La última batalla contemporánea a favor de la Ilustración tiene a Horacio Potel como uno de sus más aguerridos soldados. Profesor de filosofía, digitalizador de contenidos de acceso cuidadosamente restringido por las instituciones editoriales de los siglos pasados, democratizador serial del conocimiento en la Era Digital, la de Horacio Potel es una heroica cruzada a favor de la Piratería entendida como el ejercicio de vulnerar aquellas prohibiciones que aún en el siglo XXI aspiran a mantenernos bajo las sombras humillantes de la ignorancia. Esa batalla, sin embargo, le ha costado sacrificios y persecuciones.
I
La Piratería es la lucha por la cultura, en el convencimiento de que ésta no es un rejuntado de “Obras-Mercancías” producidas por “Individuos” es decir átomos (indivisibles) que desde una supuesta absoluta soledad de su “ego” nos entregan a los pobres mortales sus productos únicos y exclusivos. No hay Dioses, ni Genios. La cultura es un texto sin sentido en continua formación-deformación, texto que pertenece a todos porque es escrito por todos. Tanto los instrumentos que usamos para transmitir nuestros mensajes, hasta las teorías en base a las cuales vemos el mundo nos vienen de los otros, que han puesto sus mensajes en este texto general, que lo están inscribiendo y que lo reafirmarán eligiendo qué aceptar. La cultura es del otro. No hay idea más ridícula que la de atribuir en propiedad un producto de la cultura. Si esto es así, ahora que contamos con un medio poderosísimo para reproducir (lo que quiere decir alterar: nada se reproduce en sí) la tarea es hacer lo posible para que toda la cultura esté disponible para todos, no sólo porque es lo justo, no sólo porque como dice Derrida “no hay derecho de propiedad sobre la herencia” (y la cultura es eso la herencia que heredamos para atestiguar quien somos), sino porque sin ese acceso a la cultura no hay posibilidad de novedad, de invención, de invención del otro. No podemos inventar todos los días los fideos con tuco. Ya están inventados y con ese conocimiento podremos hacer nuevos fideos, quizá más ricos y sabrosos. Si no contamos con utensilios de cocina porque son propiedad privada, si nadie nos da una receta si no le pagamos una fortuna, jamás podremos producir un plato rico para esta noche, como la lasagna que mi mujer me prometió, “Lasagna a la Andrea” (por la cual no pide copyright) lasagna posible porque alguien la inventó y la transmitió, con lo cual mi mujer puede ahora hoy hacer su versión, ¡riquísima!
II
La ruindad ya está en la pretensión de privatizar nuestra herencia común para seguir lucrando con negocios que ya no tienen sentido dado el actual desarrollo de la tecnología capitalista. Pretensión hipócrita ya que los dispositivos de copia con los que trabajamos los piratas (es decir, según nuestras leyes pronto centenarias, todo aquel que “reproduzca” un contenido “protegido”, protegido de la sociedad, claro está), todos esos dispositivos, entonces, son vendidos por las mismas corporaciones que pretenden hacer dinero vendiéndonos “obras” “originales”. Mi proceso fue impulsado por la embajada de Francia (quien en vez de luchar por la difusión de la cultura francesa lo hace sólo por los negocios franceses a instancias de una editorial también francesa que tiene en su catalogo dos o tres textos de Derrida. La ejecutora de la denuncia fue la Cámara Argentina del Libro (Cal) que en ese entonces era dirigida por un señor que ha publicado algunas traducciones de libros de Derrida en nuestro país y que para esa época tenía en mente otros negocios de ese tipo y con ese autor. Una vez hecha la denuncia los de la Cal dejaron que fuera el Estado el que se ocupara de los gastos y los argumentos. Como desde un principio, el caso obtuvo una modesta repercusión mediática y sobre todo un gran respaldo en Internet, no retiraron la denuncia pero evitaron verse más involucrados de lo que ya estaban en lo que se constituyo en un pequeño escándalo: La Cámara que agrupa a la industria editorial denunciando penalmente por un delito que tiene pena de cárcel, a un profesor de filosofía que pretendía poner los textos de tres de los filósofos más importantes de nuestra tradición al alcance de todos los interesados; es decir, querían quemar tres bibliotecas virtuales y entorpecer así, boicotear la producción de filosofía en idioma español. Les salió el tiro por la culata y las páginas de Nietzsche (http://www.nietzscheana.com.ar/), Derrida (http://www.jacquesderrida.com.ar/) y Heidegger (http://www.heideggeriana.com.ar/) lejos de desaparecer se hicieron más conocidas.
