1. The Martian (Ridley Scott, 2015) transcurre entre el espacio, la Tierra y, como su título lo indica, en Marte. Pero no se estrenó en un vacío. Llegó al mismo tiempo que el ARSAT-2 a su órbita geoestacionaria; la misma semana que la NASA anunció el descubrimiento de agua (congelada) en el Marte real; el mismo año en el que New Horizons llegó a Pluton. En la misma época, en definitiva, en la que el interés por la Astronomía se reactiva a la espera de una posible nueva carrera espacial. Lo que pone en juego The Martian no es lo que encontraremos allá afuera: el único planeta en nuestro Sistema Solar capaz de albergar alguna forma de vida es Marte y, si la hay, probablemente sea microscópica. La película, en cambio, ilumina los resquicios interiores de lo que lleva el hombre hacia esos nuevos horizontes. Pista: es lo mismo que hay en la Tierra.
2. Algunos puntos a favor de The Martian: visualmente impecable, ideal para ir a ver en pantalla gigante bajo estados alterados. El guión es sólido y no pierde demasiado el ritmo a lo largo de sus 141 minutos. Scott evita los clichés a la hora de contar y de musicalizar (salvo cuando suena David Bowie, pero la referencia es ineludible). Se podría argumentar que la trama confía sobremanera en las soluciones mágicas, de último momento, en el deus ex machina. ¿Cuáles son las chances de que todo ocurra como ocurrió, de que todo salga bien? ¿Una en un millón, una en mil millones? La idea pierde sentido cuando recordamos que la existencia misma del ser humano, de vida inteligente, en nuestro propio planeta, es fruto de una serie de coincidencias que podrían no volver a pasar en un billón de años.
La película ilumina los resquicios interiores de lo que lleva el hombre hacia esos nuevos horizontes. Pista: es lo mismo que hay en la Tierra.
3. ¿Quién es Mark Watney, el héroe prometéico al que sus compañeros abandonan, a punto de morir, en un planeta desierto? La comparación con Jesús es tentadora: el protagonista, interpretado por Matt Damon, literalmente revive después de pasar una noche a la intemperie, además de sobrevivir a los meses de abandono. Pero no. Mark es perfecto. Mark es resiliente. Mark sobrevive. Mark reconstruye una base, readapta un vehículo de exploración, arma un vivero, planta sus papas. Mark coloniza Marte. Mark no se deprime. Y Mark hace todo eso, consciente de que la Tierra lo observa (o de que alguien, en algún futuro, podrá ver sus video-logs en YouTube), siempre bien predispuesto, presentable, y con una frase cool a mano. Jesús no era tan marketineable.
4. Elon Musk es un gran desconocido para la prensa tecnológica argentina, que se dedica, en mayor parte, a reseñar teléfonos celulares. Y es la persona que más chances tiene de cambiar la forma en que vivimos en los próximos 20, 50 y 100 años. Nacido en la Sudáfrica del Apartheid en una familia blanca, emigró a Canadá a los 17 años y logró estudiar en la Universidad de Pensylvania. En 1999 fundó X, una empresa de servicios financieros online que, tras fusionarse con otra llamada Confinity, pasó a ser PayPal. Dos años después, eBay la compró por 1500 millones de dólares, de los cuales Musk se llevó unos 180. En lugar de dedicarse a la vida cómoda del angel investment de San Francisco, nuestro héroe reinvirtió toda su fortuna en la fundación de tres empresas: Space X, cuyo objetivo declarado es abaratar el costo del viaje aeroespacial para hacerlo accesible a personas comunes; Tesla Motors, fabricante de autos eléctricos que revolucionó el mercado automotriz estadounidense; y Solar City, proveedora de servicios energéticos sustentables. Las tres empresas casi llevan a Musk a la quiebra. En 2008, Space X logró poner en órbita el primer cohete privado de la historia, el Falcon 1, lo que le valió un contrato con la NASA (que venía dependiendo de Rusia para llegar a la Estación Espacial Internacional) por 1.600 millones de dólares. Tesla Motors hoy está valuada en 25.000 millones de dólares. Un tiro, o tres, en mil millones, y salió bien.
5. Mark Watney no tiene familia. Ni esposa/o, ni amante, ni hijos. Ni siquiera amigos. Sólo en un momento parece recordar a sus antecesores («Si muero, díganle a mis padres que…»). ¿Qué es lo que lo mantiene con vida? Una respuesta posible sería la noción narcisista de saber que el mundo entero lo mira. Por eso cada una de sus frases a cámara está fríamente calculada. Como alegoría de las redes sociales, The Martian presenta una disyuntiva interesante: Mark puede hacer (construir, reparar, cultivar, viajar, explorar) o puede transmitir (hacia su archivo privado que quedará perdido en el espacio, o hacia la NASA). Una o la otra; las dos al mismo tiempo, no. Desde la tierra, el rol de los medios es entorpecer todo. La política full disclosure de la NASA obliga a tomar decisiones basadas en «lo que opinará la opinión pública», que sigue cada movimiento como si fuera un reality show. Millones de personas se reúnen en Times Square o frente a la TV para ver el regreso de Mark. Pero cuando hay que tomar las decisiones importantes, las cámaras se apagan.
The Martian lleva la Ciencia, con mayúscula, hacia una entidad caricaturesca.
