Por Juan Terranova
Para Erb, compañero en la minoría irónica.
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Seis meses después del atentado, Alicia Ann Lynch, de veintidós años y residente en Michigan, se disfrazó de víctima del maratón de Boston para Halloween. El disfraz era simple y eficiente. Una remera con un número y la palabra “runner” como suelen usar los maratonistas, zapatillas para correr, un pantalón negro y algunas marcas hechas con sangre falsa y maquillaje en la frente y las piernas.
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El atentado del maratón de Boston ocurrió el 15 de abril de 2013 en Boylston Street, cerca de Copley Square. Justo antes de la línea de meta estallaron dos bombas. Murieron tres personas. Casi trescientas sufrieron heridas. Las víctimas fatales fueron Martin Richard, de ocho años de edad, Krystle M. Campbell, la gerente de un restaurante de Medford, y Lü Lingzi, una estudiante de origen chino.
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“Con el atuendo completo, subió la foto a las redes sociales y así comenzó su infierno, ya que los usuarios no la perdonaron esta broma macabra y de tan mal gusto y sus empleadores tampoco, despidiéndola de su trabajo al momento” dice una nota sobre Alicia Ann Lynch en el portal de noticias de Yahoo. La nota tiene este título: “Joven vive un calvario tras disfrazarse de víctima del maratón de Boston.”
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Infierno y calvario. Una broma macabra y de mal gusto en Halloween. ¿Qué excusa le dieron los empleadores? ¿“Diablita sí, vampiro sí, monstruos varios sí, maratonista muerto durante el atentado no”?
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¿Y maratonista zombie?
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A continuación los usuarios de las redes sociales bajaron sobre Alicia Ann como helicópteros anabolizados en la selva de Vietnam.
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Buzzfeed y otros sitios usan la palabra “backlash” para describir lo que pasó. “Backlash” se podría traducir como “ajuste de cuentas.”
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Detalle nada menor: Alicia Ann es hermosa. Sus fotos mostrando las tetas u otras partes no menos sugerente de su cuerpo pueden verse recopiladas en varios portales de noticias. Las había subido hace meses a un Tumblr. Tanathos y Eros, entonces.
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En plena investigación colectiva, los usuarios encontraron la foto de un registro (“carnet de conducir”) que Alicia Ann había puesto en Twitter o Facebook. Ahí estaban sus datos. El hostigamiento y las amenazas se extendieron a sus familiares cercanos.
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“Hola, ¿sí? ¿Habla la madre de Alicia Ann? Llamo porque la puta de su hija se disfrazó de maratonista zombie y eso me parece de muy mal gusto. ¡Hay gente que sufre! ¿Puede alguien pensar en los niños?”
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Abrumada, Alicia Ann comenzó a darse de baja de las redes. Pero ya sabemos que es imposible en la lógica web, si uno estuvo, dejar de estar. Como si el flujo digital no se pudiera remontar, como si funcionara en un solo sentido. Una maratón de información zombie desplazándose en un sola dirección.
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Si es que alguna vez trascendió, nadie recuerda ya en nombre de qué se hizo el atentado de Bostón. Los atentados son cosas que ocurren. ¿Una bomba? ¿Dos bombas? Pequeños momentos de odio en el terso entramado del primer mundo. “Gente desquiciada abre fuego y dispara al azar en un supermercado y ¿qué hacemos? Limpiamos la sangre de los muertos y seguimos comprando.” Lo dijo una vez James Ballard.
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Alicia Ann recibió amenazas de muerte a través de Instagram. Al lado de los gatitos, el “te voy a matar” escrito en el espejo del baño, supongo.
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Aunque quizás haya una conexión que da la vuelta. Esa continua presión social.
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Presión social. Redes sociales.
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En su novela El camino de Ida, más de una vez Ricardo Piglia da como respuesta a los tiradores locos de los Estados Unidos la falta de un sistema gremial eficiente que defienda los intereses y contenga a los empleados. Yo no olvidaría que se trata de una sociedad protestante. La primera y más poderosa sociedad protestante del mundo. El que triunfa es querido a los ojos de Dios. El Cristo no sangra más en la cruz, esa barbaridad de la carne que adoran los católicos, ese carnaval de la sangre. Tampoco hay posibilidades de confesarse. Y luego está el culto a las armas, los desiertos, los negros, los hispanos, las fronteras, la paranoia.
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También hay disciplinamiento por el dinero. Tu casa está hipotecada. Tenés que trabajar para pagar tu vida. ¿Y si no quiero trabajar? ¿Y si quiero ser un maratonista zombie? ¿Hacia dónde debo correr?
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Halloween es el día de los muertos. Pero, ¿festejan Halloween los protestantes muertos que fracasaron? “Me han dejado mensajes de voz en los que me dicen que me quieren cortar la garganta, colgarme y arrancarme la cara” le dijo, por mail, Alicia Ann a Buzzfeed. «Tear off my face», como si se tratara de una máscara.
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Más allá de toda religión y genética moral, había una chica bella, voluptuosa y con un sentido del humor muy negro mostrando su cuerpo. Los insectos masturbatorios de las redes la denunciaron. ¿Cómo no iban a odiarla?
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Está en el corazón del siglo XX. Amas de Casa en Contra de Elvis. Menopaúsicas Organizadas para que Marilyn No Exista. Sociedad para la Prevención del Vicio contra James Joyce. Lo peor es que no son solo amas de casa y menopáusicas. A veces se trata de individuos en plenas funciones biológicas. No todo es culpa del resentimiento y la vejez.
