Marion Fayolle es una ilustradora francesa, sub-30, autora de varios libros ilustrados, incluyendo novelas gráficas, que colabora con interesantes participaciones en diferentes medios -como XXI, Paris Mômes, The New York Times, entre otros- y que goza del reconocimiento de los más exquisitos críticos del arte editorial. El gran salto, la expansión en su carrera, sin embargo, se la debe a la web que facilitó la viralización de sus creaciones. Sus obras  actúan como escenas, tan bien representadas, que no necesitan texto para tomar la actitud de una viñeta. Según cuenta ella misma “el trabajo comienza con el deseo de una imagen, que a menudo se obtiene a través de una asociación entre formas y palabras en mi cabeza. Por eso digo que cuando escribo mis historias, en realidad, no escribo. Por ejemplo, creo que el vestido de una mujer tiene algo similar a una jaula de pájaros. Esa imagen en mi mente será la base,  como la primera palabra de la primera frase. Y luego, ya sé que necesito que la imagen cobre vida, entonces busco un fundamento para la existencia de esa jaula-vestido, y eso hará que otros personajes ya nazcan animados, con alguna reacción frente a esa situación”.

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Marion Fayolle es una ilustradora francesa, sub-30, autora de varios libros ilustrados, incluyendo novelas gráficas.

Con ilustraciones por demás agradables a la vista, sin un estilo pretencioso ni rebuscado, incluso se podría decir con dibujos que rozan lo aniñado, el trazo simple de Fayolle, no escatima provocación, ironía y humor. “La narración de mis historias fluye en forma de improvisación y de vivencia, porque lo que primero imagino luego trato de pensarlo desde mí, qué haría yo? Siguiendo el ejemplo del vestido jaula, qué haría si yo lo llevara puesto o qué haría si yo se lo viera puesto a otra persona? Convertirme en el personaje, me permite pensar en la continuación de la narración, y no por escrito, sino viviéndola, imitándola, visualizándolo.” Su gran triunfo es lograr graficar diferentes acontecimientos a partir de una identidad innegociable en su estética. El fondo blanco, el espacio elegido donde suceden la mayoría de sus historias coloreadas en tonos suaves y combinados, es su hábitat natural y en donde mejor se mueve. Las historias que nos entrega, por lo general, vienen de la mano de hombres y mujeres explorando y/o explotando su sexualidad, relacionándose, entre ellos y con el mundo, a partir de las energías del sexo que, aunque sea de manual vale decirlo, integran a las de ambos géneros. Por eso mismo, el arte que propone Marion Fayolle y el reconocimiento ganado llaman tanto la atención, porque irrumpe en este escenario universal que tiende a la “des-sexualización”, tendencia que solo pueden promover y avalar los espíritus del menor esfuerzo y ya veremos razones.

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Imponiendo al sexo como el gran protagonista y exponiéndolo en diferentes estados, también se nos invita a repensar el cuerpo.

Imponiendo al sexo como el gran protagonista y exponiéndolo en diferentes estados, también se nos invita a repensar el cuerpo. Por un lado, esa carne que llevamos puesta por la vida es nuestro límite interior, es la textura visible de la conciencia. Lo que ahí duele, lo que ahí transpira, lo que ahí da placer, lo que ahí genera un efecto siempre es un aviso, un grito sagrado que nos despierta o, valga la redundancia y lugar común, los que nos empuja a estar presentes en el presente. Y en una segunda instancia, es la elevación de esa conciencia poniendo al cuerpo como frontera con el exterior. Esa frontera nos permite direccionar y equilibrar el ida y vuelta constante como seres sociales que somos. Así tenemos a la piel como escudo energético, la piel como “alerta Google” filtrándonos los links que nos interesan. Lo íntimo y lo privado, una vez más, danzando frente a ese ojo inmenso y enorme que es el ámbito cultural que nos desarrolla y ahoga.

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La incomodidad que generan estas ilustraciones, contentando y descontentando a hombres y mujeres, lleva a otro plano la discusión de fuerzas.

