¿Qué tienen en común Ella, una adolescente neozelandesa; Li, una veinteañera sueca; y Lizzy, otra veinteañera estadounidense? Las tres son cantantes y son populares, sí, pero ¿por qué lo son y qué significa que lo sean? Es decir, ¿es posible encontrar en la música pop un reflejo de las oscilaciones políticas y sociales de su entorno? ¿Hasta qué punto la música pop define a una sociedad y en qué momento es la sociedad misma la que produce sus propias estrellas? Lorde, Lykke Li y Lana Del Rey, respectivamente, son los nombres artísticos de esta singular tríada de mujeres. Autoras y personajes a la vez de su propia vida, cada una de ellas representa, a su manera, muchos de los deseos y las frustraciones de la generación de los llamados millennials. Hay en ellas, sin embargo, cualidades que sobrepasan la superficialidad generalizada del pop y las convierte en agentes extraños de un sistema desgastado.

Linaje común

Esa máquina de hacer dinero, frívola y carente de ternura, como muchos piensan que es la música pop, tiene una historia más complicada de lo que podría creerse. El pop es, sobre todo, un género que apela a las ideas y a las emociones de una generación, y no, simplemente, a las de una masa de consumidores. Madonna y Michael Jackson, quienes alguna vez ocuparon el muy merecido trono de la música pop y la devoción de personas en todo el mundo, son ahora dignos desaparecidos en combate, hologramas respetados e imitados. Sus herederos inmediatos (Britney Spears, Christina Aguilera, Justin Timberlake), surgieron como príncipes manufacturados por Disney y supieron sobrevivir de buena forma en esa sima que fue el cambio de milenio.

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El pop es un género que apela a las ideas y a las emociones de una generación, y no, simplemente, a las de una masa de consumidores.

¿Qué hizo de Madonna una estrella pop? A decir del filósofo y ensayista Luis Diego Fernández, Madonna encarnaba un dandismo contemporáneo y reunía todos los elementos de su lógica: “El estilo (mutante), la distinción (en una época sin distinción alguna) y la burla de la norma, aun respetándola”. Hay en ella una belleza radical, de la carne. Aún más, Fernández no duda en describir su belleza como una voluntad de poder y a ella como una mujer fálica. Britney Spears, la popstar por excelencia, nunca pudo superar el doble rol que la llevó a la gloria: la femme fatale y la girl next door. Su mandato conservador y complaciente acabó con la salida de Bush Jr. de la presidencia de Estados Unidos. Con Obama despuntaron, en cambio, otras figuras como Katy Perry, Lady Gaga y Miley Cyrus. Eclécticas, desbordantes y ambiciosas, estas nuevas estrellas representaban la apertura liberal del primer presidente afroamericano.

Lady Gaga, quien todavía es la imagen más sobresaliente del pop reciente, es una marca en sí misma. Es la popstar tecnológica y corporal al mismo tiempo. Pero también lo es de lo anormal, el símbolo de sus fans/monstruos que ven en ella la encarnación de la revuelta interna contra el poder que normaliza. Lo de Miley Cyrus, finalmente, no es más que la típica sobreexposición de la que no tiene nada que ofrecer y aún debe luchar contra sus propios demonios. Un remix palurdo que, no obstante, decae junto a las esperanzas puestas en Obama y pone en perspectiva, una vez más, el ocaso de un sistema.

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Por el margen y a contracorriente

We live in cities you never see onscreen
“Team”, Lorde

The power of youth is on my mind
Sunsets, small town, I’m out of time
“Old Money”, Lana Del Rey

El prefijo “anti” no significa, en este caso, una posición opuesta, sino que funciona con el mismo sentido que en el término “antipapa”. Esta, la del antipapa, es una figura que pretende ejercer el mismo papel que el papa al que precede o al que intenta sustituir, pero sin cumplir con las normas que le son exigidas para su elección y sin poseer legitimidad alguna como representante de Dios (la venia, en tiempos antiguos, de un rey o emperador). La función de este prefijo para motivos exclusivos de este artículo deriva de la explicación anterior. Se refiere a la condición de estrellas que sostienen cada una de estas tres cantantes a pesar de no responder a códigos como la belleza (que sigue una misma tipología), la capacidad performática (con énfasis en la habilidad para bailar) y la benignidad de su imagen (aun cuando se presente como negativa y bajo la supuesta influencia de agentes externos).

