Un antisemita y una lesbiana. Dos íconos de la cultura pop del siglo XX. Dos formas de vida cuyo sentido transgredía la marea de corrección política, asimilación y homogeneidad del pensamiento que encontraría su gran oportunidad bajo el neoconservadurismo chic del siglo XXI. Si Mel Gibson es el verdadero fecundador de Jodie Foster y el padre de sus hijos, entonces queda una luz de esperanza.
Jodie Foster. ¿Qué fue la causa por la ampliación del horizonte de los géneros cuando machismo y feminismo se fagocitaban mutuamente hasta el mal gusto, sino una divergencia a favor de la conciencia sobre la vida y sobre la soberanía de los cuerpos? ¿Y en qué se convierte esa causa cuando un clima epocal la reduce a un sistema legislativo que se limita a la asimilación, a la absorción y a la nulidad de todas sus diferencias a través de la integración homogénea de la convivencia forzada y la vacua diversidad en tolerancia?
Mel Gibson. ¿Qué significa hoy ser antisemita, republicano y cristiano en el corazón semita, demócrata y agnóstico de Hollywood sino una provocación rústica y efectiva a la comodidad del lugar común?
Estrellas que ponen su prestigio, su reputación y sus carreras al servicio de causas que hacen de su experiencia una auténtica cruzada contra el cliché. Esos son los genes que necesitan multiplicarse y crecer, aún desde la aberración in vitro, en el corazón de los albores de un nuevo siglo.