La primera vez que entré al cuarto oscuro aún no tenía edad para votar. Había acompañado a mi papá y, como él era amigo del presidente de mesa, este le preguntó si no quería pasar conmigo. Lo primero que me llamó la atención fue que el cuarto oscuro no era tal. Si bien las ventanas del aula estaban cubiertas con papel, la claridad de la mañana entraba sin pedir permiso. Lo segundo fue que mi papá sacó una tijera de su bolsillo y, como un peluquero que calienta sus dedos, dio un par de tijeretazos en el aire para luego separar dos de las boletas que había tomado de la misma mesa. Cuando salimos, lo consulté y me respondió que “oscuro” no hacía referencia al hecho de que uno vea o no dentro de él, sino a que no se vea nada desde afuera (“Cuarto opaco sería un mejor nombre”, me dijo). También me explicó que no hacía falta votar a todos los candidatos de un mismo partido; uno podía votar, por ejemplo, a los de uno para senadores y los de otro para diputados, si así lo creía conveniente. Archivé la conversación en mis recuerdos y, una vez en casa, abrí el libro que estaba leyendo en la página exacta que marcaba el señalador. Eran  cuentos de Isaac Asimov y el siguiente por leer era casualmente Sufragio universal.

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Torello dice: “…la boleta electrónica es una boleta que simplemente se imprime y que eventualmente tiene un mecanismo para que el recuento en las urnas de cada escuela pueda hacerse en forma electrónica o con inteligencia artificial”.

Volví a recordarlo, y con él aquella mañana de votación, cuando en estos días leí cierta declaración de uno de los asesores del presidente. Huelga decir que el país está en el medio de un debate acerca de si usar o no voto electrónico y que cualquier persona con conocimientos técnicos y opinión no condicionada optará por el no. ¿Qué más, entonces, se puede decir sobre voto electrónico que no se haya ya dicho? Voy a intentar responder con algo de ficción especulativa. En la declaración, mostrando saber poco del asunto, Torello dice: “…la boleta electrónica es una boleta que simplemente se imprime y que eventualmente tiene un mecanismo para que el recuento en las urnas de cada escuela pueda hacerse en forma electrónica o con inteligencia artificial”. ¿Para qué necesitaría de IA un sistema de voto electrónico? ¿Para qué podría utilizarse? Hagamos el ejercicio intelectual de pensar que el político no mencionó el término por puro desconocimiento sino que, por el contrario, es conocedor de un plan a largo plazo. Una de las cosas que puede hacer un programa de IA es analizar un conjunto de datos, detectar patrones y, a partir de ellos, sacar conclusiones. Por eso, el relato de Asimov se me hizo presente. Para quienes no lo hayan leído, voy a recordar las partes fundamentales: el cuento describe una sociedad del futuro en el que las elecciones se llevan a cabo con la votación de una única persona; ¿cómo es esto posible? Uno de los personajes nos lo explica. Cuenta que en el pasado, a veces, llevaba toda la noche contar los votos y todo el mundo se impacientaba. Por ello, se inventaron máquinas especiales, capaces de comparar los primeros votos con los del mismo lugar en años anteriores y así predecir cómo resultaría la votación en su conjunto para esa región. Las primeras computadoras, nos dice, eran mucho más simples que la actual y poderosa Multivac (así llama Asimov a una IA central presente en varias de sus historias). Pero las máquinas fueron haciéndose cada vez más potentes y capaces de indicar cómo resultaría una elección a partir de menos y menos votos. Por fin, se llegó a Multivac, que puede preverlo a partir de un solo votante. Este ni siquiera vota directamente, sino que la computadora le hace algunas preguntas para “capturar el factor humano”.

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Las máquinas fueron haciéndose capaces de indicar cómo resultaría una elección a partir de menos y menos votos. Multivac puede preverlo a partir de un solo votante.

¿Suena a ciencia ficción? Obviamente lo es, pero así como muchas veces la realidad supera a la ficción, otras la copia. Para revestirse de un halo de transparencia, algunos sistemas de voto electrónico prevén el recuento manual. ¿Alguien realmente cree que una vez que nos acostumbremos al recuento electrónico se hará el manual? ¿Quién verifica las cuentas a mano luego de hacerlas con la calculadora? (y, sin embargo, las calculadoras se equivocan). Y una vez que el recuento sea solamente electrónico, ¿cuánto va a pasar hasta que alguien proponga una optimización como la que avizora Asimov? ¿Será tarde para oponernos? ¿Querremos acaso hacerlo? El cuento, que sigue los días del votante de ese año, termina de esta manera: “Sí. De pronto, Norman se sintió orgulloso, lleno de energía. Ufano y arrogante. En este mundo imperfecto, el pueblo soberano de la primera y mayor Democracia Electrónica había ejercido una vez más, a través de Norman Muller (a través de él), su libre derecho al sufragio universal”. Un comentario final. Antes de enviar este artículo, se lo mostré a varios expertos en el tema. Uno me dijo: “Me preocupa que, además de entenderse como un artículo en contra del voto electrónico, se interprete como un artículo en contra del uso de tecnología en el recuento, algo que en principio, si se hace bien, no sería un problema”. Cumplo con la aclaración//////PACO