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La reunión de Friends

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Finalmente lo hicieron, aprovecharon que ninguno estaba muerto (aunque algunos parezcan embalsamados) y después de casi veinte años, volvieron a juntar a los seis protagonistas de una de las series más exitosas en la historia de la televisión: Friends. Quizás algún incauto, al enterarse de la noticia, se entusiasmó pensando que volverían en formato ficción y que, sin saber cómo, volveríamos a ver a Ross, Rachel, Joey, Phoebe, Chandler y Monica. Pero no. No quisieron desarmar el “final feliz” que les habían dado a los personajes y entonces optaron por hacer un especial-reunión-homenaje-entrevista de 104 minutos, producido por WarnerMedia para HBO Max. 

Friends: The reunion o The one where they get back together está compuesto por cinco o seis momentos: los actores visitan el set, recuerdan anécdotas y se emocionan, leen el guión de escenas memorables y se emocionan, ven juntos escenas memorables y se emocionan, son entrevistados por James Corden y realmente logran no decir nada. En un momento, Phoebe canta “Smelly cat” con Lady Gaga disfrazada de Phoebe y también hay un desfile de moda con piezas icónicas del vestuario. Entre medio, a modo de transición entre estas secuencias principales, aparecen actores y actrices que hacían de personajes más o menos secundarios (cuyo criterio de selección es bastante opaco: están Gunther o Janice pero también el gemelo de manos de Joey) y se entrevistan a celebridades que explican por qué amaban Friends, como David Beckham, una amiga de la activista Malala Yousafzai o un grupo de K-pop (no identificable para quienes vimos la serie en sincronía con su emisión). También hay un puñado de testimonios de personas desconocidas, volveré sobre eso en breve. 

Cuando una vuelve a mirar Friends, nota que -como casi todo- envejeció mal. En líneas generales, de la primera a la última temporada, la pátina es tan blanca heterocis que encandila. Por supuesto, la serie goza de todos los sellos característicos de los productos culturales de los 90 (y de antes y después también): hay una falta de representatividad de las minorías, se hacen chistes a partir de la espantosa posibilidad de que un personaje masculino parezca gay y los personajes femeninos están, sin excepción, habitados por una compulsión al matrimonio y una casa en los suburbios (ese capítulo con las tres protagonistas vestidas de novia encendería hoy varias alarmas). Evidentemente, la corrección política contemporánea corre caliente por las venas de los creadores, quienes buscan exonerar su mala conciencia (que se vuelve “mala” en retroactivo, après-coup diría el psicoanálisis) llenando de minorías raciales y sexuales el especial, con la excusa de dar cuenta cuán global fue el éxito de la serie. Y entonces aparecen unos jóvenes ghaneses, algún indio, un par de personas LGBTIQ+ y todos explican cómo Friends les cambió la vida. Raro, rarísimo, casi como si estuviera forzado. Hay además algunos comentarios que coquetean desvergonzadamente con lo patológico: “Los personajes de Friends se convirtieron en mis amigos porque no tenía amigos en la vida real” o “la serie se convirtió en una razón para levantarme cada día”. ¿Nadie, en toda la cadena de producción de este especial, sintió que esos comentarios eran alarmantes y que, más que hablar bien del producto, reflejaban algo de la desgracia humana contemporánea? 

Hay dos cosas para rescatar: las entrevistas a los creadores (Marta Kauffman, David Crane y Kevin Bright) y las imágenes de archivo que dejan ver los entretelones del rodaje de la serie. Las entrevistas a los creadores están bien simplemente porque son los únicos que tienen cosas interesantes para decir y entonces nos enteramos cuestiones de la cocina de la serie, como las fuentes de inspiración de la trama o las decisiones de casting. A su vez, estos testimonios maridan muy bien con las imágenes de archivo, que nos muestran al sexteto joven, radiante, con la exuberancia de quienes se saben bellos, talentosos, exitosos. Entonces, si lo verdaderamente rescatable de esta “reunión” son las entrevistas a los creadores y las imágenes de archivo, el producto debería haber sido un documental, de esos que indagan con pulso realista en los claroscuros de la serie y sus protagonistas. Por ejemplo, un documental que le pida a Chandler que desarrolle eso de “sentía que me iba a morir si no se reían”, algo que dice al pasar, deja perplejos a sus compañeros y que, por supuesto, rápidamente es dejado atrás en función del tono nostálgico pero principalmente celebratorio del especial. Un último dato, casi anecdótico, aunque también un argumento fuerte a favor de demostrar lo deficiente de la propuesta: no está Paul Rudd, ese sí, un tipo digno////PACO

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