Perú


Perú y el síndrome de Felipillo

Cuando Francisco Pizarro arribó a las costas del Tahuantinsuyo (el Estado inka), como es sabida la historia, desembarcó con un intérprete y traductor conocido como Felipillo. Se sabe que fue reclutado a los 15 años y se sabe que fue de la etnia tallán, grupo étnico sometido por los inkas. Se sabe también que viajó a España y ahí mejoró su castellano. Para la historia peruana, sin embargo, Felipillo quedó como un Judas Iscariote: el intérprete que tergiversó las traducciones entre Pizarro y Atahualpa. Hay versiones que dicen que lo hizo no solo por el metálico, sino también por sexo, pues trató de tomar como esposa a una de las hermanas de Atahualpa; pero, sobre todo, lo hizo porque odiaba a los inkas y porque consideraba a Atahualpa un usurpador. 

500 años después, un presidente de origen andino, con muchas limitaciones intelectuales, y no por su culpa sino porque no recibió una educación de calidad por abandono del Estado, lee un mensaje a la nación, calcado de un mensaje de Alberto Fujimori cuando disolvió el Congreso mediante un autogolpe de Estado el 5 de abril de 1992. En boca y en manos de Pedro Castillo, el pasado presidente del Perú, ese discurso sonaba y se veía ridículo. Castillo había sido elegido, en parte, por la desidia e incompetencia de la clase política tradicional, desprestigiada por su incapacidad y, sobre todo, por sus casos de corrupción de alto vuelo, que tuvieron un nombre común: Odebrecht, la empresa que corrompió a varios presidentes en Latinoamérica. Pero, por otro lado, Pedro Castillo fue elegido también gracias a la entrada de una nueva camada de políticos con nula formación política, vale decir, inversionistas que van a mansalva por puestos políticos y escaños parlamentarios para después servirse de ellos y recuperar sus inversiones con actos de corrupción. El profesor rural que andaba en su campaña presidencial con su gran lápiz amarillo, por lo que no fue difícil relacionarlo con la marca Faber Castell y rebautizarlo “Peter Castel”, venía de ser un dirigente sindical de maestros.

Se dice que Guido Bellido, un político y actual congresista cusqueño, vio en él sencillez, naturalidad y cierta tranquilidad, lo cual hizo que le dijera al líder del partido de Vladimir Cerrón, cuyos antecedentes por corrupción le impedían ser candidato presidencial, que “ese es el hombre”. Ya ubicado por los «recruiters», poco a poco Castillo fue ganando posiciones como candidato, y por desidia de los políticos tradicionales o los rostros nuevos como el de Hernando de Soto (la revista Time, en algún momento, lo ubicó dentro de los 50 intelectuales más influyentes del mundo) que no supieron articular bien un discurso que llegara a la población, Castillo fue elegido en segunda vuelta tras derrotar a Keiko Fujimori con el 50,12% de los votos: aproximadamente 40,000 votos de diferencia. Principalmente estos votos provinieron del ámbito rural y en contra del padre de Keiko, condenado por crímenes de lesa humanidad.

Sin embargo, desde el 28 de julio de 2021 hasta el 17 de diciembre de 2022, a Castillo no le dejaron gobernar. El mejor ejemplo es que sus opositores no reconocieron la victoria, es decir, quienes en Perú son llamados ‘los fraudistas’. A partir de ahí, llegaron los sucesivos desplantes: primero una congresista de derechas rehusó darle la mano de saludo, luego se investigó a la vicepresidenta judicialmente y tampoco dejaron que viajara a eventos oficiales internacionales. Algunos parlamentarios de la derecha presentaron incluso una acusación de “traición a la patria” por unos comentarios en una entrevista. También se cuestionó si debía quitarse su sombrero. Y entonces llegaron las acusaciones por corrupción.

