“Un artista no es un ciudadano que pertenezca a la sociedad. Un artista está destinado
a explorar cada aspecto de la experiencia humana,
los rincones más oscuros, aunque no necesariamente; ahora bien, si es eso lo que te atrae,
hacia ahí debes encaminarte. No puedes preocuparte por lo que la sociedad
considera buena o mala conducta, buena o mala exploración.
Por eso, en cuanto uno se convierte en artista, deja de ser ciudadano”.
David Cronenberg por David Cronenbger. Chris Rodley.

 

En su libro Mis Modelos de Conducta, John Waters hacía un recorrido por las personas que lo modificaron, aquellos individuos que marcaron su vida y se consagraron en el podio de sus modelos a imitar. Desde Leslie Van Houten hasta Johnny Mattis, pasando por Bobby García (“el Buñuel de las mamadas”) y la stripper lesbiana Lady Zorro, cada uno contribuyó al armado del John Waters real: no somos sin nuestros modelos de conducta. Y así como ellos aportaron su cuota, también lo hicieron sus amigos, su familia no sanguínea de Baltimore: los Dreamlanders, Divine, Minke Stole, David Lochary, Mary Vivian Pierce, Edith Massey. John Waters sostenía -y reforzaba en cada una de sus películas- que la mayoría de las veces las familias no tradicionales (no sanguíneas o simplemente atípicas) son una forma de crear contracultura, de rebelarse contra los preceptos culturales imperantes y, en última instancia, de sobrevivir frente a un sistema opresor que expulsa. Ahí donde algunos ven perversión y patología, Waters y algunos otros ven salvación.

Nick siempre estuvo rodeado de féminas fuertes que se hicieron cargo de él, de su casa, de su desempleo, de su empleo. El tipo medio carismático que nunca terminó de abandonar la dinámica matriarcal, cuyo esquema terminó repitiendo.

En Gone Girl (David Fincher, 2014), Ben Affleck es Nick Dunne, un tipo sumiso, cuya vida estándar y relativamente pacífica se ve interrumpida por un suceso extraordinario: la desaparición de su esposa. Su impavidez y falta de emoción terminan convirtiéndolo en el principal sospechoso, y toda su vida se pone en tela de juicio, así como la relación con su esposa y con otras mujeres clave en su vida. Es que Nick siempre estuvo rodeado de féminas fuertes que se hicieron cargo de él, de su casa, de su desempleo, de su empleo. El tipo medio carismático que nunca terminó de abandonar la dinámica matriarcal, cuyo esquema terminó repitiendo. ¿Cómo funciona esto en él? Ausencia de figura paterna, una madre fuerte, que se constituye de ese modo frente a la ausencia del hombre, la mujer que tuvo que ser “padre y madre a la vez”. La figura materna que digita la vida, que siempre acecha, en silencio, esperando la oportunidad de reclamar a ese hijo que le pertenece. Pero ella no es la única que reclama.

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El psicoanálisis sostiene que las pautas para vivir en la cultura se brindan en el seno familiar, a través de la función paterna; es esa figura la que transmite la legalidad, y la primera ley es el corte incestuoso entre el goce de una madre y el hijo. La figura paterna en Gone Girl aparece muy debilitada; no solo estamos frente a un padre abandónico sino que, en el presente, se lo muestra con una demencia que rechaza cualquier tipo de ley y afecto. Nick convive con la ausencia de una imagen paterna protectora, y eso tal vez lo haya llevado a que degrade a toda mujer que no sea su madre y su hermana, y el regreso a vivir con ellas sea el comienzo de la destrucción de su matrimonio. ¿Pero quién es, en verdad, la mujer que maneja a Nick, la mujer que habla, piensa y actúa por él y a través de él? Una figura incluso más fuerte que la de su madre: su hermana gemela. Unidos desde antes de nacer, Margo es la voz de la cordura, lo racional contrapuesto a la impulsividad intermitente de Nick. Es una figura que reprime pero contiene, da balance y equilibra. Es su amiga, su confidente, su socia. Ahí donde el resto se concentró en el rol de los medios, en la relación con su esposa, en la trama policial y en la escenificación de un diario que nunca existió, la verdadera médula siempre fue la relación entre Nick y su hermana Margo, y el concepto de twincest (incesto entre gemelos).

