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Expuesto a los más crueles azares

Voy a intentar mostrar cómo la filosofía de Friedrich Nietzsche consistió, principalmente, en un continuo ocultamiento hacia sus contemporáneos y hacia sí mismo. Un ocultamiento que hizo que arrastrara, en apariencia, varias contradicciones pero que también sostuviera una especie de venganza sutil pero de efectos catastróficos para su tiempo, y quizás para el nuestro. ¿Lo hizo por una especie de pudor con su época y el credo positivista, pudor que al final de su vida y luego de publicar Así hablaba Zarathustra se terminó? ¿Fue el gran esteticismo de Nietzsche lo que no le permitía animarse a decir lo que quería decir? Digo que sí. Nietzsche se ocultó a sí mismo debido al gran sentido estético que poseía. No se animaba a tomar posición frente a lo que la época y sus amistades le demandaban. El Zarathustra es un salir del ocultamiento y una toma de posición, como dice en sus cartas. Para esta toma de posición también se da un quiebre en su amistad con Paul Ree, un filósofo ultrapositivista, y con Lou von Salomé, para engendrar el Zarathustra y salir del positivismo banal. 

En principio, Nietzsche va a estudiar teología a la universidad y cuando se da cuenta de que “Dios ha muerto” (idea Hegeliana asimilada por Nietzsche), reniega del mandato familiar -su padre había sido pastor- y decide estudiar filología. Fue este postergarse en pos de lo que la época le demandaba lo que el futuro filósofo vivió primero como ocultamiento y después como venganza. Para entender esto voy a limitarme a determinadas citas de sus cartas y de sus dos libros “excepcionales”, Así habló Zarathustra y Ecce homo. Voy a dejar que el mismo Nietzsche hable y, recién al final, voy a esbozar una teoría sobre Zarathustra. Estas cartas forman parte de la edición de su Correspondencia y fueron escritas a cuatro de sus mejores amigos después de publicado Así habló Zarathustra. A primera vista, muestran cómo este libro le trajo una especie de liberación. A Franz Overbeck le escribe el 11 de febrero de 1883:

“No he podido apartar, por ejemplo, ni un instante de la memoria, que mi madre me ha dicho que era una vergüenza para la tumba de mi padre…Toda mi vida se ha desintegrado ante mi vista. Esa tremenda vida oculta, que cada seis años da un paso y que no quiere otra cosa sino este paso, mientras todo lo demás, todas mis relaciones humanas, tratan conmigo como una máscara, y yo tengo que ser constantemente la víctima de llevar una vida en absoluto oculta. Estoy siempre expuesto a los más crueles azares. O más bien: soy yo mismo quien se ha hecho siempre crueldades de todos los azares. El libro del que te escribí, una cosa realizada en diez días, se me aparece ahora como mi testamento. Contiene en máxima agudeza una imagen de mi ser, tal como este es cuando he arrojado de mi toda la carga. Es una obra literaria y no una colección de aforismos”. 

A Peter Gast (Heinrich Höselitz) le escribe unos días antes:

“Pero es, sin embargo, mi mejor libro, y con él me he quitado un enorme peso del alma. No he escrito nada más serio ni más alegre a la vez… Ahora, al menos, después de mi Zarathustra, me ocurre lo mismo que a usted; esta visión y esta toma de posición me ha animado”. 

A Malwida von Meysenbug, en febrero de 1884:

“¿Sabe usted que mi Zarathustra está terminado? Tiene tres partes, la primera de las cuales la conoce usted. Un vestíbulo para mi filosofía, edificado para mí, a fin de darme valor. Pero callemos sobre esto”. 

A Peter Gast le escribe el 2 de septiembre de 1884:

“Por ahora, Zarathustra solo tiene el sentido eminentemente personal de ser mi libro de edificación y aliento; por lo demás oscuro y oculto y risible para cualquiera”. 

En estos pasajes de sus cartas claramente se ve cómo su Zarathustra es una toma de posición, un desahogarse de Nietzsche, que necesita sacarse un gran peso de encima. En varios pasajes de las cartas siguientes y en Ecce homo Nietzsche compara Así habló Zarathustra con los clásicos más grandes de la literatura universal, mientras que en Ecce homo llega a decir que si lo hubiese firmado con otro nombre, la sagacidad de dos milenios no hubiese bastado para averiguar que el autor de “Humano, demasiado humano” es el visionario del Zarathustra. Pero veamos cómo cambia el contenido de las cartas respecto a lo que escribe en sus libros.

