1.
La historia: un niño se viste de nena y pide ser llamado y tratado como nena. Eso es, al menos, lo que dicen los adultos que lo rodean. Luego, estos mismo adultos ponen en marcha una amplia maquinaria burocrático-mediática alrededor del niño, su historia y sus pretensiones. ¿Con qué finalidad? Que las autoridades pertinentes le den un documento nacional de identidad que corresponda a “su apariencia de nena.”
2.
¿Una historia simple? Más bien una historia saturada de sinuosidades y pliegues. Una historia barroca, de máscaras y contrabandos.
3.
La primera nota sobre el tema salió el 28 de julio del 2013 firmada por Mariana Carbajal con el título “Lo que devuelve el espejo”. Se trata del clásico texto periodístico armado con declaraciones. Reiterativa hasta el cansancio, percusiva, monótona, incluso monolítica, la nota machaca con una sola idea y dos o tres argumentos sintetizados en frases que se repiten una y otra vez. Y no hay una sola declaración de duda o de cuestionamiento. Estamos frente al estilo de Carbajal, paradigma atragantado de la periodista justiciera y militante.
4.
Las primeras cuatro líneas de la nota: “Lulú nació con genitales masculinos como su hermano mellizo y los padres le pusieron Manuel. Ahora, la madre cuenta qué pasó después. Desde que pudo hablar, al año y medio de vida, dice que empezó a repetir: “Yo, nena”, “yo, princesa”, y a ponerse ropa de ella y pedir muñecas para jugar.”
5.
¿Puede un ser humano de un año y medio de vida decidir su sexualidad? Quizás el espejo refleja más de lo que el cronista quiere mostrar.
6.
Una frase más: “Hoy Lulú tiene seis años y es una nena trans.”
7.
Pero muy rápido, en la nota, lo que es se da vuelta –como un guante, como una media– y se transforma en otra cosa. “Ni Lulú ni Manuel son los verdaderos nombres: fueron modificados para esta nota con el fin de preservar su intimidad” escribe Carbajal.
8.
Preservar la intimidad. ¿Qué idea de intimidad maneja la nota? Me adelanto: Hay en la escritura de Carbajal un estilo celebratorio y triunfal, épico. Está en la palabra “batalla”, por ejemplo. Me resulta siniestro. La épica siniestra.
9.
Agrego que, pese a la larga lista de instituciones y profesionales citados, la única autoridad de Carbajal parece ser la propia Carbajal y su neurosis obsesiva.
10.
“El DNI es importante porque es un espejo. Hoy ella no se reconoce en ese espejo. Cuando uno tiene una imagen en la que se reconoce, encuentra armonía, coherencia. Si usted se ve en el espejo y ve a Lita de Lázzari, por ejemplo, enloquece. No tener ese espejo, para Lulú es terrible. Es una niña que está en riesgo.” Estas son declaraciones a Página/12 del psiquiatra y psicoanalista Alfredo Grande, director clínico de la Cooperativa de Trabajo en Salud Mental, que forma parte del grupo de profesionales de la salud mental que atienden a la niña, a su hermanito y a su mamá.
11.
Palabras clave de este párrafo “armonía”, “coherencia”, “riesgo”. El niño travesti no se refleja en el DNI. ¿Pero no es el DNI siempre un documento opaco, limitado, fragmentario, pragmático? ¿Quién de nosotros se siente reflejado en esas fotos incidentales, ligeramente brutales, estetizadas por la burocracia, siempre ajenas?
12.
“Si usted se ve en el espejo y ve a Lita de Lázzari, por ejemplo, enloquece” dice el psiquiatra y psicoanalista. Es un chiste, evidentemente.
13.
Pero, ¿hasta dónde va ese chiste? ¿Sabe un niño lo que es un DNI? El DNI es un objeto del mundo adulto, un objeto que refleja la presión y el control que el Estado ejerce sobre sus ciudadanos. Por eso quizás hay algo del Doctor Benway de William Burroghs en el Doctor Alfredo Grande. De hecho la nota parece a veces parte de El almuerzo desnudo.
14.
«No es patológico pero es conflictivo» dice el Doctor Grande.
15.
