Política Internacional


La fantasía clasista del comunismo

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Después de que dieran como ganador en la primera vuelta de las elecciones presidenciales peruanas a Pedro Castillo con el 18.92% y quedara en segundo lugar la candidata Keiko Fujimori con el 13.40% (una cifra nada mala para la hija de Alberto Fujimori, hoy en la cárcel por peculado, usurpación de funciones, corrupción y homicidio calificado con alevosía y secuestro), luego de los fuegos cruzados de palabras y las acusaciones, y luego también de que Mario Vargas Llosa diera su apoyo a Keiko, aparecieron unos paneles con una publicidad bastante inusual en el centro de Lima y en las principales ciudades del territorio peruano. Estos carteles, ubicados por encima de los semáforos y en otros lugares estratégicos, como si se tratara de anuncios de marcas de alta gama, rezan: “Piensa en tu futuro, no al comunismo”, “El comunismo genera miseria y pobreza”, “¿Sabes que el voto en blanco le suma al comunismo?”.

Para entender este extraño clima político en Perú como prefacio para la segunda vuelta presidencial en junio, hay que decir que Pedro Castillo es un candidato outsider, pues todos se sorprendieron no solo porque no figuraba como “puntero” en las diferentes encuestas, sino porque inmediatamente después de dársele por ganador de la primera vuelta, fue relacionado como la idea de un “candidato comunista” o “marxista-leninista”. Antes, cuando Castillo ni siquiera “pintaba”, la candidata que recibía esos golpes era la cusqueña Verónica Mendoza, del partido “Juntos por el Perú”, acusada por la prensa (y parte de la población) de “terrorista”, palabra que en Perú se asocia con grupos y partidos de izquierda nutridos por la guerra interna que terminó en el año 2000.

Por supuesto, “terrorista” es una palabra que usan como “latiguillo” los voceros de las derechas (o, al menos, aquellos que se creen de derechas) para desacreditar y no tener que debatir con la gente de izquierdas. Es fácil pronunciarla y coloca a quien la usa dentro de una esfera cool, incapaz de asociarse con una izquierda pobre y renegada.  Entonces, ¿a quiénes están dirigidos los paneles publicitarios contra el comunismo? ¿A los de derechas, a los de izquierdas o a los que se creen de derechas para evitar entender y aceptar lo que realmente son en un país como Perú?

Los jóvenes que se creen de derechas y las clases medias

Fueron muy notorias en las redes sociales las reacciones de los jóvenes universitarios inmediatamente después de conocer el resultado de la primera elección entre Castillo y Keiko: tildaron de “comunista” y “socialista” al ganador. Ahora bien, el de los estudiantes universitarios es un sector difícil de definir en Perú. Y decimos “difícil de definir” porque este segmento alcanzaba al 35% de la población hasta el 2016, y no es difícil imaginar que la cifra creció durante este tiempo. Un dato fundamental es que en Perú, de un total de 164 universidades, el 64% son privadas. Y es en este segmento donde las reacciones han sido más virulentas contra Pedro Castillo.

¿Hay alguna razón para que ese segmento reaccione con acusaciones de “comunista”, “leninista” y “terrorista”? El estudiante de universidad privada promedio (descartando a la Universidad de Lima y a la Universidad Privada del Pacifico, que cobran mensualidades de entre 300 y 500 dólares, altísimas para el estándar económico local) pertenece a lo que podríamos describir como “universidades particulares precarias”. Hablamos de universidades cuyas mensualidades rondan entre los 300 u 800 soles, es decir, entre 80 y 212 dólares americanos. Estos alumnos, ya sean de la capital o del interior del país, casi siempre son solventados por sus padres, y su canasta familiar promedio ronda entre los 1300 y 4000 soles. En términos económicos, esto los convierte en integrantes de los segmentos o clases (como se denomina en Perú) C, D y E. En su mayoría, nos atreveríamos a decir que son del sector C y D, lo cual cobra mayor sentido al considerar que, según los datos de la consultora IPSOS, el sector A es el 2% de la población (con ingresos por 3300 dólares en promedio mensuales), el B es el 10%,(1900 dólares), el C es el 27% (1100 dólares), el D es otro 27% (700 dólares) y el E es el 34% (350 dólares).

El sector E vive en condiciones de pobreza extrema porque su canasta familiar consta del esfuerzo de papá, mamá e hijos, y aun así, en muchos casos, sobreviven con unos 350 soles mensuales (93 dólares). Por otro lado, se puede decir que los ricos en Perú son los del sector A, aunque estos, en la práctica, se consideran “clase media”. Razón no les falta, porque este sector, por sus hábitos y consumos (sobre todo culturales) sabe qué es ser rico de verdad, es decir, verdaderamente rico. El sector A peruano, por lo tanto, es una clase media tirando a media baja si se la compara con los países occidentales ricos. Entonces, ¿por qué los sectores C y D (y una pequeñísima parte del E) se creen “clase media”? Me atrevo a dos respuestas inmediatas. Primero, porque el Perú es generoso y hay muchas cosas todavía accesibles a un costo relativamente bajo. Un ejemplo es la comida, que entre los sectores C, D y E que habitan la costa peruana significa el acceso a un excelente pescado del Pacífico directamente desde los puertos, mientras que en los Andes acceden a productos agrícolas naturales (que en la Unión Europea costarían un ojo de la cara) a precio ganga. Y ni hablar de la selva, donde se accede a fruta muy buena y natural a costo de chiste (hemos visto pudrirse “mangos bionaturales” en la selva, botados en el piso como basura). En segundo lugar, la clase A le ha hecho creer al resto de las clases que son clase media para que sigan (y hagan) lo que la clase A quiere que se piense acerca de tal o cualquier cosa. Y la política no es ajena a este mecanismo. 

