1.
Tucumán como ciudad no tiene grandes atractivos. Hay un par de bares, parques, edificios históricos, una peatonal parecida a la que hay en todas las capitales provinciales de la Argentina. La casita de Tucumán es anodina. Pero las mujeres son muy bellas. Y cuando salís a la noche parece que la década del 90 todavía no terminó. Hay un look gato innegable para ellas y un look groncho con dinero innegable para ellos. Luego están los gays y los artistas que son legión. Creo que el gobierno de Bussi tuvo dos efectos: arruinar la UNT, otrora competidora de Córdoba como destino universitario, y condenar a los tucumanos a sus fantasías clasistas más festivas y siniestras. Por todo esto Tucumán es un lugar interesante y atractivo.
2.
El Payaso Tapalín emana de este sistema político y de esta geografía. También de nuestras estrambóticas ideas sobre infancia y entretenimiento.
3.
La revista Tucumán Zeta publicó una crónica sobre Tapalín. No es un texto que me guste. Insiste en narrar escenas poco interesantes. Pero aporta información que rescato: “Es el payaso de acá, que fue candidato a concejal, imagen de unos juguitos que llevaban su nombre, cantante de boleros en cabarets, protagonista de su propia película y, fuera de las cámaras, un hombre que toda su carrera vivió solo.”
4.
La soledad es la clave, el gran tabú. El payaso triste es un lugar común admitido, incluso empático, melancólico. El payaso solo es siniestro.
5.
La nota de Tucumán Zeta la firma Pedro Noli. Las fotos, muy buenas, son de Diego Araoz. La nota se titula “Tapalín no se va más”, lo cuál enseguida me lleva a pensar en un payaso zombie como el de Zombieland. No estamos tan lejos. El fotógrafo se autoretrata escondiendo su rostro atrás de la cámara y entre fotos de desaparecidos en blanco y negro.
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Otro fragmento de la nota dice que Tapalín “es, también, el payaso que a algunos les trae malos recuerdos. Dicen que les daba miedo, que les traumó la infancia y que es bizarro (en el nuevo sentido del término, ordinario, extravagante), entre otras cosas, porque entregaba premios de pollos crudos a los niños que ganaban una carrera de embolsados.”
7.
Tapalín trabaja de locutor en una radio y cuenta este chiste: “La gente estaba haciendo colecta para las flores de mi tumba y yo les dije: A mí me gustan los pensamientos. Y me dijeron: No Tapalín; en esta época sólo hay choclos.”
8.
El punctum de la anécdota del payaso siniestro son los pollos crudos. ¿Por qué pollos? ¿Por qué crudos? La piel amarilla y la pulpa rosada me hacen pensar en pedofilia. Pero eso es problema mío, desde ya. Ahora bien, no dejaría que un payaso le regale carne cruda a mi hija.
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La frase emblemática del Payaso Tapalín es “¿Qué tal yo?”
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La nota de Tucumán Zeta dice que Tapalín se viste y se pinta la cara para actuar en la radio. También dice que todavía sale en la TV.
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Por momentos, la nota de Tucumán Zeta parece escrita por el mismo Tapalín.
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Si ponés “Payaso Tapalín” en Google aparece esta foto:
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Payasos siniestros sobran. Desde el ácido Krusty de Los Simpsons hasta el protagonista de Balada triste de Trompeta, que se parece mucho físicamente a Tapalín, los payasos atormentan a los niños desde hace mucho. La leyenda urbana dice que Stephen King no logró un acuerdo comercial con McDonalds y por eso creó el personaje central de IT. Desde ese día ningún adulto pudo volver a mirar a Ronald McDonald, ni a ningún otro payaso, sin desconfianza y un incómodo resquemor inicial. Los créditos iniciales de Balada triste de Trompeta esa mezcla de iconografía política y pop me resultan, en su yuxtaposición, de una intensidad cáustica e inédita. Develan algo, una convivencia, una solidaridad formal, con especial intensidad.
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Parece haber una constante. Cuanto más viejo es el payaso física y mentalmente, más revulsivo. Algo similar pasa con la época. Hoy es imposible mirar a los payasos de hace un par de década con ingenuidad. Pongo como ejemplo esta propaganda de cereales estadounidense. ¿Qué sintió al romper ese papel? ¿Tuvo consciencia de la violencia desgarradora de esa acción?
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Pero, como es usual, la vejez resulta peor. Una cara vieja y maquillada siempre es peor. Más artificial, más dañina.
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Algo pasa entre Tucumán y los payasos porque encuentro con facilidad una nota de julio del 2007 que se titula “Piñón Fijo reafirmará su idilio con los tucumanos”.
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Piñón Fijo. Su nombre me recuerda el nombre de una técnica masturbatoria legendaria en mi adolescencia que consistía en pasarse la mano por abajo de una rodilla y hacer como si se pedaleara en una bicicleta.
18.
Hay una larga tradición de escritores, intelectuales y periodistas que vinieron desde Tucumán a la Ciudad de Buenos Aires. Ninguno de esos migrantes me cae bien y la mayoría son bastante ladrones a la manera francesa. Dicen una cosa, hacen otra.
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Si pusieran a Tapalín y a Susana Trimarco en un spot contra la trata o el abuso infantil no podría mirarlo.
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Hace poco Susana Trimarco recibió el Premio Rodolfo Walsh de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata. Se lo entregó Hebe de Bonafini y la decana de la universidad Florencia Saintout. Fue en el marco de la apertura de las jornadas sobre el rol de los medios de comunicación en democracia.
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Pienso en un Rodolfo Walsh instrumentalizado, vivo y muerto al mismo tiempo, un lugar común.