Busco al Doctor Alfredo Grande en Google. Encuentro un par de entrevistas, pero sobre todo fotos. ¿Cómo es el psiquiatra que cuando se trata de travestir a un niño y cambiar su primera vida sexual hace chistes? Encuentro una publicidad en la que posa frente a dos bustos de caras lisas atados del cuello. Parece estar promocionando una obra de teatro. Arriba se lee “Cultura por mano propia 2008”, abajo “La soga en la casa del ahorcado. De y por Alfredo Grande.” Luego, la dirección de un teatro, la hora y los días de una función. Alfredo Grande tiene barba canosa y usa gorra. En algunos sitios de la web se los describe como “psiquiatra y cooperativista.”
16.
“Es muy duro llevarla a una guardia porque tiene 39 grados de fiebre y que la vean con dos colitas y pollera, y en lugar de fijarse qué le pasa, la miren raro porque en el documento tiene nombre y foto de varón.” La escena de llegar al hospital o al jardín de infantes y tener problemas se repite una y otra vez, al mismo tiempo que constituye la base sobre la que se asienta el pedido del DNI. El espejo de identidad entonces se parece mucho al Estado, a las extensiones reticuladas del Estado. Sin embargo, la vida privada, la intimidad, nuestros órganos, nuestros genitales, nuestro ano, sigue siendo –gracias a Dios– bastante autónomos de las formas del Estado. No del todo, desde luego. Pero en nosotros está mantener esa autonomía.
17.
¿El DNI como espejo? Hoy nuestro espejo son las pantallas conectadas a la web, no nuestro DNI.
18.
Me imagino que en la redacción de Página/12 hay lectores que comprenden las obsesiones de Mariana Carbajal, sus aportes y sus deslices, y evitan enfrentarla. Digamos que “la dejan hacer.” A futuro podrán decir “yo solamente cumplía con mi trabajo.”
19.
“Lulú concurre a la sala de cinco años en un jardín de infantes que respeta su identidad femenina.”
20.
Identidad. Sexualidad. Siempre sinuosas. Siempre fragmentadas. Siempre confusas, incómodas. No es la conciencia, maleable, ajustable, que puede ser predicada y moralizada la que atormenta al mundo sino el deseo. Y el deseo ¿no siempre es deseo de ser otro, de ser otra cosa?
21.
¿Responsabilidades individuales? Pienso también en un mecanismo de engranajes superestructurales que cae sobre los individuos y hace colapsar su relación con la estructura. Una máquina enorme, aberrante y rota a la que aportan el periodismo y todo tipo de organizaciones estatales y paraestatales.
22.
Luego está el tema, también burroughsiano, de la tecnología que invade los cuerpos. Pero, ¿podemos evitar que la tecnología modifique nuestra existencia biológica?
23.
Declaraciones de la madre: “Acá no se termina nuestro camino. Nuestra vida sigue ahora con la lucha por la integración de Lulú. ¿Sabés todo lo que nos espera? Más adelante, los tratamientos con hormonas, y se analizará la cirugía (de reasignación de sexo). La lucha es de mi hija, yo la acompaño porque por su corta edad hay cosas que no puede hacer.”
24.
El niño travesti de seis años ya tiene futuro de hormonas.
25.
(…) se analizará la cirugía. Las cursivas me pertenecen.
26.
“Nosotros nos manejamos con las necesidades que manifiesta Lulú. No sabemos qué va a pasar con ella en el futuro. No sabemos si le va a molestar el pene. Más adelante ella podrá elegir si quiere recibir terapia de hormonas y si se quiere operar. Ella tiene un registro claro de su esquema corporal. Sabe que es un varón biológico y aun así se siente niña”, señaló psicóloga Valeria Pavan, coordinadora del Area de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y asesora técnica del Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand.
27.
Otras vez, agrego cursivas: No sabemos si le va a molestar el pene.
28.
“Reasignación de sexo”, “operar”, “molestar”, palabras que encubren la amputación posible de los genitales. ¿Indignación? Brutalidades como esas y peores, si es que cabe, la humanidad conoce de sobra.
29.
