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A Jorge Antonio
I.
El Gran Premio de Fórmula 1 de San Marino de 1994 se corrió entre el 29 de abril y el 1 de mayo de 1994 en el Autódromo Enzo e Dino Ferrari en la ciudad de Imola, Italia, en la región de Emilia-Romaña. Se trató de la tercera carrera de la temporada de Fórmula 1 y primera que se disputaba en Europa ese año. Entre los pilotos que adherían su cuerpo y su destino a los autos se encontraban el triple campeón del mundo Ayrton Senna, futuros campeones como Damon Hill o Mika Häkkinen, el debutante Roland Ratzenberger, el joven Rubens Barrichello y una promesa nacida a las orillas del Rin, un tal Michael Schumacher.
II.
Un Gran Premio de Fórmula 1 consiste en una sesión de entrenamiento, las vueltas de clasificación y, la prueba más importante, la carrera. Los tres eventos se distribuyen a lo largo de los tres días de un fin de semana: viernes, sábado y domingo. El domingo, los monoplazas arrancan con su centro neuronal, el piloto, bien ajustado dentro del habitáculo, a las 13:00 GMT desde la parrilla de salida cuando las 5 luces rojas se apagan. En su reglamento actual la distancia de todas las carreras será igual a la menor cantidad de vueltas completas que exceda una distancia de 305 kilómetros. Todos los circuitos son circulares, empiezan donde terminan y terminan donde empiezan. Es tentador decir que son infinitos y tal vez lo sean. En pocas palabras, la tarea del piloto, su misión en esta vida, es girar en círculos lo más rápido posible, una y otra vez hasta que la muerte o la vejez lo saquen de la pista.

III.
El Gran Premio de San Marino de 1994 contó con un total de 58 vueltas equivalentes a una distancia de 292 kilómetros.
IV.
En su Vida de los santos, Alban Butler señala que San Casciano fue martirizado en Imola, cerca del año 360 DC. San Casciano fue un maestro de escuela que enseñaba a los chicos a leer y escribir. Durante la persecución contra los cristianos fue apresado y puesto a disposición de las autoridades. Al rehusarse a ofrecer sacrificios a los dioses paganos, el emperador Juliano el Apóstata lo castigó a morir a mano de sus discípulos. San Casciano fue desnudado frente a doscientos jóvenes que aprovecharon para vengarse del rigor de su enseñanza. Sus pupilos apuñalaron la carne de San Casciano con sus plumas de acero. Algunos, incluso, escribieron en su piel sus tareas de escritura. En su afán de morir por Cristo, Casciano pedía que lo apuñalaran con más fuerza, más hondo.

V.
Viernes.
En la primera práctica libre del 29 de abril, Rubens Barrichello se despistó en la Variante de la Bassa con su Jordan-Hart y se estrelló con violencia contra la barrera de neumáticos. Iba a 225 kilómetros por hora y su cuerpo sufrió un impacto de 90g de fuerza. El auto voló por el aire, volcó dos veces y aterrizó de lado. “Morí durante seis minutos” dijo Barrichello un tiempo después. En el golpe se había tragado la lengua. Rápidamente fue trasladado al Hospital Maggiore de Bolonia, donde fue visitado por su amigo y compatriota Ayrton Senna. Para esa altura, su vida ya no corría peligro, pero tampoco podría competir en la carrera. Tenía solo 21 años.
VI.
El circuito de Imola primero llevó el nombre de Autodromo di Castellaccio, y fue creado en 1950 a partir de la unión de una carretera pública ya existente (el actual tramo entre Rivazza y Tosa) con caminos secundarios creados especialmente para el circuito. Enzo Ferrari fue uno de los principales impulsores para la construcción de la pista, ya que veía en ella el espacio ideal para testear sus automóviles. En 1956, tras la prematura muerte de su único hijo legítimo, Dino, producto de una distrofia muscular que lo acompañó a lo largo de sus 24 años de vida, Enzo decidió renombrar la pista en su honor. Antes de ir a trabajar a los talleres, Enzo visitaba cada mañana la tumba de su hijo para dejar flores y tal vez algunas palabras sobre autos, carreras y otras de cariño y dolor. Finalmente, con la muerte de Enzo en 1988, su nombre fue también sumado al autódromo y volvió a reunirse con su hijo.

