En la tradición del Jack Ryan de Tom Clancy, el pistolero de la Torre Oscura de Stephen King, la saga de Harry Dresden, la del detective Charlie Parker, John Constantine y obviamente Batman en casi todas sus versiones, aparece Jack Reacher. Tuvo su primera película en 2012 y el jueves llega la segunda parte a los cines argentinos. Cuando vi la primera -tal vez por la presencia de Tom Cruise- no le presté mucha atención, se pasó casi un año en mi escritorio y la disfruté con reservas cuando llegó al cable. Después de leer One Shoot, el libro en el que se basa la película, y los otros 20 libros de Reacher escritos por Lee Child, debo decir que mi primera impresión estaba errada. Vi otra vez la película conociendo en su total dimensión la importancia de Reacher y entonces adquirió una nueva dimensión (aunque el bueno de Tom haya quedado muy petiso para el personaje). Jack Reacher es un ex comandante del ejército de los Estados Unidos que tras 13 años de servicio en la Policía Militar decide vivir una existencia de vagabundo viajando por los Estados Unidos. El primer libro de Reacher recuerda vagamente al First blood de David Morell, donde John Rambo vuelve a casa luego de la guerra de Vietnam y su llegada a un pueblito del interior americano desata el caos. Aquel que haya visto la excelente serie Banshee va a disfrutar este libro aún más, el personaje de Lucas Hood es muy parecido a Jack Reacher. A diferencia del Rambo, que carga con un pesado trauma, Reacher se encuentra muy tranquilo consigo mismo, casi como un Buda que supera el metro noventa y pesa cerca de cien kilos. Más que una persona es una fuerza de la naturaleza que toma sus propias decisiones.
Reacher se encuentra muy tranquilo, casi como un Buda que supera el metro noventa y pesa cerca de cien kilos. Más que una persona es una fuerza de la naturaleza que toma sus propias decisiones.
Reacher posee un código personal que rige su vida: responder al miedo con violencia y ganar en todo sin importar el método. Es el aventurero clásico que toma la carretera y sabe que si se queda quieto la acción nunca llega. Es así que Reacher se encuentra siempre con personas en necesidad o en situaciones donde solo él puede hacer la diferencia. Es este espíritu aventurero y el estar fuera del sistema lo que permite a Reacher ser la ficha que hace detonar el tablero, el personaje que puede actuar sin remordimientos y sin ataduras. En cada uno de los libros de Lee Child, Reacher nos va llevando por su mundo y nos enseña cosas sobre la vida, una vida motorizada exclusivamente por la acción. Reacher es un gran investigador debido a su pasado como policía militar, sus conocimientos y su pensamiento “fuera de la caja” que le permite resolver casos complicados con métodos fuera de lo normal. Es un excelente sniper y está entrenado en toda clase de armas y en combate cuerpo a cuerpo. Por ejemplo, nos enseña en un capítulo cómo pelear en un bar contra todos los oponentes, una lección que puede ser útil cuando menos te lo esperás. En uno de los libros arranca trabajando de hacer pozos para piletas en Florida. Lo hace por el dinero y por el entrenamiento. Más tarde, una stripper lo lleva en su Porsche al aeropuerto y lo despide con un beso para iniciar una nueva aventura que terminará con Reacher parando una bala .38 con el mismo pecho que había entrenado cavando. Así es Jack Reacher. Se las arregla para siempre tener dinero y viajar, vive del caso de turno, ya sea contratado por el FBI, el Servicio Secreto, un bufete de abogados, la mafia o el propio ejército. Y siempre encuentra la forma de salirse con la suya. Al estilo James Bond, en las novelas de Reacher siempre hay “mujeres Reacher” que entran y salen de su vida tan libre y circunstancialmente como la vida de Reacher. Pero a diferencia del héroe de Fleming, Reacher trata a las mujeres como iguales, las respeta y las necesita. No se apega a nada material, compra ropa cuando la necesita (o se la roba a los malos) y solo lleva un cepillo de dientes plegable. Si le gustan un par de botas, se las queda. El único rumbo que parece seguir Reacher es el de visitar lugares importantes para la historia del blues, es afecto a la melancolía de esa música. Cuando hereda una casa la vende para no tener domicilio. Las novias le duran las cuatrocientas páginas del libro, como mucho dos libros, y ya. El objetivo es ser totalmente independiente, lo mismo que buscamos todos nosotros. Pero no lo vamos a lograr acá sentados, a la aventura hay que salir a buscarla. El ser urbano actual es sedentario, producto de miles de años de asentamiento en áreas urbanas en búsqueda de protección. Esto nos borró la acción de nuestra vida cotidiana. Los que nacimos en la segunda mitad del siglo XX somos hijos de estas ciudades sedentarias. Nuestra conexión con la aventura ya no es física sino intelectual.