Declaraciones de la madre: “Me decía que quería tener vagina, que no quería tener pito. Yo no sabía cómo explicarle que era una nena transexual. Un día me dijo: ‘Yo no soy un nene. Soy una nena y me llamo Lulú’. Tenía cuatro años recién cumplidos. Fue la segunda topadora que me pasó por encima. Ella solita se había elegido el nombre. ¿Sabe lo que es eso? Tenía pelo cortito, ropa de varón. La psicóloga que la atendía en ese momento le imponía una terapia correctiva de reafirmación del género masculino. Yo tenía miedo de que se quisiera lastimar el pene. Se lo hundía hasta hacerlo desaparecer. Ni la maestra ni la directora entendían. Yo no soportaba más verlo sufrir y cuando se iba el papá, lo dejaba jugar con lo que quería.”
30.
Año 2025. El doctor Alfredo Grande apoya una mascarilla de anestesia sobre la cara de su paciente. Le pide que cuente hasta diez. Uno, dos, tres, cuatro… En la pared del quirófano hay una foto de Lita de Lázzari, presidenta honoraria de la Liga de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de la República Argentina.
31.
Otra cita de la nota: “El desafío es ayudar a Lulú a crecer feliz. Son poquísimos los casos de niñas o niños trans que se conocen en el mundo. Hace poco trascendió la batalla legal que ganó una nena transgénero de 6 años, como Lulú, en Colorado, Estados Unidos, para poder usar el baño de mujeres en su escuela. La madre de Lulú viene dando distintas batallas.”
32.
La palabra clave es “batalla”. “Batalla legal para poder usar el baño.” Como ya dijimos, se construye una épica, pero una épica pequeña, doméstica, siniestra.
33.
Luego de asumir su segundo mandato, Obama recibió una carta de Sadie, una “niña transexual.” Empezaba así: “El mundo sería un mejor lugar si todos tuviéramos derecho a ser nosotros mismos, incluyendo las personas que tienen una identidad sexual y expresiones creativas.”
34.
El derecho a ser “nosotros mismos” implica, por lo menos, un par de malentendidos.
35.
Mientras tanto en el Universo Lulú del Conurbano Bonaerense, la idea de escribirle al presidente fue imitada. Página/12 informa que “la madre le escribió una carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, para que la ayude a obtener el documento para su hija.” No trascendió el texto pero seguramente empieza así: “Querida Presidenta Cristina.”
36.
También se nos dice que la mamá está enojada. ¿Con quién? “Con muchos psicólogos que escuché en la televisión que decían que mi hija no podía decidir por su edad su identidad de género. Van a tener que volver a leer los libros. Mi hija se da cuenta de muchas cosas. Ella se me enfrentaba para decirme: ‘Yo soy ésta’”
37.
De la televisión a los libros. La madre escucha la televisión y manda a los profesionales a releer. “Van a tener que volver a leer los libros.” ¿De qué libros habla?
38.
Doctor Grande, ¿dónde está el doctor Freud?
39.
La soga en la casa del ahorcado.
40.
Al lector atento –incluso al despistado– no se le pasa tan fácil que la madre del niño travesti es pobre. Aunque nunca aparece la palabra “pobre”. Se usan eufemismos como “situación económica adversa”: “Para la mamá ha sido una sobreexigencia brutal y lo sigue siendo. Y además tiene una situación económica adversa”, dijo el doctor Grande. La nota avisa: “Los terapeutas que atienden a Lulú, su hermanito y su mamá, lo hacen gratuitamente. Además, desde la CHA la ayudan económicamente.”
41.
Hay algo en los adverbios, en esa rima. “Gratuitamente”, “económicamente”, ¿qué verbos modifican? Desde otra perspectiva, ¿es posible ver a una mujer pobre y sola que viste a su hijo de nena para recibir atención y dinero? El ser humano, lo sabemos, es capaz de cosas muchísimo peores.
42.
Otra declaración más: “La gente es muy de señalar. Vivo en el barrio hace 26 años. Muchos creen que soy una loca que quería tener una parejita, y viste a un mellizo de varón y a otro de mujer. Es muy difícil. Una mamá en el jardín me dijo por qué no me iba a vivir a otra provincia y empezaba de cero. Yo le dije que no tenía por qué esconder a mi hija, que no es un monstruo.”
43.
La inevitable pulsión de la teratología. La hija no es un monstruo. Lo aclara la madre. La madre ¿queda exenta con esa declaración de esa misma sospecha?
44.
