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Un hombre camina por la plaza. Aunque es verano, lleva puesto un sobretodo largo hasta las rodillas. Y debajo del sobretodo, nada. Camina y busca. Pasa por delante de una mujer, se detiene frente a ella y se abre el sobretodo, para mostrar que abajo no tiene ropa. La mujer grita, se tapa los ojos antes de ver algo. Se escapa. Por suerte no vio nada, piensa. Ese hombre se llama a sí mismo un provocador.

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Leo que Revista Barcelona cumplió diez años. Leo que Revista Barcelona publicó una tapa que, supuestamente, vuelve a escandalizar. Hace diez, nueve, ocho y apenas un par de años, cada vez que pasaba por un kiosco de revistas buscaba entre las Utilissima, las Gente y las Fortuna, la tapa de Barcelona. La tapa, claro, sólo eso. La primera, 16 de abril de 2003: “Ahora dicen que Piñón Fijo es Alfredo Yabrán”.

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Hasta la década del 80, PC era la sigla del Partido Comunista; en los 90, de Personal Computer; a partir del 2000, Políticamente Correcto. Corrección política y no mucho más. A veces, algo de contenido. Desde entonces, se vive de acuerdo a un sistema de reglas que consiste en no molestar, disculpe usted. Bienvenidos a la “Era de la no-ofensa”. Hola amigxs. Hay que estar a favor de todos. En contra de nadie. Que todos tengan derechos. Que los derechos sean iguales para todos. Que seamos iguales. Que seamos obvios. Que ni se te ocurra odiar. Ni siquiera a vos mismo. Al menos no en público. Amar para ser amado.

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Pero todos queremos odiari. No hay nada tan liberador como destruir. Por eso es natural que al PC le haya surgido su némesis: el PI. Porque mejor que ser amado es ser respetado, ¿no? O temido, ¿cómo era la cosa? Hay gente que es políticamente incorrecta y hay gente que sólo se define como tal. La diferencia entre ser y estar: entre pensar de un modo y ubicarse en un determinado lugar. Definirse como PI es primero aceptar que lo otro es lo correcto. Es rendirse antes de empezar. Odiar para las cámaras. Insultar para el aplauso. ¡Démosle todos un fuerte abrazo al pseudo-rebelde!

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La verdadera rebeldía es ir contra un sistema, contra una moral establecida, contra lo que fuera, pero a conciencia. Es decir, saber qué se critica con cada acción. Lo otro es apenas un intento de llamar la atención: una payasada menor, una puesta en escena. No, claro que no es grave. El asunto es pensar el lugar que hoy ocupa lo PI: el mainstream. Basta con ver cualquier timeline de Twitter para ver que el humor negro es el humor de esta era. La ironía es más bien un residuo de fines de los 90 y principios del 2000, cuando la rebeldía estaba representada por CQC. Hoy, es lo incorrecto. ¿Pero puede ser rebelde una forma de crítica que está en manos de la mayoría?ii

Barcelona Tolerancia

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Vuelvo a Revista Barcelona. ¿Cuál es la última tapa que recuerdan? Hubo, sin dudas, una era dorada para la Barcelona. “Tolerancia: Una negra y un judío deciden el destino de la humanidad”. Brillante. “Aborto: Cada vez más mogólicas se dejarían violar amparándose en la ley blanda”. Genial. Ambas de 2006. Hay quienes dicen que la revista cambió. Que la simpatía por el kirchnerismo de algunos de sus miembros condiciona el contenido, que el alejamiento de Pablo Marchetti como director, que…. Puede ser, no sé. Y no es lo que me importa. La cuestión de fondo es otra: hoy la vara de la incorrección es más altaiii. ¿O acaso generaría algo una tapa que diga que Piñón Fijo en realidad es Yabrán? Por eso, en cierto sentido, lo mejor que le pudo pasar a la Revista Barcelona es aquel juicio iniciado por Cecilia Pando. La revivió: la revista volvió a ubicarse en el lugar que todos sus lectores quieren que esté. Eso sí, la representación es circunstancial. El problema de la revista es otro: lo que hay después del título. En la mayoría de los casos, nadie recuerda más que eso de Barcelona: sólo la tapa. Quizás adentro haya algún título, alguna línea que provoque, pero nada más. Las notas no están para leerseiv. Es más, muchas veces diluyen el chiste.

Es el mismo problema que el aspirante a PI: más título que desarrollo. Porque el PI toma letra de la Revista Barcelona o de su tuitero preferido y luego imitan. Ser PI ha dejado de ser incómodo. Es más, hoy esa es la meta: ser eso. Sólo eso. El PC es portador de una inagotable fuente de clichés. Pero la forma en que el PI pretende combatirlo es con más cliches. Empate técnico. El no-pensar. La pereza mental: el deber-ser de las ideas. Soy políticamente (in)correcto y por eso yo opino de que. Sólo por eso. El Coronel Gonorrea tuiteó hace un tiempo: “Contracultural, ácido, incorrecto, transgresor, irónico, todas características que perdés en el mismo instante en el que te las asignás”. FAV.

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Hay una nota en Paco que creo que a esta altura se ha convertido en una suerte de manifiesto para la revista: Cínicos. Ahí, Juan Terranova arremete contra el uso de la palabra “cínicos” como acusación. Y al volver sobre los orígenes del término – y sobre los filósofos cínicos, con Diógenes a la cabeza – hace referencia a cierta actitud punk: el cínico va contra el statu quo. Dice: “…lo que podemos y debemos evitar es la confusión alegremente boluda de cinismo con ironía, de cinismo con hipocresía, de narcisismo con la perpetua actividad del usurpador y el ventajista”. Porque ser PI no es ser cínico. Y hoy ser PI no tiene valor. Ser cínico, creo que sí. Uno es subversivo, el otro es más de lo mismo, un conservador que se disfraza de rebelde.

