En 1974, Jean Baudrillard escribía en La sociedad de consumo que «los conceptos de «medio»y de «ambiente» nunca estuvieron tan en boga como desde que vivimos menos en la proximidad de las demás personas, en su presencia y en su discurso, que bajo la mirada muda de objetos obedientes y alucinantes que nos repiten siempre el mismo discurso de nuestro poderío estupefacto, de nuestra abundancia virtual, de la ausencia de uno respecto de los otros». Y cerraba la idea con la siguiente comparación: «Así como el niño lobo se vuelve lobo a fuerza de vivir con ellos, nosotros también nos hacemos lentamente funcionales». La marcha Ni una menos, surgida de las redes sociales para el próximo 3 de junio, parece estar en concordancia con este concepto. El punto es que la convocatoria de la marcha suena más a que no se te pase el Black Friday que a una manifestación motivada por el horror del crimen de Chiara Páez.

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¿La necesidad de proteger a las mujeres como si se tratara de un género necesitado de leyes que lo amparen exclusivamente no forma parte del concepto de desigualdad?

El 22 de mayo, en Clarín pudo leerse: Viral y espontánea (sic), la convocatoria a la manifestación contra los femicidios sigue sumando adhesiones bajo el hashtag #Niunamenos.  La movida (sic) surgió tras el asesinato de la adolescente embarazada en (sic) la localidad de Rufino. Entre otros reclamos,  a la marcha prevista para el día 3 se le suma la intención del Frente de Izquierda de declarar la Emergencia Nacional para combatir la violencia contra las mujeres. Llama un poco la atención la adhesión de Susana Giménez, que posó con cartelito en mano convocando a la marcha que se prevee para las 17 hs del próximo miércoles de junio en el Congreso. La respuesta en twitter fue unívoca: «Es genial contarles que la gran @Su_Gimenez se suma a #NiUnaMenos».

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El objetivo principal de la marcha es la aplicación de la Ley Nacional 26.485, sancionada en el año 2009. Es interesante notar que el  punto a) del ARTICULO 2º de dicha ley propone: La eliminación de la discriminación entre mujeres y varones en todos los órdenes de la vida; y en el e), la remoción de patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres. La pregunta que surge en relación a esto es si la necesidad de proteger a las mujeres como si se tratara de un género vulnerable, necesitado de leyes que lo amparen exclusivamente, no forma parte del mismo concepto de desigualdad. Las cifras, por su parte, no estarían demostrando lo mismo. Según los datos revelados por el Ministerio de Salud, en el año 2012, hubo 2505 casos de víctimas hombres y 373 mujeres, representando respectivamente, un 86% y un 14% del total. Esa proporción no ha  sufrido diferencias significativas a lo largo de los últimos quince años, con excepción de los años 2010 al 2012, en que la proporción de hombres fue ¨ligeramente mayor», según se consignó en el informe de la Asociación de Políticas Públicas.

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En el año 2012 hubo 2505 casos de víctimas hombres y 373 mujeres, representando un 86% y un 14% del total.

El otro punto es por qué las mujeres necesitamos que este terrible acontecimiento se haga extensible al todo el género femenino si lo que hay, a fuerza de ser estrictos, son distintos casos. De hecho, la propuesta de la marcha no surge de un ataque generalizado, una bomba a una institución de mujeres, por ejemplo. Mientras que, como sociedad, sí podemos citar el reciente ataque real perpetrado a los jugadores de fútbol por el simple hecho de pertenecer a un cuadro específico. Es cierto que ahí no murió nadie. Pero podemos recordar otro caso en el que sí murieron ocho bomberos y dos civiles: el incendio y posterior derrumbe de Iron Montain, hecho que fue establecido como intencional. Al parecer, son pocos los que se movilizan por esto. De hecho, los bomberos, lejos de leídos como víctimas fueron condecorados por los medios como héroes, inmolándolos frente a una supuesta tragedia, quitando con esto cualquier indicio de culpabilidad gubernamental.

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Todo crimen es horroroso. Ya se trate de un femicidio o, por ejemplo, del poco marketinero asesinato de los dos niños peruanos cuyos padres eran sometidos a trabajo esclavo. La pregunta que surge entonces es si el hecho de enfatizar las particularidades de género de la víctima o los móviles del asesinato no nos alejan de un análisis más profundo de implicancias socio políticas. Si esta actualización o reinvención de la manera de identificar un crimen mediante un hashtag, no supone la transformación del crimen en un objeto de consumo más. Al parecer, bajo el tinte mediático-publicitario resulta menos costoso acusar a un género, en este caso: los hombres, de matar al otro, en este caso: las mujeres, que asumir que somos una sociedad violenta en su conjunto. Baudrillard sigue: «El principio del análisis sigue siendo el siguiente: nunca consume uno el objeto en sí mismo (en su valor de uso). Los objetos (en el sentido más amplio) siempre se manipulan como signos que distinguen, ya sea afiliando al individuo a su propio grupo como referencia ideal, ya sea demarcándolo de su grupo por referencia a un grupo de estatus superior». Si esto fuera así, la tarea consistiría en determinar a quiénes favorece esta modalidad, en la que la obsesión por no perder, de obtener un beneficio exclusivo, o de ganar a cualquier costo, ha pasado a ser la manera en la que entendemos el mundo//////PACO