El ocultamiento

Lo que Nietzsche dice sobre el azar en la primera carta a Overbeck, en Así habló Zarathustra se transforma completamente. “Yo camino entre los hombres como entre fragmentos del futuro: de aquel futuro que yo conozco. Y esto es toda mi poesía y mi inspiración, componer y unir todo lo que es fragmento y enigma y espantoso azar. ¿Y cómo habría de soportarlo, ser hombre, si no fuera también el hombre también poeta y adivinador de enigmas y redentor de azar? Redimir a los que han pasado y “todo lo que fue” convertirlo en un “así lo quise”. Solo a esto lo llamo redención”. 

Miremos qué más pasa en ese discurso de redención. Al final, en lugar de la famosa sentencia “así habló Zarathustra”, Nietzsche coloca a un jorobado que le hace una observación a Zarathustra: “¿Por qué Zarathustra habla, pues, de modo distinto cuando le habla a sus discípulos y cuando se habla a sí mismo?”. (Este jorobado es probablemente Sören Kierkegaard, y aunque Nietzsche nunca nombra al padre del existencialismo, ya desde 1877 conoce al danés Georg Brandes, y es muy difícil que Brandes nunca le hubiera nombrado a Kierkegaard. Por los tipos de preguntas que el jorobado hace (Kierkegaard escribía bajo seudónimo), por el nombre del discurso y por la joroba (a Kierkegaard lo ridiculizaban por ser jorobado), es difícil creer que se trate de una casualidad. Ahora bien, el jorobado pregunta sobre la oculta e inconsciente diferencia entre el discurso de Zarathustra a sus discípulos y a sí mismo. Dos discursos después, en el final de esa segunda parte, en el discurso “de la hora más silenciosa”, Zarathustra termina diciendo: “¡Ay, amigos míos! Algo tendría que deciros, algo tendría aún que daros. ¿Por qué no os lo doy? Soy tal vez un avaro?”.

Pero sigamos viendo este ocultamiento que describe en la segunda parte del Zarathustra. El discurso “de los sublimes” comienza así: “Silencioso es el fondo de mi mar: ¡quien imaginaría que oculta monstruos juguetones! Inconmovible es mi profundidad; más en ella flotan enigmas y brillantes carcajadas”. Al final del discurso “de la prudencia en el hombre”, Nietzsche termina: “Hacia futuros más remotos me remontaba, hacia regiones más meridionales que no jamás pudo soñar artista alguno: ¡hacia allí donde los dioses se avergüenzan de cualquier vestido! Mas a vosotros, prójimos y semejantes, quiero veros disfrazados y engalanados, vanidosos y ufanos, como “los buenos y los justos. También quiero yo sentarme entre vosotros disfrazado para desconoceros, a vosotros y a mí, esta es mi última cordura respecto de los hombres. Así habló Zarathustra”. Lo que Nietzsche está diciendo es cómo se libera de su pudor estético aunque elige seguir ocultándose y disfrazándose, lo cual le resulta una forma de la cordura. En ese discurso habla de su actitud ante los hombres, de sus “corduras” respecto de ellos. La segunda cordura de Zarathustra, de hecho, es perdonar antes a los vanidosos que a los orgullosos, pues los vanidosos, dice, son buenos cómicos: “buenos cómicos me han parecido todos los vanidosos: representan sus papeles y quieren que la gente guste de verlos: todo su espíritu está en esa voluntad”.

Veamos qué le escribe a Heinrich von Stein a comienzos de 1885 en el borrador de una carta:

“Usted no sabe quién soy yo, ni lo que quiero. Mi ventaja es contemplar lo que otros hacen y quieren, sin ser yo mismo reconocido al hacerlo. Por lo que a Richard Wagner se refiere… Wagner pertenece a una clase humana completamente distinta y, en último término, sin duda, a la de los grandes comediantes. Es difícil saber quién soy; esperemos cien años, que quizás entonces surgirá un genial conocedor de hombres que desentierre al señor F. N. Por lo demás, y hablando entre nosotros, tengo razones para ser precavido y para caminar paso a paso. Ya esta cuarta parte del Zarathustra no la he confiado al público”.

