El año del León es el largometraje con el que Mecha Laborde debuta como guionista y directora en la pantalla grande. Ganadora del concurso de ópera prima otorgado por el INCAA en el año 2013, esta película elige contarnos cómo en los pequeños gestos de la vida cotidiana pueden saldarse los grandes aconteceres de la vida y metabolizarse los amargores tras la aparición de la muerte. Con la fluidez de una buena crónica o con la personalidad de un aguafuerte, El año del León le formula al espectador algunas preguntas que quedan sujetas al miedo y a los fantasmas de todo aquel que se piense mortal. Laborde nos cuenta de qué se trata el universo detrás de cámara, qué es hacer cine en Argentina y, si se la pone en el aprieto, se define más como directora que como escritora: “Me gusta mucho estar en rodaje. No sé si podría escribir un guión a pedido, pero sí me imagino dirigiendo un guión de otro”.
¿Cómo alguien se transforma en director de cine?
Empecé a dirigir por trabajar en cine. Estar en el set me dio las ganas de contar una historia, algo que me interese a mí. Así que la primera instancia fue escribir, ya lo hacía pero eran ideas sueltas que nunca terminaba nada, en cuadernos o en papeles. En un momento me anoté en un taller de guión, con Pablo Meza, con el objetivo de adquirir una organización para escribir con una estructura, en formato guión. Por más que haya estudiado cine, era algo que no tenía incorporado, yo había hecho la parte técnica. Empecé a escribir y saqué una primera versión del guión. Lo que me pasaba es que me iba imaginando cómo se vería la película y me dije “si me la imagino así, la tengo que hacer yo”. La opción de que lo dirija otra persona no entró en las posibilidades. Porque si bien no es una historia personal, lo cuento de una manera que sí siento que es personal. No es la historia, sino la forma. Si lo agarra otra persona, otro director, ya sea hombre o mujer, es otra película.
Ahí se ve para qué uno tiene formateada la cabeza…
Exacto. Yo lo que escribía lo veía en imágenes. Escribir es como ver. Así fue el comienzo. Después, a medida que iba puliendo las versiones del guión, empecé a aplicar para concursos de ópera prima, donde está la posibilidad de dirigir.
¿Dudaste del guión en el proceso creativo o siempre tuviste la certeza de que era bueno y tenía que convertirse en película?
Lo que pasa que escribir es fácil, comparado con hacer una película, ¿no? Lo haces en tu casa, sola, en una computadora. Si tenes un poco de inspiración y tiempo y ganas y energía, escribís. Para mí el proceso de escritura fue fácil; el otro, el poder filmar, no. Yo lo pude hacer porque gané el concurso, sino no sé si hubiera filmado todavía. Quizás todavía estaría intentando. Y además está la suerte de poder encontrar la manera de poder filmar: sin saber nada de producción, yo sola no podía hacerlo. Me tenía que asociar con alguien que supiera administrar los recursos.
El año del León puede ser vista como una película sobre un duelo. Puede ser vista como una película sobre la maternidad, una frustrada y otra impuesta. Y también puede ser vista como una historia sobre la soledad, una contingente y otra elegida. ¿Cómo la ves vos?
Para mí es la historia de un duelo, de una transición, de cómo acomodarse en la vida cuando te pasa algo que no esperas, cuando ocurren esas cosas imprevistas que te sitúan en un lugar y espacio donde no esperabas encontrarte. Uno piensa en la muerte de un ser querido pero hasta que no sucede no sabes cómo vas a reaccionar. Eso por un lado. Lo que también me interesaba era contar el duelo desde otros lugares, y si bien la protagonista es Flavia, se narra también a través de los personajes secundarios: su hija, su ex, los amigos. Yo elegí contarlo desde su última pareja pero los demás están también. Y como me gusta explorar los vínculos entre niños y adultos, entendí que esta historia tenía sentido si había una hija. Puse a estos dos personajes en una misma situación y narré cómo ellas empiezan a salir adelante en una relación que no es “normal”.
La de Flavia no es una maternidad elegida, sino política…
No, claro, por eso. También me interesaba escribir sobre una mujer de 40 años que creía que tenía su vida armada, lista, cómoda, con una rutina y de golpe cambia todo. Lo digo sobre todo por el tema de la maternidad, en una edad que para la mujer es bisagra. Quizás el personaje no se lo había planteado hasta que sucede lo que le sucede.
A la protagonista se la ve muy resiliente. ¿Dirías que esa capacidad es algo eminentemente femenino?