Cuando hereda una casa la vende para no tener domicilio. Las novias le duran las cuatrocientas páginas del libro, como mucho dos libros, y ya. El objetivo es ser totalmente independiente.
En los 80’s y 90’s -la era dorada del cine, la televisión y la literatura de acción- el mensaje era claro: si la humanidad deja de moverse va camino al fracaso. Arnold, Sylvester y Bruce, la sagrada trilogía, pusieron la cara y el lomo para que el cine de acción marque el rumbo. El soldado, el boxeador, el cyborg, el policía, el detective privado, todos eran hombres solitarios que se negaban a quedarse quietos, hacían de su vida una aventura y vivían bajo su propio código. Las películas nos daban el mismo mensaje: que había que pelear, entrenar y no permitir que los malos ganen, simple y claro, todo lo necesario para manejarse en la vida. Pero, como siempre, la humanidad no escuchó y el nuevo milenio trajo una generación que confiaba en aquellas máquinas sobre las que Arnold claramente nos había advertido. El consumismo banal y la virtualidad generó gente que no conocía el mensaje de Rocky 4. El consumo irónico creó héroes incapaces de salvar el Nakatomi Plaza. El héroe de acción iba camino a la extinción, pero Sylvester nos recordó con The Expendables cuál es el camino: llenar un hidroavión con tus amigos y montones de armas y salir a pelear contra el mundo. En esa capilla donde se encuentra con Arnold y Bruce el cine de acción resurge y como un ancho de espadas que mata todo.
Sylvester nos recordó con The Expendables cuál es el camino: llenar un hidroavión con tus amigos y montones de armas y salir a pelear contra el mundo.
Hollywood se acordó de repente de que la gente no quiere dramas de tres horas sobre la esclavitud o ver crecer un pibe doce años en pantalla. Tal vez una parte lo quiera, pero hay otra que no. Para nosotros bucearon en sus archivos y le dieron luz verde a todo lo que haga ruido y genere explosiones. Así fue como ahora tenemos trilogías, tetralogías, reboots, remakes y demás, todo potenciado por la cultura del trailer. Los que disfrutamos con un tiroteo bien filmado o aplaudimos una explosión en el momento justo ahora teníamos nuestra revancha. Pero nos encontramos con un problema, ya no es lo mismo, algo cambió: llegó el CGI. En la primera Matrix tomamos el abuso de los gráficos generados por computadora como una novedad, el bullet time, ooh qué cosa maravillosa, a la tercera ya tirábamos tomates a la pantalla. La saturación y el CGI amenazaban con matar de nuevo al héroe de acción. Los puristas buscamos nuevos héroes, nuevos modelos a seguir. La respuesta, como siempre, estaba en los libros. Jack Reacher es un producto eminentemente literario que se lleva a la pantalla, y no al revés, lo que genera ese plus de rareza y belleza que tanto pedimos quienes amamos el buen cine de tiros. Recorrer sus libros y las películas es andar por un mundo donde podemos ser quienes queremos ser a través de su vida, aquellos que estamos incómodos con la comodidad, aquellos que sabemos que la vida no es hacer mermelada sino enfrentarse a lo desconocido y salir airoso bajo tus propios términos//////PACO
Todas las ilustraciones de la nota pertenecen a su propio autor.