Lady Gaga performs on stage at the Roundhouse in Camden, north London, as part of the iTunes Festival, Sunday, Sept 1, 2013, the first of 30 nights of live free music in the capital. (Photo by Joel Ryan/Invision)

 30 nights of live free music in the capital. (Photo by Joel Ryan/Invision)

Lady Gaga, quien todavía es la imagen más sobresaliente del pop reciente, es una marca en sí misma. Es la popstar tecnológica y corporal al mismo tiempo.

Este discurso en tríada emerge desde la periferia física del capitalismo corporativo, pero la paradoja del sistema, vista y aprovechada por dos de las tres cantantes, es que la periferia también es el centro. Entre ellas hay diferentes costumbres —y para Lykke Li, diferente idioma—, pero una misma cultura y similares entornos de formación: internet como ecosistema. No es casual que talentos como el de Lorde y el de Lykke Li aparezcan en países tan lejanos como Suecia y Nueva Zelanda. El pop, a diferencia de otras manifestaciones culturales, es inherente a las sociedades libres. Lorde, de haber nacido en un país sudamericano como Ecuador, seguramente sería una artista con conciencia social de ritmos folk y curiosidades étnicas. Solo cuando una sociedad lo tiene todo puede acceder al lujo de formar una generación dispuesta a abandonar y reconquistar la libertad a su modo. El antipop, entonces, es un pop que avanza a contracorriente, es político en dosis mínimas y se siente muy a gusto estando en el margen. En ese sentido, los álbumes debut de Lorde y de Lana Del Rey (Pure Heroine y Born to Die) pueden escucharse como manifiestos de una juventud ansiosa y llena de deseos.

Este sentido de ética de la periferia queda muy claro cuando se piensa en Bradley Soileau, el modelo que aparece a menudo en los videos de Lana Del Rey y lleva el cuerpo tatuado casi en su totalidad. Lana dijo de él: “Respeto que sea lo suficientemente libre de usar su cuerpo como lienzo. Tiene una frase sobre la guerra escrita en su frente. Me gusta que él supiera que eso lo alienaría de la sociedad y que no podría tener trabajos normales. Hizo una decisión consciente y manifestó físicamente que iba a estar al margen. Me gusta lo que aquello simboliza”.

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Decadencia del sueño americano

“Money is a kind of poetry”, escribió alguna vez el poeta Wallace Stevens, y parece que Lana Del Rey lo entendió mejor que nadie. Ella vende nostalgia, hedonismo e idealización de la muerte. Es, como ella mismo se define, la Lolita del gueto, una Nancy Sinatra gansteril. Refleja como nadie más el pathos de esta época; no el espíritu, sino la materialización de su tristeza. Es también la manifestación física del sueño americano y su imposibilidad, en las que la vida es una representación virtual que puede modificarse como en los libros de aventuras infantiles: “Todo lo bueno es real y no lo es, incluyéndome… Lo que sea que escojas como tu realidad es tu realidad”, dijo Lana en una entrevista. Con los años, los temas que definen a Lana Del Rey pueden resumirse en inseguridad, sumisión, devoción de los íconos americanos y autodestrucción.

Hipsters

I’m talking about my generation
Talking about the newer nation
“Brooklyn Baby”, Lana Del Rey

Lo hipster, en pocas palabras, es esa clase media altamente educada e informatizada que funciona como máquina recicladora de estéticas y fetiches de subculturas pasadas. Un ejemplo es el actor, director y escritor James Franco y sus innumerables proyectos artísticos. Entre la ironía y la sinceridad, Franco brinda la apariencia de que puede hacer lo que quiera sin importarle lo que piensen otros. Ultraviolence, el segundo disco de Lana Del Rey (amiga de Franco, dicho sea de paso) es hipster en un sentido no peyorativo, ligeramente inclinado hacia el blues y el rock. Noir en el sentido del cine noir, como si Lana fuera el arquetipo de mujer herida, pero fuerte y autosuficiente, y se pusiera a cantar en lugar de narrar o ser narrada. Una mezcla entre Chandler y Carver. Producido por Dan Auerbach (vocalista y guitarrista de los Black Keys), Ultraviolence tiene la esencia de los músicos de Nashville (enclave de la música rock y country) que ayudaron en la grabación. Se nota un ligero retroceso del pop y los samples puestos para mover el cuerpo, y aparecen más guitarras eléctricas y la sensación de estar al límite de una balada rock. Como bien apuntó Duncan Cooper en la revista Fader, Lana parece haber hallado su lugar ideal entre el psych-rock y el narco swing.

