Libros


Obsesiones de un coleccionista


Título:
La colmena de cristal
Autor: P. M. Hubbard
Género: Novela
Páginas: 270
Editorial: La Bestia Equilátera

Philip Maitland Hubbard (Inglaterra, 1910 – Escocia, 1980) se dedicó la mayor parte de su vida a los negocios y su contacto con la literatura fue, durante sesenta años, el que tiene cualquier lector voraz. Una vez retirado de los números -y de las ciudades-, pasó a estar del otro lado de las letras, convirtiéndose en un escritor igualmente incansable: en un período de catorce años redactó dieciocho novelas. A pesar de que la mayoría de sus textos tenía al suspenso como estrella, también escribió para niños y contribuyó con poesías, artículos y relatos cortos para distintas publicaciones inglesas.

A medida que se avanza, el texto pasa del misterio al policial y después a describir la relación perseguidor–perseguido y de rozar lo romántico a hacer escala en situaciones típicas de novela de espionaje.

Ya hace un tiempo, La Bestia Equilátera decidió lanzar en su colección “Literatura Extranjera” traducciones post mortem de autores que no habían sido traducidos al español. En 2014 publicó La colmena de cristal, un texto de 1965 en el que Hubbard no disimula la influencia de Arthur Conan Doyle y con el que reafirma la premisa de que “toda fórmula que tiene éxito está obligada a repetirse”. De este modo, “escritor inglés que escribe suspenso” no puede fallar. La historia es sencilla: un coleccionista lee en una revista especializada en cristal antiguo sobre la existencia de una tazza veneciana del siglo XVI que nunca sería artículo de subasta. Obsesionado por ese “plato playo y ancho sostenido por un pie central”, más valioso por su antigüedad que por su arte, Johnnie Slade juega al detective para llegar lo más cerca posible de ese objeto que le quita el sueño.

p-m-hubbard-la-colmena-de-cristal-bestia-equilatera-18522-MLA20157556366_092014-F

Sin embargo, una obsesión parece no ser suficiente para un coleccionista. En general, las personas que se dedican a “juntar” objetos, cuidarlos, admirarlos, hacen de su metodología de acopio un ritual y terminan trasladando su forma de relacionarse con los objetos a otros ámbitos de su vida. En el caso de Slade, y debido a la conexión que hay entre la “tazza” y el personaje de Claudia, también el amor termina convirtiéndose en una pieza de valor que debe conquistar, cuidar y guardar. Algo casi imposible dentro de la trilogía amor – celos – ambición que se da en el texto. A pesar de que la historia con la que comienza La colmena de cristal parece estar contada en las primeras diez páginas, a medida que se avanza en la lectura, el texto pasa del misterio al policial, después a describir la relación perseguidor – perseguido (y sus casi inevitables cambios de rol) y de rozar lo romántico a hacer escala en situaciones típicas de novela de espionaje. En sus 270 páginas pasa mucho y, gracias a la amena traducción de Ernesto Montequin, se puede disfrutar de su lectura sin que los lugares comunes amenacen con cansar.

Por otra parte, existen dos elementos que le aportan el condimento necesario para que los amantes de la literatura inglesa elijan la novela: el hecho de que la “tazza Verzelini” pertenezca a la época victoriana y la constante y detallada descripción de los paisajes por los que transitan los personajes, desde Londres hasta Yorkshire del Sur, pasando por varios pueblitos perdidos. En la novela de Hubbard, egoísmo y fanatismo aparecen como sinónimos y responden al deseo de perdurar. ¿Cuál es el límite de la ambición, entonces? ¿La muerte? ¿El amor? ¿Ambos o ninguno? “Cada segundo en la existencia de un cristal antiguo es un segundo robado a una destrucción largamente postergada. El milagro de su sobrevivencia casi supera el milagro de su creación”, dice Slade, respondiendo a la cuestión/////PACO