Las Barbary Wars de los Estados Unidos de Norteamérica contra Libia y Algeria -o, como las llamaban entonces, barbary states u Ottoman Empire´s North Africa– entre 1800 y 1815. Antes del Lusitania, antes de Pearl Harbor y mucho antes de las Twin Towers, el imperio que juega a ser una democracia inauguró la existencia de su Armada en una acción bélica internacional contra el mundo musulmán. Por aquel entonces no se trataba de robar recursos naturales masacrando poblaciones civiles y regímenes políticos tiránicos, sino de apropiarse de puertos clave para el patrocinio comercial de las rutas navales hacia el Mediterráneo y América del Sur.
La excusa para la fundación del intervencionismo también involucró evanescentes espíritus humanitaristas. La esclavitud -de ciudadanos norteamericanos y europeos- y los chantajes de los muslim pirates debían ser controlados por el Bien de la Humanidad. Thomas Jefferson -presidente que sufrió constantes accesos de diarrea durante su mandato- ordenó entonces, por primera vez, la intervención sobre otra nación. Ese viaje de los US Marine Corps se informó al Congreso sólo cuando las naves estuvieron demasiado lejos como para regresar.
Esa es una historia oriental poco conocida, narrada en uno de los ensayos del más extraño ciudadano norteamericano del siglo XX. Otra historia oriental poco conocida es la de las Invasiones Uruguayas. Invasión musical que replicó el efecto de la Invasión Británica de los años sesenta del siglo pasado en versión latinoamericanista.
Hacia 1963, bajo el nombre Los Shakers, Hugo y Osvaldo Fattoruso, Roberto Capobianco y Carlos Vila construyeron una merecida reputación como «los Beatles uruguayos». A pesar de los instrumentos, el estilo, los peinados, la vestimenta e incluso por el acto intransigente de cantar en inglés, Los Shakers no eran sencillamente una banda tributo. Bajo una beatlemanía en versión oriental, compusieron sus propias canciones, ejecutaron sus propias canciones y lograron un importante éxito comercial. Hasta que la misma ambición artística que llevó a Lennon y McCartney a inventar un disco revolucionario como Sargent Pepper´s Lonely Hearts Club Band les costó el abandono de la discográfica EMI y rápidamente su extinción.
Los Shakers grabaron cuatro discos durante el apogeo de su carrera hasta 1968, y tres discos más hasta 2005. Cualquiera que conozca la relevancia de los hermanos Fattoruso en la música uruguaya comprenderá la necesidad de borrar cualquier estúpida sonrisa sobre esta información. Break It All fue su primer hit -algo así como el I Wanna Hold Your Hand de los Beatles- y produjo una intensa shakermanía, sobre todo, en Buenos Aires, donde llegaron a grabar un tema con Ringo Bonavena.
Antes de continuar, es importante considerar un cuadro de situación elemental. Esta historia se remonta a una era sin internet, cuando las pisadas de los dinosaurios estaban tibias sobre la sustancia de lo existente y el rock anglosajón era una novedad preciosa y revolucionaria. Una época en la que ver de cerca a un Beatle se limitaba a la exquisita circulación de fotogramas de revistas en papel que llegaban tardíamente en barco u avión y aún así no pasaban por más que entre las manos de iniciados. Escuchar buen rock significaba tener y saber usar una radio de onda corta y acceder a los acordes de cualquier canción obligaba casi al dominio de un oído absoluto. El rock argentino, como los microondas, la televisión a color y la participación democrática, no existía.
Break It All fue el primer single de Los Shakers y el punto de inicio para un despliegue de recursos imprevistos. En los sucesivos discos grabaron temas como Never, Never, donde las típicas armonías vocales orientales ya se dejan entrever entre ciertos trucos del pop perfectamente camuflables como ejercicios primarios de Lennon y McCartney para cualquier inexperto.
El ensamble entre la guitarra rítmica y la guitarra solista de Los Shakers imita con una pasmosa exactitud a los Beatles y no es difícil imaginar que dentro de 50 años cualquiera pueda añadir el Always You de Los Shakers al Rubber Soul de los Beatles sin el riesgo de que demasiadas personas lo noten.
Hay que ser contemplativo con el hecho de cantar en inglés. Por un lado, el rock no se entendía de otra manera. Y uno de los efectos de su fuerza era esa precisa barrera del lenguaje, que era también una barrera generacional y una barrera estética para alejarse de aquella basura tanguera, folklórica y candombera por la que se arrastraban los gustos populares. Cantar en inglés, componer en inglés y ser sudamericano es, hoy, la summa de todos los malentendidos posibles acerca de la construcción de una identidad, una cultura y un arte. Un hecho de penosa estupidez antes que una voluntad cipaya. En el Río de la Plata de los años sesenta, el juego era perversamente especular. Cantar en inglés era el primer movimiento para abrazar al rock tal como emanaba desde las factorías industriales pop de la metrópoli. Luego se lo podía estrangular hasta convertirlo en otra cosa.
Prueba de ese mestizaje es lo que Los Shakers hicieron con Ticket To Ride. La cantaron, por supuesto, tal como la tocaban los Beatles. Pero en castellano. La rebautizaron Boleto para pasear.
1966 fue el último año de obediencia comercial de Los Shakers. Dejaron atrás las silly love songs y con todas las limitaciones tecnológicas de su tiempo y espacio se lanzaron a la experimentación en el estudio. El resultado fue La Conferencia Secreta del Toto´s Bar, su mejor disco y el que les costó un final abrupto. Mezclas de sonidos, coros estrictamente orientales, temas en castellano y en inglés, temáticas que combinaban lo cotidiano con lo onírico. Como suele ocurrirles a los más grandes artistas, Los Shakers se permitieron avanzar un par de casilleros más de los necesarios para su época. Pero los canales materiales para la comercialización de la cultura pop extranjera se perfeccionaban y Los Shakers se alejaban de las llanas expectativas de imitación beatle de su público. Eso bastó para que Los Shakers -al igual que Los Mockers, versión uruguaya de los Rolling Stones, otra historia oriental– se terminaran.
Oh My Friend es uno de los temas más obedientes de aquel álbum.
Después de Los Shakers, los hermanos Fattoruso pasaron a ser fundadores y a la vez mártires del rock rioplatense y continuaron sus carreras musicales en Uruguay. A principios del siglo XXI, unos pocos años antes de que las circunstancias lo impidieran para siempre, Los Shakers volvieron a tocar en vivo. En ese aspecto, al menos, superaron a sus padres fundadores ingleses. El concierto entero anda dando vueltas en YouTube. Y la discografía completa de Los Shakers se puede comprar a través de los rincones habituales de la web.