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I
Un juego de pinzas se compra por internet. No tiene un costo mayor a los cien pesos. Un juego de pinzas sirve para muchas cosas. La más elemental: abrir candados y cerraduras. No necesariamente las más sofisticadas. Sí las más comunes. Candados de bicicletas, lockers, puertas de servicio, trabas para volantes, puertas de auto, candados de bauleras y depósitos. Un juego de pinzas puede abrir esa basura realmente en pocos minutos. Lo que hace falta es práctica. Internet provee.

II
Cómo llegué al mundo de los juegos de pinza es la pregunta irrelevante. La pregunta de la gorra. Tengo amigos. Tengo muchos amigos. Todo lo que parezca ilegal es la parte de ficción de esa otra ficción que los periodistas bobos llaman periodismo de no-ficción. Lo importante  es practicar. Cada pinza está diseñada para vulnerar un tipo particular de cerradura. Y no hay cerradura que no sea vulnerable.

Se deben usar las dos manos y un buen maestro en el lock picking no se lanzaría a la acción sin entrenamiento previo con un cronómetro. Cualquier imbécil puede abrir un candado forzándolo o destruyéndolo. Cualquier bruto puede comprar una pinza y cortar. Pero un juego de pinzas abre las puertas de un mundo de elegancia. El lock picking es el arte de vulnerar candados de bicicletas, lockers, puertas de servicio, trabas para volantes, puertas de auto, candados de bauleras y depósitos para después cerrarlos. Lo que ocurre entre esos dos episodios clave del lock picking son exclusiva responsabilidad del usuario.

III
Lo que suele revelarse al abrir aquello cerrado por otro es cierta sensación de transgresión. Las pinzas tienen la virtud de convertir esa sensación banal en algo más interesante: impunidad. Esa es, por otro lado, la verdadera sensación del poder. ¿Métodos para impedir que un juego de pinzas en las manos adecuadas abran lo que se consideraba cerrado? Por ahora, ninguno verdaderamente efectivo. Conozco a una persona que suele inutilizar las cerraduras de sus enemigos usando pegamento. A eso lo llama aplicar la medicina. Es una medicina paliativa, claro. Casi una forma ligera de eutanasia. Hay quienes prefieren sacrificar una cerradura y pagar lo necesario a un cerrajero, llegado el momento, antes que vivir expuesto a la vulnerabilidad. Una minoría drástica y sin representación. Demasiado marginal. Demasiado extrema.

IV
Esta sigue siendo la parte de ficción de la no-ficción (la parte no-ficción de la no-ficción es cuando aparecen las descripciones climáticas). Conozco a alguien con amor por las bauleras. En especial si son ajenas. Las bauleras son espacios desérticos. Depósitos sentimentales donde descansan aquellas propiedades que el tiempo vuelve cada vez más olvidables y prescindibles. La clase de objetos cuya extracción nadie notaría jamás. Las expensas de cualquier edificio de mediana categoría contempla la existencia de esos lugares, pero no les otorga mayor cuidado ni vigilancia. La desidia es comprensible: las bauleras son geriátricos de objetos. El lugar donde se los abandona para que el tiempo se ocupe de extinguirlos. Ese estado de situación físico y moral representa un territorio virgen para el lock picking. Por otro lado, las posibilidades de que aquella materia olvidada sea devuelta a la vida para continuar su existencia en un plano más comercial que sentimental son bastante altas. Mercado Libre es el Paraíso de las mercancías olvidadas en varios sentidos. Lo que se libera al otro lado de un candado, además, tiene mejores expectativas que cualquier viejo olvidado en el asilo. Esta es una lección que no comentan en YouTube pero que se percibe en la práctica. ///PACO