Los Visión es una novela gráfica del universo editorial Marvel recientemente publicada en nuestro país por la editorial OvniPress. Esta historia, escrita por Tom King y dibujada por Gabriel Hernández Walta, obtuvo en 2017 el Premio Eisner a la mejor serie limitada, un reconocimiento que significó para King el salto al estrellato más tarde consolidado con su fichaje por parte de DC Comics como guionista principal a cargo de la serie regular de Batman. Pero estos datos serían puramente anecdóticos de no ser por el hecho de que estamos hablando del escritor de historietas más importante de una industria que, en los últimos años, tuvo una de las expansiones comerciales y culturales más grandes en su historia.

Apenas como mapa general, conviene tener en cuenta que Visión es un personaje del cómic Avengers, el grupo de superhéroes cuya última adaptación cinematográfica en manos de Marvel Studios está a punto de convertirse en el estreno más exitoso en la historia del cine, mientras que la serie regular del cómic Batman, de frecuencia bisemanal, vende unos cien mil ejemplares por número solo en su país de origen. Pero la trascendencia de Los Visión no descansa únicamente en la habilidad de King para contarnos y vendernos historias sino, ante todo, en la resonancia de las preguntas que plantea.

Por medio de la absurda e improbable figura de un robot angustiado, King desnuda la idea de que bajo el temor social a ser reemplazados por máquinas, como sugieren los más recientes procesos de automatización industrial en el mundo, lo que se esconde es otro terror mucho más profundo: el miedo a habernos convertido nosotros mismos en máquinas desde mucho antes. ¿Acaso es tanto lo que nos diferencia de esos autómatas que repiten día tras día la misma rutina insípida hasta que su vida útil se agota para languidecer en la obsolescencia de la senectud?

La trama de Los Visión tiene lugar en una típica comunidad del suburbio estadounidense, rebosante de tecnócratas adormilados y sobremedicados. En otras palabras, empleados perfectos que durante el día cumplen su rol en la burocracia estatal mientras que en su tiempo libre deambulan por sus casas bajo la forma de fieles clientes del mercado de los psicofármacos y los tranquilizantes. Es esta tibia monotonía la que se ve interrumpida por la llegada de una nueva familia. Los Visión son “sintezoides”, es decir, robots antropomorfos e hiperconscientes con un pujante deseo por encajar y ser aceptados. Sin embargo, su piel rojiza, brillante y biselada, y sus ojos en forma de un par de cuencas de luminosidad vacía, no dejan duda respecto a su condición. La pregunta inicial que plantea Tom King es evidente: ¿acaso los Visión no son también personas? ¿No es el deseo y la voluntad de vivir entre humanos lo que funda nuestra humanidad?

La novela familiar de los Visión, por otro lado, es tan particular como la de cualquier otra familia. Visión fue creado por el archivillano Ultrón, a quien traiciona para unirse a los Avengers, donde conoce y se enamora de Wanda Maximoff, también conocida como La Bruja Escarlata. Pero debajo de este relato, a primera vista algo chato e infantil, se esconde otro conflicto más real, que nunca deja de retornar y cuyo carácter trágico el registro hiperbólico y kitsch de la historieta no hace más que acrecentar: luego de años de una turbulenta relación sentimental, Wanda se separa de Visión. Y es por eso que el sintezoide, emulando el mismo proceso por el cual Ultrón lo había traído al mundo, crea una nueva esposa a imagen y semejanza de Wanda.

Verónica, como Visión bautiza a su esposa, está dotada con los recuerdos implantados de La Bruja Escarlata. Y a partir de ahí, la transformación final de Visión en un auténtico pater familiae se completa con la creación de Vic y Vin, una pareja de hermanos adolescentes que cumplen el rol de hijos, y el perro Sparky (Chispitas), la mascota de la familia.