LOS ANGELES, CA - FEBRUARY 08: Madonna performs "Living for Love" onstage during The 57th Annual GRAMMY Awards at the at the STAPLES Center on February 8, 2015 in Los Angeles, California.   Kevork Djansezian/Getty Images/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY ==

LOS ANGELES, CA – FEBRUARY 08: Madonna performs «Living for Love» onstage during The 57th Annual GRAMMY Awards at the at the STAPLES Center on February 8, 2015 in Los Angeles, California. Kevork Djansezian/Getty Images/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY ==

Golpes íntimos

Hay una canción poco conocida del grupo sesentero The Crystals titulada “He Hit Me (And It Felt Like a Kiss)”. Hay otra, de los más contemporáneos Florence and the Machine, que dice “…a kiss with a fist is better than none”. Por último, Lana Del Rey canta, versionando a The Crystals: “He hit me and it felt like true love”. El tema aquí no es la perpetuación de la violencia contra la mujer ni la pasividad de estas. Más bien tiene que ver con lo que el director y guionista Max Landis confirmó cuando juntó a varios de sus amigos y les pidió que se golpeen uno al otro en la cara mientras él filmaba. El video puede verse en YouTube, junto a otro en el que Landis reflexiona sobre su proyecto diciendo que si la violencia es una forma de interacción social, un golpe recibido con permiso puede ser más íntimo que un beso.

- New York, NY - 12/12/14 - Z100's Jingle Ball 2014 - Live Show.  -PICTURED: Taylor Swift -PHOTO by:Kristina Bumphrey/Starpix -Filename: KBU_14_29359322.JPG -Location: Madison Square Garden  Startraks Photo New York,  NY For licensing please call 212-414-9464  or email sales@startraksphoto.com  Startraks Photo reserves the right to pursue unauthorized users of this image. If you violate our intellectual property you may be liable for actual damages, loss of income, and profits you derive from the use of this image, and where appropriate, the cost of collection and/or statutory damages.

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Jóvenes millennials: solitarios, sinceros y aburridos

Maybe the Internet raised us
Or maybe people are jerks
“A World Alone”, Lorde

Chuck Palahniuk escribió Fight Club —su mejor novela y una de las mejores de su época— con las ruinas de la Generación X: hombres y mujeres nacidos en la segunda mitad del siglo XX y criados con la televisión y la promesa de la fama. Para los nacidos en tiempos de la Generación Y, los millennials, un equivalente de Fight Club podría ser Her, la película dirigida por Spike Jonze. Allí está su tierra fértil: Internet y la promesa de que no iban a estar solos. Pero Her se desvanece en el aire de su propia estética hipster y su discurso limpio de ironía. Descrita como una menos depresiva Lana Del Rey, Lorde personifica muy bien esta nueva mentalidad. Durante la ceremonia de ingreso de Nirvana al Rock and Roll Hall of Fame, en la que Lorde cantó “All Apologies”, Dave Grohl dijo que cuando vemos a nuestros héroes no deberíamos sentirnos intimidados, sino todo lo contrario: deberíamos saber que podemos lograr lo mismo que ellos. Esto es lo que la cantante neozelandesa representa para sus fans.

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El antipop es un pop que avanza a contracorriente, es político en dosis mínimas y se siente muy a gusto estando en el margen.

Al igual que Holden Caulfield, el personaje de J.D. Salinger que se ha convertido en un ícono de la juventud, Lorde interpela directamente a sus coetáneos al cantar sobre sí misma. Lo interesante es que ambos esquivan el sexo y las relaciones formales de pareja, y reniegan de las convenciones sociales. Pure Heroine es un álbum conceptual y circular. Empieza con una pregunta casi retórica: “Don’t you think that is boring how people talk?” Y termina con una respuesta simple, genial, que resume el tema: “Let them talk”. En la descripción del video de “Royals”, Lorde escribió: “Mucha gente piensa que los adolescentes viven en un mundo como el de Skins (…) pero la verdad es que la mitad del tiempo no estamos haciendo nada más divertido que jugar con encendedores, o esperar en alguna parada de mierda. Por eso es que esto tenía que ser real”. La británica Marina Diamandis también canta sobre la dificultad de crecer. Pero lo que en Lorde es poético, o simplemente abstracto, en Marina es explícito, irónico y de una amargura casi vulgar.