6. The Martian lleva la Ciencia, con mayúscula, hacia una entidad caricaturesca. Si el film hubiese sido producido por Pixar, habría un personaje con forma de matraz de Erlenmeyer azul, con guardapolvo blanco, anteojos y pelos parados, que se llamaría Ciencia. Es la consecuencia inevitable de una década en la que la ciencia, o al menos su difusión masiva, se infantilizó, se redujo al mínimo común denominador, se transformó en meme, para el consumo masivo. El espíritu de I Fucking Love Science y las páginas de Facebook que sólo repiten macros y datos sin fuentes, muchas veces inexactos, inventados o simplemente falsos. Por eso Mark grita «I’m gonna science the shit out of this problem» (y el público festeja) a la hora de resolver un dilema. La ciencia como verbo. En lugar del tubo de ensayos, el personaje que encarna la idea-ciencia es Rich Purnell, el científico de la NASA que interpreta Donald Glover. No es coincidencia que Glover sea millenial, actor y rapero: Purnell es un nerd torpe (quirky, dirían en inglés), que toma café como si fuera agua, que se tropieza con las cosas, que tal vez sea levemente autista. En resumen, adolescente.
7. En la escena cenital de la película (oh, spoilers), Mark desgarra su traje espacial para que la diferencia de presión ante el vacío lo acerque hacia la nave madre. O algo así, no sé nada de ciencia (no leo suficientes memes) y para ese entonces ya van dos horas y diez minutos y a nadie le importa demasiado. Mark alcanza la mano de su comandante y se salva. Y con él, se salva la carrera espacial toda. Antes de hacerlo, en el último video que deja como registro en Marte, Mark anuncia: «Admito que es fatalmente peligroso, pero voy a poder volar como Iron Man». Basada en el comic homónimo de Marvel, Iron Man (Jon Favreau, 2008) cuenta la historia de un playboy millonario que construye un traje biónico para combatir al terrorismo. Es decir, el capital contra el mal. Tony Stark, interpretado por Robert Downey Jr. está «inspirado» en un tal Elon Musk. Que, casualmente, aparece en un cameo en el medio de la película. Pero Elon Musk no se parece en nada a Robert Downey Jr. Su pelo castaño claro corto, mandíbula ancha y ojos tirando a claros recuerdan más bien a la cara de un actor de su misma edad llamado Matt Damon.
¿Se acuerdan de Mars One? Lanzado en 2010, el programa «sin fines de lucro» prometía llevar al primer grupo de seres humanos a Marte
8. ¿Por qué el hombre (bueno, y la mujer; y tal vez los trans, no lo sabemos, seamos inclusivos) llegó al espacio? En primer lugar, porque está ahí. En segundo lugar, por una disputa política: la carrera espacial fue, en el principio, una competencia de medición fálica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Por algo la exploración interplanetaria se detuvo en los ’70, cuando se declaró al primero como ganador. Sin embargo, la política internacional figura sólo como una nota al pie en The Martian. Mientras la NASA debate cómo salvar a Mark Watney, China de repente ofrece, sin exigir nada a cambio, un cohete para la misión de rescate. Estados Unidos accede y todo sale de maravillas, sin ningún problema. En la vida real, Estados Unidos veta el acceso de China a la Estación Espacial Internacional. Y todos los meses aparece una nueva amenaza, a veces concretada, de cyberataque sobre agencias gubernamentales estadounidenses. ¿The Martian funciona en una realidad paralela donde la política internacional no existe? ¿O transcurre en un futuro alternativo en el que la diplomacia quedó supeditada al poder superior del capital?
9. ¿Se acuerdan de Mars One? Lanzado en 2010, el programa «sin fines de lucro» prometía llevar al primer grupo de seres humanos a Marte, y establecer una colonia para 2027. Los organizadores elegirían a 100 personas que llegarían al planeta rojo y, seguramente, no volverían. Una vida en el espacio exterior, dedicada a la ciencia, o al reconocimiento narcisista de ser los primeros en llegar. Hace unos meses, algunos participantes señalaron que el proceso de selección de los participantes estaba basado en quiénes aportaban más dólares a la causa. Luego denunciaron que los posibles astronautas eran incentivados a dar entrevistas pagas, siempre y cuando donaran el 75% de los ingresos a la cuausa. Mars One es, en definitiva, una estafa, un ponzi scheme interplanetario pensado para sacarle dinero a los incautos, usando el planeta Marte en lugar de un príncipe nigeriano.
10. En 1979, Ridley Scott tiene su primer gran éxito cinematográfico con Alien. La historia de un monstruo que diezma una tripulación espacial gracias a la orden de una empresa que los obliga a desviarse para acogerlo. Tres años después estrena Blade Runner, basada en el clásico de Philip K. Dick, Sueñan los androides con ovejas eléctricas. En la novela de Dick, el protagonista es un policía que se dedica a cazar androides, construídos por una megaempresa, que se mezclan con los humanos. Un Test de Turing de escala interplanetaria. En la primera, Scott establece que el monstruo es alienígena, y que también somos nosotros. En la segunda, los humanos determinamos quiénes son los androides, pero ¿qué pasa si nosotros también lo somos? The Martian puede verse como una simple película de ciencia ficción, o leerse como el anticipo de la futura conquista capitalista del espacio. Un futuro en el que el capital puro, encarnado en Mark Watney, o Matt Damon, o Elon Musk, minimice a los gobiernos, borre las diferencias políticas y se dedique, sin límites, a la colonización. Un mundo donde todo puede salir bien, por cálculos millonésimos y cifras millonarias. Un universo donde reine el capital como en la Tierra. En el espacio, nadie puede escucharte gritar. En la Tierra, tampoco////////PACO