III
He tenido de todo, desde muchos alumnos que me enviaban los cuestionarios de sus profesores para que yo se los hiciera hasta pedidos del tipo: “por favor necesitaría para mañana contar las con las obras completas de Maurice Blanchot, ¿usted no las podría escanear y mandármelas a mi mail?”.
IV
Es muy difícil conseguir libros de filosofía en Argentina y cuando empecé era muchísimo más difícil ya que casi no había contenido de este tipo en la Red, cuando empezó mi primera web, la de Nietzsche, el 22 de diciembre de 1999, en el siglo pasado, hace 13 años, había solo 15 fragmentos de Nietzsche en castellano en toda la web. Sigue habiendo muchos problemas y los habrá mientras sigan estas absurdas leyes de copyright obstaculizando todo. Ahora mismo estoy a la búsqueda de la edición francesa de un libro muy conocido de Derrida pero como el libro está agotado y la editorial que tiene los derechos está ocupada en otras cosas, sólo se puede conseguir como articulo de colección firmado por el autor a miles de euros. Todos sabemos que las ediciones de libros de filosofía son de muy pocos ejemplares, algunas jamás llegan al país y se agotan rápidamente. Conseguir un libro se convierte así en un albur, a lo que hay que sumar el poco impulso que se les da a las bibliotecas de papel, las que por otra parte no están exceptuadas de las leyes de copyright que impiden hacer con un libro cualquier cosa salvo pagarlo. Está prohibido el préstamo, la lectura en voz alta y Dios sabe que más inventarán si se siguen popularizando esos mal llamados e-books que no son más que formatos para empacar textos y así poder venderlos y de paso controlar aún más nuestra privacidad y el dominio que deberíamos tener sobre algo que se supone es de nuestra propiedad.
V
Como decíamos al principio no somos átomos sin ningún lazo con los otros más que el de nuestro beneficio, nacemos en un mundo dado, al que interpretamos con una lengua dada, en una cultura dada, donada. Lejos de no deber nada a nadie, estamos en deuda desde el principio con la cultura, con la sociedad, con los otros que nos ha constituido y a los que estamos ligados por esta deuda común. La deuda de seguir los hilos que los que nos han precedido han abierto, prolongarlos, seguir sus huellas, para abandonarlos, para que sea posible un nuevo camino. El copyright es un aparato de cierre diseñado para impedir ese dialogo que somos. Hoy en día el capital simbólico, la información toma cada vez más importancia en este sistema en esta máquina horrenda donde estamos sumergidos, es por ello que la lucha por la libre y gratuita circulación de la información es quizá una de las luchas más importantes de las que están planteadas actualmente. Me gustaría agregar algo: el copyright, el derecho de copia (¡como si la copia, la repetición, la iterabilidad que produce el por-venir pudiera estar sometida a las reglas del derecho!) no se limita sólo a los dueños privados de nuestra herencia común, a esos que figuran en las escrituras de los tribunales o en los archivos de las comisarias que garantizan sus propiedades; se extiende también a todos aquellos que en nombre de algún supuesto privilegio se adjudican una competencia soberana y un conocimiento sin secretos de lo que «su» autor quiso decir, si lo que dijo sirvió para algo, si debemos seguir su senda o si por el contrario hay que bailar sobre su tumba. Todos ellos tratan de asesinar su infinitos fantasmas, sus infinitos envíos en un único y sólo envío, el que les da dinero y poder.