La teoría que más se acerca al por qué de la caída de Castillo la dio el periodista Gustavo Gorriti, cuando dijo: “Hubo algo o alguien que lo hizo actuar psicóticamente e hizo lo que hizo” (leer en cadena nacional un autogolpe de Estado al disolver el Congreso de manera inconstitucional). Traicionado por sus allegados y fundamentalmente por su jefe del servicio secreto de inteligencia, Castillo no tenía a nadie salvo a su familia. Detenido y acusado por subvertir el orden constitucional, fue puesto en prisión preventiva. Dice María Rostworowski, la gran historiadora peruana, que los generales de Atahualpa le ofrecieron despeñarle piedras a Pizarro en determinada parte del camino. Y, sobre todo, le recomendaron no encontrarse con el español “pero el tonto de Atahualpa desoyó los consejos de sus generales; eso no lo hubieran hecho sus abuelos Pachacutek, Túpac Yupanqui ni Huayna Capac”. ¿Ni siquiera nos dimos cuenta, de acuerdo a la historia, que hace falta un soberano tonto e incompetente, ya se trate de Atahualpa, Castillo o un simple Felipillo para echarlo abajo todo?

Momentos Felipillo

Así como nos hacemos la gran pregunta todos los peruanos acerca de cómo cayó de manera tonta el gran imperio de los inkas a manos de tan pocos hombres españoles, ahora todos los peruanos se preguntan: ¿por qué Pedro Castillo leyó ese mensaje? ¿Por qué se hizo el harakiri? De la misma forma, todos los peruanos se preguntan por qué Atahualpa no aplastó a los españoles cuando sus generales le propusieron hacerle el trabajito. En estos días, los peruanos necesitamos una respuesta sobre el actuar de Castillo. ¿Podía disolver el Congreso y presentar la cuestión de la confianza? ¿Será que Aníbal Torres, gran jurista y penúltimo premier de Castillo, fue el traidor? ¿O fue Betsy Chávez, última premier de Castillo, la traidora?

A lo largo de nuestra historia, tenemos aquello que podríamos llamar “momentos Felipillo”. Es obvio que nos tomaría varias paginas enumerar todos esos momentos malhadados: es difícil dejar de mencionar un “momento Felipillo” puro cuando el Congreso y el gobierno abandonaron a Miguel Grau en 1879, cuando no pedía barcos o buques nuevos sino torpedos antiblindados que jamás llegaron, y ya sabemos que Grau tuvo que dar su vida en el Huáscar (paradojas del destino, Huáscar en el incanato, fue el hermano y legítimo monarca que Atahualpa ejecutó para hacerse del poder). Pero, en términos contemporáneos, podemos empezar desde el gobierno militar de Juan Velazco Alvarado, que tuvo a su Felipillo en el general Francisco Morales Bermúdez, quien le dio un golpe de Estado conocido como el “Tacnazo”. ¿Y el gobierno anterior a Velazco, del arquitecto Fernando Belaunde Terry, tuvo su Felipillo? Fueron intereses externos de la International Petroleum Company con sede en New Jersey. Es cierto que el general Velazco le dio el golpe de Estado a Belaunde, pero no fue un gobierno entreguista, fue un gobierno patriótico.

Luego, en el segundo gobierno de Belaunde, en 1981, Javier Pérez de Cuéllar (es cierto que no fue presidente del Perú) fue víctima de otro “momento Felipillo». Pérez de Cuéllar regresaba luego de ser embajador en diferentes países y Belaunde lo propuso como embajador en Brasil, pero Acción Popular, el partido oficialista, es decir el de Belaunde, rechazó la propuesta. Pérez de Cuéllar pensó entonces en el retiro. Aunque en 1982 fue elegido Secretario General de las Naciones Unidas, cargo que ejerció en dos periodos (¡se puede vencer a Felipillo!). Durante el periodo de Alan García, se puede decir que este fue héroe y villano al mismo tiempo. Entró muy joven a la presidencia, pero sus números económicos fueron un desastre. Tambien fue una especie de Pizarro cuando inventó a Alberto Fujimori para evitar que Mario Vargas Llosa fuera elegido presidente.

