» cuando creen que todos los caminos para la participación popular en Argentina están cerrados.

En el libro hay entrevistas que son del 2007. ¿Cuánto tiempo te llevó todo el trabajo?

Yo arranque el trabajo en el 2007 y lo primero que hice fue buscar las voces de los que aun vivían, sabiendo que corría contra el tiempo. La mayoría pertenecía a la clase 1930 o anteriores y muchos han muerto luego de entrevistarlos. Gutiérrez Herrero, el último fundador vivo,  es clase 1916. Recién luego visité los archivos, busqué la documentación, completé la historia.

PuñosyPistolas•SIMULACIÓN

La hipótesis de Emilio Gutiérrez Guerrero (ex dirigente de ALN entrevistado central del libro) es que ALN tuvo dos refundaciones posteriores, con Tacuara primero y con Montoneros después. ¿Estás de acuerdo con esta lectura?

La hipótesis de Emilio Gutiérrez Guerrero es valiosa y encontré formulaciones parecidas en investigadores europeos del nacionalismo argentino, que ven en esos tres grupos «fases» de una misma militancia. El hilo conductor es el catolicismo juvenil.  Es innegable que ese proceso existió, como lo prueban las historias particulares de Walsh y Masetti y de los tacuaras. Pero los aliancistas y los tacuaras no se convirtieron masivamente en nacionalistas de izquierda; sólo algunos lo hicieron e incluso fueron minoritarios. Otros desembocaron en la ultraderecha peronista, en los tacuaras fachos, en las pesadas sindicales, en los cursillistas antiperonistas de Onganía y hasta en ministros de la última dictadura.

Consignas como “Patria si, colonia no”, o “Patria justa libre y soberana”, entre otras, tienen su origen evidente en consignas de ALN de hace casi 80 años atrás, y son consignas que hoy levantan organizaciones juveniles como La Cámpora y demás agrupamientos de juventud que están dentro del kirchnerismo. ¿Pondrías a estas organizaciones juveniles en clave con el linaje que menciona Gutiérrez Herrero?

No creo que los militantes de esas organizaciones sepan el origen de esas consignas. Por otra parte la Alianza creó también consignas menos glamorosas, como «Haga Patria, mate un judio!» y «Alpargatas si, libros no». Y no conozco ningún grupo juvenil que las reivindique. A mi entender, no hay forma de emparentarlas porque provienen de diferentes tradiciones.

¿Por qué es “extraña”, como afirma el subtítulo, la historia de ALN?

Para saber que es una historia «extraña» sólo hay que mirar la colección de ex aliancistas mencionados en la tapa: matones sinuosos como Guillermo Patricio Kelly, intelectuales orgánicos de la Iglesia católicas como José Luis de Imaz, el primer guerrillero del Che en Argentina, Jorge Massetti, Walsh, un ministro de la dictadura como Carlos Burunadera, y el gobernador bonaerense del ’73, Oscar Bidegain, Dalmiro Saénz y Silvina Bullrich. La Bilblia y el Calefón, bien que en diferentes etapas.

Dado que el libro se presenta como “el grupo de choque de Perón” ¿Te parece representativa la etapa conducida por Guillermo Patricio Kelly de toda la historia de ALN?

La Alianza se hizo masivamente conocida en la etapa que condujo Kelly durante el segundo gobierno de Perón, aunque su Comando Nacional Anticomunista funcionara desde 1946, cuando comenzaron las acciones criminales contra opositores con la cooperación policial a través de «zonas liberadas». Es cierto que la Alianza tiene una historia previa pero su historia está atada al peronismo y a las funciones que este le asignó.

Contrariando la cita de Walsh que aparece en la solapa del libro: “La Alianza fue la mejor creación del nazismo en Argentina. Hoy me parece indudable que sus jefes estaban a sueldo de la embajada alemana”, el libro muestra que ALN nunca fue financiada por la embajada alemana ni por ninguna entidad extranjera ¿Se puede decir que ALN fuera nazi?

El periodista peronista Héctor Ricardo García bautizó a Kelly como «el jefe de las SS peronistas». No eran nazis pero sus rituales tenían ese tufillo, por el escuadrismo y las simpatías políticas. Puños y Pistolas explora la similitud ideológica original con la Falange, el fascismo católico español y deja abierta una polémica sobre ese parentesco, así como la relación con los conservadores nacionalistas de Fresco.

Mencionás que el Instituto Bibliográfico Antonio Zinny impone muchas restricciones y trabas al investigador. ¿Cuáles fueron?

El Instituto Bibliográfico Antonio Zinny reúne la mayor colección de publicaciones del nacionalismo de derecha del país, originado  en el archivo del cura homónimo. Se mantiene con recursos e investigadores del Conicet. Pero además de abrir esporádicamente, ponen requisitos insólitos para acceder a investigadores que no pertenecen al grupo ideológico.///PACO