Memorias tempranas

We count our dollars on the train to the party
And everyone who knows us know
That we’re fine with this
“Royals”, Lorde

La escritora Mary Karr publicó hace poco en Twitter que los autores de memorias no deberían inflar sus historias, sino encontrar una manera de que su pequeña verdad se inflame dentro del lector. En un tuit distinto, citó a Don DeLillo, otro autor americano: “Los novelistas tienen ideas y elaboran acciones, los escritores de memorias tienen acciones y producen significados”. Lorde, hija de la poeta Sonja Yelich, ha confesado que escribe desde muy pequeña: “Siempre he leído y he escrito cuentos (…) Creo que eso se quedó conmigo cuando escribía las canciones”. Más que poemas independientes, las canciones de Lorde parecen fragmentos de un solo texto, una autobiografía particular cuyos temas, extraídos de la fatiga y la confusión de ser adolescente, llegan directamente al corazón de jóvenes en todo el mundo occidental.

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La trama amorosa

Be the ocean, where I unravel
Be my only, be the water where I’m wading
“I Follow Rivers”, Lykke Li

Mientras que Lana Del Rey y Lykke Li le cantan al amor y sus variantes, Lorde lo evade: “La gente tiene la impresión de que creo que escribir sobre amor es vergonzoso. ¡No lo es! Solo no he encontrado una forma de hacerlo que sea poderosa e innovadora, por eso no lo hago”.

Angustia escandinava

Where the blue moon shines
Where the tears melt ice
I’ll die here as your phantom lover
“I Never Learn”, Lykke Li

En su libro Mi lucha, el noruego Karl Ove Knausgaard describe su mudanza a Suecia y el shock que le produjo vivir en una sociedad planificada desde lo más mínimo: “Tanto dinero y cultura; todos tienen que ser exitosos aquí, todos se comportan ordenadamente. Todo en Suecia es normalidad, cualquier cosa diferente es anormal”. Y añade, en otro pasaje, que entre los valores que el Estado de bienestar ha trastocado están la masculinidad, la violencia y el dolor. El Estado sueco, que se ha asegurado de repartir igualdad y felicidad, ha provocado, paradójicamente, un disgusto por la vida. Lykke Li, quien por lo demás es bastante convencional musicalmente, lleva publicados tres álbumes que ondulan entre el enamoramiento y su imposibilidad y los restos dejados por un corazón roto. Esto, que podría parecer sentimental y victimista en exceso, para una sociedad como la sueca significa tomar partido por lo inaudito: el desconsuelo, la soledad y la afirmación de una masculinidad en falta.

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Lady Gaga, a pesar de su pop queer, no se considera feminista.

I Never Learn, su disco más reciente, ha sido descrito como portador de una scandi angst, o “angustia escandinava”, un pop melancólico de toques góticos. Su voz, como indica Paul Lester del diario británico The Guardian, se mantiene en el mismo rango vocal siempre, pero lo mismo hacen otros cantantes de la tristeza como Cohen y Morrisey. El registro de Lykke Li, sin embargo, es indudablemente pop. La trilogía discográfica de Li es, según ella misma, una crónica de “una veinteañera en busca del amor y de ella misma”, con el dolor, la culpa y la confusión de ser mujer en las postrimerías de la Europa proteccionista.

Mujeres bellas y fuertes

What I do, I do best
I’m a dragon, you’re a whore
“Fucked My Way Up to the Top”, Lana Del Rey

Lady Gaga, a pesar de su pop queer, no se considera feminista. “Yo admiro a los hombres, los amo. Celebro la cultura masculina americana, y la cerveza, los bares y los muscle cars”, dijo en una entrevista. Lana Del Rey, por otro lado, se sumó a esta posición diciendo: “Para mí, el asunto del feminismo no es interesante. Estoy más interesada en, digamos, SpaceX y Tesla, en lo que va a pasar con nuestras posibilidades intergalácticas (…) Mi idea del feminismo verdadero es una mujer que es lo suficientemente libre para hacer lo que quiera”. En un ensayo llamado “El significado de Lana Del Rey”, la académica francesa Catherine Vigier lo explica así: “Ella representa y se dirige a una contradicción a la que se enfrentan miles de mujeres hoy en día; mujeres que han seguido la receta de la sociedad para el éxito en lo que se ha llamado un mundo posfeminista, pero que han encontrado que la liberación real y la satisfacción genuina las elude”. Vigier argumenta (siguiendo sin quererlo los postulados principales del filósofo alemán Philipp Mainländer) que para las personas bajo el capitalismo no puede haber nunca felicidad, y que la música de Lana Del Rey deja esto en evidencia. Parafraseando a Knausgaard y su propia experiencia contada en Mi lucha, lo mejor que puede desearse para estas tres mujeres bellas, fuertes y a quienes aún les falta madurar del todo es que, si los veinte fueron un infierno y la adolescencia fue peor, los treinta simplemente estén bien//////PACO