XX se mudó a una ciudad del interior de la Provincia de Buenos Aires, alquiló un monoambiente y lo adaptó a las necesidades de su hijita ZZ, de 2 años. Antes había dejado una casa en Buenos Aires y una pareja. Había elegido esa ciudad de la provincia porque ahí hay una escuela Waldorf, de la que se enteró por Facebook. Desde el embarazo, XX siempre había preferido optar por lo alternativo: quería que el parto fuera respetuoso y natural, en su propia casa, y para eso se unió a un grupo de mujeres (hay varios en Facebook) que se llama “Mamá pulpo”, una comunidad que apoya y fomenta la crianza respetuosa, el colecho, el porteo, la lactancia materna y los partos respetados. Así consiguió como acompañante a una “dula” (las mujeres que acompañan a otras mujeres en esta etapa) y recibió consejos de cómo amamantar, compró los pañales de tela que fabrican las emprendedoras de este rubro y el fular (una tela “respetuosa” para llevar al bebé) que hacía juego con los pañales. Todas estas cuestiones, a las que llaman “maternar”, siempre estaban puestas a consideración de XX a través del grupo de WhatsApp o Facebook.

Para cuando ZZ tenía seis meses, XX ya había dejado su trabajo en una oficina. No toleraba viajar en colectivo y someter a su hija a los largos viajes, ni mucho menos dejarla en una guardería común (imaginen, ¡ya desde el vamos llamarla “guardería”!). Pero volvamos a la ciudad de la Provincia de Buenos Aires: XX, ZZ y la escuela Waldorf. La escuela se armó por iniciativa de un grupo de padres preocupados por la educación de sus hijos, para quienes las mayores amenazas eran el bullying y el contacto “con gente pelotuda”, según dice XX. Pero, sobre todo lo demás, lo que realmente deseaban para sus hijos era una educación diferente en la que pudieran desarrollarse “en libertad como individuos”. Desde ya, si lo que uno busca es seguridad, el hecho de que Sancor Seguros promocione a las escuelas Waldorf como una forma de educación “que crece con el niño” y bajo el argumento de que “un eje fundamental de este tipo de enseñanza es el seguimiento personalizado que hace el docente de cada niño, captando así sus aptitudes e intereses y estimulándolo en sus potencialidades”, entonces debería dar seguridad. Pero que una compañía de seguros fomente una educación “antisistema”, como se supone que es la Waldorf, también podría generar algunas dudas… Aun así, cuando se trata de la seguridad de los padres, una compañía de seguros siempre brinda lo que se espera que brinde. En Argentina, mientras tanto, ya hay más de 30 escuelas Waldorf, una modalidad educativa en plena expansión. En el video de una de estas escuelas en Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba, el eslogan publicitario es “Rumbo al cambio”: nada mal para una pedagogía que, hasta ahora, logró su mayor crecimiento bajo el gobierno de Cambiemos.

Desde el documental de 2012, la Educación prohibida, obligatorio para casi toda persona «progre», ha habido distintas discusiones sobre el sentido de la educación tradicional. ¿Se deberían modificar las materias escolares? ¿Deberían los voluntarios reemplazar a los docentes, como quería hacer María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires para romper los paros? Las escuelas Waldorf, en ese sentido, proponen como maestros a personas que no siempre son docentes (los padres pueden reemplazar a los maestros cuando faltan) siempre y cuando hayan completado los cursos de pedagogía Waldorf. Como muchos saben, una vez completados estos cursos, se homologan los niveles de enseñanza a través de los exámenes que dan libres los alumnos. Pero lo que no tantos saben es que esta “pedagogía”, como la llama XX, es una forma de enseñanza basada en la antroposofía, una disciplina definida por Rudolf Steiner como “un camino de conocimiento que quisiera conducir lo espiritual en el ser humano a lo espiritual en el universo”.

Las escuelas Waldorf, por lo tanto, son antroposóficas (aunque no lo digan) y siguen las enseñanzas de un gurú, Rudolf Steiner. Como muchos de los padres y madres que buscan seguridad para sus hijos, XX no sabe quién es Steiner, pero sí sabe que le gusta la casa con jardín, los elementos de lana y la madera con los que juegan los chicos en la escuela Waldorf a la que lleva a ZZ. Y también le gusta que el maestro de su hija sea un varón y que “encarne la pedagogía”, porque WW hizo toda la escuela Waldorf y se recibió luego de profesor de educación física. Convocado a la ciudad de la Provincia de Buenos Aires por los padres interesados en fundar la escuela, fue el encargado de iniciar el proyecto con un jardín de infantes.