En el gobierno de Alberto Fujimori hubo muchos “momentos Felipillo”. Uno de los primeros: ya como presidente, se deshizo de uno de sus asesores, apellidado Loayza, quien le había presentado a un excapitán del Ejército y abogado llamado Vladimiro Montesinos, quien sería el poder en las sombras detrás de todos los chanchullos del gobierno del hijo de japoneses. Cuando Fujimori renunció a la presidencia lo hizo vía fax, después de descubrirse, video mediante, que Montesinos había comprado el pase al oficialismo de un congresista electo. Felipillo en su máxima expresión. Después está Alejandro Toledo, que si bien sus números económicos le avalan, traicionó la confianza del pueblo. Y luego Ollanta Humala traicionó a su hermano Antauro. El segundo gobierno de García fue casi todo “felipillismo”. El gobierno de Pedro Pablo Kuzynski lo mismo. El gobierno De Martin Vizcarra, por supuesto, lleno de “felipilladas”. Y ahí llegamos otra vez al profesor andino, con una educación limitada, aunque elegido de manera legítima. Apenas Castillo juramentó para ocupar el sillón presidencial, el espíritu de Pizarro mandó a preparar un Felipillo y echarse abajo al flamante mandatario del sombrero rural. Es por eso que la voz de Alberto Vergara, cual eco de los dioses tutelares andinos, dijo como si tratara de conjurar a Felipillo que “la democracia peruana tiene esa extraña condición de que no se está muriendo por la presencia de algún hombre fuerte, sino que se muere de intrascendencia; la levedad, la nimiedad es lo que la derrota”.

¿Acaso no es esa nimiedad, esa cosa sin trascendencia, ese componente crucial para dar los golpes de gracia, el espíritu de Felipillo en su máxima expresión? Cuando Felipillo parecía ausente en el momento de la ascensión como presidenta de Dina Boluarte, hasta hace poco vicepresidenta, Felipillo mostró todo su rostro y sin máscaras: hace más o menos un año, Boluarte decía que si Castillo se iba, ella también se iba con él. Pero trajeada de amarillo patito, signo de suerte para los peruanos del sur, se erigió como la nueva presidenta.

Lawfare al cóndor pasa

Lawfare viene del inglés “law”, que significa ley, y “fare”, que tiene su origen en “warfare” y remite a actos de hostilidad en operaciones militares con fines políticos. En tal caso, lo que devino en el neologismo “lawfare” no es otra cosa que usar el sistema legal y las instituciones para dañar y deslegitimizar al oponente y para que la población repudie a la víctima. Otros también le llaman “golpes blandos”. Esto no es nada nuevo, pues se estudia en las escuelas militares y diplomáticas del mundo, y si especificamos, se estudia al clásico Carl von Clausewitz (1780-1831), un legendario prusiano estratega de guerra. Este define a la guerra como un duelo a gran escala en el que un acto de fuerza debe compeler al enemigo para hacer nuestra voluntad y dejar al enemigo impotente. Pero este estratega también incluye “la notable trinidad”, que en pocas palabras serían: las fuerzas irracionales, la probabilidad de chances y los cálculos racionales. Clausewitz dice también que hay que entender las habilidades psicológicas e intelectuales del oponente importantes para “su trinidad”. Su legado para el “lawfare” moderno es fundamental. Pues el “lawfare” es un enclave sistemático de acciones políticas, psicológicas, económicas, militares, ideológicas, sociales y religiosas para ganar influencia sobre el enemigo.

La mecánica del “lawfare” funciona así: se observa y se acosa al objetivo sin parar hasta que caiga en algún acto delictivo por la presión del acoso, es decir, del “pre-lawfare”. El ejemplo lo dio el periodista Gustavo Gorriti cuando fue preguntado sobre por qué Castillo leyó un discurso con “su sentencia de muerte” y dijo: “Algo o alguien le hizo actuar psicóticamente”. Ahí es donde culminan las hostilidades preparatorias contra el objetivo. Ese acoso diario lleva a un acto delictivo por negligencia. Y ahí el cóndor cae atrapado y se pasa a usar el ordenamiento jurídico para acusar al que actuó psicóticamente. Es decir, ahora hay que cortarle las alas. El “lawfare” empieza antes de que se le aplique todo el peso de la ley.

