Aunque es muy pronto para hablar de los mejores, porque el fútbol es una disciplina cambiante y el Mundial tiene severos condicionamientos astrológicos que la humanidad aún no domina, sí se puede hacer un pequeño balance, antes de que empiecen los terceros partidos, acerca de cuáles son los peores equipos del Mundial. Aquellos que nos hicieron pasar una mala tarde, que no debieron haber clasificado, que defraudaron o que simplemente son horribles y vergonzosos.

De esta nómina, el Alto Consejo de Estudios Futbolísticos de la Fundación Para el Desarrollo Tecnológico y la Poesía Anticapitalista Instituto Ricardo Forster ha dejado afuera a España e Inglaterra. Si bien ambas selecciones decepcionaron, lo hicieron en su ley, y es tanta la alegría que brinda su pronta eliminación de esta Copa del Mundo –como le gusta decir a Vignolo- que no merecen ingresar ni siquiera en esta lista negra.

España mostró una formación genuflexa y de espíritu antideportivo. Se quedó afuera sin pegar una patada –a excepción del bueno de Sergio Ramos- y dejó bien en claro al mundo que su anterior título fue una curvatura tempo-espacial, un error del universo, y que, al ritmo de su decadencia económica y social, la importancia de su liga de fútbol otra vez se medirá en función del dinero sucio que invierten en contrataciones ridículas a “estrellas” extranjeras. O quizás me equivoque y hay una nueva generación de jugadores españoles que intentará jugar como la Holanda de Cruyff. El pronóstico es incierto. Lo concreto es la tristeza que produce un país que intentó hacer un buen fútbol y gastó mucho dinero en beneficio del show haya terminado de manera tan humillante.

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En caso de Inglaterra es similar. Habiendo ganado un solo título mundial en 1966, y en calidad de país organizador ayudado por arbitrajes polémicos, Inglaterra dio pena, como lo viene haciendo en cada Mundial. No es que haya jugado mal; claro que esto no le interesa a nadie tratándose de una eliminación en primera ronda. Inglaterra jugó correcto, tuvo buenas intenciones, pero quedó sumida en la intrascendencia a la que tiene acostumbrado al mundo. Otro país que importa “cracks” al interior de un campeonato lastimoso, con valores locales que ni siquiera pueden superar a Uruguay, y no sólo eso, sino que son humillados por el mejor jugador uruguayo. También es una historia demasiado triste, creo que a Inglaterra le hubiera convenido no clasificar nunca al Mundial. Los millonarios árabes o rusos que regentean sus principales equipos deben estarse haciendo serios cuestionamientos.

Es hora de empezar con la verdadera lista. Creo que Camerún es el país que merece encabezarla. Con un técnico alemán –ningún país con técnico extranjero debería salir campeón jamás- y con jugadores que casi se toman a golpes de puño entre sí en medio de un partido –el pintoresco Assou-Ekoto y Benjamin Moukandjo-, con Eto’o lesionado y anciano, un arquero muy malo que milita en el Konyaspor turco, y un mediocampo intrascendente, Camerún vino al mundial de paseo. Creo que los dirigentes que terminaron arreglando su situación contractual y así evitaron la medida de fuerza de los jugadores con pocos días de anterioridad al Mundial deberían pedirles que les devuelvan el dinero. Camerún, como la mayoría de los países africanos, es un lugar irreal para occidente, depositario de terrores y fobias. Piropear está muy mal, pero nadie habla de los derechos humanos de nuestros hermanos en África. Ni siquiera los listillos de la Revista Vice se le animan al continente negro; es una incógnita. Con seguridad estos jugadores tendrán sus motivos para haber jugado horrible, pero podrían haber hecho otra cosa. Dar un espectáculo lamentable, retroceder en el prestigio futbolístico, regalar puntos a México, pelearse entre sí, y expresar en el campo de juego la arquitectura sensorial de una sociedad en guerra civil permanente parece algo demasiado sutil como medida de protesta. Así no, Camerún, para exhibir tus limitaciones no hubieras venido al Mundial, tus limitaciones nos agobian y nos aburren. Ni siquiera les podemos dar un like penoso en Facebook.