VII.
En 1980 el circuito de Imola fue incorporado a la temporada regular de Fórmula 1. En su primera carrera, Nelson Piquet fue campeón y el argentino Carlos Reutemann hizo podio al llegar en tercer lugar detrás del australiano Alan Jones.
VIII.
Con una vuelta promedio de minuto y medio, un espectador sentado en un punto fijo de la pista puede ver pasar frente a sus ojos al menos una vez por minuto a todos los autos de la carrera, volando a cientos de kilómetros por hora. Según cuentan los que presenciaron algún Gran Premio, es como ver un tren bala dando vueltas en círculos, en un circuito cerrado. Cualquiera que preste atención a una carrera puede notar que los autos parecen unidos por una especie de hilo invisible que los arrastra y, a veces, los pliega. La imagen me recuerda a una cinta de Moebius girando a toda velocidad, para siempre.

IX.
Roland Ratzenberger con 33 años llegaba a Imola como un veterano del automovilismo tras un largo recorrido por categorías menores, desde Inglaterra hasta Japón, pero con tan solo una carrera de Fórmula 1 en sus hombros, el Gran Premio de Aida, apenas dos semanas antes. Lejos había quedado la música y los conciertos de su Salzburgo natal. Ahora solo había lugar para el furioso ruido de los motores. Sin el apoyó de sus padres, había pasado muchos años intentando llegar a la Fórmula 1, trabajando como mecánico de pilotos e, incluso, como instructor en escuelas de carreras. Finalmente, gracias al patrocinio de una acaudalada y excéntrica millonaria de Mónaco, Barbara Behlau, Ratzenberger había conseguido los recursos para unirse al pequeño y nuevo equipo de Simtek y debutar en la Fórmula 1 en la temporada de 1994. Solo le alcanzaba para seis carreras.
X.
La primera representación gráfica de una cinta de Moebius se puede hallar en un mosaico romano de comienzos del siglo III encontrado en la villa de Sentinum, algunos kilómetros más al sur de Imola. En él se puede ver al dios griego Eón, luego adoptado por los romanos, posar desnudo frente a un aro de oro infinito. Eón era un Dios supremo e imparcial, dios del tiempo eterno y la prosperidad, no teniendo comienzo ni final. Por eso es también asociado con las religiones mistéricas que abordan el más allá.

XI.
Un auto de Fórmula 1 puede alcanzar velocidades máximas de 360 kilómetros por hora, con récords registrados en casi 380 kilómetros por hora. La combinación de su peso ligero, la potencia de sus motores, la aerodinámica de su diseño y la tracción de sus neumáticos es lo que brinda al auto de Fórmula 1 sus cifras de rendimiento. Lo principal que se aloja en la cabeza de los diseñadores es la aceleración, en sus tres tipos: longitudinal (aceleración), desaceleración longitudinal (freno) y aceleración lateral (giro). Las tres deben ser maximizadas, siempre, todo el tiempo. En 2005, para demostrar la potencia del nuevo modelo de McLaren-Mercedes, el piloto David Coulthard corrió una vuelta contra dos autos callejeros de Mercedes-Benz en el circuito de Silverstone. Para hacer la carrera más pareja, Coulthard concedió 70 segundos de ventaja. Superó a ambos autos antes de llegar a la parrilla de salida.
XII.
Ayrton Senna llegaba a Imola como triple campeón del mundo en las temporadas 88, 90 y 91, luego de una furiosa rivalidad con Alain Prost. El año 1994 marcaba el inicio de su relación con la escudería Williams, la última campeona. Senna siempre se distinguió por la velocidad, el riesgo y su devoción por Dios. Según Senna, hay un momento de la carrera en la que el cuerpo del piloto se fusiona con el auto y se traslada a un plano distinto, en el que la identidad se diluye en la velocidad y uno se siente más cerca de Dios. Alain Prost declaró alguna vez que la fe de Senna era lo que lo volvía temerario, como si se creyera inmortal, protegido. Pero Prost se equivocaba, era precisamente porque creía en Dios que Senna podía entregarse en cuerpo y alma a su misión en esta tierra.

