Organizar un casamiento atípico no es nada fácil. Uno propone un presupuesto acotado con “2 o 3 boludeces” y parece muy sencillo respetarlo. Es cierto que no tiene que ver únicamente con una cuestión de voluntad personal, sino que el negocio alrededor de las fiestas de casamiento es como un tornado cuya fuerza centrífuga te encierra cada vez más hasta que, después de algunos meses, te das cuenta que terminaste duplicando el presupuesto inicial. Nunca soñé con la fiesta de casamiento ni con el vestido blanco, pero como tengo hijos de padres distintos necesito darle un marco formal a mi familia disfuncional. Completar planillas burócraticas de cualquier tipo siempre es una odisea para mí; me caso para simplificar (por el amor bla bla también, obvio) y quizá, de paso, para obtener algunos beneficios tributarios.

Cuando con mi novio empezamos a charlar de la posibilidad de casarnos (si, lo charlamos; no se arrodilló ni me propuso matrimonio con un anillo de Tiffany dentro de un cupcake) decidimos hacer algo sencillo; empezamos a consultar con amigos que se habían casado y a investigar por internet. Hay webs que te organizan el evento completo paso a paso, son como una especie de wedding planners virtuales que te ofrecen desde salón, dj y catering hasta auto con moño y enano que te abre la puerta. El primero que visité tenía una lista de “las 5 propuestas más buscadas”; el ranking lo encabezaba “carruaje con dos caballos blancos”.

A mí, honestamente, me da todo lo mismo. Si tuviera el dinero para contratar a una persona que me organice el asunto sin preguntarme nada, lo haría encantada. Como me da lo mismo, no sé tomar buenas decisiones; para mí lo mejor es lo más sencillo. Debo confesar que, a pocos días de casarme, hice poco por el evento; espontáneamente sólo saqué el turno para el civil por internet. Después, mi novio (el verdadero organizador) me fue asignando algunas tareas.

En algunas cosas estuvimos de acuerdo desde un principio: La fiesta iba a ser sólo para amigos, sin hijos, ni tíos, ni padres ni abuelos. Primera resistencia. Mi suegra lo trató en terapia, mi madre creo que todavía no entendió que no está invitada, a mi suegro no me acuerdo si le avisamos y mi padre me escribe mensajes diciéndome que me hace macumbas para que llueva. Nada de salón: terraza de la casa de un amigo (gracias Juan <3). No dress code: que cada uno vaya como quiera, sin traje ni vestido largo ni zapatos incómodos. Sin vals ni carnaval carioca ni video emotivo ni torta de boda ni entrada triunfal de los novios.

Pariente: ¿Cómo que no? Entrada tiene que haber.
Yo: No quiero perderme ni media hora de mi fiesta por estar guardada haciéndome la Máxima Zorreguieta.
Pariente: No podés ser tan amarga…

War-Of-The-Roses-kathleen-turner-25216844-1200-771

Desde hace tres meses, cuando empezamos a organizar el casamiento, intentamos resistir la fuerza imantada del “mundo boda” que, con su fuerza vampiresca, intenta chuparte hasta la última gota de sangre. Y la decisión primaria de “sólo amigos, música y alcohol” fue dando lugar a pequeños accesorios que fueron ampliando el presupuesto inicial.

Novio: ¿Cómo que no querés fotógrafo? ¡Es nuestro casamiento!
Yo: Hagamos un grupo de k y que todos suban las fotos ahí.
Novio: Sos una ridícula, nadie saca fotos con el celular en un casamiento. Si sacan, salen todas movidas ¡y nadie las va a subir a un grupo de facebook!

Hace unos días nos dimos cuenta que tenemos que tener alianzas. Empecé a mirar en Mercado Libre para tantear el precio del oro. Vi pares de alianzas desde $800 hasta $5000. Le comenté a mi novio los resultados de mi investigación: recomendaban que sean de 18 kilates como mínimo, de una pieza entera (sin soldaduras) y a partir de los 5 gramos “así duran toda la vida”. El oro amarillo y el colorado cuestan lo mismo mientras que el oro blanco y el platino son más caros.

Embarcados en la tarea de hacernos con un par de alianzas en Calle Libertad, terminamos cediendo a la hipnosis del “mundo boda”. El producto final de la excursión fue “total lo hacemos en cuotas con la tarjeta Y SE LO COME LA INFLACIÓN”.

Vengo resistiendo estoica los embates de mis amigas que me critican porque me voy a peinar y maquillar sola con tutoriales de youtube; porque el vestido que me compré es de una marca de shopping; porque después de la fiesta me voy a ir a dormir a mi casa y no a un hotel lleno de pétalos de rosas (¿alguien coge en la noche de bodas?); porque les censuré las ideas ridículas que tenían para mi despedida de soltera (reboté enanos strippers, golden, paseo en auto con disfraz de puta, paintball y spa de chicas).

A pocos días del evento no estoy ansiosa por el “gran paso”; no estoy nerviosa por el civil ni por cómo será estar casada, no me descerebro pensando en si nuestra pareja funcionará, si nos amaremos toda la vida, si estoy tomando la decisión correcta. Lo único que me quita el sueño es esa bendita fiesta, que me lleguen los zapatos que me compré por internet y que el weather channel no me traicione ////PACO