Durante la campaña de 2015, María Eugenia Vidal caminó la Provincia, tomó mate con los vecinos y se metió a chapotear en medio del barro con botas de lluvia para terminar dando el mayor batacazo en las últimas elecciones. Tras nueve meses de gestión del frente Cambiemos, se mantiene como la dirigente con mejor imagen. Algunos insisten en que no podrá gobernar o argumentan que quien tiene el poder es Sergio Massa. Mientras tanto, ella sigue creciendo. El ADN de Vidal es PRO puro. Fue Mauricio Macri quien le vio pasta para la política y la definió como su “mejor cuadro”. Ella no tenía militancia partidaria previa y cuesta disociarla de la figura de su padre político. Sin embargo, muchos le tienen una fe que pareciera trascender aquella alianza. Vidal representa la paradoja de la coyuntura actual: se convirtió –durante el macrismo– en la esperanza macrista  para después del macrismo.

CLIMA ENRARECIDO. Lo dicen periodistas, lo interpretan analistas, lo siente «la gente»: en la Argentina se vive un clima enrarecido. Amenazas a dirigentes y la posibilidad latente de que «algo pase». No se sabe bien qué, pero la sensación sobrevuela. «Te vamos a reventar el Gobierno», le dijeron a Vidal desde una cárcel. No fue la única intimidación al actual gobierno, aunque Vidal se convirtió en la principal víctima de esta nueva ola de inseguridad. Para Macri hay un intento de desestabilización promovido por el sector del kirchnerismo duro que comanda la ex presidenta. Sus funcionarios se encargan de que estos episodios aislados no sean presentados como amenazas a personas particulares, sino a la gobernabilidad del país. La explicación de Vidal difiere: ella piensa que el problema central no está en la política sino en la policía bonaerense. Afirmó que «hacer lo correcto pone incómodos a algunos», en referencia a medidas relacionadas con los efectivos y el Servicio Penitenciario. Se trataría de sectores policiales que “resisten cambios” (eufemismo para no decir que se niegan a soltar su recaudación ilegal). Macri y Vidal usaron distintas formas y argumentos, pero ambos se encargaron de instalar un discurso que relaciona la “inseguridad” con el riesgo al que se exponen los gobernantes amenazados. El relato de fondo es el mismo: dicen que se los ataca por buscar un cambio. Apelan al miedo de la población a la hora de hablar de la “ingobernabilidad” a la que ellos mismos le temen.

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Macri y Vidal usaron distintas formas y argumentos, pero ambos se encargaron de instalar un discurso que relaciona la “inseguridad” con el riesgo al que se expone su propia capacidad de gobernar el país.

LA MUJER Y LOS BARONES. Viste jeans y la misma camisa holgada que usaba en la campaña, pero María Eugenia tiene un aura distinta. El cambio visual es apenas perceptible. Dos botones superiores abiertos, una cadenita con el dije de un corazón de plata, unas pulseras que cuando chocan suenan chic. Se desmechó el pelo y lo lleva suelto, teñido de chocolate. Mantiene aquel look neutro y funcional, pero ahora realmente funciona: está cómoda con su propia imagen. Vidal es la antítesis de Cristina Kirchner. No sólo desde el discurso y el tono Heidi-zen, sino desde la estética. Nada lleva del sello de la ex presidenta con pestañas recargadas de rímel; Mariu apenas se delinea los ojos. A veces se la nota cansada o se dice que está muy flaca, pero no se la nota perturbada. El cuerpo jamás le saca protagonismo a sus palabras. Los últimos tiempos fueron movidos: debutó como la primera gobernadora mujer de la historia de la provincia de Buenos Aires y se divorció del padre de sus hijos, el intendente de Morón Ramiro Tagliaferro. Pese a todo, mantiene su “buena onda” y aquel look descontracturado. Vidal sabe que el escenario económico y social es inseguro e inestable, y por eso no vive en una burbuja sino en una base aérea en Morón. Con esas acciones, deja claro que sabe dónde está instalada. Interpreta de modo claro la situación del país y también es hábil a la hora de responder las críticas misóginas de los famosos -y disminuidos- «barones del conurbano». Se animó a meterse con ellos, logrando que el Senado convirtiera en ley el proyecto que limita a una la cantidad de reelecciones a las que pueden aspirar. “Dan ganas de ir y cagarla a trompadas”, dijo en un audio Leandro Boto, concejal del Frente para la Victoria de Luján. Luego se retractó, pero Vidal no aceptó sus disculpas. “Me sentí violentada como ciudadana mujer”, dijo, y aprovechó para denunciarlo.

