1. Entré al Colegio Nacional de Buenos Aires en el año 2000. De esa época me acuerdo muy poco, porque me masturbaba demasiado. En los claustros había dos grandes fantasmas. El primero era el de la dictadura, que no se había terminado porque su modelo económico seguía vigente, según decían los papelitos que te entregaban los compañeros militantes. Ciento ocho alumnos habían desaparecido durante la dictadura; sus nombres estaban en una placa de bronce en el claustro central. El segundo fantasma era más reciente: en 1999, expulsaron a 85 alumnos por defender heróicamente el legítimo derecho de romper y pintar el edificio durante la vuelta olímpica de fin de año. Las dos clases de mártires parecían equivalentes. Yo quería ser grande y valiente y participar de algo grande, como probablemente hayan sido la vuelta olímpica o la dictadura. O como eran las marchas que había casi todas la semanas en el microcentro y a veces nos obligaban a escapar por el claustro de Moreno. O como fue el 20 de diciembre de 2001, que agarró a varios de mis compañeros de segundo año rindiendo geografía a dos cuadras de Plaza de Mayo.

2. Nuestro «algo grande» fue la toma del 2002. Fue una medida de fuerza en repudio al asesinato de Kosteki y Santillán. Decíamos así, Kostekisantillán, sin respirar, a las apuradas, porque no había tiempo. También pedíamos algo del boleto estudiantil, creo, no me acuerdo. La toma abría la posibilidad a la aventura misteriosa del Colegio de noche, el sexo opuesto en los recovecos de los claustros o abajo de la escalera, y recorrer los rincones prohibidos de día. No recuerdo cuál era el objetivo de la toma, o el plan, si es que había alguno. Sólo sé que una noche un grupo de pibes entró al gabinete de Química, rompió un par de puertas y volcó un frasco de éter, que se olió en toda la manzana durante un mes. Horacio Sanguinetti prohibió todas las tomas de ahí en adelante. Terminada la posibilidad de la lucha colectiva, encaré un acto de resistencia valiente, solitaria y significativa: escribí «chancho puto» en el papelito en el que el rector nos informaba de la prohibición. Después insulté a una profesora de Francés, ni me acuerdo por qué. Después me llevé ocho materias, metí seis, me quedé libre y me cambié de colegio.

3. En 2002, Eduardo Feinmann era «el Feinmann malo», el establishment, el sistema, la derecha, el fascismo, la dictadura que se había llevado a 108 compañeros y había expulsado a 85, la cara visible de la corporación adulta contra la que luchábamos. Imagínense ahora. Si para el pibe tomar el Colegio es una aventura, discutir con Feinmann al aire es como llegar a la final del Mortal Kombat con una sola ficha. Era además la oportunidad perfecta para demostrarle al país, al mundo, y lo más importante de todo, al Colegio, la capacidad intelectual, discursiva, argumentativa, del hombre nuevo, el alumno esclarecido del Nacional Buenos Aires. Porque también estaba ese orgullo casi ario de la inteligencia humanística de los pibes, que no eran como cualquier pibe. Estaban los que sabíamos Latín y el resto de los mortales. Y el pibe que mira por TV a su compañero piensa que tiene razón, que está luchando contra algo, que Feinmann es un facho hijo de puta (lo es, pero por otros motivos), y eso automáticamente les da la razón, justifica la toma del bien, que es la toma del poder. ¿Cómo no va a pensar que tiene razón la hija de la madre que dice «mi nena es maravillosa»? Después el delegado que fue a C5N vuelve a la toma, lo felicitan, da un pequeño discurso, fuma en el baño, toca la guitarra, le hace ojitos a la hija de la rubia y chapan en los baños del tercer piso. Aguante Juvenilia.

4. Por favor, no piensen que digo que la toma esté mal. Mirá si voy a censurar al pibe que quiere tomar el Colegio y tocar la guitarra y chapar con la rubia. No, es una aventura, los re banco, disfrútenlo mientras puedan. Tienen la suerte de estar en el decil más rico de la población y pueden hacer eso. No, no me vengan con el cuento de la meritocracia y el examen de ingreso y la escuela pública y la mar en coche. Yo hice el curso de ingreso, sé cómo es. La mayoría de ustedes son más ricos que el 90 por ciento de la población del país. Igual ojo, tampoco se la crean. No se crean el cuento que les leen cuando ingresan, de que son el futuro de la Nación, la élite iluminada que conducirá a la Argentina a las mieles del progreso positivista. El uno por ciento, uno por mil, uno por un millón más rico del país no está en el Colegio. Está en Ohio, aprendiendo a quemar campos para Grobocopatel o fumigando favelas en San Pablo o cerrando negocios en Beijing. Ustedes sencillamente van a gerenciar la riqueza de esa gente. Y está muy bien, eh, tienen mucha suerte, es mucho mejor que estar en la zafra y que el 21 por ciento del litro de leche que compran vaya a financiar el edificio que están tomando.

5. Recién hoy me enteré que la toma es contra la reforma educativa o algo así. No importa. Lo importante nunca fue la toma, ni los desaparecidos, ni la vuelta olímpica, ni Feinmann. Ya les dije, banco la toma, diviértanse, pero sepan que están tomando el Colegio por las razones equivocadas. ¿Piensan que decidir el programa educativo va a cambiar algo? Lo que hagan en el secundario no importa. Lo que aprenden no importa. Si importara, no tendrían un año de Informática y cinco de Latín. La razón por la cual ustedes están ahí es la misma por la cual un pibe de Isidro Casanova está en una escuela de Isidro Casanova: para tenerlos seis horas en el mismo lugar y que con suerte alguien les dé de comer. La diferencia es, de nuevo, que ustedes están en el 10 por ciento de arriba. Si la toma cambiara algo, si lo que hacen ahí fuera relevante, créanme, estarían en cualquier lugar, menos ahí adentro. Lo que el sistema educativo les impone a nivel curricular tiene poco que ver con lo que quieran o vayan a hacer en la vida. Salvo que sean como el delegado que estaba ayer en lo de Feinmann, con peinado rolinga y pañuelo palestino, que dijo que va a estudiar Sociología. Ese va a usufructuar otros seis años del 21 por ciento del litro de leche de los que cobran la asignación universal por hijo para terminar haciendo encuestas telefónicas para Grobocopatel. Si van a Beijing, traigan alfajores.////PACO.