Pero la condición de clase excede el relato. Los reyes europeos podían darse el lujo de no cruzar sangres y ser monstruosos porque tenían poder y riquezas. La burguesía contemporánea puede darse el lujo –nunca mejor usada la expresión– de pregonar su analidad explícita, de hacer público su coito homosexual –como si ahí hubiera un logro–, puede hacerlo, digo, porque tiene armas legales, económicas y políticas para defenderse. La intimidad y la vida privada tienen un precio. ¿No es llamativo, entonces, que el caso cero, el experimento, se ubica hoy en un área periférica, en una familia carenciada, desmembrada y pobre, asistida y sin recursos?
45.
¿Cómo imaginan estos adultos el futuro inmediato –la adolescencia, por ejemplo– de este niño travesti? ¿Cómo se imaginan su tránsito por la escuela secundaria ese hervidero de pasiones, confusión y violencia?
46.
Uno de los argumentos de la madre del niño travesti es que lo vio “sufrir” al no poder vestirse de nena y que no quiere volver a verlo sufrir más. ¿Cómo se imagina, entonces, el futuro de su hijo? Hay ahí, por lo menos, una falta de previsión.
47.
Quiero saber cómo sigue la historia. Quiero ver qué pasa cuando el niño travesti del conurbano va al colegio y atraviesa junto a sus compañeros las abrasivas dudas de la adolescencia.
48.
A principios de octubre de este año “la batalla” fue ganada y el niño travesti recibió su DNI “luego de que el Registro de las Personas de la provincia de Buenos Aires diera marcha atrás en su negativa a modificar los datos registrales de la pequeña de la partida de nacimiento.”
49.
Con lucidez, Francisco Marzioni comentó la nota de esta manera: “Lo interesante es que al nene lo convirtieron en mujer, y apenas le dan el DNI lo disfrazan de princesa, le dicen Lulú y le ponen calzas. Para construirlo como mujer lo que hacen es reforzar el estereotipo que supuestamente combaten.”
50.
Aunque muy pocos, hay, desde luego, otros casos. “Su futuro va a ser mejor si llegamos a un punto en que no haya nada de qué avergonzarse”, dijo Kathryn Mathis, la madre de una niña transgénero estadounidense de seis años.
51.
Nada de qué avergonzarse. Un mundo sin vergüenza y sin pudor. Pero, esos sentimientos ¿no cumplen una función?
52.
Contraria a la libertad romántica y ciber-punk “de un futuro no muy distante” donde cambiamos de sexo como de interface digital, la nota cimenta la idea de una identidad profunda que aflora y se impone.
53.
De hecho la gran pregunta es ¿de dónde sale nuestro género? ¿De dónde sale la necesidad de ser femenino que tiene el niño travesti? ¿Hay un género innato que debe ser hallado? ¿No se trata de una construcción? Repito mi pregunta inicial: ¿Puede un ser humano de un año y medio, de seis años, decidir su sexualidad? Y la interpretación que hacen los adultos ¿modifica o no modifica esa construcción? Las voces de los adultos ven el pedido del niño travesti como una demanda innata. Para estos adultos, el niño travestis es, y sabe lo que es, más allá de todo.
54.
Wiltod Gombrowicz: “Toda forma superior nos pueriliza. La persona torturada por su máscara se construye en secreto, para su uso privado, una especie de subcultura; un mundo hecho con los desperdicios del mundo cultural superior, un dominio de la ratería, de los mitos informes, de las pasiones inconfesadas… un secundario dominio de la compensación. Es allí donde nace una poesía vergonzosa, una cierta comprometedora hermosura.”
55.
¿Yo soy bárbaro? ¿Tu eres bárbaro? ¿Dónde reside, donde se origina la barbarie?
56.
¿Qué poesía de la vergüenza va a constuirse el niño travesti? ¿No se va a desdoblar frente a la autoridad? ¿Siempre será tan afirmativo?
57.
“Mi hija tiene derecho de ir a un lugar público y que le digan Lulú”, dice la madre. Así termina la nota. ¿Y qué dice el niño travesti? Quizás nunca lo sabremos.
58.