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¿Y si Vidal es la dirigente más “sabia” del macrismo y no sigue al pie de la letra todas las enseñanzas del bambú?

BAMBÚ. La primera experiencia militante de Vidal fue en el PRO a fines de 2001, cuando trabajaba para Grupo Sophia y estuvo a cargo de un estudio sobre la situación social de la ciudad de Buenos Aires. “A Mauricio le encantó ese trabajo y me invitó a involucrarme en sus proyectos”, describió. Ella aún aprende de Macri y días atrás citó sus palabras para darles una enseñanza a los dirigentes que participaron de la mesa bonaerense de Cambiemos. Frente a la mirada atenta de Marcos Peña, Rogelio Frigerio y Esteban Bullrich, contó la fábula del bambú. Reprodujo una conversación que tuvo con Macri, una madrugada en la que él la llamó para transmitirle una reflexión. «¿Vos sabés cuánto tardan en crecer los bambúes?», le preguntó de modo retórico para contarle que se trata de “la planta más sabia” porque durante los primeros siete años de cultivo no germina sino que crece hacia abajo, haciendo expandir sus raíces hasta lo más profundo. De ese modo se prepara y luego, en apenas semanas, el árbol se desarrolla y crece con tronco y hojas Macri usó al bambú como símbolo de su gestión y a María Eugenia le encantó pensar su espacio como una semilla, que tiene “partes distintas que se juntan en un todo para, con el tiempo, poder florecer”. El ejemplo también le sirvió porque le gusta repetir que hay que “hacer lo que no se ve”, en referencia a transformaciones profundas pero poco palpables que dice estar llevando a cabo. Por supuesto, tampoco es eso lo único que hace en las tinieblas. Vidal no se queda quieta. Reclama «ampliar» la base de sustento político de Cambiemos, tira guiños al peronismo al afirmar que “no es lo mismo que el PJ”, dice sentirse “cerca” de los ideales de Eva y Juan Perón y teje puentes con el massismo. Por eso se habla también de la futura expansión del «vidalismo» en La Matanza, la comuna más populosa de la provincia. Por abajo, en aquella rosca que el PRO busca invisibilizar, María Eugenia se mueve y crece. ¿Tiene chances de hacer «macrismo después de Macri»? Cuesta imaginarla despegándose del PRO o pensar bajo qué signo político podría llegar a resurgir. “Mauricio es la persona que confió en mí cuando nadie creía”, repite para enfatizar su lealtad. Sin embargo, cuando Néstor Kirchner trazó su primer gobierno a los pincelazos –para reorganizar un país estallado–, llegó también Cristina después con un discurso dirigido a aportar “institucionalidad” al kirchnerismo. En esa línea, puede compararse con un Macri necesario para tomar las medidas duras –aquellas que “duelen” aunque sean necesarias- con la fe y la esperanza de que en algún momento vendrán tiempos más de mayor sensibilidad, apoyados en otra figura y en su “condición de mujer”. ¿Y si Vidal es la dirigente más “sabia” del macrismo y no sigue al pie de la letra todas las enseñanzas del bambú? En principio, no está en sus planes esperar siete años para mostrar las flores. En 2017 hay cosecha y ella sabe lo que siembra//////PACO