¿Felipillo Tinterillo? Tinterillo: dícese de aquel leguleyo al que le encanta llenar de tinta papeles para destruir al prójimo. Y ahí entran los hombres y las mujeres de Derecho que gritan hasta el séptimo cielo “¡esto es inconstitucional!” (en efecto, el autogolpe de Estado es inconstitucional) y por otro lado están los politólogos y los opinólogos que dan una explicación, valga la redundancia, política, con el pedido de decisiones y acciones políticas. Todo esto ante el caos político que se produjo por la celebración del Congreso de la República, que pocos momentos antes había vacado al presidente por violar el orden constitucional. Por otro lado, otros constitucionalistas arguyen que la vacancia no se ajusta a las formas. Aunque esa discusión es otro tema. De modo que se producen facciones de “legalistas-constitucionalistas” versus los que piden “decisiones políticas”. Desde el punto de vista del Derecho constitucional, por supuesto que los juristas están en lo correcto, es decir, el tecnicismo jurídico lo manejan bien, pero pareciera que no leen el momento político. Del otro lado están los que piden decisiones políticas, es decir, “voluntad política” de querer hacer las cosas. Pero son vistos como simplones, casi bárbaros que no entienden nada de la ley. De tal manera, tenemos “civilizados” y “bárbaros” en el speech de la prensa peruana.

Mientras todo esto ocurría y se empezaba a vacar y procesar en tiempo récord al expresidente, empezaron las protestas en el gran sur peruano, primero hartos de ese Congreso, saldo que dejó alrededor de 60 muertos, 22 de ellos en una masacre a la etnia de los aymaras. Todo esto en cuarenta días de gobierno, más de un muerto por día, bajo el mando de la nueva mandataria chalwanquina y sus órdenes a la policía y el Ejército. Lo más saltante: tiros de bala a la cabeza y al tórax. Entre ellos, hay víctimas adolescentes de 15, 17 y 18 años. Se dice que el sur es bárbaro, pero ahí se encuentra la segunda ciudad mas desarrollada del Perú, Arequipa, y claro, Machu Picchu, en Cusco. Arequipa tiene empresas mineras y fabricas diversas; Cusco tiene el turismo, es decir, las industrias con humo y sin humo. Históricamente, el sur, con sus cholos, fueron los que resistieron ante las tropas chilenas en la guerra del Pacífico y salieron victoriosos, pues logramos expulsarlos luego de que las tropas chilenas habían penetrado hasta Lima y usado la Biblioteca Nacional como caballeriza. Se trata de una hipocresía y una amnesia histórica tratar a los del sur de esa manera cuando el Perú mantiene el territorio actual gracias a los cholos del sur andino.

Lo último: después de los 60 muertos, 22 de ellos de la etnia aymara, se discute si esto fue un genocidio o un asesinato. Si se toma en cuenta el desprecio y lo relegado de esa zona, nos inclinamos por el genocidio. Vale decir, para el caso de los aymaras. La población está enardecida por el horror de haber presenciado la muerte de manera macabra, casi en vivo y en directo, con imágenes difundidas vía WhatsApp (pues la televisión nacional no cubre esos eventos). Los apegados a la ley, mientras tanto, están razonando como robots y solucionando el problema como una inteligencia artificial. No se dan cuenta que primero hay que detener el sangrado y luego “ver las otras enfermedades del paciente”.

De nuevo Felipillo

Pero el que mata a Felipillo a Felipillo muere. Cuando Pizarro traicionó y dejó empobrecido a su socio Diego de Almagro, este no encontró nada en la zona de lo que hoy es Chile excepto indígenas aguerridos que no poseian arquitectura, cultura ni mucho menos riquezas. Por supuesto que Felipillo viajó con Almagro y aprendió araucano convirtiéndose en uno de los primeros políglotas de América. Advirtió a los indígenas de la zona que se cuiden de los españoles. Almagro se dio cuenta y lo ejecutó. Y ahí acabó la historia del muchachuelo. Los descendientes de este socio, es decir, los almagristas, vivían en una casona en Lima y lo único de ropa decente que tenían era una capa fina. Y por eso, para salir a la calle, debían turnarse para verse presentables y evitar la vergüenza de parecer pobres.

Un día, los almagristas fueron a por Pizarro, renegados por ser relegados. Dicen que Pizarro dio batalla pero los almagristas, hambrientos de poder, le asestaron sendos sablazos. El más comentado por la historia peruana es el que le fue asestado en la garganta y que fue fatal. ¿Felipillo fue una capa? ¿Esa ironía del destino acabó con Pizarro? ¿De qué color será esta vez la capa de Felipillo? ¿Llegará el momento en que nos demos cuenta de la presencia de Felipillo, de esa nimiedad, y que este mismo también se dé cuenta de que será traicionado y sometido sin recompensa?/////////PACO