En la misma tradición de los cuentos de Ray Bradbury y La dimensión desconocida, King trabaja sobre la tradición de lo siniestro introduciendo un elemento de extrañeza sobre nociones tan habituales como la familia y el amor de pareja. Desde ya, la lectura superficial de Los Visión nos dejaría varados en la temática de la relación con la alteridad: la familia de color (esta vez rojo) que llega al barrio residencial acomodado y es mirada con recelo por sus vecinos blancos. De hecho, esta lectura es la más repetida por los centenares de youtubers y podcasts dedicados a las historietas que circulan por internet. Pero en realidad King enfrenta a los lectores a un miedo más sutil y real: la familia Visión no es rechazada visceralmente por sus vecinos porque sean unos “extranjeros” a la exacta medida de la xenofobia y el racismo que agitó durante los últimos años Donald Trump en los Estados Unidos; por el contrario, la familia Visión es rechazada porque funciona precisamente como un espejo impiadoso que pone a cada uno de sus vecinos (y a nosotros) ante la imagen terrorífica del desierto de lo uniforme.

¿Pero cómo funciona ese espejo? A medida que su historia avanza, la llegada de los robots supone para la próspera comunidad del suburbio el espectáculo del colapso de su propia ilusión colectiva de libertad: son ellos, los vecinos prototípicos entre los que la familia Visión desea vivir en armonía, quienes cargan con la intolerable noción de que repiten siempre lo mismo y son todos iguales. Como títeres en un espectáculo dantesco, sus vidas se revelan como una rutina tan preestablecida que ni siquiera necesita de su consentimiento para continuar. Es por eso que si en vez de un cómic Los Visión fuese un capítulo de La dimensión desconocida, la escena final nos mostraría a cualquiera de estos vecinos en la tranquilidad de su habitación peinándose frente al espejo, para de pronto posar la mirada en sus propios ojos y gritar desesperadamente. En ese punto, la siniestra voz en off del narrador nos explicaría lo evidente: este pobre diablo ha caído en la cuenta de que, pese a su aspecto humano, tanto él como su familia son también robots.

Si este relato es un tanto perturbador, la historia personal de su autor le añade otra capa de extrañeza. Tom King empezó su carrera como guionista a finales de los años 90, después de terminar sus estudios universitarios en Historia y Filosofía. Pero luego de unos años como pasante en DC Comics y Marvel, su carrera dio un giro inesperado: tras los atentados a las Torres Gemelas en septiembre de 2001, King decidió que quería ingresar a la CIA, donde trabajó hasta 2010 cumpliendo funciones en territorios tan conflictivos como Irak. Sobre lo que Tom King vio durante sus años como agente de inteligencia tal vez no haya que ponerse demasiado conjetural: la tortura, el engaño y la violación sistemática de derechos humanos son la moneda corriente en esa línea de trabajo.

Lo sorprendente es que el rechazo inicial que cualquiera podría experimentar ante estos antecedentes se choca de frente con la complejidad de los personajes que el mismo King presenta en sus trabajos como guionista. En sus páginas, las figuras masculinas supuestamente fuertes, casi invencibles, se nos presentan llenas de matices, agobiadas por la duda y el hastío ante lo absurdo de sus vidas. Este rasgo, que podríamos definir como el sello distintivo de King, les aporta a los personajes del canon de la historieta una complejidad poco habitual. Sin ir más lejos, el Bruce Wayne al que le dio forma al guionar la vida de Batman en DC Comics está tan humanamente fallado y agujereado que llega incluso al intento de suicidio, razón por la que el arco histórico de su Batman estuvo rodeado por la polémica desde el comienzo. La apuesta de King llegó a tal punto que a pocos meses de completar el final, la serie regular de Batman estuvo al borde de la cancelación oficial por parte de DC Comics, aunque luego de la polémica se decidió solo acortar la trama para anticipar el cierre.

El poder que hace de Visión un superhéroe digno de los Avengers es la capacidad de modificar voluntariamente el estado de la materia que lo compone. Esto le permite, entre otras cosas, volar, atravesar objetos sólidos y ejecutar su golpe maestro: un puñetazo con el que atraviesa el cuerpo de su enemigo para rematerializarse en su interior y destruirlo por dentro. De la misma manera, las historias de Tom King atraviesan al lector para recomponerse luego en una trama densa y compleja, capaz de arrancarlo del confort de los clichés y los relatos superficiales. Es con esta maniobra que Los Visión nos muestra las dos caras de un mismo problema: el deseo por adaptarse y el inevitable sentimiento de alienación que lo acompaña.////PACO