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Mirando más allá de la frontera del morbo y con toda la sinceridad que fuera posible, teniendo en cuenta que el combate sería en un cuadrilátero (y no un octágono) bajo las reglas del pugilismo, ¿cuántos realmente imaginaban una victoria de la estrella de la UFC por sobre el mejor boxeador de los últimos veinte años? ¿Cuántas de esas -pocas, seguramente- personas imaginarían, a su vez, un triunfo del mejor equipo de hockey sobre césped por sobre el Real Madrid, reciente multicampeón de fútbol, por ejemplo?

Tres rounds le costó a Floyd Mayweather resolver el “enigma McGregor” y, a partir de allí, ya no hubo ningún tipo de equivalencias: insoslayable triunfo del norteamericano en el décimo asalto, momento en el que el árbitro se apiadó del irlandés y detuvo las acciones, decretando así el triunfo número 50 para la leyenda del boxeo.

Conor McGregor, una de las estrellas de las artes marciales mixtas y de amplio recorrido mediático, se animó a uno de los desafíos más difíciles del mundo deportivo y se preparó a conciencia. Pero vencer a Floyd Mayweather (50-0-0, 27 KOs) era, en principio, una idea tan atractiva y rentable como imposible de concretar.

Y Floyd no decepcionó. Se tomó las tres primeras vueltas para analizar y medir las distancias con McGregor, que en esos pasajes hasta llegó a agrandarse y esconder las manos tras su espalda. Un lujo estéril que podrá contarle a sus seres queridos en unas décadas pero que nada le aportaba a sus lejanas ambiciones de salir victorioso. Porque a partir del cuarto round empezó lo dicho, lo obvio.

Mayweather le tomó el tiempo y salió a buscar el combate, apoderándose del centro del ring y lanzando combinaciones que lograron filtrarse por todos lados ante la escueta defensa del irlandés. Con el correr de los minutos la confianza de “Money” se fue haciendo mayor, sus golpes más certeros y la cara de Conor McGregor fue dejando claros rastros del castigo recibido.

El cansancio del hombre de las artes marciales mixtas se hizo evidente pasada la mitad de pelea y entonces llegó el quiebre. Tras un amplio castigo en el noveno round, Floyd aceleró y conectó casi sin oposición todos sus envíos. En ese momento el árbitro Robert Byrd tuvo clemencia por el irlandés y frenó el duelo, otorgándole el -previsible- triunfo por nocaut técnico en el décimo a Floyd Mayweather.

“He tenido grandes combates, algunos muy aburridos, pero al final del día siempre seré recordado como un ganador“, declaró Mayweather una vez finalizada la lujosa velada en el T-Mobile de Las Vegas, Nevada. Es la manera más acertada de concluir cualquier análisis, fundamentalmente porque es cierto. Si ésta fue la última pelea de Floyd (y parece que lo fue), no podría haber sido mejor: tras haber vencido a todos los oponentes posibles a lo largo de seis categorías de boxeo, se inventó un nuevo espectáculo para vencer al doble campeón de otro deporte. Y funcionó (no sólo en lo económico, que fue un éxito), porque todo el mundo quiso saber qué sucedería por más obvio que fuera el desenlace -el mencionado morbo- y porque pudo mostrarse de manera distinta ante sus fanáticos, buscando el fuera de combate que le otorgó su victoria Nº50. “Nada es perfecto, sólo mi marca profesional“, dijo también el amado y odiado Mayweather. Y, otra vez, está en lo cierto.

Y como ya no le quedan rivales por vencer, el adiós es inevitable. El mundillo pugilístico deberá inventarse una nueva estrella y él podrá disfrutar de sus cientos de millones. Gracias por todo. Los cuadriláteros ya te extrañarán, Floyd.//////PACO