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La clave es juzgar. Juzgar y condenar forman parte de nuestro instinto humano, de nuestro proceder como homo sapiens. Hay un goce ahí, un goce que persiste.
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Cuando juzgamos y condenamos, el otro muere y nosotros vivimos.
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El usuario de Alicia Ann en Twitter era @someskankinmi. Hoy está dado de baja, pero poniéndolo en el buscador uno accede a un largo rosario de insultos, arengas y denuncias.
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Hubo algunos tuits fantasmales de disculpas en su cuenta que Alicia Ann dijo no haber escrito. ¿Responsabilidad de un duende bueno?
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Ahora veo antiguas fotos de Halloweens pasados. Fotos de los años 20 y 30, hay inclusas algunas de fines del siglo XIX. Son hermosas. Fantasmas de tela, brujas de juguete. Algunas intimidan. Caras más deformes, máscaras menos ingenuas. Me gusta mucho un chico vestido de camisa y pantalones que se para amenazante frente a la cámara y levanta los puños. En una se ve a un cura o pastor dando la bendición a un payaso y a una matrona, mientras un testigo sostiene una cabeza. Muchas de estas imágenes podrían formar parte de un película de terror clase B como The Texas Chain Saw Massacre. Pero, por lo general, esos personajes rudimentarios o sofisticados nos generan ternura. ¿Por qué? Porque a la distancia entendemos el juego, percibimos el desdoblamiento.
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¿Les parecían de mal gusto y macabros a sus vecinos estos niños que se vestían de diablos y fantasmas, que se desfiguraban la cara con trapos agujereados o máscaras caseras? Probablemente más de uno haya producido un susto.
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“Su familia tampoco se libró de esta persecución, ya que los enfadados usuarios se enteraron de sus empleos y direcciones y se dedicaron a realizar llamadas amenazantes” dice la nota de Yahoo sobre Alicia Ann. Y después agrega: “Una de las verdaderas víctimas de la carrera, Sidney Corcoran, mostró su disgusto con Lynch, ya que su madre había perdido ambas piernas en el maratón.” El tuit de reclamo termina con la frase «You need a filter.»
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(Víctima verdadera. Momento. Si es la madre la que se quedó sin piernas, no es Sidney Corcoran la víctima.)
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Ese también es un excelente disfraz. La maratonista sin piernas que huye de la corrección política.
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“¡Su hijo está vestido como el diablo!”
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Para este mismo Halloween, dos hombres de Florida decidieron disfrazarse como George Zimmerman y Trayvon Martin. El primero era un “vigilante de vecindario” que asesinó al segundo, un adolescente negro.
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Comparados con los de Alicia Ann, estos disfraces son feos y burdos, poco ingeniosos. Greg Cimeno de veintidós años tiene puesta una remera que dice “vigilancia vecinal” para que se lo reconozca como George Zimmerman. William Filene de veinticinco tiene la cara pintada de negro y manchas de sangre para ser Trayvon Martin. Nada más. Acá el gesto es lo importante. El falso Zimmerman, imitando con sus dedos un revolver, apunta a la cabeza del otro. En el medio hay una chica identificada como Caitlin Cimeno. Al parecer ella fue la que subió la foto a Facebook con el epígrafe: “Feliz Halloween de Zimmerman y Trayvon.”
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La nota informa al pasar que William Filene, el falso negro, tiene un prontuario que incluye robo de autos. Trayvon Martin, el negro que murió baleado, había ido a comprar una gaseosa. En la foto entonces el criminal blanco se disfraza del inocente negro y asesinado. (Todo esto puede leerse en un sitio que se llama The Smoking Gun, nombre que no deja de tener su lógica.)
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Al parecer hubo quejas contra esta foto, pero no llegaron al acoso ni a la violencia que sufrió la desafortunada Alicia Ann. Nadie imaginó una maratón de negros asesinados por francotiradores escondidos.
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Y esto nos lleva a una pregunta de base, la única pregunta que vale la pena hacerse aquí: ¿Para qué nos disfrazamos? Agrego algunas más: ¿Qué es lo que dicen las máscaras que usamos? ¿Por qué hay placer en ocultarse, en ser otro, en ser otra cosa, al menos por una noche? ¿Qué es lo que recordamos el día de los muertos? ¿De qué nos reímos ese día?
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Mientras tanto, el cineasta y actor Roman Atwood montó un falso linchamiento cerca de la Universidad de Ohio entre la noche del 31 de octubre y del 1 de noviembre. En el video que filmó se ve un ahorcado en diferentes escenas. La gente se acerca y el colgado, como no está muerto, los asusta. El video de YouTube logró en dos días más de 2 millones y medio de visitas.
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Hasta donde sé, ninguno de los descendientes de los miles de cuatreros que se ajusticiaron en el territorio de los Estados Unidos de esa manera presentó una queja sobre el video.
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En el sitio de TN leo que Johnnie Mullins, un vecino de Mustang, Oklahoma, armó un festejo impactante para Halloween. Cuerpos de contextura mimética, vestido con ropa de rutina, aparecían mutilados, decapitados o bajo las ruedas de un auto. Alguien se asustó y llamó a la policía.
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En este caso la pregunta es por el realismo. ¿Cuánto realismo estamos dispuesto a aguantar? O mejor dicho, ¿cuánto realismo podemos llegar a desear? Quise ver el video que ofrece la nota pero usuarios anónimos lo denunciaron y YouTube lo dio de baja.///PACO