El valor del cinismo –tanto en su origen como hoy – es su capacidad corrosiva para interpelar al poder –a lo establecido – desde una posición de menor poder aparente, sólo valiéndose de la verdad y de su capacidad para fundarla. Esa es la famosa anécdota de Diógenes: Alejandro Magno le pregunta qué puede hacer por él y la respuesta es “Correrte: me estás tapando el sol”. Diógenes invierte la posición de poder entre uno y otrov. Ese es el valor que tiene hoy el cinismo. El humor negro, lo corrosivo, el absurdo, o lo que fuera, al servicio de romper estructuras, de obligar a pensar distinto, de sacudir la pereza y ser independiente, no correcto o incorrecto.

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¿Es Lubertino en verdad PC? No. Hay más rebeldía en ella que en muchos otros que reivindican lo PI. El problema de Lubertino no es su pretendida búsqueda extrema por la corrección política. Al contrario, su capacidad para deformar la agenda, para imponer cuestiones intrascendentes es un logro que me resulta envidiable. Por poner sólo un ejemplo: la discusión sobre los huevos Kinder rosa o celeste es algo que bien podríamos haber discutido con amigos, con una cerveza o porro de por medio, sin tomar en serio ninguna postura, defendiendo cualquiera de los dos por el sólo placer de discutir, como si se discutiera una teórica pelea entre Batman y Superman. Pero ella logró ampliar su campo de batalla. Llevó su mesa de amigos a los medios (sí, valiéndose de recursos del estado, es cierto, pero eso no inhabilita su intención: generar la agenda del desconcierto, subvertir cualquier pretensión de prioridad y sentido común).

El problema de Lubertino, en todo caso, es otro: su búsqueda de homogeneizar. Somos todxs lx mismx. (Donde dice x, por favor insertar identidad, historia, personalidad, y demás detalles poco importantes al servicio de la igualdad de generx). Ahí es donde Lubertinx complota consigo misma, una lástima. Debería ser paria: mártir de su propia causa. Si ella estuviera sola en su lucha, su propuesta sería mucho más atractiva: una mujer que peregrina por el desierto del sentido común con su prédica. Y entonces sí, yo admiraría a Lubertinx. Agitaría banderas con sus frases. Esperaría hasta que se muera y vendería remeras con su rostro. Porque Lubertinx no es PC ni PI: es performer. Desde el poder, ella milita por causas intrascendentes, inconducentes. Y el absurdo sí es una forma de rebeldía.

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Flasher. Así le dicen en inglés a quienes se abren el sobretodo para exhibirse. Flash: mostrar, revelar. Acá los medios, la policía, las mujeres asustadas o vaya uno a saber quién, los llama “sátiros del sobretodo”. Un sátiro no revela nada, es apenas un hombre pervertido y deshonesto. Aquel hombre del que hablé al principio del texto ahora sigue su camino por la plaza. Encuentra otra mujer. Se detiene frente a ella, y como es de esperarse, se abre el sobretodo para mostrar que no tiene nada debajo. La mujer mira. El tipo está desnudo: asústese, señora. La mujer mira unos segundos más, y cuando ya no tiene nada más por ver, aparta la vista hacia un árbol de la plaza. Ahora es el hombre el que mira: espera el grito, el escándalo, alguna reacción, algo, pero no llega nada. Lo peor que le puede pasar a un sátiro es que le miren la pija. Si la mujer no se escandaliza, corre el peligro de que se den cuenta de que su pija es chiquita: que no hay una idea detrás, sólo un intento por provocar. El verdadero flasher, el que revela, el que muestra algo más, tendrá algo que sorprenda. No sé, quizás una trompa de elefante, quizás una cicatriz. O peor: un calzoncillo. Ese será el que haga pensar a la mujer de la plaza.///PACO

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i La otra opción sería negar esta necesidad. Pero no es recomendable. Ver Simpsons, Huracán Neddy (Temporada 08-Episodio161). Flanders dice no odiar nada y por haberse reprimido tanto, termina en un neuropsiquiátrico. Después un largo tratamiento reconoce que odia a la oficina de correos y a sus padres. Sólo entonces es dado de alta: sólo al odiar, es capaz de volver a apreciar todo lo que tanto ama.

ii Ver Simpsons, Filosofía Bartiana (Temporada 05-Episodio188). Tras conocer a Bart, el gurú de autoayuda Brad Goodman recomienda a todo el pueblo “ser como el niño”, “hacer lo que se les antoje”. Más allá de la cuestión moral y de los efectos sobre el pueblo por la irresponsabilidad de muchos, lo interesante es ver cómo la rebeldía de Bart pierde sentido: no logra diferenciarse.

iii Es necesario hacer una salvedad: no tiene el mismo peso ser incorrecto en papel que en twitter: está ahí esa pequeña cuestión de lo efímero y lo tangible. Las redes sociales siempre permiten animarse un poco más. Y eso fue y sigue siendo un gran punto a favor de Barcelona.

iv Otras revistas que suelen ser comparadas con Barcelona son The Onion (EEUU), que incluye una sección no paródica con entrevistas y crítica cultural, y The Clinic (Chile), que tiene una tapa satírica y otra tapa de periodismo con un fuerte sesgo político y de investigación.

v Es evidente que no siempre Revista Paco representa el cinismo en ese sentido, por gozar de más poder que muchos de quienes pretenden debatir con sus propuestas, ya sea por capacidad dialéctica o por la capacidad de generar rebote en las redes (en todo caso, ambas son mérito de Paco).