Ansiedad


Obama y Helle en Sudáfrica <3

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Por Mavrakis

I
En la cabeza de Michelle Obama, la pregunta debe haber sonado como sigue: «Who´s that white pussy nigger-cock-lover bitch?» En la cabeza de Barack Obama, a la derecha de su esposa, probablemente no hubo nada. Los asesores se encargarían de minimizar cualquier side effect porque las selfies son un instante más de representación contemporánea digital y las dos últimas campañas electorales del líder del Partido Demócrata se anclaron básicamente en eso y Twitter, Facebook y memes. Hay libros de ciencia política escritos al respecto —específicamente al respecto— y nadie sensato podría llevar la indignación más allá de lo razonable por el aburrimiento y la corrección política (al fin y al cabo, los funerales de Nelson Mandela fueron un evento mediático pobre para consumo de las potencias  anglosajonas que antes podían colonizar y aplastar rebeldes; un souvenir político absurdo que les recordó las imposibilidades actuales y donde Bono hizo su personaje de millonario sensible, Charlize Theron visitó a algún pariente pobre y J. M. Coetzee les recordó a todos que hoy es ciudadano australiano porque el futuro de Sudáfrica es algo negro que se mastica y no se traga).

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¿Estaban aburridos los dos jefes de estado de las dos potencias anglosajonas con más territorios conquistados en la Historia Moderna? Este comentador apuesta que sí. Lo más penoso de todo, sin embargo, ocurría donde apuntaban todas las cámaras y no solo la de Roberto Schmidt, el fotógrafo de AFP que captó el instante de la selfie. Veamos: alguien había pensado que era importante que los negros que también eran sordos pudieran captar las palabras durante los funerales. Pero nadie pensó en buscar a un intérprete competente. Y el intérprete incompetente, por su lado, prefirió hacer el ridículo ante buena parte del planeta en vez de confesar que no sabía interpretar (imagino a J. M. Coetzee, por mail desde Australia, a sus amigos en Sudáfrica comenzando con un Subject simple: I told you so, bloody idiots).

II
Who´s that white pussy nigger-cock-lover bitch? La Primer Ministra de Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt. Tiene 46 años y un apodo: Gucci Helle. No estoy seguro pero, por las dudas —señalado a favor de Cristina Kirchner—, Hermès, si no es más caro, al menos resulta más elegante que Gucci. Pero evidentemente para Helle Thorning-Schmidt eso tampoco es un problema. Pertenece a esa hermosa y selecta raza de mujeres a las que cualquier hombre va a desear al instante —y si alguien cree que es vieja, yo me conformaría con imaginar a Gucci Helle hace apenas cinco, diez, quince años atrás— sin importarle qué lleve puesto. Aunque, por supuesto, siempre será un hermoso detalle desvestirla de prendas Gucci que de los trapos primarios de Zara.

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Dinamarca es un país menor en el coro de las naciones. Eso siempre permite ciertas libertades. Además de hermosa y sexualmente predadora, Helle Thorning-Schmidt está a disposición (y si algún asesor presidencial sirve para algo, habrá sido para informar al respecto). La prensa dinamarquesa —se me ocurre una sola cosa más aburrida que la prensa dinamarquesa— suele criticarla porque para Helle el estilo en el vestuario no es una frivolidad sino una señal permanente de creatividad individual. Cuando viajó a Libia, llevó una campera camuflada y stilletos. Y su cartera Gucci.

«No podemos vestirnos todos para la mierda», dicen que dijo Helle (hay que imaginarse las palabras incomprensiblemente dinamarquesas saliendo de su boca y después el sello de una sonrisa). «The word most Googled next to her name during the election campaign, it would later emerge, was ‘naked’», señaló hace unas horas un periodista británico.

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III
Acusada de una obsesión con el bótox —bueno, a esta altura la Cancillería argentina debería comenzar a trazar algún plan comercial, pronto—, Helle Thorning-Schmidt no tiene una vida privada demasiado privada. Su marido, Stephen Kinnock, un hombre alto y delgado y pelado, vive en Suiza. Es el director del World Economic Forum. Ella, por supuesto, vive en Copenhague. La opinión general es que Stephen Kinnock, cuya familia está emparentada con la oposición política dinamarquesa —la más intrascendente de las internas políticas del mundo, por supuesto—, en realidad, es homosexual. Gucci Helle, por su lado, insiste en que Stephen la visita todos los fines de semana del año.

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¿No merece el cuerpo de Helle Thorning-Schmidt algo mejor que la atención masculina de un sábado por la tarde y un domingo por la mañana? Cuando la prensa dinamarquesa le preguntó si su marido no era un homosexual, ella dijo: «I can only say it´s not true». Dios sabrá cómo funciona la gramática original dinamarquesa de la frase, pero en la prosa inglesa suena endeble y en la prosa castellana —»solo puedo decir que no es verdad»— suena a sí, sí, Dios mío, mi marido es puto. Se casaron en 1996, mientras trabajaban juntos en Bruselas.

Lo último es un problema lógico. ¿El poder erotiza? Probablemente. ¿Helle Thorning-Schmidt erotiza? Solo hay que mirarla. Entonces, ubíquenla entre el Primer Ministro de Inglaterra y el presidente negro de los Estados Unidos. ¿Una selfie? Yeah, sure. Puedo estar seguro de que algún guionista de cine porno en California está trabajando en el asunto. Pero no es lo importante: los tríos interraciales ya se han visto. El asunto es la mirada doliente de Michelle. ¿Una mirada política o una mirada sentimental? Si alguna vez tratan con las esposas de funcionarios políticos de primera categoría, podrán comprobar que entienden que sus maridos les pertenecen hasta cierto punto, después del cual pertenecen a todos los demás y a sus circunstancias. Michelle —pido disculpas a Rumania por esto— no se permite mirarlo triste y decepcionada a su marido cuando un drone militar norteamericano arrasa una escuela primaria en Pakistán, aniquila entero un hospital lleno de viudas y huérfanos en Afganistán o hace volar hasta la estratósfera los cuerpos subalimentados de cualquier iraquí de pie en el lugar equivocado en el momento equivocado. Eso está bien: la templanza es política y una Primera Dama debe dominar políticamente sus sentimientos.

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Helle Thorning-Schmidt no: ella es Primera Ministro. Y una femme fatal. Y rubia y sensual y elegante y viene de un país exótico donde los negros todavía no venden ni siquiera carteras chinas por la calle. Y su triste marido homosexual no hace nada por ella, allá en Suiza. Obama es humano. Y también es un político y un guerrero y un Nobel de la Paz. Helle Thorning-Schmidt, además, es una colega. Si fuera la primera escena de una película porno —que ya debe estar escribiéndose—, sabríamos con quién va a terminar el Primer Ministro David Cameron. Hay algo más que no se comentó demasiado. Durante el vuelo a Sudáfrica, Obama y su esposa viajaron con George Bush y su esposa. En Sudáfrica, se encontraron también con Bill Clinton y Hillary. Imagino a Michelle Obama solicitando una reunión a solas con ella, con Hillary. How do I really get into politics, girl? Nelson Mandela debe estar riéndose en el Infierno convencido de que le puso verdadero fin al Apartheid delante del mundo con una selfie ////PACO