Life has infinite grace, but we have missed it because of the conflict”.
Bagwan Shree Rajneesh, Above all don’t wobble, A Darshan Diary, 1976.

 

I
Las desventuras de Bagwan Shree Rajneesh, mejor conocido en todo el mundo como Osho, se narran a la manera de Netflix en la serie documental Wild Wild Country. La producción es una tragicomedia subida de tono que pareciera dirigida por los hermanos Joel e Ethan Coen, basada mayormente en un episodio de la vida del gurú que podríamos llamar “El experimento de Oregon”: tras emigrar de la India debido en gran parte a una deuda por cuatro millones de dólares en impuestos de su ashram en India, el guía espiritual compra un rancho abandonado en el desierto de Oregon. Sin ofrecer prácticamente ninguna charla pública en media década, se recluye en sus lujosas cámaras y se dedica, según los testimonios de muchos de sus seguidores, a consumir altas dosis de Valium, inhalar óxido nitroso y mirar películas bélicas. Mientras tanto, los discípulos fundadores de la comuna llevan a cabo toda suerte de peripecias demenciales, que van escalando rápidamente hasta convertir el asentamiento en una célula terrorista.

II
¿Cómo es que un hombre sabio, un “iluminado” al que millones en el planeta le dedican plegarias y rinden homenajes aún treinta años después de su muerte, pudo perder el rumbo? ¿Quién fue realmente Osho y por qué, hacia el final de su vida parece haber dejado tras de sí las migajas del arrepentimiento? Chandra Mohan Jain (1931-1990) fue un inquieto estudiante de filosofía, hijo de un comerciante de telas, hasta que, a los veinte años, dijo haber alcanzado la iluminación mientras meditaba bajo un árbol, como le ocurriera a Gautama el Buda. A partir de entonces, se dedicó a ofrecer ponencias y charlas públicas de corte radical en las que criticaba con vehemencia las religiones ortodoxas y el sistema político, económico y social derivado de la obediencia a la que obligan las tradiciones religiosas de la India. Esto generó cierta polémica dentro del ambiente académico, pero las virtudes físicas y metafísicas del orador trascendían su discurso y le empezaron a granjear una cantidad importante de público entre los miembros de la clase media alta. El profesor Chandra abandona su nombre de pila para empezar a hacerse llamar Acharia Rajneesh (Maestro Luna).

¿Cómo es que un hombre sabio pudo perder el rumbo? ¿Quién fue Osho y por qué, hacia el final de su vida parece haber dejado tras de sí las migajas del arrepentimiento?

III
En la década del sesenta, el Maestro deja también sus cargos civiles y comienza a vivir de las generosas dádivas de sus seguidores y discípulos. Ya sin la necesidad de preocuparse por las empresas mundanas, se muda a un moderno piso de la capital del país, toma unos hábitos austeros y se entrega con determinación a encarnar la figura del gurú. Las personas se rinden ante el don de śaktipāta que posee Rajneesh, explicado en ocasiones como una capacidad propia de los santos que consiste en hacer caer a otros bajo la fuerza de la energía psíquica. Completamente convencido de sus poderes de persuasión ante la devota respuesta de cientos de discípulos, cambia una vez más su apelativo y, con una firmeza inquebrantable, comienza a hacerse llamar Bhagwan Shree Rajneesh, un nombre santo, reservado para los más altos maestros de India.

Una breve vista de las reseñas que los visitantes añaden a Trip Advisor nos da una idea muy precisa de un perfecto Cashram, una máquina de generar guita a cambio de la experiencia de una gran confusión.