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Más leo sobre este payaso, más me queda claro que Tapalín está encerrado dentro de Tapalín. La nota de Tucumán Zeta lo dice así: “Tapalín no puede separarse de Tapalín en ningún momento.” Pero creo que mi lectura es diferente, casi opuesta, a la de Pedro Noli. Me explico: veo en Tapalín un hombre que se dejó arrastrar sin mediaciones por una forma de exhibicionismo miserable. En algún punto me siento tocado, afectado, reflejado, aunque no conmovido, por esa situación desesperada.
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Quiero decir: solamente una persona muy pero muy destruida mentalmente, muy castigada por las hilachas de un humanismo malentendido, sin problemas materiales urgentes ni ambiciones intelectuales básicas se puede dedicar al periodismo como oficio o disciplina que tenga al mismo periodismo como finalidad última.
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Tapalín, parece, canta boleros. Cómo no.
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Otro fragmento de la nota de Tucumán Zeta: “Tapalín se calma, solloza y aparece Jorge Real, el delegado gremial en Tucumán de la Unión Argentina de Artistas de Variedades, quien trabaja con Tapalín desde hace 30 años y hoy pelea para que se respete la Ley 4.274 de fomento a los artistas locales: de cada 5 espectáculos en un determinado lugar, dos deberían ser producciones de acá. Jorge fue su mano derecha en el escenario, el payaso Pelusita, personaje que aún interpreta.”
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Que el verdadero nombre de Tapalín sea Quiroga me genera angustia.
27.
El INCAA le está dando dinero a una cineasta tucumana para que haga una película sobre Tapalín. La única forma de que esa película me interese es si el payaso muerde un pibe en el cuello y lo hace sangrar.
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Me imagino a Tapalín entrando a uno de los famosos prostíbulos tucumanos, cerca de las vías del tren, por la calle Suipacha. Me imagino que lo echan porque insiste en culear disfrazado de payaso y a las putas les da miedo.
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Tapalín se ríe bajo una luz roja.
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Me imagino a Tapalín comiendo un panchuque con unos globos de colores en la mano.
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Todo lo que hay que saber sobre Tapalín está en el copete de una nota que se publicó en La Gaceta, firmada por Natalia Viola y publicada en octubre del 2011: “Nació en un circo, fue cantante de boleros en los 60 y compartió escenario con Nino Bravo. Terminó cantando en cabarets y, muy pobre, vino a Tucumán a vender praliné. Entre los 80 y 90 hizo radio, TV y fue candidato a concejal.”
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Esta nota también es sosa, narrativa –en el peor sentido de la palabra– y melodramática. El payaso decadente que llora. Bueno. Pero al menos es mucho más corta.
33.
La evolución natural del artículo periodístico debería ser el ensayo, no el patetismo. ¿Por qué la insistencia de los periodistas en narrar escenas sensibleras y costumbristas?
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Que Tapalín haya sido candidato a concejal por el peronismo de su provincia me recuerda de forma automática a Palito Ortega, otro tucumano que desde el espectáculo intentó hacer carrera política. Le fue mucho mejor. Llegó a ser gobernador de la provincia y después senador. Se lo atribuyo a las diferentes cargas libidinales de los personajes, a las diferentes escenificaciones de sus respectivos erotismos.
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Por supuesto, también está John Wayne Gacy, Jr. conocido como «Pogo, el payaso asesino», que violó y mató a treinta y tres hombres entre 1972 y 1978. Veintiséis de ellos terminaron enterrados en el semisótano de su propia casa. Lo de «El payaso asesino» es porque, como dice Wikipedia, hacía servicios sociales en desfiles y fiestas vestido de payaso.
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Gacy fue ejecutado el 10 de mayo de 1994 en la cárcel de Stateville en Chester, Illinois, por medio de una inyección letal. Siempre según Wikipedia, “grandes multitudes” se reunieron para celebrar la “fiesta de ejecución”, lo cual dejó un saldo de varias personas detenidas por intoxicación etílica y desorden público. El día se conoció como el Gacy’s Day Parade, y había remeras y merchandising a la venta. Parece que Gacy no mostró arrepentimiento y le dijo “Bésame el culo”, al guardia mientras lo mandaban a la cámara de ejecución. ¿Dónde quedaron esas remeras? No me imagino en qué situación uno se podría poner una remera así.
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Desde luego esta historia no tiene nada que ver con Tapalín. Sin embargo, yo no usaría una remera con su cara. Ni para dormir. Menos que menos para dormir.
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Más de Wikipedia: “Durante los 14 años que pasó en prisión, Gacy solía pintar con óleo. Su tema favorito eran los payasos. Dijo que usaba su personaje de payaso como álter ego. Sus pinturas incluyen imágenes de Blancanieves y del asesino en serie Jeffrey Dahmer.”
39.
Pintar payasos cuando se está en la cárcel no es privativo de los asesinos seriales. Hace poco Daniel Molina hizo declaraciones sobre su cautiverio como preso político: “Lorenzo Miguel me invitaba a su calabozo a ver los payasos tristes que pintaba”.
40.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota le dedicó una canción a Gacy en su disco Último bondi a Finisterre. ¿Quién de nosotros le dedicará una canción a Tapalín?
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desde el pasado viernes 13 de septiembre, un payaso muy parecido al de It camina por las calles de una pequeña ciudad inglesa. Lo hace de noche. Ya se lo conoce como “el payaso de Northampton”. Tiene aire de criminal, desde luego.
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Alan Moore que también vive en ese pueblo y tiene fama de excéntrico tuvo que salir a aclarar que no es él el que se disfraza y sale a asustar gente de noche.///PACO