Primero consiguieron una casa y juntaron a chicos del “primer septenio” (así se organizan, por “septenios”) y después convocaron a otros padres a través de las redes sociales. Una mamá de las primeras familias convocadas también es profesora de educación física y dice que, en cuanto lo conoció a WW, supo que era lo que estaban esperando para empezar “este camino”. En tal caso, Rudolf Steiner tampoco era maestro, ni sabía nada de pedagogía. En realidad, Steiner era miembro de la Sociedad Teosófica de madame Blavatsky y, al igual que ella, ocultista. En sus libros Steiner cuenta que de chico veía fantasmas y por eso parece haberse interesado en el espiritismo. De hecho, era “clarividente” y recibió parte de los principios de su “pedagogía” en estado de trance. Entre estos principios está el respeto al número místico tres para interpretar la realidad humana (alma, mente y cuerpo), y es por eso que la educación pergeñada por Steiner se divide en tres etapas de siete años cada una: de 0 a 7 el jardín de infantes, de 7 a 14 la escuela primaria, de 14 a 21 la secundaria. De este conocimiento esotérico deriva también el nombre de la banca antroposófica, porque la antroposofía es un monopolio con una banca llamada Triodos, una medicina llamada Weleda y unos cultivos biodinámicos llamados Demeter, entre otras cosas.

Rudolf Steiner

El origen del nombre Waldorf es curioso. En 1919, Steiner visitó la fábrica de cigarrillos Waldorf Astoria en la ciudad de Stuttgart, en Alemania, y le habló a los trabajadores sobre la necesidad de una renovación social: una nueva forma de organizar la sociedad y su vida política, cultural y económica. Fue ahí donde hizo la propuesta de abordar al hombre como un ser tripartito y de acuerdo con sus necesidades. Impresionado, el dueño de la fábrica, Emil Molt, le solicitó a Steiner encargarse de establecer y dirigir una escuela para educar a los hijos de los empleados en este nuevo sentido social. Y así nació la Escuela Libre Waldorf.

En su libro ¿Cómo acceder al conocimiento de los mundos superiores?, Steiner escribe respecto al discipulado:

“Condición previa es cierta disposición fundamental del alma, denominada en la ciencia espiritual el sendero de la veneración, de la devoción hacia la verdad y al conocimiento. Sólo aquel que tenga esa disposición fundamental puede llegar a ser discípulo de la ciencia oculta. Quien tenga experiencia en ese dominio sabe qué disposiciones se observan, desde la infancia, en aquellos que más adelante llegarán a ser discípulos. Existen niños que contemplan con temor reverencial a ciertas personas. Sienten por ellas un respeto profundamente arraigado en su corazón, que les imposibilita todo pensamiento rudimentario de critica u oposición. Tales niños, al llegar a la adolescencia, se sienten felices al levantar sus ojos hacia algo digno de veneración. De las filas de niños semejantes salen muchos discípulos de la ciencia oculta”.

Entonces, ¿fueron creadas las escuelas Waldorf con el propósito de reclutar a potenciales discípulos? Algunos exalumnos y exdocentes cuentan en distintas páginas y blogs de diversos países que hay un gran secretismo respecto a lo que se practica puertas adentro de las escuelas Waldorf y que, en general, se intenta que la comunidad no lo sepa.

Emil Molt

El día en una típica escuela Waldorf empieza con una oración a la que se le llama “verso” o “poema”, pero que en realidad solo intenta conducir a los niños hacia un acto devocional. Tampoco se festejan las fechas patrias, pero sí las religiosas y las planetarias. Cada día de la semana está relacionado con un color, y a los padres se les dice que esto es una manera de enseñarles a los chicos los colores, aunque en la práctica se trata de un ritual esotérico en relación con la astrología (porque también hay una astrología antroposófica), según el cual cada día corresponde a un planeta y tiene su color. Al recorrer su libro, por otro lado, Steiner no solo demuestra una enorme confianza en las fuerzas ocultas sino también una enorme desconfianza en el sentido crítico:

“Nuestra civilización tiende más bien a criticar, juzgar y condenar, que a admirar y venerar altruístamente; hasta nuestros hijos critican mucho más que veneran. Empero, toda crítica, todo juicio desfavorable, expulsa del alma las fuerzas que le permiten llegar al conocimiento superior, en el mismo grado en que la veneración desinteresada las desarrolla”.

XX es mi hija y ZZ es mi nieta, y yo espero lo mejor para ellas, por supuesto. Pero creo que podría preguntarme, también, en qué me equivoqué. ¿En mandarla a la escuela pública, tal vez? Sí, la escuela pública me trajo algunos inconvenientes cuando los docentes hacían paros y los padres firmaban petitorios contra los docentes que se tomaban licencias reiteradas “porque los chicos pasaban de suplente en suplente”. Pero esos mismos docentes eran los que llevaban estos temas a la escuela, y los alumnos y los padres nos enterábamos así del motivo de sus paros y discutíamos los petitorios. Era parte de lo que se hablaba en casa y podía servir para poner en consideración lo que pasaba en el país, por lo que mis hijos empezaban a entender también qué era la política y cuál era su relación con la economía y con el salario de sus padres y sus maestros. Yo también me formé en la escuela pública, pero como escribió hace unos días el hijo de Fernando Savater en El País (y en España hay muchas escuelas Waldorf), “todo parece lo mismo que ayer, pero nada lo es. Seguimos hablando tranquilamente de estados, gobiernos, naciones y ciudadanos, pero solo hay marcas y empresas compitiendo ferozmente entre sí por flujos de inversión”, (o los likes en el caso de las marcas personales).

