Ansiedad


La humanidad de la eugenesia liberal

En el prólogo de Crash, “la primera novela pornográfica basada en la tecnología”, J.G. Ballard señalaba que la clave para entender el presente se encontraba en el concepto de posibilidad ilimitada. El gusto del autor por el psicoanálisis era conocido, y aunque no hay registros de que Ballard haya presenciado la conferencia de 1972 en la que Jaques Lacan desarrolló la fórmula del discurso capitalista, no sería de extrañar que hubiera tomado algunas de sus definiciones como punto de partida para el prólogo de esta novela. Y es precisamente este discurso circular, sin límites de imposibilidad y que define la visión ballardiana, el resultado del “matrimonio entre la razón y la pesadilla que dominó el siglo XX”. 

Medio siglo más tarde, ni siquiera es necesaria la ciencia ficción para vislumbrar los paisajes catastróficos de un futuro incierto que todavía se condensa en el espejo de esa circularidad irrestricta. De hecho, la definición de lo que se considera ciencia ficción se ha ido ampliando con los años, alejándose de los viajes en el tiempo y las space operas para acercarse cada vez más al auténtico presente. Basta con dirigir la atención hacia las líneas de investigación en el campo de la biotecnología para encontrar que, bajo la premisa de transformar la condición humana con tecnologías que mejoren las capacidades físicas y psíquicas, hoy se desarrollan los complementos ideales para satisfacer las exigencias de lo ilimitado del capital.

Sergio Canavero

Estas exigencias conllevan también un reverso obsceno, un sentimiento de culpabilidad frente a aquello que es imposible de satisfacer. Por eso la producción de bienes y procedimientos dirigidos a perfeccionar la condición humana puede adoptar la forma de una espiral compulsiva. Entre la creciente galería de voluntariosos colaboradores de este proyecto está Sergio Canavero, un neurocirujano italiano que se hizo famoso a fines de 2017 cuando hizo públicos sus planes para el primer trasplante de cabeza en humanos. El programa era simple: trasplantar la cabeza de una persona viva a un cuerpo cadavérico. 

A partir de ahí, empezaba una discusión bioética que se reavivaba en debates en torno al dilema descartiano: ¿qué pasaría con la mente del trasplantado en su nuevo cuerpo? ¿Se perdería algo de la persona en el espacio que lo separaba entre su viejo cuerpo y el nuevo? Los colegas de Canavero eran unánimes respecto al fracaso del proyecto.

Por otro lado, a diferencia de los protagonistas de Crash, cuyo placer por la sangre, el metal y el exhibicionismo se mantenía dentro de cierta órbita de privacidad y elegancia, Canavero hizo un show mediático. Finalmente, luego de conseguir un voluntario para el trasplante y gestionar con el Ministerio de Salud de la República Popular de China la autorización para hacer la cirugía en ese país, Canavero tuvo que suspender la intervención, cuando ambas partes se retiraron a último momento. Además de las obvias reminiscencias a los aberrantes experimentos del doctor Menguele en Auschwitz, lo más conflictivo de Canavero, y acaso sea por eso que ninguno de los especialistas consultados lo menciona, es la pregunta acerca de lo que este tipo de indagaciones biomédicas pone en escena. El impacto mediático de sus trabajos no se explica únicamente por la fascinación que evocan en su aspecto más bizarro, sino que revela la dimensión privilegiada que tiene el transhumanismo en el imaginario de nuestra época. Si el principio del transhumanismo es rediseñar la condición humana, y si esto incluye intervenir sobre parámetros tales como el envejecimiento, las limitaciones del intelecto, la psicología y el sufrimiento, ¿cuáles son las chances de que esta humanidad aumentada no sea capturada por las lógicas del rendimiento neoliberal?