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¿Qué relación tienen estos gemelos? El vínculo con su hermana carece de corte; se sostienen mutuamente como pareja y no hay indicios de una relación amorosa de ella. Nick solo puede hacer una interrupción en esta simbiosis cuando él mismo se convierte en padre y tiene que asumir esa función, por eso no abandona a su esposa (como si fuera a reparar el trauma de la relación con su propio padre y redimir esa imagen). En 1979, Tinto Brass llevaba el incesto al paroxismo en Calígula, donde el tirano emperador romano se enamoraba de su hermana Drusilla, con quien mantenía relaciones sexuales casi compulsivamente en una suerte de exaltación barroca del incesto. Calígula solo escuchaba y confiaba en Drusilla, su sangre y su amor, por sobre sus esposas, amantes o consejeros. Una vez muerta su hermana, a Calígula no le quedaba más que enfrentar su propia caída en desgracia. El incesto era visto como algo natural y esperable, y las escenas de amor entre ambos eran exaltadas desde todos los aspectos: la luz radiante, los colores vivos, la música de ensueño, en una suerte de secuencia onírica que reforzaba esta idea del amor más puro. Calígula reinaba y vivía gracias a su hermana y ese amor jamás se condenaba. En las antípodas de la película de Tinto Brass, Ridley Scott hacía un fresco aterrador del impío Comodo en Gladiador (2000). El emperador romano era retratado como un monstruo, como un aborto de la naturaleza, capaz de asesinar a su propio padre en pos de llegar al trono. Esa imagen terrorífica era exacerbada por su apariencia física (el labio leporino magnificado de Joaquin Phoenix), sus exabruptos, su vestimenta bestial, el leitmotiv que lo acompañaba pero, sobre todo, por sus intentos infructuosos de mantener relaciones con su hermana Lucilla. En esta versión de la Antigua Roma, Comodo era visto y representado como pervertido, pedófilo e incestuoso. Era la reencarnación del Mal, de la perversión y, como tal, terminaba recibiendo su merecida justicia divina.

Maps to the Stars

La naturaleza de las relaciones interpersonales en la Roma y Grecia antiguas dio lugar a incontables mitos, Adonis, Cánace, Cíniras, que fueron utilizados por el psicoanálisis para ejemplificar conflictos y mecanismos de la vida psíquica inconsciente y para explicar patrones de conducta. ¿Pero por qué antes sí y ahora no? ¿Qué ocurrió, a lo largo de la historia, para haber pasado de considerar al incesto una práctica habitual y natural a condenarla y reprimirla como ocurre en la actualidad? Según Freud, la evolución del humano debe ajustarse a la cultura en la que vive; el hombre, para poder vivir en sociedad, debe reprimir sus pulsiones sexuales en pos de las normas impuestas por la cultura y la religión. Dicha represión hace que el humano deba ceder a ciertas satisfacciones sexuales; de ahí surge nuestro malestar dentro la cultura, ya que no podemos vivir conforme a nuestro deseo. Para Lévi-Strauss, “la prohibición del incesto es el único fenómeno que tiene una dimensión natural y una cultural: está en relación con la naturaleza porque tiene la universalidad de los instintos, y está en relación con la cultura porque presenta el carácter coercitivo de las leyes sociales.

El incesto era visto como algo natural y esperable, y las escenas de amor entre ambos eran exaltadas desde todos los aspectos: la luz radiante, los colores vivos, la música de ensueño.

Constituye el movimiento gracias al cual, por el cual pero sobre todo en el cual se cumple el pasaje de la naturaleza a la cultura”. Muchos ven la prohibición del incesto como una derivación de la exogamia moderna, en contraposición a la tradición endogámica de culturas antiguas, en las que las relaciones incestuosas garantizaban la perpetuidad y perfección de la casta. En referencia a esto, encontramos otro ejemplo en la cultura popular, la serie Game of Thrones que, ya desde el primer capítulo, muestra a dos hermanos gemelos que mantienen relaciones sexuales e incluso tienen hijos. Cersei y Jaime no están juntos meramente por ser promiscuos o villanos, sino para preservar un linaje perfecto, como una tarea reproductiva, si bien en varios capítulos se los ve teniendo sexo por puro placer. Es decir, hay un poco de ambas, placer y reproducción. En GOT todo lo espantoso está justificado por el poder, y el verosímil se construye a través del anclaje con el pasado. El origen de la sexualidad es infantil; por lo tanto, el contacto con nuestros primeros objetos de amor, madre o padre, es incestuoso. Desde esta perspectiva, sostiene el psicoanálisis, la prohibición del incesto es un constructo cultural no instintivo del hombre, por eso muchas veces mantenemos relaciones incestuosas implícitas e inconscientes y, cuando hay fallas en el mecanismo de la represión, esas relaciones se tornan más explícitas.