Las escuelas Waldorf se adaptan a esta lógica neoliberal perfectamente: parecen antisistema pero son una empresa más parecida a Rappi, que también propone a sus educadores ser “emprendedores”. Vale la pena leer cómo la página del profesorado Waldorf promociona su formación:

Considere la posibilidad de convertirse en un maestro Waldorf

Waldorf es uno de los movimientos educativos de más rápido crecimiento en el mundo. América del Norte alberga a más de 250 escuelas Waldorf y los números en todo el mundo se han duplicado en la última década a más de 900 escuelas. Por lo tanto, existe una demanda constante de maestros Waldorf calificados. Hoy en día los centros de formación del profesorado ofrecen programas para formación de tiempo completo y tiempo parcial. La mayoría de los programas permiten obtener un Certificado en Pedagogía Waldorf mientras que otros ofrecen la opción de ganar un título de maestría (MS Ed.). Todos los programas ofrecen un plan de estudios integrado que proporciona una sólida base filosófica, artística y práctica para la enseñanza Waldorf.

¿No es esto una convocatoria a la formación de emprendedores en la que cada maestro Waldorf está en condiciones de formar su propia escuela, como hizo WW en la ciudad de la Provincia de Buenos Aires y como otros tantos hicieron ya en distintas ciudades de Argentina? El procedimiento es siempre parecido: la enseñanza Waldorf se extiende a través de las redes sociales, se adapta a cada comunidad, se “autogestiona” y se vuelve “autosustentable” a través del consumo de los productos de la larga cadena comercial antroposófica. Mirado con atención, esto es lo que hace que para el sistema Waldorf no haya un gran salto cualitativo entre formar una comunidad educativa y formar una comunidad de consumidores. De la nota publicada en El país, también subrayé esto: “El sujeto debe asumirse como “empresario de sí”, gestor de un “capital humano” a valorizar constantemente”. Estoy segura de que Rudolf Steiner no podría estar más de acuerdo.

La escritora Laura Gutman, que se presenta como terapeuta familiar, sacó el año pasado un libro que se llama La civilización niño céntrica, inevitable pensar en El señor de las moscas. Laura Gutman plantea que para llegar a un mundo mejor hay que dedicarse a los niños y guiarse por lo que ellos quieren. En su página web promociona su libro diciendo:

“Estoy segura de que, si confiáramos en la naturaleza instintiva de cada niño, recuperaríamos el sentido común, la alegría y la prosperidad. Y, sobre todo, recuperaríamos algo que hemos perdido hace muchas generaciones: la capacidad de amar al prójimo”.

También pensé en El señor de las moscas cuando supe que ZZ había empezado a llorar y se agarraba de las piernas de su madre porque no quería quedarse en el jardín. XX les preguntó sobre este tema a otras mamás, para saber si les pasaba lo mismo con sus hijos (aunque debería poner “hijes”), y así fue como se enteró de que uno de los chicos más grandes del primer septenio (porque están todos juntos, para que los más grandes cuiden y enseñen a los más chicos) era agresivo y les sacaba los juguetes.

Al parecer, el bullying existía aún en la escuela Waldorf de de la ciudad de la Provincia de Buenos Aires, y no bastaba con fundar un jardín, llenarlo de juguetes especiales y desarrollar una educación personalizada: la especie humana seguía reproduciéndose con todo lo que ello implica, y ciertas cuestiones no se modificaban ni por las ideologías, las religiones o la sobreprotección de los ángeles de la guarda. Como en El señor de las moscas, los chicos siempre ejercen sus formas de dominación y recurren a lo que pueden, que es la fuerza física. Esto es algo que ocurre por más Waldorf que se sientan sus padres y aunque no les hayan pegado nunca para retarlos. En ese sentido, supongo que los chicos necesitan que el mundo sea de los grandes para poder descansar y jugar, y no hay que esperar de ellos ni que sean genios ni que cambien el mundo. Las escuelas Waldorf, sin embargo, proponen educarlos para que, en el futuro, ellos, los niños Waldorf, dominen el mundo con las ideas Waldorf. Pero, ¿ese no sería el movimiento con el que los padres y las madres como XX terminan desplazando las vidas de sus hijos hacia lo privado por un “rechazo a lo público” en el que se confunde la iniciativa propia y la libertad con las mejores conveniencias del mercado? ¿Y si el verdadero modelo que guía a las escuelas Waldorf no fuera más que la expansión del mercado privado, dispuesto a convertirnos a todos en “clientes fidelizados”? Al fin y al cabo, cuando Emil Molt le propuso a Steiner el financiamiento para a educar a los hijos de sus empleados en la fábrica Waldorf Astoria, deberíamos suponer que no esperaba otra cosa que la libertad necesaria para que, en el futuro, esos chicos llegaran a ser los empleados perfectos. Nada indica que ese proyecto se haya interrumpido. ////PACO