IV
Entonces el profesor Chandra recibe un donativo espectacular, una propiedad de 12 hectáreas en la ciudad de Poona, actualmente conocida como el Osho International Meditation Resort. Una breve vista de las reseñas que los visitantes añaden a Trip Advisor nos da una idea muy precisa de lo que el neurólogo Christopher Calder llama un perfecto Cashram, una máquina de generar guita a cambio de la experiencia de una gran confusión, episodios de racismo y la visión diabólica de gente vestida con el mismo atuendo mezcladas con buena comida y lindas piletas de natación. Cientos de miles de personas acuden a Poona a aprender la técnica de la Meditación dinámica, la causa originaria del enorme éxito de Rajneesh en los setentas. Esta técnica fue el resultado de la intervención de la meditación tradicional con algunos preceptos de la terapia gestáltica, un casamiento entre oriente y occidente que no sólo resulta una práctica extraordinaria entre las más ortodoxas ofertas de los templos de India, sino que funciona efectivamente como paliativo de los síntomas que, en el origen del ashram, demostraban los miembros de un hippismo que iba en picada. Durante al menos cuarenta minutos, la preocupación, la culpa y la responsabilidad sobre los propios actos sencillamente desaparecen. No hay dudas de por qué la gente confundida sigue visitando este lugar, que es ahora mucho más extraño y perturbador de lo que era en la década del setenta. Rajneesh envalentonaba a sus discípulos a practicar el sexo libre, a vivir el presente y a observar los fenómenos sin catalogarlos como experiencias positivas o negativas ya que la felicidad, así como la pena, son sólo estados alterados de la conciencia. Un hondo conocimiento de la filosofía vedanta y el Jñana Yoga (disciplina del conocimiento hindú basada en el ejercicio de un pensamiento no dualista) le permitieron al gurú integrar una propuesta que, desde muchos ángulos, podría perder aceite. Sin embargo, algunos pensadores muy puntiagudos de la cultura contemporánea aún se refieren a él como uno de los filósofos más lúcidos del siglo XX. Peter Sloterdijk fue discípulo de Rajneesh 1978 a 1980 en Poona.

V
Tras un proceso judicial, el Bagwan es detenido por las autoridades norteamericanas quienes, utilizando refinadas técnicas de tortura psicológica, consiguen que se declare culpable de los cargos para deportarlo del país en 1985. Algunos de sus discípulos deben cumplir condenas en prisión. Es en este punto donde la trayectoria del maestro parece replegarse tras un sentimiento de vergüenza y negación. El experimento de Oregon que se había presentado como una oportunidad para la construcción de la utopía, la última comuna hippie donde la convivencia y la colaboración crearían el bastión del equilibrio espiritual en la tierra prometida había fallado. Después ser rechazado en al menos 15 países del mundo por intervención de la CIA, consigue reinstalarse en el predio de Poona y cambia definitivamente su nombre a Osho. Las ediciones de sus libros firmadas con otro seudónimo son retiradas de circulación, el corpus de su obra es “curado” por un puñado de managers que hacen desaparecer de la faz de la Tierra una fracción importante de textos, sobre todo pertenecientes a los sesentas y setentas. Curiosamente, muchos de los libros que faltan en esta “selección oficial” son aquellos en los que se puede hallar la voz lúcida del filósofo. En internet hay algunas páginas de movimientos con nombres como Free Osho, donde aún se pueden encontrar estos textos para leer en línea o descargar de manera gratuita. Osho muere pocos años después en condiciones de salud muy delicadas.

Tras un proceso judicial, el Bagwan es detenido por las autoridades que, utilizando refinadas técnicas de tortura, consiguen que se declare culpable de los cargos para deportarlo del país en 1985.

VI
La historia de Osho nos interpela en la medida en que se trata del clásico relato de ascenso y caída, de la transformación de alguien que llegó a tenerlo todo para convertirse en un fantasma que negó su propia herencia. Cuando Osho escapó de India para fundar la comuna de Oregon, se encontraba en una postura de  total oposición política al legado de Ghandi y respaldaba a una ultraderecha liberal que estaba casi proscripta en su país. Al fundar su nuevo proyecto, elije los Estados Unidos como terreno de juego para su experimento sin tener en cuenta que para participar del capitalismo meritocrático hay que jugar de local, o al menos asociarse con la mafia del poder. Pero para el pueblo de Estados Unidos, Osho nunca dejó de ser un extranjero, un invasor que no hizo suficiente esfuerzo para tratar de integrarse al nuevo mundo que lo rodeaba. Él y su séquito tratan de soñar el sueño americano y lo que consiguen mostrar en escena es un síntoma, una América que se repite a sí misma y en la que se representa lo peor del poder neoliberal: una fuerza oscura, intolerante, que actúa detrás de bambalinas, dirigida por un farmacodependiente megalómano y manipulador en el papel de la inocencia. Osho evade toda la responsabilidad de sus actos y posterga para siempre el momento de la autocrítica. De regreso en Poona, el gurú reconstruye su ashram sobre una ideología orientada exclusivamente al lucro y a la concreción de la fantasía liberal, convirtiendo su obra -que impresionó a los filósofos del siglo XX y revolucionó las bases del hinduismo- en merchandising puro y duro. Osho se empieza a consumir a sí mismo y poco a poco desaparece del mundo, en las últimas imágenes que tenemos de él podemos ver a un hombre miserable, a pesar de su éxito, de su libertad, del amor de sus discípulos, de su sabiduría. Las palabras escritas en su lápida dicen: “Osho nunca nació, nunca murió”//////PACO