Nietzsche mismo está reconociendo que ni él mismo se conoce luego de llamar “cómico”, “vanidoso”, a Wagner. Y esta es la disyuntiva entre ser un Joker o un Vengador. Un Joker sería un cómico, un vanidoso, tal como Nietzsche se veía a sí mismo en su juventud y como Nietzsche ve a la mayoría de sus contemporáneos. En cambio un Vengador, más allá de la acepción de los superhéroes de Marvel, también es un héroe trágico, como Nietzsche se representaba a sí mismo. De ahí también su decepción con Wagner quien al escribir su Parsifal quiere reacomodar y edulcorar la época, lo cual para Nietzsche era imposible. Y, finalmente, ¿por qué tanto recelo con la cuarta parte de Así habló Zarathustra

Ellos piensan que soy un bufón

De Nietzsche se podría decir que se vengó de lo que el mundo académico había hecho con él. Pero esto es poco. Nietzsche se vengó de su sociedad y también de sí mismo, de todo lo que había dejado de creer en su niñez y juventud. La cuarta parte del Zarathustra, esa que recelaba tanto a von Stein y de la que en principio sólo editó cuarenta escritos para sus más cercanos, la recela porque habla abiertamente de Nietzsche mismo, es un des-ocultarse: habla de su vida y sus etapas, con sus siete encuentros con los hombres superiores que, siguiendo la lógica del Apocalipsis, describen la evolución espiritual del mismo Nietzsche. En el principio de la cuarta parte del Zarathustra, en el discurso de la ofrenda de la miel, Nietzsche dice: “Así pues, que los hombres suban ahora hasta mí, pues yo espero aún los signos que me digan que el momento de mi descenso ha llegado”.

Al final de la cuarta parte del Zarathustra este signo llega. Zarathustra mete sus manos en la melena del León —que, al igual que el “discurso de los siete sellos” con que termina la tercera parte, remite al Apocalipsis, libro bíblico que Nietzsche se sabía de memoria al igual que todos los protestantes piadosos, pues es el documento donde hace pie Lutero para separarse de la Iglesia católica— como signo de que ha llegado su momento. Deja de tener compasión por el hombre superior y se acaba su pudor. Si vemos lo que Nietzsche causó en decenas de autores contemporáneos y posteriores, podemos notar que fue el escritor más influyente de la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX. Su espíritu trágico se ve en los finales de novelas alemanas tan distintas y relevantes como La montaña mágica y Demian, que finalizan con la Gran Guerra. La sabiduría críptica, agonística y trágica de Nietzsche había contagiado a toda Europa, y si entendemos el lenguaje como un virus, entonces podemos ver que sus escritos encendieron el espíritu de muchos. Nietzsche no veía el lenguaje como un virus, como un arma para atentar contra el semejante. Él veía el lenguaje como música, por eso pudo escribir lo que escribió. Y al hacerlo, sólo buscaba un efecto demoledor. El subtítulo de Así habló Zarathustra es “un libro para todos y para nadie”, y él mismo se encarga de decir a sus animales que el lenguaje y las palabras son puentes de ilusión como la música.

Nietzsche supo perfectamente lo que hacía. Dejó de ser un titiritero, un cómico o un Joker para vengarse de la modernidad y de los hombres “del hoy”, es decir, de aquellos que tal como él mismo sabía, leerían su des-ocultamiento como una “novedad”, como algo “interesante”, simplemente como el vocero del “Dios ha muerto”. Para terminar, les dejo lo que escribe en el aforismo VII, en el discurso “del hombre superior”: 

“No me basta con que el rayo no dañe a nadie. No quiero desviarlo. Quiero enseñarle a trabajar para mí. Mi sabiduría se acumula, desde hace tiempo, como una nube, cada vez más silenciosa y sombría. Así se comporta toda sabiduría que alguna vez ha de parir rayos. Para esos hombres de hoy no quiero ser luz ni ser llamado luz. A esos lo que quiero es cegarles ¡Rayo de mi sabiduría, arráncales los ojos!”////PACO

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