Es una mujer fuerte, no sé si es feminista. Lo que sí noto es que de una situación así, como la que se narra, la mujer tiene una fortaleza de salir adelante. Encuentra la manera, tarda más o tarda menos, pero no desiste ni se queda encerrada lamentándose de la situación. Pero amén de eso, otra cosa que me interesaba, es contar que no todo es estar en pareja.
¿Amigarla un poco con la soledad?
¿Es soledad porque no está en pareja? Ese es un concepto que tenemos de soledad. Yo en eso sí me siento identificada con la protagonista, tal vez es la parte más autobiográfica. Me da mucha tristeza la gente, sea hombre o mujer, que está en pareja por no “aguantar” estar solo. Me parece tristísimo. Y es una pena porque es linda la soledad.
Ya sabemos cómo incide el streaming en los hábitos de sus consumidores. Ahora bien, ¿cómo repercute eso mismo en la cabeza de los que gestan cine independiente?
No sé. Me encantaría saberlo. Hay una realidad que es esta: para que la película esté en cartel y se mantenga un tiempo tiene que ir a verla una cantidad de gente. Eso no está sucediendo porque se sale menos, porque los que van el fin de semana al cine quizás quieren ver otro tipo de películas; también porque el público al que puedo acceder yo, es un número que no alcanza para que los distribuidores la mantengan en cartel. Uno estrena y obviamente quiere que vaya la mayor cantidad de gente posible, pero después hay que seguir otro camino, que ahora es esto, el on demand. ¿Qué voy a hacer? Mi interés es que la película se vea, y que también haga cierto recorrido hacia otros lugares del país que no sean sólo Buenos Aires.
¿Hay lugar para El año del León, o este tipo de cine, en los catálogos de estas plataformas on demand?
No en todas, pero ahora está Muvi que tiene algo de cine argentino. Y Qubit también, quizás. Después están las plataformas del Incaa, Cine Ar, ahí sí. No creo que sea una película que le interese a Netflix.
¿Qué admiras y qué resentís del cine mainstream?
Hay películas del mainstream que no concibo ni siquiera como opciones para ver, Pero confío que hay otras películas que pueden estar muy bien, que puedo entrar a la sala y disfrutarla, engancharme, más allá de si me interesa o no la historia o el tipo de historia. A esas las admiro, porque llegan a las personas y hasta pueden transmitir algo, hacerte pasar un buen momento, movilizarte. Ahora lo que resiento del mainstream es que solo funciona con ciertas historias: no me imagino mi guión dirigido por otro director pueda tampoco llegar a ser mainstream. La historia no es mainstream, es mínima.
Estuviste en el Festival de Cine de Moscú y en el Festival de Cine Global Dominicano pero decís que El año del León no tiene perfil de festival. ¿Cómo sería una película así?
Son varias cosas. O que haces algo realmente distinto y te la jugas, como Benjamín Naishtat con El movimiento, que hizo una peli con una narrativa que es otra cosa. Mi película no es cine arte y tampoco la historia es de temática “latinoamericana”: no habla de ni de los indígenas, ni de la pobreza, ni del tercer mundo. Es una historia que podría protagonizar cualquier mujer de cualquier país. Ahí deja de ser la peli festivalera. Creo que si ahora resulta atractiva en festivales, con el movimiento feminista, tiene que ver más con que es una película sobre mujeres, protagonizadas por mujeres, dirigida por una mujer.
Encuentra su atractivo comercial por el lado menos pensado…
Sí, puede que sí, aunque yo no lo concebí de esa forma. Cuando yo empecé con este proyecto, este movimiento de mujeres no existía. Ni me quiero hacer cargo de eso porque no me siento partícipe.
¿Pensas que es indispensable el fomento estatal para la producción y la promoción del cine nacional?
Sí, porque es parte de la cultura del país y porque hay que seguir manteniendo una pluralidad. Que pueda seguir haciendo cine arte Benjamín Naishtat, que puedan seguir filmando películas chiquitas, Florencia Percia. Que puedan hacer productos comerciales con actores como Darín, Moran, Bertucelli. Que haya películas para chicos. Tiene que haber diversidad y para eso es necesario que haya financiamiento. El problema del cine es la posibilidad de hacerlo, básicamente la plata. Porque hay una industria muy fuerte a nivel técnico, como así también historias para contar.
¿Cuál fue la mejor película que viste y cuál la peor?
Me cuesta, no quiero elegir la mejor. Hay una que me gusta muchísimo que se llama Aquel martes después de navidad, de Radu Muntean. Es rumana y me encanta porque transmite todo acerca de una pareja estancada con mucha sencillez. La peor es El amante doble, de Fraçois Ozon/////PACO