Una posible explicación

Hugo Neira, que fue director de la Biblioteca Nacional del Perú, exprofesor de la Universidad Saint-Étienne en Francia y doctor en Ciencias Sociales por la Sorbona, dice en una entrevista algo que da luz al respecto. “Perú es un pueblo que no está preparado para la democracia, que no lee, que es manejado por los medios. La falta de curiosidad. No estamos preparados para el siglo XXI, hay que dar el salto científico, el salto a la tecnología. No lo estamos preparando”. Hay que decir que Neira es de izquierdas, autor de un libro ya clásico (Cusco, tierra o muerte) y fue funcionario en el período del general Juan Velazco Alvarado y también director de la Biblioteca Nacional durante el segundo gobierno de derechas de Alan García.

Neira también dice: “Nos ha ido bien en la economía (antes de la pandemia). El modelo (neoliberal) ha funcionado. Pero en cada elección votan en contra del modelo”. Y luego agrega una explicación precisa: “Yo siento que hay una traición al pueblo peruano”. “¿Por parte de quién?”, pregunta el entrevistador, lo que Neira contesta segurísimo: “Por parte de las clases medias, que vieron que los cholos (gente de las montañas de los Andes) llegaron a los colegios fiscales (colegios nacionales) mientras las clases medias se fueron a los colegios privados. La migración andina fue uno de los casos más extraordinarios que ha pasado en Perú. No se hicieron grandes unidades escolares. Esa población nueva emergente de los Andes ha hecho dinero, pero no tiene cultura. La clase media tiene temor de que los cholos se vuelvan intelectuales. ¡Cuando es su país! Claro que nunca van a ser intelectuales, porque (las clases medias) les han hecho creer que el dinero es suficiente. El dinero no es suficiente. El saber es lo importante”.

Neira habla de los años setenta, cuando se produjo la reforma agraria por el gobierno militar de Juan Velazco Alvarado bajo el lema “Campesino, el patrón ya no comerá más tu pobreza”. Los hijos de esos migrantes, trasladados a las grandes ciudades, donde había colegios nacionales y universidades, pudieron educarse y hacer algo de dinero, mas no salió de ahí una “intelectualidad”, porque la clase media creó los colegios privados para “elitizarse” y reapropiarse del conocimiento. Un ejemplo: el barrio emergente de los andinos por antonomasia, los Olivos, pudiente por donde se lo mire y a la justa medida de “los nuevos ricos”, no tiene ninguna biblioteca de calidad. Aun así, antes los campesinos eran propiedad de los terratenientes. Ahora, al menos, pueden elegir. Y así volvemos a los universitarios de las redes sociales, nietos y bisnietos de aquellos emergentes andinos de los setenta que ahora despotrican contra el candidato andino Pedro Castillo llamándolo “comunista” y “marxista-leninista”. ¿Será que los muchachos no están haciendo la tarea? ¿Acaso no se dieron cuenta de que ni siquiera ellos son parte de la clase media? 

La cereza de los carteles anticomunistas

Una periodista bastante reconocida hizo la pregunta esencial. ¿De dónde sale tanto dinero para financiar estos carteles publicitarios? En esa pregunta se resume la traición de la que habla Hugo Neira. Aquí es menester explicar que muchas de las universidades privadas donde se forman quienes ahora financian esta imaginaria “campaña anticomunista” no se encuentran bien rankeadas ni siquiera a nivel nacional (solo la Pontificia Universidad Católica del Perú mide su jerarquía a nivel regional), lo cual tal vez ayude a demostrar que estos paneles en contra de la candidatura de Pedro Castillo no representan más que una nueva contradicción en la conciencia de clase de quienes, al alzar la voz en nombre de la clase alta, parecen olvidar su evidente pertenencia material a la clase baja. 

Es por esto mismo que lo que dice Neira no es nuevo, pues ya sucedía desde que Francisco Pizarro llegó al Tahuantinsuyo, al Imperio de los inkas. Pizarro vio que los pueblos sojuzgados por los inkas tenían una vieja ojeriza hacia sus amos imperiales, y deseaban venganza. De manera que Pizarro hizo algo simple: les prometió el oro y el moro, los usó como soldados para derrotar a los inkas y luego los traicionó al sojuzgarlos también a ellos. Durante la colonia, los españoles usaron más o menos esa misma dinámica para controlar las rebeliones, y a las puertas de una nueva elección presidencial, en pleno siglo XXI, el mecanismo sigue entre nosotros. ¿Habrá que esperar hasta una victoria de Keiko Fujimori para que los universitarios se den cuenta que ellos también serán traicionados? ¿Caerán en la cuenta de que cualquier panel de publicidad “contra el comunismo” en las calles de Lima, Cusco o Arequipa, vale lo mismo un año de estudios universitarios? ¿O acaso la voz de Pizarro reencarnado insistirá en hacerles creer que tendrán el oro y el moro de nuevo?////PACO

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