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Shame (Steve Mc Queen, 2011) retrataba, de manera más o menos explícita, la relación incestuosa entre dos hermanos, él, misógino y adicto al sexo, ella, neurótica, depresiva y frustrada. El deseo no consumado estaba siempre latente, el nudismo era retratado como algo natural entre ambos (él la miraba mientras ella se duchaba, ella lo miraba mientras él se masturbaba), y los momentos íntimos estaban saturados de tensión sexual. Pero McQueen decidía diluir todo lo construido y edulcorarlo con una moralina espantosa: el sexópata pecador que deseaba a su hermana terminaba solo y aleccionado por la vida. Frente a la más mínima desviación, aparecía el correctivo para encausarla (y esa infame escena final en el subte). Y así, una miríada de ejemplos que podríamos citar (la mayoría con el bonus track de la moralina final). Las relaciones incestuosas siguen siendo un tema frecuentado por manifestaciones culturales, en este caso, el cine y las series. ¿Por qué sigue apareciendo este tema? ¿para explorar tabúes y arrojar cierta luz sobre ellos y sobre la psiquis humana? ¿o simplemente como elemento de shock para ofrecer al público y luego volver al statu quo?

El deseo no consumado estaba siempre latente, el nudismo era retratado como algo natural (él la miraba mientras ella se duchaba, ella lo miraba mientras él se masturbaba), y los momentos íntimos estaban saturados de tensión sexual.

En GOT el incesto es recurrente y está visto como “monstruoso y enfermo”. Es decir, se juega con lo puritano y conservador del espectador. El incesto es casi “la última frontera”, el límite de lo que estamos dispuestos a hacer. Biológicamente es absolutamente natural y está relacionado con la supervivencia. Los seres humanos no lo hacemos “porque está mal”. La ficción, entonces, debe recurrir a nuevos dramas, tensiones, impactos, y tal vez eso sea lo único que quede para impactar al espectador. A su vez, para el psicoanálisis, todo aquello que está reprimido y es traumático necesita elaborarse de algún modo, y el arte es una vía ideal para tramitar estas cuestiones que no terminan de cerrarse. El incesto es algo tan traumático que sigue dando tela para cortar y tema para elaborar en el cine, la literatura y otras artes, porque dejó una herida que no termina de cicatrizar. Aunque tal vez, la respuesta, si es que existe alguna, la encontremos por otros lares.

En Maps to the Stars (2014) David Cronenberg redobla sustancialmente la apuesta: el incesto no solo es natural sino hereditario y, como tal, debe ser obedecido. Es en vano luchar contra lo ineludible: lo que natura dicta, nada lo puede reprimir. En una sociedad lobotomizada, que celebra las atrocidades más grandes que un ser humano pueda cometer (el enamoramiento de la fama y la egolatría), el incesto viene a ser una válvula de escape, la única salvación para dos hermanos que no encuentran lugar en ese mundo que los expulsa, la resistencia contracultural de la que hablaba Waters, la única forma de rebelión mediante la creación de un nuevo núcleo de pertenencia. Reprimir el instinto, nos dice Cronenberg, no puede traer otra cosa más que enfermedad. Y ahí radica su mayor logro, el de la película y el de Cronenberg como director: mientras la mayoría suele condenar moralmente al incesto y tildarlo de patológico; mientras Fincher se escapa por la tangente y hace que Nick vuelva con su esposa; mientras McQueen fabrica una oda moralista a la vergüenza y castiga a su protagonista pervertido; mientras Game of Thrones utiliza el incesto para aumentar el rating; mientras el timorato de Ridley Scott (a diferencia de Tinto Brass) condena a su protagonista por sus excesos y perversiones y lo muestra como un monstruo, Cronenberg utiliza el incesto como elemento de resistencia y se erige nuevamente como el vocero ecuánime, junto a Waters, de la contracultura, de nuestras más recónditas fantasías y deseos, tirando por la borda cualquier tipo de cuestionamiento moral y obsequiándonos una nueva anatomía del cuerpo y la mente humana: el vale todo/////PACO

Agradecimientos: Lic. Emiliano Román, psicoanalista. Leonardo Gutiérrez, crítico de cine.