Desde Bolivia.

Ganó la derecha (y la ultraderecha liderizada por Camacho). La lucha empezó con los más jóvenes atrincherados (jóvenes de clase media), pero ganó la derecha. Carlos Mesa, el domingo 10 de noviembre por la tarde, ingresó a la plaza Murillo con ovaciones. Fernando Camacho se arrodilló en el palacio Quemado y oró con una Biblia abierta. Se quemaron las banderas whipalas (que no sólo son el símbolo de los pueblos indígenas, eso es debatible, pero es el símbolo de los pueblos oprimidos) y los policías, que son parte del aparato represor del Estado (exacto, querido ciudadano de clase media, no son tus amiguitos, ni los militares ni la policía), cortaron de sus uniformes las suyas.

Fue una gran victoria: la clase media aliada con la derecha festejó como si fuera año nuevo (que no se confunda con la misma lucha que tienen los chilenos en contra de un gobierno de derecha, neoliberal). Lo que se viene ahora es patear al muerto: una izquierda que no supo mantener a la clase media a su lado, y que apostó todo o nada a la figura de un caudillo, Evo Morales (¿un único líder eterno que aglutinaría a todos los pueblos indígenas?: falso).

La primera patada se dará en las elecciones cuando gane, sin necesidad de ser profeta o hierofante, algún partido de derecha (Mesa) o ultraderecha (Camacho), que son los principales actores políticos actuales. Eso significa recesión económica (al adoptar las medidas del FMI) para la clase media y la clase baja.

La segunda patada lo dará el nuevo presidente cuando dé un discurso en el que atribuirá la crisis al mal manejo del anterior gobierno (como Mesa y Camacho tienen buenos asesores y buena labia lo harán de forma indirecta, tal vez con Biblia en mano o sin manos). El periódico Pagina Siete ya está preparando la cancha: ayer publicó que la deuda externa que dejó el MAS es de más de 10.747 MM de dólares y un déficit fiscal del 8 por ciento (estarán de acuerdo conmigo que no es lo mismo deber a Estados Unidos que a China o Rusia, ¿no?).

La tercera patada será un voto castigo al MAS, que es lo mismo que decir izquierda (ya que el MAS fagocitó a la izquierda), que apenas logrará hacer frente a la derecha en el Poder Legislativo. Como no hay otra propuesta desde la izquierda, la derecha podrá hacer y deshacer a su gusto el país (hasta que la clase media vulnerable se alíe con la clase baja y regresen las marchas y los bloqueos). Aquí debo hacer una digresión: un gobierno de izquierda en estos momentos no significa que convertirá al país a un Estado socialista rampante o a comunista clásico (la realidad nos demostró que es imposible, sólo vean a Cuba o a Venezuela; si crees que te quitarán tu casa y la repartirán al proletariado del mundo unido, te pusieron un miedo sin fundamento, a la derecha le gusta trabajar con el miedo), sino que sabrá repartir la riqueza con la clase media y la clase baja y sabrá generar más oportunidades para que la clase media deje de ser vulnerable. En cambio, un gobierno de derecha significa que le importará más la clase alta, es decir, la élite, es decir, los empresarios que representa Camacho, y si hay un poco de dinero para invertir en la clase media y baja, bien, pero no es su prioridad (así debería entenderse el fenómeno de Argentina y por qué los ciudadanos votaron otra vez por Cristina Fernández y las protestas de Chile y el pedido de renuncia de Piñera).

La cuarta patada (no necesariamente en este orden) será una persecución política. Ya se vio en estos días de tensión la persecución política en redes sociales (“si no estás de acuerdo conmigo eres masista”; “yo lucho por tu democracia y tú que no haces nada eres masista”). Se encarcelarán a dirigentes y se querrá anular a la izquierda (además regresarán los pobres exiliados de derecha, nótese la ironía). La historia está demostrando que la izquierda debería saber generar liderazgo (no apostar a un solo caudillo) y pluralidad (la capacidad de que existan más partidos de izquierda y centro izquierda con capacidad de pactar e ir en contra de la derecha). Su gran fracaso en Latinoamérica fue que, aunque tiene intelectuales a su lado, no supo crear una narrativa de unidad o una narrativa de prosperidad para todas las clases sociales. El otro gran fracaso fue querer anular a la derecha de un tajo, y lo único que logró fue darle más fuerza (creó a su propio verdugo). La derecha en Latinoamérica, está claro, tiene mejores asesores porque son títeres de los Estados Unidos, y uno se preguntará por qué una potencia mundial se fijaría en un país como el nuestro, la respuesta tiene dos palabras: materias primas (gas, litio, urea, etc.). Estos días los vecinos de los diferentes distritos se agruparon para proteger su barrio en contra de vándalos (en los periódicos los llamaron afines al MAS). ¿Acaso los vándalos no son parte de una clase baja y marginal que de alguna forma busca salir de la pobreza?, y esto es apenas un síntoma de la enfermedad que se vendrá.////PACO