El segundo equipo horrible es Grecia, y comparte su lugar con Bosnia Herzegovina. Nadie va a poder pedir más equipos europeos en una “Copa del Mundo” –como le gusta decir a Vignolo, es lo más lindo que hay- después de haber visto a estos dos fiascos que ya fueron eliminados. Puede ser que a Grecia, como comenta Mavrakis, no le interese el fútbol y padezca la competencia alumbrada por la sombra de sus aportes inconmensurables a Occidente. Sin embargo, lo que mostró Grecia hasta ahora nos hace desconfiar de la continuidad entre la Grecia antigua y la actual. Los atletas griegos, al menos por el relato que nos hace Hollywood, conocían el honor y la vergüenza deportiva. Nada más alejado del juego burocrático que despliega el equipo heleno. Quizás se pueda rescatar a Giorgos Samaras, un tipo alto y habilidoso que se parece a Oscar Fariña y juega mejor que muchos argentinos. Pero es demasiado poco, y su estrella Kostas Mitraglou, que milita en el glorioso Fulham de Inglaterra, envió un parte de ausente. Viendo jugar a Grecia uno entiende como el Chori Domínguez se lució en su liga local: hermanos griegos, ustedes me simpatizan, pero hubiera preferido que no clasificaran al Mundial. Algo parecido ocurre con Bosnia. Un equipo sin alma, que demuestra que los efectos de la guerra en el espíritu colectivo pueden ser demoledores. Bosnia es un equipo adormecido que tira centros a la cabeza de Dzeko y quedó afuera frente a la selección más pobre que haya presentado Nigeria en los últimos cuatro mundiales. Su disposición es la de un conjunto de oficinistas que juegan porque la empresa los obliga a jugar para conseguir team building, quizás algún día de franco.

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Otro equipo inexplicable es Honduras. Lo particular de esta selección es que opera como la contracara de Costa Rica. Si Costa Rica llegó como una cenicienta que pegó dos batacazos y en base a disciplina, organización y orgullo deportivo ya está en octavos de final, Honduras es un equipo que nunca creyó en sus posibilidades, se dedicó a pegar y tras dos partidos lamentables ya prepara las valijas dondequiera que quede su concentración. El fútbol hondureño nunca recordará a Andy Najar, a Carlo Costly o a Emilio Izaguirre. Un equipo de relleno que mostró lo peor de la improvisación, el amarretismo, la falta de nivel y de concepto futbolístico que se haya visto en este Mundial. Ni siquiera vale la pena invertir más caracteres en Honduras.

Rusia es otra selección que ya está prácticamente eliminada. Dirigida por Fabio Capello, y con un plantel que juega íntegramente en su liga local, lo de los rusos se sustenta en un juego ordenado pero soporífero, con un solo delantero, sin movilidad, sin sorpresa, sin una buena defensa, con un arquero demasiado nervioso. Un equipo con escaso sentido de la oportunidad. Empató de milagro con la mediocre Corea del Sur, y perdió con Bélgica quizás sin merecerlo del todo. Rusia es un equipo que expresa la occidentalización forzosa y materialista de una sociedad que en algún momento se creyó destinada a grandes cosas, donde la sombra de la uniformidad se apelmaza en casa pase, y la vergüenza de poseer un DT extranjero hace cortocircuito con el nacionalismo. Rusia no es peor que Japón o que Corea del Sur, pero lo aterrador es justamente eso. Otro equipo en franca involución. Es como si el fantasma de las televisaciones correctas y los ritmos marciales de la FIFA hubiera aplanado cualquier sesgo de individualidad o de particularidad que pudieran tener estos equipos, que no tienen figuras, no tienen alma y no tienen repentinización, y por eso, al carecer además de una tradición futbolística sólida y de un plantel con el necesario roce internacional, deambulan por el campo de juego, representando un libreto cuyo final todos conocemos: la intrascendencia y la eliminación. Corea del Sur ya tuvo su primavera en el mundial 2002, con un digno tercer o cuarto puesto, en casa y dirigida por Guus Hiddink. Lo mejor que mostró Japón en este mundial es el robot que le atajó un par de penales a Messi. Rusia, en cambio, va a organizar un Mundial, y deberá improvisar algo para no hacer un papelón.

