Jorge Daniel Moreno es doctor en medicina y, dentro de la psiquiatría, se especializó en la atención de familias y parejas. En base a esa experiencia con pacientes conflictuados con casi todas las formas del amor, Jorge Daniel Moreno escribió en Buenos Aires libros como 13 consejos para fracasar en pareja, Yo no quiero un amor para toda la vida y Crisis, cuándo y cómo cambiar. Estas son algunas preguntas sobre la ansiedad, el deseo, el cuerpo, el éxito, el fracaso y la imaginación amorosa.
13 consejos para fracasar en pareja se toma al género de autoayuda con humor. ¿Qué encontró en la práctica profesional que lo decidió a ubicarse en ese lugar lúdico?
En general utilizo el humor en mi práctica clínica. Es una excelente manera de hablar de cuestiones dolorosas; dulcifica y pone una cierta distancia que favorece abordar dificultades que derivan en sensaciones de incomodidad, tristeza, angustia, etcétera. Por otra parte, escribir el libro desde la cuerda del humor, me pareció una buena manera de presentar muchos de los juegos que jugamos en la pareja. Me refiero a los juegos relacionales que jugamos sin saber que lo hacemos, y que afectan a la relación. El humor me pareció una forma simpática de ponerlos de manifiesto, evitando el escozor que podría producir darnos cuenta y, por lo general, permite cierta empatía e identificación con muchas situaciones de la vida cotidiana con las que ejemplifico muchas ideas.
¿Cuál es la dificultad masculina y la dificultad femenina más recurrente en las parejas?
La respuesta a esta pregunta se contextualiza en el marco social. Creo que las dificultades que para mí repiquetean más en las consultas de pareja se dimensionan en algunos aspectos de los roles que jugamos desde nuestros marcos de referencia sociales. A mi entender, en el hombre, la dificultad más evidente es cierta dificultad para manejarse en el territorio de la intimidad. Hablo de la intimidad afectiva, de lo que ocurre en la cercanía afectiva, lugar donde se teme por la vulnerabilidad que, se supone, subrayo, se supone, implica. En cuanto a la mujer, a desde mi punto de vista, a pesar de los cambios ocurridos en los últimos años (hablo de los últimos cincuenta, sesenta años: el adueñarse de su sexualidad a posteriori de la existencia de los anticonceptivos, el acceso a la educación superior y al trabajo, el logro de su autonomía, entre los más evidentes), a pesar de los cambios en el rol femenino y la posición social de la mujer, decía, creo que su mayor dificultad en el territorio de la pareja está en vivir con plenitud la simetría. Creo que todavía la mujer arrastra muchos resabios de sometimiento. Me parece evidente que esta dificultad se da en la relación con un hombre, que es partícipe de su ocurrencia, de la misma manera que la sensación de desnudez en la intimidad que siente el hombre, y asocia a la vulnerabilidad, ocurre en la relación con una mujer. Ambas cosas ocurren en la dinámica de la relación, y es difícil decir que son del hombre, o de la mujer.
¿Cómo funcionan negativamente los ideales amorosos?
Los ideales funcionan como camisas de fuerza que coartan el devenir de los afectos. El amor no es un abstracto, en una relación el amor es una cosa viva, que crece, se estanca, sufre, se cura, brota o se muere. Y es una cosa viva que los miembros de una pareja mantienen, curan,sufren, enriquecen o empobrecen. Los ideales las más de la veces posicionan a quienes aman como sujetos más bien pasivos de ese amor. “El amor todo lo puede” no puede mucho si no ayudamos a que pueda; “mi media naranja” no es ni media ni naranja, es una persona; cuando “el amor lo es todo” nos vacía; que nada será más importante que el amor, y que el amor nunca cambiará, son estandartes que los vientos de la vida pronto arrían; y el “más vale malo conocido que bueno por conocer”, que no admite reflexión ni cuestionamientos, a veces se vive como una verdad.
¿Qué disposición tienen los pacientes a ver una crisis como una oportunidad?
Desde mi punto de vista una terapia se construye en un encuadre, y ese encuadre es una propuesta del terapeuta para considerar un padecer en un determinado horizonte, que está predefinido por un marco teórico. Según el horizonte que abra el terapeuta se distinguirán ciertos aspectos y no otros, se subrayarán ciertas cosas y no otras; la observación, a mi entender, siempre es participante. De modo que la disposición a ver las cosas de una forma y no de otra resulta siempre de una propuesta y de la aceptación, o no, para transitar las distinciones que se abren en un espacio construido entre dos. En ese marco respondo a la disposición para iluminar los aspectos negativos o positivos de una crisis.
¿Cómo entienden las personas entre 25 y 40 años hoy en Buenos Aires el sexo, el compromiso y el amor a diferencia de la generación anterior?
Desde mi práctica profesional con parejas de entre 25 y 40 años, en Buenos Aires, de nivel sociocultural medio alto, agrego, la dimensión amorosa de la relación, en tanto satisfacción afectiva, sexual, y de compromiso, tiene mayor relevancia que en la generación anterior.
En sus 25 años de experiencia clínica con parejas, ¿cuántos divorcios evitó?
En general muy pocas parejas que concurrieron a terapia se divorciaron. Pero no me atrevería a decir que eso fue por mis habilidades para restaurar relaciones más o menos estropeadas, sino porque la mayoría de quienes consultan en pareja tienen la intención de arreglar, en pareja, aquello que los está afectando/////PACO