Los primeros diez años de YouTube tal vez sean también sus últimos, pero la reproducción de perspectivas y negocios de esa década de existencia compensa la inevitable obsolescencia de las plataformas digitales. Creada por Chad Hurley, Steve Chen y Jawed Karim, tres norteamericanos con orígenes tan distintos como Taiwán, Alemania e India, YouTube nació para resolver, en esencia, la enorme cantidad de tiempo que costaba descargar y compartir videos en internet. A esa cuestión se le sumó después ‒en una versión que involucra a Jawed Karim, entonces desarrollador de la plataforma PayPal‒ las prohibiciones y las ansiedades de la censura anglosajona. Cuando un año antes de YouTube Janet Jackson sufrió el famoso “desperfecto de vestuario” que dejó a la vista de todo Estados Unidos un fugaz pezón, los medios saturaron a sus audiencias con condenas morales y sanciones económicas al mismo tiempo que censuraban la escena del “incidente”, convertida inevitablemente en una de las fracciones de video más buscadas por cualquiera con conexión a la web. ¿Y si los usuarios en internet, pensó Jawed Karim, fueran capaces de producir, publicar y compartir su propia agenda audiovisual de una manera simple y más allá de las limitaciones de los grandes medios?

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Activado el 14 de febrero de 2005 y con un primer video subido en abril ‒“Me at the Zoo”, 19 segundos de Jawed Karim en el zoológico de San Diego‒, el ambivalente slogan “transmítase usted mismo” o “transmita usted mismo” (“Broadcast Yourself”) transformó a YouTube en una red con un valor aproximado de 1.700 millones de dólares y 100 horas de video subidas por minuto. Cualquier cámara de video conectada a la web, de hecho, puede transformarse gracias a YouTube en un punto de transmisión para crear tantas miradas sobre experiencias visibles como personas y dispositivos hubiera a su alrededor. Conocer, escuchar y mirar el mundo y sus personajes, desde entonces, es más fácil. Y en un arco que va desde eventos familiares y revoluciones como la que terminaron con el libio Muammar Kadhafi ‒grabado por sus propios verdugos‒, hasta los festejos de Alexis Tsipras en Atenas, tutoriales para karaokes, las siniestras decapitaciones del Estado Islámico, programas de televisión y una infinita cantidad de videos musicales, todo lo que pueda reunir las dimensiones elementales de la imagen y el sonido está en YouTube.

¿Y si los usuarios en internet fueran capaces de producir, publicar y compartir su propia agenda de videos de una manera simple y más allá de las limitaciones de los grandes medios?

La plataforma, al mismo tiempo, no tardó en transformarse en un espacio de producción en sí mismo, permitiendo canales gratuitos a los que otros usuarios pueden inscribirse ‒“más de un millón de creadores de más de 30 países ganan dinero a través de sus videos”, según las estadísticas oficiales de la empresa‒ y convertirse en la audiencia de contenidos elaborados especialmente para ellos (algo que ni siquiera los programas de cable previos de nicho podían lograr). Entre los “YouTubers”, como se llama a quienes crean y difunden contenidos para sus propios públicos, ya sea comentando videojuegos, testeando dispositivos tecnológicos o divulgando noticias, varios alcanzan volúmenes de visitas que los vuelven depositarios de la misma pauta publicitaria que los grandes medios, y en algunos casos las superan. “YouTube generó la posibilidad de transformar, en nuestro caso, una productora en un canal de televisión. Y a la vez mató lo lineal: está “on demand”, es recomendado, circula por la red y en alta calidad. Encima transmite en vivo: en síntesis, ya no se necesita una antena. Es la “norma digital” para la nueva generación: le pasa por encima a la televisión digital terrestre”, dice el chileno Nicolás Copano, creador de programas como MQLTV.com, producido y transmitido en YouTube desde 2007 ‒el año en que “Copano” fue la tercera palabra más buscada de Google en Chile‒, y que lo transformaron en uno de los “YouTubers” más populares de la región, y al poco tiempo en una de las figuras de CNN Chile, donde conduce el ciclo Demasiado Tarde.

¿No es YouTube uno de los archivos más fascinantes de todo el patrimonio audiovisual de la Humanidad?

“Hace ocho años tenía un programa en el cable tipo Wayne´s World que se llamaba Canal Copano. De un día a otro, echan a un miembro del equipo y decidimos irnos. El único lugar donde pudimos seguir emitiendo semanalmente fue YouTube, con un ciclo que se llamaba Conspiración Copano y que llegó a la TV. Hoy en youtube.com/MQLTV hacemos desde conciertos hasta streamings en vivo de noticias desde un garage”, cuenta Copano, para quienes los televidentes ya son “netvidentes”, es decir, espectadores de una red. “Si un netvidente aprende a usar su celular y traspasar a su Smart TV un video, cambia el mercado. Y me encantaría tener lo que en televisión llamamos “playout”: un sistema de emisión sin saltos para dar la sensación de construir un canal de TV desde todos los canales de video disponibles. Esa “curaduría” va a ser valiosa. Y creo que es el futuro. La gente también quiere ver o escuchar una guía. Porque no todos somos “tan nerds” como para estar buscando todo el tiempo: ¡el público tiene vida!”.

