La solución es la primer novela de Agustín Alzari (Junín 1979), recientemente publicada por la editorial Yo soy Gilda. El autor es escritor, investigador y editor, y es uno de los promotores del proyecto colectivo 40 esquinas de Rosario (2014). Ese año también publicó la crónica La internacional entrerriana. La solución narra la historia de Eduardo Almohada, un joven rosarino sin mayores ambiciones, que decide poner una empresa de soluciones gráficas con la supuesta herencia que recibe por la muerte de su padre. La trama se desarrolla a través de la relación que mantiene con su único cliente, el soberbio y engreído catalán, Albert Briñas. La novela podría encuadrarse dentro de un estilo costumbrista actual: “ Ese mismo día, tomó la decisión de continuar su tarea hasta terminarla. Desprovisto por completo de recursos, no le quedó otra que almorzar y cenar en lo de su madre, y mantenerse a mate durante el resto del día.” O bien: “- te pasaste, vieja.- le había dicho él al verla aparecer en la oficina la tarde del miércoles con el pan metido en la bolsa de las compras”. Sin embargo, no es el costumbrismo lo que mejor define este relato, sino una sumatoria de géneros que pueden coexistir sin opacarse. Aunque es en la historieta que escriben Almohada y su amigo El Chocado, en donde se dibuja el verdadero marco dentro del cual debe leerse el resto de la historia, de manera similar a lo que ocurre con las películas narradas en el El beso de la Mujer Araña, de Manuel Puig.
No es el costumbrismo lo que mejor define este relato, sino una sumatoria de géneros que pueden coexistir sin opacarse.
La historieta aparece entonces como el marco que engloba a los múltiples lenguajes, pero no como la estructura de la novela en sí. Es interesante notar que tanto el desarrollo de la trama como la manera en la que está escrita, se acercan más a un guión cinematográfico que a las características de la novela gráfica. Las descripciones son en su mayoría visuales, aunque las sensaciones físicas: el calor, el frío, los olores, tienen gran preponderancia a lo largo de todo el relato. En algunos casos estas imágenes acompañan el desarrollo de la acción: “Un orgullo de imprentero ducho lo sorprendía al encontrarse a sí mismo con las manos engrasadas, revisando el estado -siempre satisfactorio-de las piezas de la Risograph”. Mientras que en otras, la acción queda suspendida en descripciones meramente informativas: “Al entrar al bar, Eduardo se sintió inmediatamente a gusto. Estaba fresco y el aroma a café se prolongaba en el sonido indefinido de las charlas -en su mayoría eran hombres de negocios- y la música ambiental. Los pisos eran de un mosaico reluciente. Encima de la barra se exhibían botellas de vino en unos estantes cúbicos construidos en madera oscura con detalles de acero inoxidable”.
Los diálogos son mucho más precisos y podríamos decir que los personajes se construyen en gran medida a través de sus propias palabras.
Los diálogos, por su parte, son mucho más precisos y podríamos decir que los personajes se construyen en gran medida a través de sus propias palabras. Es de esta manera como Albert Briñas se revela como un europeo exiliado, intelectual, xenófobo y mentiroso, que se niega a pagar sus deudas. Eduardo Almohada, por el contrario, se presenta como un joven sin mayores pretensiones, callado, introvertido y honesto. La relación de Almohada con Carla, la vecina de la que permanece enamorado desde la infancia, se desarrolla dentro de una lógica verosímil, que escapa de los lugares comunes: “y si buscaba a Carla y le proponía huir en alguna de aquellas gigantescas moles que llevaban la soja hasta China? ” No ocurre lo mismo en la relación que mantiene con su madre: una típica ama de casa de clase media con la que no tiene otro vínculo que la comida, ni con El Chocado, su amigo de toda la vida con el que sale a fumar porro o a tomar una birra, situaciones que no quitan pero tampoco suman complejidad a los personajes. Mientras que los personajes secundarios: el personaje del Buda maquillado, la hermana loca de Carla, la mujer argentina y feminista de Briñas, la abuela egoísta, son detalles, no menores, que le aportan a la historia color, humor e ironía. Es así como la narración avanza a lo largo de las ciento ochenta y nueve páginas, transcurriendo con la cadencia pueblerina de una tarde de verano, hasta que la solución finalmente llega de la mano de una epifanía, mientras el protagonista observa una obra de teatro, al mejor estilo Hamlet. Es de esta manera como Eduardo Almohada, al igual que el harto citado personaje de Shakespeare, consiguen despertar. Y es también a través de este hecho desde donde puede leerse en ambos relatos la pérdida de la ilusión como símbolo de la juventud que se desvanece, al tiempo que el adulto emerge desde un anhelo de venganza premeditada, cruel y redentora////////PACO