Pienso en un nene que siempre está vestido de Superman, que no quiere usar otra rompa, que quiere que le digan “Superman” y que no responde a otro llamado u otro nombre. Lo imagino creciendo en esa condición. Lo imagino de adolescente animando fiestas infantiles, trabajando en un parque de diversiones, haciendo incluso televisión, aunque no cine. (Quizás sí un papel secundario en alguna película del estilo El último Elvis.) Por supuesto, en muchos lugares se reirán de él, causará reacciones encontradas esa especie de low-budget superheroe pulsional y serio, dirán que está loco más de una vez. ¿Pero impedirá eso que sea feliz, tanto o más feliz que aquellos que no se disfrazan de Superman?
59.
Ahora bien, ¿sería lo mismo si este pequeño Bovary pop insistiera en ser Supergirl? ¿Y si el niño travesti quisiera ser Gatúbela?
60.
¿Y qué pasaría si un día este Superman convencido piensa que él realmente puede volar y se tira por una ventana?
61.
“Mi hijo tiene derecho a que le digan Superman.”
62.
Hemos pasado por alto al padre de presencia fluctuante –está y no está– y al hermano mellizo del niño travesti. Ese “otro espejo” donde mirarse. Es probable que ahí se encuentre el núcleo duro de la situación psicológica y existencial del niño travesti. Sin embargo, la operación maquínica que los adultos montan responde a otros trazados neuróticos.
63.
Me imagino al niño travesti en la adolescencia con una remera que dice “Yo soy travesti desde que era chico.”
64.
Dicho esto, ¿y si los modernos estuvieran equivocados? ¿Y si no tuvieran talento? “¿Por qué no pensar que también los Modernos se fastidian, se aburren, se cansan, cuando la Modernidad sedimenta y pasa a ser un nuevo sentido común, un discurso ventosa más?”
65.
Una escena: Todos los profesionales, los psicólogos, los periodistas, los militantes, los funcionarios envueltos en este asunto, subidos en un barco de base cuadrada, saludan con amplia sonrisa a los que nos quedamos en la seguridad de la costa.
66.
La figura del travesti me desagrada. Es demasiado literaria, demasiado antigua y democrática.
67.
¿Y si el niño travesti pidiera un arma? “Mamá, quiero un arma. Yo, arma.”
68.
Hace poco una ley del 2011 renovó en Iowa el debate alrededor de una regulación que permite a los ciegos portar armas.
69.
Leo en La Nación: “Jane Hudson, de Disability Rights Iowa, dijo que impedir a las personas legalmente ciegas obtener los permisos de armas violaría la Ley de Estadounidenses con Discapacidades.” Luego agrega: “El hecho de que no puedas conducir un coche no significa que no puedas ir a un campo de tiro y ver a un blanco.”
70.
Un niño travesti. Un niño ciego. Sus compañeros se ríen de ellos. Ambos van armados al colegio. ¿Por qué la historia del niño travesti nos evoca inmediatamente narraciones de violencia?
71.
Ah, pequeño perverso polimorfo que fuimos todos, ¿dónde te conducen?
72.
Pienso una escena. Ahora el niño travesti tiene un DNI femenino. Mañana decide volver a vestirse varón, porque está hastiado, por lo que fuera. ¿Qué pasa con ese DNI si lo detiene la policía?
73.
De la policía bonaerense que siempre ronda a los jóvenes pobres del conurbano no se dice nada en la nota. Aparece la escuela y el hospital, como lugares donde llevar conciencia, instituciones donde predicar el evangelio de la tolerancia. De la policía, nada.
74.
¿Podría ser cierto que Florencia de la V, un conocido travesti, se hace felar por las diferentes vedettes de sus obras? Wikipedia dice que desde 2005 tiene una columna en la revista Paparazzi titulada «Nos sacamos las caretas». El nombre original de Florencia de la V es Roberto Carlos Trinidad. En el 2010 se lo cambió tras fallo judicial. Wikipedia agrega “siendo la primera mujer travesti argentina en lograrlo sin que su condición fuera considerada una patología.”
75.
“El suceso en el cual se fundamenta este relato imaginario ha sido considerado por el doctor Darwin y otros fisiólogos alemanes como no del todo imposible.”
76.
Mariano Zamorano puso una foto en su Facebook donde se ve una pintada que dice “Muerte a la policía. ¡Vivan las travestis!” O sea que el grupo represor sigue siendo el mismo, pero varía el activo de la subversión.
77.
El niño travesti. La revolución travesti. El capricho travesti.
78.
Ya se dijo: todos queremos ser otro todo el tiempo.///PACO