La incomodidad que generan estas ilustraciones, contentando y descontentando a hombres y mujeres, lleva a otro plano la discusión de fuerzas. Un plano en el que todo está permitido y lo incorrecto se gambetea ridiculizando la falsa moral, la falsa causa, el falso empoderamiento, el falso espanto, en definitiva a los falsos discursos nuestros de cada día. Integrando escenas cotidianas, recursos naturales y atreviéndose a lo fantástico, visibilizando males y bondades por igual, Fayolle logra generar un lenguaje en la expresión corporal de sus personajes y en la apropiación que ellos ejercen sobre los cuerpos. Si “el lenguaje es un virus”, bajo estas circunstancias, el cuerpo también lo es. Y no parece descabellado, ambos son formas, así como nuestra concepción entera se viste de carne para ser cuerpo, lo que queremos decir se viste de lenguaje. Esa reciprocidad es la cuota poética que cae sobre cada una de las piezas de esta artista.

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Podemos definir a la confusión como un reseteo por actualización de datos. Confundirse es un empezar a reconocer, es ver algo que por lo general ya estaba ahí.

Mis personajes son objetos, juguetes o títeres, por eso no tienen voz. Ellos encarnan ideas y conceptos, le ponen el cuerpo a diferentes teorías”, declaró en el 2011 cuando presentó el libro L’Homme en pièces. El cuerpo como el lenguaje, entonces, se puede romper y corromper. Sus protagonistas se pueden dar el lujo de transitar por las historias despedazados, sin sangrar ni padecer, sin reírse ni llorar, emulando diferentes situaciones pero no así emociones. Despedazan sus partes para unir otras. No llevan consigo cargas sentimentales, al menos no de modo contundente, por eso nunca llegan a construir un sentimiento único. No olvidemos que el gran protagonista es esa fuerza natural, llamada entre los mortales, sexo. “Nadie podría creer sobre qué tratan realmente mis dibujos, a veces ni yo creo lo que vuelco ahí pero me asombra cuando alguien se limita a verlos como lindos o dulces”. Gran punto para Marion que se guarda las explicaciones, porque este mundo no necesita artistas explicando su obra, necesita artistas que confundan.

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¿Todo el tiempo nos hacemos responsables de esa elección, nos comprometemos con lo elegido?

Podemos definir a la confusión como un reseteo por actualización de datos. Confundirse es un empezar a reconocer, es ver algo que por lo general ya estaba ahí (dentro del límite interior del cuerpo) pero que necesitaba una forma para poder ser identificado (lo que nos muestra el cuerpo desde esa frontera con lo exterior). En la confusión siempre asoma una verdad vieja y otra verdad por conquistar, en el proceso de una hacia otra nos espera una nueva visión. El acomodarnos en lo incómodo, el qué hacemos con lo qué nos pasa, todo lo qué viene detrás de una decisión por afirmativa o negativa, incluso por decantación o estática, es esa parte negada de la libertad que genera las carencias que luego se proyectan en discursos banales. Lo cierto es que todo el tiempo estamos eligiendo. ¿Todo el tiempo nos hacemos responsables de esa elección, nos comprometemos con lo elegido?

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Lo que nos distingue, entonces, seguirá siendo lo que nos une pero también lo que nos mata.

Lejos entonces de las fantasías, estas piezas surrealistas vuelven a poner el foco en lo primigenio, haciendo que desde ahí la realidad nos vuelva a demostrar que su mejor elixir lo recibimos cuando reconocemos que libertad y compromiso se parecen tanto, tanto como para confluir en igualdad. No llama para nada la atención que encontremos en la obra de Marion Fayolle esa invitación borgiana de “ver con ojos nuevos” y que, ese nuevo ver, en este mundo de hoy, nos haga ubicar los ojos en nuestros genitales. Mirar desde la energía que nuestro sexo nos brinda no nos deja escapatoria a ser lo que somos, con todo lo que eso implica y requiere, enraizándonos en el mundo animal, encontrando ahí la diferenciación más importante de cara a un futuro no lejano: las máquinas nunca serán nosotros, nosotros nunca seremos las máquinas pero eso sí, probablemente, hombres, mujeres y máquinas entremos todos en un “nosotros”. Lo que nos distingue, entonces, seguirá siendo lo que nos une pero también lo que nos mata//////PACO