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Finalmente, Argentina está entre los peores equipos que mostró esta Copa del Mundo, cumplidos dos partidos por equipo. La gran paradoja es que Argentina está clasificada; ganó los dos partidos y jugará los octavos de final, aunque no queda claro si clasificará en primer o en segundo puesto en el grupo. Argentina es un equipo lento, moralmente dopado, impreciso, mal parado, sin alma. Es el peor equipo que Argentina presenta en un Mundial desde 1974, quizás sólo equiparable con el fiasco de Marcelo Bielsa en 2002. Con una defensa insegura, sin marcadores de punta que puedan sorprender o ejecutar un centro con mínima dignidad y con centrales titubeantes, con un Di María mediocre que erra todos los pases y choca con los adversarios haciéndonos acordar al gratamente ausente Tévez, un Agüero penoso que toca dos pelotas por partido y las toca mal,  un Higuaín que directamente no entra en juego salvo un pase atrás por partido, y un Messi fastidioso que desaparece, no se compromete con el juego, refunfuña, se deprime y luego hace un gol que por ahora nos viene salvando. Tengo una hipótesis: los jugadores tienen miedo. La extrema lentitud, la falta de cambio de ritmo, lo predecible del armado de juego, son una sobrereacción de tranquilidad impostada frente al tremendo miedo que sienten estos millonarios que no ganan nada en la selección hace aproximadamente diez años. Se creyeron eso de que son candidatos y están paralizados.

Si Argentina hubiera estado en otro grupo ya estaría eliminada, pero la gran paradoja es que aún tiene posibilidades de ser campeón, en un Mundial donde sólo Holanda ha tenido cierta regularidad. Este equipo argentino tiene sin embargo una sintonía particular e involuntaria con algunos procesos sociales del desenmascaramiento que el kirchnerismo ha venido a ejecutar. Nos muestra que la publicidad es una farsa que nos toma por idiotas, que el periodismo deportivo es otra farsa aún mayor porque oscila entre decir la verdad sobre un desastre y mantener la ilusión y con ella el negocio, que Julio Grondona es un inepto, que las estrellas argentinas salvo Messi son jugadores del montón, que cualquiera puede jugar en el Manchester City y las ligas extranjeras son un bluff, y que los argentinos que viajaron a Brasil y aparecen en la tele necesitan urgente un sentido en sus vidas. Sin embargo, Argentina, que naturalmente debería quedar afuera en octavos de final, puede salir campeón. Es un equipo horrendo con chances. Claro que lo lógico sería que Gago y Mascherano, dos jugadores en el ocaso de sus carreras –Mascherano viene dando vergüenza desde hace tres mundiales; a Gago lo padecimos en Boca mientras erraba pases y se peinaba-, salieran del equipo junto al intrascendente Agüero. Que Sabella forme un mediocampo más joven, con Augusto Fernández, Lucas Biglia y Ricardo Álvarez –Enzo Pérez es una variante, a este punto hemos llegado-, con Messi, Di María e Higuaín para cerrar la formación. Claro que todo el mundo es DT y que es más probable que Argentina gane el Mundial con un gol imprevisto de Messi en cada partido antes que el mediocre de Sabella introduzca una cirugía mayor en este fiasco. Mientras tanto, el buen hombre que vende videos y camisetas de la selección sobre una manta frente a la puerta de mi casa luce cada vez más preocupado/////PACO