A menudo las “imágenes del mundo”,
creadas por las “ideas”, han determinado
como guardagujas los rieles sobre los que
la acción viene impulsada por la dinámica de los intereses
Max Weber, 1920
Sí, el título de este texto es una provocación, no una polémica ni una diatriba. En todo caso, se intenta provocar un análisis que revisite una tesis clásica de la sociología moderna y, desde ahí, dar cuenta de algunos emergentes empíricos de estos tiempos. Antes que nada, hace unos años, Mercedes Dellatorre escribió en esta misma revista un texto titulado Por qué la astrología está de moda. La autora responde a esa pregunta a través de una sugerencia: la astrología se convirtió en una herramienta para quienes buscan controlar aspectos de su vida cotidiana, promoviendo un deseo egoísta de dominio sobre lo incierto. De esta forma, la astrología vendría a consolar a buena parte de los huérfanos de grandes relatos, permitiendo que sientan que pueden dominar su destino. En el intento por soslayar algunas dimensiones del orden de lo social, propongo ampliar el debate y pensar, en vez de una “moda”, en una afinidad electiva, en tanto que la astrología –como marco de referencia, sistema de valores e imágenes del mundo– se entrelaza en la forma de una mutua complementariedad con el actual ethos capitalista –el imperativo individualizante–.
La historia es conocida: a principios del siglo XX, el sociólogo alemán Max Weber publica La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Es un texto ya canonizado por una multiplicidad de razones, aunque quisiera rescatar en particular aquella faz en la que discute, en el mejor sentido del término, la tesis central del materialismo dialéctico de Marx y Engels. Frente a un contexto europeo que empezaba a dar lugar al determinismo económico como tesis central, Weber señala que el capitalismo moderno europeo se desarrolla sobre cimientos culturales e imágenes del mundo: el ascetismo intramundano del calvinismo. No es Weber quien afirma que el protestantismo causó el capitalismo europeo, sino que, en su lugar, postuló una afinidad electiva entre un cuerpo de valores (una ética que enaltece el trabajo a destajo, la disciplina y la frugalidad) y cierto spirit capitalista (un conjunto de prácticas que enarbolan la búsqueda racional del beneficio y el éxito individual). Ese concepto (afinidad electiva) es el eje central en la descripción y comprensión de una compleja relación de complementariedad, coincidencia de intereses y actitudes, disposición y práctica, independientes en su origen pero que convergen en su impacto sobre la vida económica.
Un siglo después, Luc Boltanski y Eve Chiapello publican El nuevo espíritu del capitalismo (2002). En esa clarísima actualización del canto weberiano, proponen observar cómo el capitalismo se reconfiguró ideológicamente al incorporar sustratos críticos luego de los movimientos contraculturales de mediados del siglo XX. Este nuevo espíritu amalgama, como solución dialéctica, aquellas imágenes del mundo que no le eran intrínsecamente propias: flexibilidad, autonomía y creatividad. La materialización del posfordismo forjó un nuevo retorno al individuo como unidad y medida de las cosas; retorno exacerbado en una demanda crítica por una mayor autonomización del Yo subordinado a la prepotencia dominante del capitalismo. Entonces, el “sistema” incorporó sus críticas como nuevas formas (económicas y culturales) que le permitan legitimarse y con ello, queda claro, seguir promoviendo la acumulación de capital.
Veinte años después, podemos seguir profundizando en las características más loables de la tesis weberiana, sobre todo en vistas de nuevas afinidades electivas entre valores culturales y disposiciones económicas. Hoy en día, la ‘sensibilidad’ astrológica protagoniza el marco de referencia en las experiencias vitales de muchas personas, quizás en la forma de una estrategia discursiva para comprenderse a sí mismas y al mundo incierto o desprovisto de sentido. Estrictamente hablando, la astrología se define como un sistema de creencias asociado a la posición de los astros en el momento del nacimiento del individuo, concatenando un complejo dispositivo que va desde la composición de la personalidad hasta los eventos futuros –decisiones, sucesos, hechos–. Si bien su génesis yace arraigada a la Antigüedad –en civilizaciones como la mesopotámica y egipcia–, actualmente ha proliferado en la era digital debido a la necesidad contemporánea de nuevos repertorios que puedan lidiar con la incertidumbre (sumaría al debate de esas nuevas sensibilidades el consumo de drogas sintéticas en fiestas electrónicas, la automedicación psiquiátrica, el mindfulness, el yoga, la meditación, el autodiseño narcisista identitario en redes, la excesiva modelación del cuerpo en gimnasios, etc.).
Respecto al autodiseño identitario en redes, ya no es novedoso sugerir el proceso de exagerada individualización actual, donde el Yo se convierte en el centro de la experiencia y, paradójicamente, de la vida social. François Dubet llama a esto el imperativo de subjetividad (o el arrojo del individuo a su circunscripción yoica) como el hecho social total de esta época. Es un fenómeno que el autor francés no necesariamente vincula con el uso de redes sociales –como configuración técnica de una ontología estética del individuo–, amplificando la expresión digital de la persona a la medida de un proyecto cultural: cada uno de nosotros puede construir su marca personal y presentarse al mundo con los contornos artísticamente curados.
Sin embargo, es en ese espacio donde las éticas astrológicas promueven narrativas individualizantes en torno al “destino», otra forma de llamar al sentido de la vida. La postura astrológica, por lo tanto, hace forclusión del agregado societal, del conjunto, permitiendo que cada persona se vea a sí misma como una única cartografía astrológica que contornea su personalidad y sus experiencias vitales. La afinidad electiva entre la astrología y los procesos de individualización actuales, en términos weberianos, radica en que se establece mediante una compleja relación de complementariedad a pesar de ciertas autonomías relativas entre sí.
En última instancia, la astrología ofrece una cosmovisión que refuerza la lógica individualizante, la cual coincide –en intereses y actitudes– con el ethos del emprendimiento personal o el trabajo freelance. Estas imágenes del mundo se complementan perfectamente con disposiciones económicas contemporáneas como el teletrabajo –en el marco estructural de una economía de servicios–, en la que la atomización del individuo se traduce en la búsqueda constante de realización personal y profesional desde casa –el último fuero de lo individual–. De esta manera, no como causas, sino como afinidades electivas, los sistemas simbólicos de la astrología y la individualización aumentada se encuentran en un terreno afable que sujeta y ordena a las personas a su paroxismo individual.
A modo de cierre, tenemos un ejemplo muy elocuente de esta afinidad electiva. Se trata de los talleres de Sanación de Heridas Financierasque da la reconocida influencer tarotista y astróloga Julieta Suárez Valente (@astrologia_y_consciencia en Instagram). El nombre de la propuesta lo dice todo: considerar desde el plano de la espiritualidad de lo sanable –mediante la sensibilidad astrológica y la consciencia de los chakras– la disposición económica –la estrategia financiera y la relación con el dinero–. Ahí la referente dice en sus posteos: “Al dinero lo odiamos, lo deseamos, lo perdemos, lo ignoramos, lo bastardeamos y necesitamos. Todos estos rollos afectan nuestra capacidad de expandirnos y de sanar, amargándonos la vida. En este taller, en un ambiente lúdico y divertido te invito a: Descubrir las raíces kármicas, sociales y transgeneracionales en torno al dinero. Transicionar de una mente limitante a una mente más expandida, desterrando fuertes mitos con respecto al dinero. Comprender y reformular el valor personal, y la Ley hermética de la Divina Compensación o Reciprocidad. Unir grietas entre el mundo espiritual y el mundo material (chakra coronario y chakra raíz)”////////PACO