El 9 de Abril de 1860 fue realizada la primera grabación sonora de la historia: el canto casi fantasmal de una mujer francesa entonando Au clair de la lune durante 10 segundos. Desde entonces y hasta hoy se han registrado melodías de manera casi incontable y asimismo también presentado denuncias de plagio entre artistas que poco creen en las coincidencias creativas o en la promiscuidad de las musas.

Hace poco menos de un mes un modesto portal chileno de entretenimiento (rata.cl) dio a conocer la curiosa similitud entre la melodía de dos canciones: una grabada en 1989, interpretada por Pablito Ruiz, y la otra publicada en 2012 por la conocida banda de rock australiana Tame Impala y lo que inicialmente tuvo intenciones de broma o mera sugerencia de una situación irónica jocosa para los amantes del rock alternativo hizo eco de forma inesperada, trascendiendo gracias a la viralización (¿informativa?) y pasando a ser una de las más comentadas polémicas en materia de plagio de nuestros tiempos.

“Lamentablemente son siete notas que son iguales, así que es un plagio. Ya informé a mis abogados y están estudiando la cuestión”, mencionó al respecto el cantante argentino, de quien lo último que ha resonado en el showbiz nacional fue su participación durante 2011 en Canta si puedes un concurso de la televisión peruana en el que debía interpretar uno de sus antiguos éxitos mientras era atacado por dos furiosos perros rottweiler.

Ahora bien, y como el mismo Pablo Ruiz lo reconoce, la autoría de la canción, que hace 20 años alcanzó el puesto número uno en listas de Argentina y Miami, es del veterano compositor porteño Rubén Amado, quien también ha trabajado escribiendo canciones para Luis Miguel y Sandro, y que por medio de su perfil en Facebook confirma que se estarían tomando acciones legales a causa de esta aparente situación plagio en la que se ve involucrada la canción “Oceano”, creación suya.

En medio del ir y venir de las declaraciones de parte de los protagonistas de la discusión parece quedar en evidencia que ni Pablito ni Rubén Amado conocían a los, causalmente provenientes de Oceanía, integrantes de Tame Impala. ¿Conocían ellos la obra de la que se les acusa copiar y adaptar de manera inconsciente o deliberada? El líder de la banda y autor de sus canciones, Kevin Parker, nos contesta esa interrogante con un casi indignado “Es una broma, ¿no es cierto?”

Y para la inmensa mayoría de sus seguidores y consumidores de música independiente sus declaraciones son lógicas y la acusación ridícula. Se plantean por qué un músico tan talentoso habría de robarle a la producción de un ídolo adolescente olvidado que vive al otro lado del mundo, e incluso por qué quisiera cualquiera copiarle algo a un personaje como Pablito Ruiz.

Para muchos el oportunismo de Pablito parece surgir de manera evidente y campante. Les inquieta el menoscabo del trabajo de los australianos quienes perfilan hoy abanderados del nuevo rock psicodélico y que visitan Latinoamérica con frecuencia desde 2012 y en pocos meses se presentarán nuevamente en un escenario argentino. Lo cierto es que más allá de la óptica hipster y de la superioridad moral y/o artística implícita dentro de esa tendencia o subcultura, hay más lecturas posibles para esta situación y en el escenario de la justicia un veredicto favorable para Rubén Amado resulta tan viable como rentable.

Independientemente de la posible judicialización del caso o de su desenlace, cabe el cuestionamiento de muchos valores que algunos solemos dar por sentado, y ese orden de ideas resulta, por ejemplo, discutible si lo creado por artistas de la escena rock del under merece mayor apreciación u ostenta cierta superioridad intrínseca respecto de lo creado por parte de personajes con ideales aparentemente menos nobles o profundos y que aparentemente van por ahí, cumpliendo con la profecía Warholiana y tratando de perpetuar a casi cualquier costo sus 15 minutos de fama.

Por otra parte, dentro de la cultura hipster se presenta con frecuencia el consumo de música pasada de moda o representante de las clases más bajas en la escala socioeconómica de manera irónica. ¿Cuántos de los confesos amantes de artistas como Tame Impala no han asistido un recital de Wendy Sulca, compartido videos de Xuxa en sus redes sociales, o bailado al son de la cumbia villera en fiestas alternativas en un boliche de Palermo?

Tame-Impala

Y más aún, ¿cuántos afamados artistas pertenecientes al círculo internacional de la música independiente no visitan durante sus viajes tiendas de discos dedicados a buscar entre sus bateas alguna posible joya olvidada o sonidos exóticos para escuchar luego de vuelta en otro continente, y quién nos asegura que no fue esto lo sucedido con los australianos en cuestión y la melodía de la voz de Pablito a sus 14 años no les quedó impregnada en el inconsciente luego de una o más escuchadas. O quién puede jurarnos que no tomaron prestada la secuencia de notas pensando que igual seguro nadie nunca iba a percatarse o iba en todo caso a parecer una coincidencia más en el abanico de las posibilidades melódicas.

Me permito en todo caso aclarar que no pretendo lanzar acusaciones contra nadie. Habrá que esperar unos meses para saber si finalmente el proceso legal tuvo lugar y si fue sentenciado de forma desfavorable para los rockeros, o si como suele pasar con este tipo de revuelos mediáticos en breve todo se olvida, no dejar de ser posible también que, en un giro con tintes más surrealistas se solucione de manera amistosa con una invitación a Pablito a corear junto a los australianos una especie de mix entre ambas canciones. Mientras tanto, esta tarde mientras googleaba a Pablito Ruiz antes de escribir esta nota me enteré de que acaba de hacerse una lipoaspiración y una rinoplastia.///PACO