No escribo esto bajo emoción violenta. Ya no me sorprende que los mellizos Barros Schelotto planteen mal y pierdan partidos importantes. Tampoco me va a extrañar que el Boca de Angelici gaste millonadas en refuerzos para que el equipo sea, una y otra vez, un tibio guiso de voluntades sin identidad. Los mellizos son buenos técnicos que no dejan de cometer errores. Angelici, en cambio, es un turbio y un inútil. Pero lo cierto es que Boca volvió a perder contra Lanús. Después de contratar jugadores sin ningún tipo de criterio, y tras casi tres meses de preparación. Terminado el larguísimo paréntesis que incluyó la decepcionante presentación argentina en la Copa América de los Estados Unidos y en los Juegos Olímpicos, y mientras la AFA sigue siendo el escenario de un eterno gag ya sin gracia entre tres chiflados (Macri-Angelici, Tinelli y Moyano) que intentan suceder a Julio Grondona, Boca volvía a jugar por una competición de primera A. El equipo de Guillermo Barros Schelotto era, acaso por primera vez, fruto de las elecciones de su técnico. Como dijimos, Guillermo venía de fracasar en la Copa Libertadores y en el Torneo local, ganado justamente Lanús, su adversario de ayer. Cualquier otra persona que le haya gritado un gol a Boca como lo hizo Guillermo cuando volvió a jugar en Gimnasia ya hubiera perdido el puesto. Pero su historia en el club, su buena historia, le dió una segunda oportunidad.

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No es que los Barros Schelotto planteen mal y pierdan partidos importantes. Tampoco que el Boca de Angelici gaste millonadas en refuerzos para que el equipo sea un tibio guiso de voluntades sin identidad.

Con un plantel excesivo e incoherente, caro, con ocho o nueve mediocampistas de características similares, en casi todos los casos mediocres (con Pablo Pérez como ícono),  la muñeca de Guillermo Barros Schelotto tenía que verse más que nunca. Las buenas noticias venían del lado de la presencia de Pavón y la nueva posición de Tévez, jugando un poco libre, casi como Messi en el Barcelona. Claro que Tévez no es Messi por muchísimos motivos -son casi opuestos-, y que Benedetto, estrella del fútbol mexicano que jugó de nueve, no es Luis Suárez. En el primer tiempo erró dos jugadas, una de ellas mano a mano, que no puede errar un nueve de Boca. Salió en el segundo tiempo tras patear un tiro libre de peligro en forma débil, sin dirección. Benedetto tiene todas las fichas para convertirse en el nuevo bluff de la delantera de Boca. Lanús presentaba un desafío muy particular porque venía de perder jugadores importantes pero mantenía una estructura de juego muy parecida a la que ambiciona Guillermo para Boca. Llegaba herido, tras una derrota frente a Independiente en la Sudamericana. Para su fortuna, se encontró con este Boca especializado en resucitar muertos.  El primer tiempo fue mediocre e inlcuyó un penal infantil de Vergini -refuerzo que vino a ocupar el lugar del Cata Díaz-. Obstinado, apenas empezó el segundo tiempo, Vergini volvió a regalar una pelota en una salida: el delantero de Lanús quedó mano a mano y la pelota pegó en el palo. Sin embargo y curiosamente el gol de Lanús no llegó de un tercer error de Vergini, sino de un desborde al lentísimo Insaurralde.

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¿Cuánto falta para que Boca vuelva a ganar un partido importante? ¿Cuánto falta para que alguno de sus mediocampistas superen en velocidad a uno o dos rivales y hagan un buen pase?

Pero la explicación del papelón de Boca no hay que buscarla en su defensa, dentro de todo armada con acierto al incluir a Fabra y a Peruzzi en los laterales, y después de la buena decisión de darle salida a los ya erráticos Díaz y Orión. El problema es el mediocampo. Betancur y Pérez son incapaces de superar a un adversario y entregar una pelota limpia. Si uno compara su desempeño con el de Miguel Almirón y el de Marcone, mediacompistas de Lanús, la diferencia da ganas de llorar. Los Barros Schelotto tenían aproximadamente 10 jugadores para elegir en el armado de su mediocampo y eligieron probablemente a los peores. Betancur parece un anciano en el cuerpo de una “promesa” que nunca se anima a avanzar y hace siempre, previsiblemente, la conservadora, el toque lateral y falto de compromiso, disfrazándose de jugador de calidad. Pérez es desprolijo, no sabe marcar y tarda tres movimientos cada vez que tiene que girar con un rival encima. Además es emocionalmente inestable y pone nerviosos a sus compañeros, en lugar de al rival. El planteo táctico de los mellizos dependía de ellos. A todos los hinchas de Boca nos enloquece la manera en que jugadores que se destacan en otros equipos muestran sus facetas más tristes cuando se visten con nuestros colores. Lautaro Acosta, autor del gol, estuvo más de un año en Boca sin convertir además de mostrarse lento, apático e impreciso; a Boca, con otros clubes, le metió cuatro, como señaló Angela Lerena en la transmisión de tele. Pero hay otros misterios mucho más insondables que la cotización y la presencia de Betancur en el equipo titular, que Pablo Pérez, incluso que la compra de dos jugadores colombianos desconocidos que ni siquiera pueden ir al banco, o el extrañísimo retorno de Castellani, o la aparición de Benedetto. ¿Cuánto falta para que Boca vuelva a ganar un partido importante? ¿Cuánto falta para que alguno de sus mediocampistas superen en velocidad a uno o dos rivales y hagan un buen pase? ¿Qué hay que esperar para que los técnicos se animen a sacar a Tévez? ¿Porqué después del escándalo de la Libertadores contra River Angelici sigue siendo el presidente del club? Los técnicos están desorientados y, salvo que Centurión se encienda, a pesar de los cientos de miles de dólares gastados, el plantel no mejoró. Lanús va a Paraguay, compra cuatro jugadores y te forma un equipo campeón. Boca volvió a dar lástima y a despilfarrar. Puede ganar de suerte uno o dos partidos, pero ya se presentó como un equipo sin alma. Los técnicos no encuentran los intérpretes para su planteo, y pecan de esquemáticos. Y lo peor es que todo esto nos tiene acostumbrados//////PACO