Género


La otra cultura de la violación


I

“No importa cuál sea el sexo de la víctima, todos deberían estar enfurecidos”, dijo Michael Glaser, jefe de policía de Kenner. “La responsabilidad de los docentes es educar y garantizar la seguridad de los chicos, y cuando esos límites se quiebran considero que los padres y la comunidad debería alarmarse”. Shelley Dufresne , de 34 años, casada y madre de tres hijos, y Rachel Respess, de 24, profesoras en la Destrehan High School en Louisiana, mantuvieron relaciones sexuales con un alumno –cuya identidad permanece protegida– de 16 años. Tras un partido de fútbol, las docentes –que habían orquestado el encuentro con anticipación– llevaron al menor al departamento de Respess donde ocurrió el primer menage a trois.  Los encuentros se repitieron y algunos de ellos fueron documentados con fotos y grabaciones. Tras haber escuchado los rumores de que el joven había hecho alarde de las fiestas sexuales con las profesoras, Dufresne y Respess se entregaron a las autoridades de Kenner. Fueron arrestadas y acusadas de abuso sexual de menores y por comportamiento abusivo de poder y actividades indecentes. Pero luego de una fianza de 7000 dólares fueron liberadas.

El silencio feminista golpea como una sudestada y hace eco de peligrosa conveniencia.

Dufresne declaró haber tenido sexo consensuado con el joven –hasta los 21 años se es menor según las leyes de Louisiana– antes de incluirla a Respess en las intensas sesiones triangulares. Dufresne encara tratamiento psicoterapéutico obligatorio y visitas a la iglesia bajo un régimen para probar las mejorías en su salud mental, dado que no es la primera vez relacionada en caso de abuso de menores. Ambas están en libertad. La docente Eppie Sprung Dawson , casada y de 27 años, fue descubierta semidesnuda teniendo sexo en su auto con Matthew Robinson, de 17 años, en el estacionamiento del colegio Saint Joseph College por las autoridades locales. La profesora fue expulsada de inmediato de la institución y sentenciada por una corte británica. Se declaró culpable por haber tenido relaciones sexuales con un menor, pero no por abuso, aludiendo a que el sexo fue consensuado. Servicio comunitario, ayuda terapéutica. Poco tiempo después Matthew se pelea con su madre por “no querer ordenar su habitación” y así continua la historia: Eppie comenzó su concubinato con Matthew en la casa que supo ser su nido conyugal. No hace demasiado, la profesora, que figura en la lista de abusadores sexuales de Dumfries, actualizó su situación sentimental en Facebook para contarle al mundo que estaba “en una relación con Matthew Robinson”, que ahora ya es mayor de edad, pero que ante las autoridades sigue siendo su víctima. Los medios hablaron de cinismo provocativo. Tal vez sería preciso hablar de impunidad.

lucita

II
Con un breve y socarrón tratamiento por parte del periodismo, la docencia argentina tuvo su ejemplar de cabotaje. Un video porno de 23 minutos de duración, mostraba a Lucita Sandoval, de 35 años, manteniendo calurosas relaciones sexuales con un adolescente de 16 años, alumno de sus clases de lengua y literatura e hincha de River. El caso de la “profesex” fue abarcado casi únicamente por diarios locales de Santiago del Estero y, paradójicamente, el exterior, con una cobertura informativa pobre y confusa que pasaría inadvertida en los grandes medios pero no en las redes sociales. El video se viralizó en cuestión de horas, primero circulando de mano en mano entre teléfonos vía Whatsapp para luego trepar a diferentes sitios porno, donde para encontrarlo no hacen falta mucho más que dos o tres clicks. Lucita, de quien se encuentran al menos 17 fan pages de “figura pública” en Facebook, debería dar cuenta ante la ley de Santiago del Estero por encajar su caso en el marco de abuso sexual dentro de la categoría de estupro –coito con una persona menor de edad tomando ventaja de un vínculo de superioridad–. La nueva estrella porno de las redes sociales fue suspendida de su cargo en la escuela secundaria en la que daba clases, pero poco se conoce cómo continua el caso y si han intervenido las autoridades.

El caso de la “profesex” fue abarcado por diarios locales de Santiago del Estero y el exterior, con una cobertura informativa pobre y confusa que pasaría inadvertida en los grandes medios pero no en las redes sociales.

Las últimas noticias, hablan del video como “existente pero falso”: la mujer no sería Sandoval, el joven no sería menor y los hechos no habrían ocurrido en Santiago del Estero sino en Corrientes. Las fuentes de esta última información no llegan a los medios por parte de comunicados de la justicia, sino a través de un informante con seudónimo que acercó cierta información a la redacción de un diario local del estero argentino. El resto, son conjeturas de periodistas y un análisis no pericial de datos arrojados por Facebook. ¿Desde cuándo, el planeta del arte de la ficción, es prueba suficiente para esclarecer un caso de estupro? ¿Por qué la veracidad o falsedad es determinada sin la correspondiente pericia? Si el video existe y circula, ¿por qué no hemos escuchado más que burlas y titulares del estilo “la profe hot” o “profesex”? Ya conocemos como es el manejo de una noticia así en el caso inverso.

