Politraumatismo significa muchos golpes. La paciente ingresó en el sanatorio a las 10:15 am con un cuadro de politraumatismo producto de un accidente de tránsito. La paciente está lúcida y acusa dolor en la espalda. La paciente está bien. Se sigue un protocolo de estudios de rutina y observación. La paciente, yo soy la paciente y estoy esperando entrar en su rutina que no es la mía. La mía quedó trunca cuando volé por el aire. La paciente está bien, aunque  golpeada, muy golpeada. Por eso politraumatismo. Por eso duele en muchos lugares, pero duele más en uno que en otros. Ingreso en la rutina del sanatorio, una mañana excepcional. Para mí, para la paciente que esperaba estar sentada al costado de la escalera. Donde colocaron su escritorio cuando entró en su nuevo trabajo. Transitorio, hasta que le encuentren un lugar más adecuado. La paciente no llegó. Yo no llegué al trabajo. La paciente está bien. Responde. La paciente está angustiada. Pero eso no sale en los estudios. ¿Cómo te llamás? Me llamo Cecilia. La paciente, yo, que soy la paciente, entonces, tengo un nombre. Cecilia. Mi nombre es Cecilia, mi mamá, que me lo puso está atrás de esa puerta, por la que solo entran médicos, enfermeros y pacientes. Ella es mamá, la mamá de la paciente y entonces está del otro lado. Ella puede dar fe. Pero yo, la paciente, no la escucho. Mi mamá está lejos. Del otro lado. Afuera. Sana. La enfermera me dice mami. Mami. A mí. Corazón. Ayudame un poquito ma, eso, despacito. La paciente colabora. Yo. Me dejo bajar las medias cancan. La paciente no puede moverse. La paciente tiene sed.

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La paciente tiene necesidades. También quiere hacer pis. Y moverse, pero no puede. Entonces se queda quieta. A pesar suyo. Me quedo quieta y pregunto si puedo hacer pis. Pero no me dejan. La paciente no puede hacer nada por su propia voluntad. Los demás deciden por ella.  Los zapatos de la paciente, rojos, terminan en una bolsa blanca. Mami, me dice la enfermera, mamita decime tu nombre así rotulamos la bolsa. Cecilia. Me llamo Cecilia. Soy la paciente. Bueno, Cecilia, podes estar tranquila que nadie va a tocar tus cosas. Y los zapatos caen en la bolsa blanca. Los zapatos rojos y la bolsa blanca. La bombacha y las medias can can caen arriba de los zapatos. En la misma bolsa. La bolsa es la guardia. La guardia médica es la bolsa en la que caemos todos. Una bolsa negra y resistente. Un bolsón, oscuro como el interior de cualquier bolsa. La bolsa o la vida. La guardia y la vida. La vida que se juega en la guardia. La mía.  La guardia es un avión en el aire. Viaja, con viento a favor y en contra. La guardia tiene turbulencias. Hay ruidos, capas de ruidos, se me tapan los oídos. No escucho, como cuando me tapo la nariz y soplo. Sonido de guardia. Alarmas, trompetas. Sonido de guerra. La mía, interna. La guardia es la guerra. Un avión. Un avión de guerra. La guardia, un avión, la guerra un tiempo que no es tiempo. La guardia es un aeropuerto, no hay tiempo, estás de paso. La guardia es el laberinto que puede ser cualquier aeropuerto. Y podés perder el vuelo. Nadie permanece en la guardia. Nadie permanece. Volver a tu casa, no, eso no es una opción. Te quedás adentro. O podés perderte en pasillos, circular. Te hacen circular. La paciente no puede circular sola. Y el sanatorio tiene un protocolo. La paciente se deja llevar y traer, siempre horizontal. Ascensores, pasillos, consultorios. La tomografía asustó a todo el personal, la paciente llora, está asustada, está rota. Ella dijo que le dolía. Ahora entienden, todos. Menos la paciente que sigue el recorrido por el sanatorio. Se abren puertas, la dejan esperando. Se cierran puertas. La paciente espera. El camillero espera, el médico está ocupado. Unos minutitos y el gel de la ecografía es frío, afuera hace frío, es invierno, las costillas están todas, están enteras. Pero todavía no podés hacer pis. Riñones, OK, bazo, OK, sistema hepático funciona correctamente.  La paciente siente que se vacía. Hace pis, aunque no lo sabe, le abrieron una sonda, un cañito. La canilla que va desde su vejiga hasta una bolsa. No gotea, no hay papel higiénico, no hace pis, el pis sale.

Entonces el paseo sigue en silencio y te ingresan. Te preparan una habitación, que no es tuya, tu habitación está en otro barrio, a km de distancia, la cama sin hacer, el excedente de talco que pusiste en los zapatos sobre el parquet. Una taza y una cuchara en la pileta, sin lavar porque no hubo tiempo. Te dicen que vos vas a tener una habitación. No compartis con nadie. Pero eso significa que quedaste adentro. No encontraste la salida. Perdiste. Politraumatismo. Muchos golpes. Después dirán que también tuve muchos traumas. O por lo menos tres. Polipolitraumatismo. Tu habitación es un misterio. Tu habitación fue de otro, y quién sabe qué fue de ese otro. Pero es como si no hubiera habido nadie. La habitación no huele a nada. Está esterilizada, preparada para recibirte. Sutil. La habitación te abraza en silencio. Hay lugares que no dicen de nada. La habitación no habla de mí. Es tan impersonal como la de un hotel. Pero ahora es mía, por el tiempo que me digan. Porque yo no digo, no importa lo que digo. Respondo siempre, eso sí. Porque la paciente está lúcida. Y responde. Se ubica en tiempo y espacio. Estoy en un sanatorio, hoy es lunes, el día está nublado y me duele el cuerpo. En especial la espalda. Y el culo. El culo más o menos. ¿Más o menos que qué? Más o menos que la espalda. Distinto. Duele más o menos distintos, pero duele igual. Duele. La paciente tiene que ser más específica. Específicos son los estudios, la paciente no sabe. Pero responde porque le preguntan y porque es educada aunque solo quiera llorar, y callarse y curarse. Estar curada. No estar en la guardia, no estar en guardia. No estar guardada. Dice que no le duele la cabeza. Ellos ya lo saben. No hay golpes ahí. No hay traumatismo en la cabeza. Politraumatismo menos uno////PACO

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