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Parte de esa vitalidad se debe a la tecnología. Diseñado para visualizar contenidos al mismo tiempo que se descargan en un flujo de datos sin interrupción, YouTube cambió la demanda y la oferta de material audiovisual y obligó a los nodos estáticos previos de distribución ‒desde programas periodísticos hasta la gran tierra fértil de la pornografía, que le dio a YouTube algunos de sus hermanos adultos, YouPorn y PornTube‒ a readaptarse. Con más de mil millones de usuarios mensuales recorriendo galerías de un volumen de seis mil millones de horas de video ‒casi una hora por cada persona en la Tierra‒, cuando en noviembre de 2006 YouTube fue comprado por Google los últimos escépticos se rindieron. Hoy no hay medios relevantes sin su canal en YouTube, una pieza fundamental ‒por el bajo costo y las exigencias tecnológicas accesibles‒ en el ensamblaje de un periodismo capaz todavía de interesar a viejos consumidores de noticias en vivo y a los todavía más esquivos nativos digitales. “El valor de YouTube es haber facilitado que cualquier persona pueda convertirse en un medio de comunicación. Ese proceso había comenzado unos años antes con los blogs, pero YouTube ofreció un componente novedoso: logró que producir video fuera barato, fácil, rápido y masivo. Las consecuencias de una herramienta de esa escala son irreversibles y cambian las reglas de los contenidos y la comunicación”, explica Pablo Mancini, periodista y autor del libro de ensayos Hackear el periodismo (2011). “YouTube no tiene techo. No es solo un sitio de videos, como muchos creen. Para las generaciones más jóvenes en su principal buscador. Los niños no usan Google. Cuando buscan algo, van directo a YouTube. Hay dos internet: una antes de YouTube y otra después”, dice Mancini.

«Las consecuencias de una herramienta de esa escala son irreversibles y cambian las reglas de los contenidos y la comunicación».

Para la industria del entretenimiento, el aprendizaje resultó más voraz. Con más de 2 mil millones de visualizaciones hasta hoy, el cantante surcoreano Psy se transformó en una celebridad global inmediata cuando su video “Gangnam Style” se viralizó hasta convertirse en el video más visto de 2012 y en lo más visto en la historia de YouTube. Algo similar le pasó a la escocesa Susan Boyle, la cantante amateur que en 2009, cuando su versión de la canción “I Dreamed a Dream” se viralizó, demostró que el salto cuantitativo entre la escala de audiencias de uno de los programas televisivos más populares de Gran Bretaña no tenía comparación con la capacidad de difusión de YouTube. A los pocos días de cumplir 300 millones de visualizaciones online, Boyle no solo se hizo famosa en el mundo sino que también fue invitada a los Estados Unidos para cantar ante el presidente Barak Obama y para el Papa Benedicto XVI en Escocia. Sin embargo, y a pesar de las batallas jurídicas por los derechos de propiedad intelectual de las películas, las series y los videoclips en YouTube, discusión que le costó la existencia tal como la conocían hasta entonces a casi todos los canales de cable que durante los ochenta y los noventa transmitían videos musicales ‒¿dónde, si no en YouTube, se estrenan o podrían existir hoy esos videos?‒, una de las funciones más interesantes de “la red para transmitir uno mismo” no está enfocada en el presente sino en el pasado. ¿No es YouTube uno de los archivos más fascinantes de todo el patrimonio audiovisual de la Humanidad?

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Grabaciones de la Primera Guerra Mundial, películas de Carlos Gardel, el hombre en la Luna, el asesinato de JFK, discursos de Fidel Castro, la beatlemanía, documentales profesionales y amateurs sobre cualquier asunto, tsunamis, terremotos y testimonios de sucesos tan inconexos a través del tiempo y el espacio como el Cordobazo, el 9/11, la caída del Muro de Berlín, la Tigresa de Oriente y los avistamientos de OVNIS, todo se almacena y se transmite en YouTube. “En YouTube tengo canciones y discos completos, puedo ponerlo a sonar y olvidarme, puedo ver fragmentos de películas, películas enteras, bandas de sonido de películas: puedo explorar esa relación, y luego encontrar versiones acústicas hechas por un ruso o un brasileño de canciones pop, viejos videos o performances televisivas de David Bowie o Lou Reed o el grupo español Barón Rojo, o ver el último video de Pitbull que jamás alcanzaré en la TV, o espiar, Dios mío, imaginarme gracias a esa acotada pantalla, lo que fue David Oistrakh interpretando a Prokofiev en el Conservatorio de Moscú hacia 1972”, dice el escritor y crítico literario Juan Terranova, que encontró ahí no solo un asunto sobre el cual ha escrito ensayos sino un acompañamiento musical cotidiano que considera superior al que ofrecen plataformas más novedosas como Spotify y Grooveshark. “Todo esto para no señalar el valor pedagógico insuperable de ver las partituras a medida que se escucha la música, como proveen muchos canales hoy. Grooveshark tiene mejor sonido pero poca variedad, poca sorpresa. Spotify parece más sólido. Sin embargo, enlaza con las redes, invade tu privacidad auditiva contándole a los demás qué elegís. Y si no pagás tiene esas horribles propagandas que en YouTube son fácilmente bloqueables. YouTube es simple, es artesanal, es sucio, es manejable. Está cargado del tegumento de lo humano, de nuestras vergüenzas, nuestros momentos únicos. Así, es el gran proveedor de versiones e interpretaciones de la web”/////PACO