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Entonces, ¿es acaso cierto que “no importa cuál sea el sexo de la víctima”? Sería lo correcto, pero está a las claras que no es lo que sucede. En estos tres casos, al menos, las relaciones sexuales fueron mantenidas bajo el contrato ético del consentimiento. Aún así, y a pesar de que la variable del factor edad es mucho más que crucial, existe un innegable quebranto de la ley porque el docente siempre se encuentra en posición de superioridad ante su alumnado: el vínculo es un siniestro agravante. El 80% de los casos de abuso sexual son cometidos en un entorno de confianza donde el abusador y el abusado mantienen cierta relación previa, lo cual sustenta el “agravamiento por el vínculo” en muchas carátulas. Esto significa que los crímenes sexuales, por obscena mayoría, son cometidos en el entorno familiar, el círculo de amigos o de trabajo, en escuelas o universidades, por simples allegados. En estas ocasiones, la víctima es doblemente atropellada: primero porque fractura –muchas veces paulatina y prolongadamente–  un lazo donde está implícito el respeto de la relación afectiva, y segundo porque se accede a una situación de riesgo y degradación física y de la intimidad. La decisión de denunciar se torna un ejercicio más que dificultoso. Por eso es necesario atender con precisión el vínculo, estudiarlo como un agravante y comprenderlo como un condicionador determinante. La violación no es otra cosa que una forma de violencia –entendida como demostración máxima de la deficiencia y la impotencia–, por lo tanto el contexto y las particularidades dejan de ser detalles para constituir sistemas degradantes de abuso.

III
Es sencillo imaginar al ciudadano promedio preguntar: ¿cómo puedo yo comprobar que esa persona fue realmente abusada? Con esa creencia radicada en la duda absoluta y la desconfianza, afianzada a una falta de empatía y egoísmo, los casos de abuso siguen ocurriendo y negados al mismo tiempo, tanto por este hambre de peritaje pedestre o por deficiencias en el andamiaje judicial por el que deberían circular. ¿Quién es un civil para determinar si fue o no abusada una persona? ¿De qué fuentes se puede valer para asegurar que el video de Lucita Sandoval es verdaderamente falso?  “Yo no sé si está diciendo la verdad”, “hay demasiadas falsas denuncias”. Sí, vale aclarar que hay casos en los que se inventan y gracias a la mala praxis institucional, las consecuencias son graves. Sin ir más lejos, hace algunos meses, una joven española denunció ante las autoridades de Málaga a cinco hombres por haberla violado. En un exhaustivo trabajo de peritajes, testimonios y contra testimonios y prisión preventiva –con amplia cobertura mediática– se comprobó la total falsedad de los hechos denunciados al surgir una video grabación de la escena. La muchacha está ahora condenada a diez meses de prisión. En la ironía, los roles de víctima y victimario se despejaron como una X. Sin embargo, ¿son suficientes las falsas denuncias para pormenorizar el resto de los casos? ¿Quién determina la veracidad de los hechos? ¿Se generaliza o se atiende la particularidad? La suposición ante los hechos. La corrección de la portación de género: la mujer no tiene agencia, es la víctima. El hombre sí, es el victimario. Con esas ideas transcurren los siglos y pasan inadvertidos los delitos del privilegio. El silencio feminista golpea como una sudestada y hace eco de peligrosa conveniencia.

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De acuerdo a Jacqui Saradjian, autora de Women Who Sexually Abuse Children, “cuando el criminal es una mujer y la víctima del abuso sexual es un hombre adolescente, es complicado que la gente crea que en realidad se trata de una violación”. El abuso de mujer a hombre está tristemente naturalizado por la sociedad porque una mujer es “incapaz” de hacer semejante daño y porque por los hombres, el acceso carnal a una mujer más grande que él o de un rango superior, es visto como una victoria. Los comentarios de felicitaciones al alumno de Sandoval son desopilantes.

Si nos atenemos al slogan hitero de que “un violador es un hijo sano del patriarcado”, ¿en qué rama del árbol genealógico se encuentra una violadora?

Si nos atenemos al slogan hitero de que “un violador es un hijo sano del patriarcado”, ¿en qué rama del árbol genealógico se encuentra una violadora? Más allá del infortunio de incluir los términos relacionados con violación y salud en la misma frase, esta incapacidad patriarcal de percibir al victimario en la mujer, agudiza el problema del estupro y el abuso sexual – entre otros – al pasar inadvertidos ante los ojos de cualquiera. El razonamiento es simple: si no se entiende qué es abuso, será difícil de denunciar o reportar. “Es cómodo y socialmente conveniente creer que los hombres son los únicos perpetradores de abuso sexual y al asumir eso, si una mujer está involucrada en un caso de abuso, se sobreentiende que ella haya sido la parte coercionada. Las investigaciones sugieren que esto no es necesariamente así, desafiando pre-conceptos autoritarios asociados a la estereotipación de género, que han evitado poner atención en el tema de mujeres perpetradoras de abuso en sus diferentes formas a través del tiempo”, explica el estudio Female Sexual Offenders: Theory, Assessment and Treatment realizado por Theresa Gannon y Franca Cortoni de las universidades de Kent y Montreal respectivamente. Por ponerlo en otras palabras, estos tres casos que nos ofrece la empiria ponen a la mujer en situación de ventaja a través del desgastado recurso de la discriminación positiva, tema que nuestros feminismos prefieren no abordar, y a los hombres en posición de héroes que han consentido y no víctimas. Mientras tanto las profesoras gozan. Sobre todo de los privilegios de género//////PACO