Hoy tienen posibilidad de sobrevivir fuera del útero fetos de 5 meses de gestación y menos, lapso que seguirá reduciéndose, ¿son fetos o personas?
Esto forzosamente cambia el paradigma.
Supongamos que el feto no es una vida humana, que es una condición médica no deseada respecto de la cual la mujer y el especialista tienen que tomar una decisión. Ok: hace 40 años, la odontología casi que se reducía a detectar la muela cariada y proceder con martillo, cincel y pinza a extraerla. Fin del tratamiento. Hoy la práctica cambió, toda pieza dental es rescatable, rara vez la decisión del odontólogo moderno es extraer la pieza afectada. Lo mismo pasa con las amígdalas. Y con los fetos.
Habiendo cientos de miles de personas, straights y gays, desesperados por adoptar, por brindar afecto y un hogar a un hijo, abortar es casi un insulto en lo moral y, en casos de madres de condición muy humilde, una ridiculez desde el punto de vista de políticas sociales. Argentina es un país despoblado. EE UU y Europa sufren un problema de infertilidad enorme, le gente se resiste a tener hijos, tienen que recurrir a la inmigración para cubrir fuentes de trabajo y cobrar impuestos. A este paso, en el futuro no habrá gente en edad activa que mantenga a los jubilados. Es decir, hasta desde un punto de vista fríamente macroeconómico, el aborto es una contradicción.
La argumentación que usan algunos de que Roe v Wade influyó en la reducción del crimen en EE UU es éticamente delicada y científicamente cuestionable. La correlación parece ser manifiesta pero no está probado que exista una causalidad clara. Aun cuando existiera una causalidad comprobada, parecería que la solución es castrar a los pobres como gatos para que no se reproduzcan.
Otra contradicción que desacredita a los «pro aborto»: no queda claro qué defienden o por qué. Por lo general están acérrimamente en contra de la pena de muerte. Pero a favor de la eutanasia. ¿En qué quedamos? ¿La vida es sagrada o no? Toda vida merece una oportunidad ¿no? En fin.
Lo que nos lleva a los portavoces más visibles del «abortismo»: grupúsculos marginales de feministas radicalizadas y más bien impresentables que irradian resentimiento y hostilidad. Pareciera que odian a los hombres, se odian a sí mismas, odian la maternidad y consideran al feto como una especie de cáncer («el feto es un tumor» es una famosa frase de una feminista estadounidense). Lo único que hacen es perjudicar a una causa que, más allá de diferencias de opiniones y matices, es justa. Son piantavotos.
Al final resultan más piantavotos que los extremistas pro vida para su propia causa. A pesar, paradójicamente, de los fanáticos pro vida que matan médicos e incendian clínicas ¿Por qué? Porque los pro vida tienen mejores slogans y mejores campañas publicitarias. Lamentablemente, el debate está tan bastardeado que se reduce a eso.
En España y Francia, sin embargo, donde el aborto es legal y son países eminentemente católicos, no ha habido hechos de violencia de este tipo.
En Argentina, la gente de nivel socioeconómico medio y alto aborta sin problemas con médicos serios y en condiciones adecuadas. En secreto, por supuesto. Como todo en Arg, es un tema signado por la hipocresía. Los pobres son los que abortan en condiciones infrahumanas. En el país se estima que hay 300 mil abortos por año (cifra de hace 10 años).
En Israel, donde hay que hacer una separación muy clara entre religiosos radicalizados y seculares, el aborto es legal pero los religiosos no están nada de acuerdo. Estrictamente hablando, la religión judía sólo admite al aborto cuando hay riesgo de vida para la madre y tampoco es muy flexible que digamos en caso de violación o malformación del feto. El judaísmo más tradicionalista tiene poco que envidiarle al integrismo cristiano o católico: es también muy machista, paternalistas y medieval. Rapan a sus mujeres y las hacen usar pelucas. Las hacen parir como conejos. No usan anticonceptivos, tienen familias numerosas. Eso sí, fifan con pudor, a través de una sábana con un agujero.
De los musulmanes ni hablemos.
Volviendo a Occidente, por lo general los que defienden el aborto son de izquierda, es decir que abogan por una fuerte presencia del estado en la vida de los individuos. En ese caso, en vez de fomentar la interrupción del embarazo, el estado bien podría ofrecer redes de contención y apoyo para que la mujer diera a luz y entregara a su hijo no deseado en adopción de la manera lo más ágil posible, ¿no?
Esto es una pregunta retórica y por lo tanto debe ser formulada con cuidado: en el peor de los casos ¿tanto sacrificio es «custodiar» durante nueve meses una vida concebida involuntariamente, aunque a partir del nacimiento la mujer no quiera hacerse cargo? Una vida que, en la mayoría de los casos, es consecuencia de la conducta irresponsable de la madre y/o del padre. Pongo acento en el padre porque, desde ya, no hay que dejar sola a la mujer. It takes two to tango.
Sin llegar al extremismo religioso de que el sexo sólo es para procrear, cuando dos personas tienen relaciones saben cuáles son las consecuencias. El sexo es otra forma de diálogo entre dos personas, algo natural y sano. Pero tiene consecuencias. Resulta difícil de aceptar para muchos que la gente use el sexo con fines recreativos y después trunque una vida indefensa por cobardía, pereza o irresponsabilidad. Decadente.
En caso de violación, obviamente, la historia es diferente.
Hoy por hoy, casi que la única razón para practicar abortos más allá de los dos meses de gestación es cuando hay peligro de muerte para la madre. Más cuando se puede interrumpir la gestación con medicaciones bastante eficaces y seguras.
Repito, en mi humilde opinión el aborto tiene que ser libre y legal. Es una decisión muy personal de la madre, el padre y el médico.
Aclaro además, que estoy a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo y también la adopción, también de personas solas de cualquier orientación sexual, siempre y cuando las autoridades puedan verificar que la madre y/o padre adoptivos sean gente de bien y con los recursos razonables para formar una familia: una vivienda, una ocupación, un ingreso.
Lamentablemente, tal como viene planteado el debate, los antiabortistas tienen apoyo porque creen que si se libera y legaliza va a dar lugar a una carnicería, un genocidio. Un holocausto. Algo de razón tienen. En muchos países se transformó en una industria que explota a los jóvenes. La izquierda lo usa para congraciarse con el voto juvenil. El PSOE en España, cuando el país empezó a caer en crisis hace unos años, salió con la demagogia de que las mujeres menores de edad no tenían por qué notificar a sus padres de un aborto. Ridículo. ¿Chicas que por lo general no trabajan, no pueden manejar un auto ni votar pueden optar por una intervención quirúrgica altamente invasiva y delicada sin consultar a sus padres?
Estas cuestiones absurdas que frivolizan y politizan el aborto generan obviamente la reacción de los conservadores intransigentes. Así estamos como estamos, con un debate estancado.
En síntesis: hace falta sacar la cabeza de la arena y legalizar el aborto. Esto sólo se va a lograr con algo de apoyo de sectores sociales conservadores que hoy por hoy se oponen y ni quieren hablar del tema. ¿Por qué? Porque suponen que la legalización abrirá la puerta a una carnicería alarmante, decadente e inmoral. Hasta que no surja una causa pro aborto legal creíble y seria, con argumentos razonables, con apoyo sólido de las comunidades médica, religiosa, política, judicial y filosófica, seguiremos a la deriva.///PACO