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Todos necesitamos amor. ¿Quién puede dudarlo? Y lo pedimos. No hay novedad en eso. Lo dijo Freud, y antes lo dijo Jesús. Lo decimos todo el tiempo, de mil maneras diferentes. En las redes sociales esa pasión, no la del amor, sino la de pedir amor, explota, es recurrente, está siempre, incluso de forma involuntaria. El amor, entonces, y sus derivados –sexo, atención, afecto, reconocimiento, «quiero ser tenido en cuenta», incluso el odio y el escarnio– son bienvenidos y codificados como un triunfo. Lo único que duele es la indiferencia. Y por poco tiempo, porque enseguida empieza todo otra vez y así en un perfecto continuo. Tengo un amigo que pide amor por las redes sociales y lo sabe y lo hablamos mucho y eso me ayudó a entender que pedir amor no sólo se trata de pedir amor, sino que hay una fina y equilibrada ecuación con el esfuerzo. Si somos el primer hombre en pisar la Luna o la Antártida, si escribimos una novela genial que gana premios o lectores, si manejamos un auto hermoso, o sórdido, por rutas vacías hasta Tierra del Fuego, si combatimos zombies o los imaginamos y los narramos, vamos a llamar la atención y a concitar amor. El tema es que todas esas cosas cuestan mucho, cuestan esfuerzo, concentración, perseverancia, trabajo, ingenio, dinero, inteligencia, más esfuerzo. Este amigo mío descubrió que las redes sociales pagan incluso si uno no se esfuerza. Con entrar y decir «necesito amor y atención» nuestra narcisismo recibe una descarga de caricias. «Oh, sí, todos lo necesitamos, muy bien dicho» le responde alguien. No importa quien. Y el comentario ya rindió. Para los perezoso y los haraganes – mi amigo es muy pero muy perezoso- que al mismo tiempo son narcisistas extremos -mi amigo es un narcisista full time-, Twitter y Facebook resultan lugares donde logra sacar ventaja rápido, como un bicicleta financiera de los guiños y los honores, una cámara de reciclaje de tus ambiciones, como un pequeño casino donde a la larga se gana, poco y de mala calidad, pero se gana. La ecuación cierra. En esas pantallas tenés tu porción de atención asegurada. Así, las redes sociales se pueden transformar, se transforman, de hecho, muy rápido en eso, una ronda de adictos a la indigencia emocional. //PACO