Otro personaje que alcanzó la fama mediática es Matthew Liao, un profesor de filosofía especializado en bioética encargado de dirigir el Departamento de Salud Pública de la Universidad de Nueva York. Liao escribió junto con un grupo de colegas de la Universidad de Oxford un paper titulado Human Engineering and Climate Change. Al igual que en su desopilante presentación para TEDx, Liao propone un conjunto de soluciones ante el problema del cambio climático, englobadas bajo el término de “ingeniería humana”. De lo que se trata, en síntesis, es de llevar a cabo una serie de modificaciones biomédicas con el propósito de mitigar la huella humana sobre la Tierra y su medioambiente. Imbuidos por el prestigio de la academia, Liao y sus colaboradores provocaron todo tipo de reacciones, incluyendo poderosas shitstorms en las redes.

Matthew Liao

Es difícil tomar en serio a Liao. Sin embargo, basta con escucharlo en las entrevistas o en los coloquios de ideas auspiciados por las entidades que financian su proyecto para darse cuenta de que habla en serio. Las propuestas, que incluyen disminuir la altura de la población a través de métodos de selección embrionaria y edición genómica, o administrar dosis masivas de psicofármacos para mejorar el rendimiento cognitivo y la empatía e inducir intolerancia alimentaria a las carnes rojas para disminuir el efecto invernadero, son presentadas como una solución efectiva del cambio climático. Este tipo de intervenciones, inscriptas bajo el término de “eugenesia liberal”, serían voluntarias y de ninguna forma coercitivas. El propio profesor Liao remarca que uno de los caminos para implementar su programa sería por medio de incentivos económicos. En otras palabras, exenciones impositivas para quienes decidan intervenir sus cuerpos y los de sus hijos para salvar el mundo.

¿Tiene sentido remarcar que para Liao resulta más fácil imaginar una política tributaria que use el enanismo artificial y la manipulación genética a gran escala que una regulación estatal sobre el mercado que le da forma y volumen a la producción y al consumo?

Más allá de las consecuencias de un régimen de “eugenesia liberal”, es interesante el modo en que bajo los edulcorados modales bienintencionados de una charla TEDx se esboza un programa de dominación, apenas disimulado como consenso.  

Aun así, al mismo tiempo que el liberalismo de los laboratorios proyecta un mundo mejor, es inevitable recordar que en nuestro país uno de los problemas más urgentes es el estancamiento pondoestatural en la población infantil debido al déficit nutricional, una consecuencia directa del programa económico y político liberal de los últimos cuatro años, tan celebrado en los mismos coloquios de ideas que invitan a Liao. Aunque Canavero propone al estilo de un “Frankenstein moderno” un transhumanismo intempestivo y extemporáneo, la formulación de Liao es racional y lógica, porque inserto en su programa de ingeniería humana, por más extravagante que suene, hay también un núcleo de asertividad para leer la coyuntura. Liao comprende a la perfección que mientras se respete la lógica del capital, todo está permitido. En su visión transhumanista de la democracia de mercado, ser alto, comer animales o pensar sin ataduras farmacológicas son lujos a los que sólo unos pocos deberían acceder. 

Sería un error reducir el transhumanismo al intercambio de cráneos en quirófanos de dudosa calidad. Gran parte del debate contemporáneo gira en torno al control de los cuerpos, indisociable de los avances técnicos en medicina. Por eso, ante el desarrollo exponencial que muestran las tecnologías informáticas y las neurociencias, y ante un escenario de absorción de la ciencia en la circularidad ilimitada del mercado, hoy resulta fundamental poner en primer plano la dimensión ideológica del discurso científico. La historia de Canavero provoca algo entre la gracia y el morbo, mientras que las propuestas de Liao plantean un panorama factible y, por lo tanto, más atemorizante. Ante lo que ambos proponen, la cuestión es la misma: ¿es el transhumanismo el suplemento económico-cultural del capitalismo avanzado, orientado a dirigir la evolución de la especie y del planeta siempre en los términos del mercado y desde la perspectiva de las élites que lo dirigen? ¿O es, en cambio, un proyecto filosófico-tecnológico destinado al beneficio de toda la humanidad?////PACO

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