XIII.
Sábado.
En la clasificación, Ratzenberger se jugaba todo. Ya se había quedado afuera un par de semanas antes en el Gran Premio de San Pablo, en Interlagos. A Imola se había acercado desde Mónaco su patrocinadora, la mismísima Barbra Behlau. Humphrey Corbett, su ingeniero, recuerda que Ratzenberger le dijo “necesito encontrar más velocidad en mí”. La frase, por supuesto, parece un rezo. Pocos días antes, había comprado su primera casa en su Salzburgo natal. En Italia le iban a entregar las llaves. Pero antes que nada estaba clasificar a la carrera. Corbett también menciona que el accidente de Barrichello había impresionado a Roland, pero que no dudó en ponerse los guantes, el casco y subirse a su auto. Pero Átropos ya había agarrado su tijera ese sábado y estaba lista para cortar la cinta de Moebius. El jefe del equipo Simtek, Nick Wirth, comentó que «todo ese fin de semana hubo un karma muy malo en ese lugar, hubo una sensación extraña en el aire todo el fin de semana». A los 20 minutos de comenzada la segunda sesión de clasificación, Ratzenberger no pudo sortear la curva Villeneuve y se estrelló contra una barrera de hormigón de forma frontal, muriendo al instante. Iba a casi 314 kilómetros por hora.
XIV.
La muerte de Ratzenberger era la primera fatalidad en un fin de semana de carrera de Fórmula 1 desde que el italiano Paletti se destrozara el tórax en un choque con Didier Pironi. A lo largo de sus más de setenta temporadas 32 pilotos han perdido la vida durante los fines de semana de Gran Premio de Fórmula 1, entre los cuales se encuentra el argentino Onofre Marimón, que murió un 31 de julio de 1954 en Nürburgring. En sus memorias, Sid Watkins, el jefe del equipo de médicos de la pista, menciona que Senna, al enterarse de la muerte de Ratzenberger, se apoyó en sus hombros y lloró. Watkins aprovechó y trató de persuadirlo para que no corriera al día siguiente. “¿Qué más te hace falta?” le preguntó, “ya ganaste tres campeonatos del mundo, no hay dudas de que sos el más rápido. ¿Por qué no lo dejamos y nos vamos a pescar?”. Pero fue inútil. Senna le respondió que hay cosas sobre las que uno no tiene control. “No puedo renunciar” le dijo, “tengo que continuar”. No hay dudas de que las intenciones de Watkins eran honestas, pero preguntarle a un piloto de Fórmula 1 si dejaría de correr porque un corredor murió en la pista es tan estéril como preguntarle a un soldado si dejaría de luchar porque vio morir a un compañero. Las carreras, como las guerras, son hasta el final, hasta que la bandera a cuadros flamea o el corazón deje de latir.

XV.
La palabra carrera proviene del latín vulgar (vía) carraria, traducible por “vía para carros”. Es decir, que en su origen, la carrera y la pista sobre la que se corre, la vía, eran lo mismo, no había diferencia. Podríamos decir, entonces, que la pista solo deviene pista cuando es corrida. En el fondo, es un acto, un efecto de la carrera. Si no, es algo incompleto, que yace eternamente, como las letras de un libro cerrado. Vistas desde arriba, el trazado de los circuitos parecen las letras redondas de un alfabeto nebuloso, indescifrable. Tal vez los pilotos en sus monoplazas puedan ser los únicos que puedan leerlas, interpretar su significado. Tal vez es eso lo que hacen sobre esos autos que parecen cohetes, o esos cohetes disfrazados de autos.
XVI.
Domingo.
Solo una causa de fuerza mayor podía evitar que se celebrara la carrera y, como todos sabemos, no hay nada más cotidiano que la muerte de un hombre.
Vuelta 1.
A las 14 horas del domingo se inició la prueba. No habían pasado ni un puñado de segundos cuando el auto Lehto no pudo arrancar y Lamy, que venía desde atrás, lo golpeó en la parte trasera proyectándose en el aire. Partes del coche pasaron por encima de la valla de seguridad que protegía a los espectadores en la línea de salida causando heridas leves a nueve personas.
Vuelta 6.
Una vez que la pista estuvo limpia fueron retirados tanto la bandera roja como el auto de seguridad y la carrera fue reanudada. Senna iba en punta, marcando la tercera vuelta más rápida de la carrera. Detrás de él venía muy cerca Schumacher. Como un presagió comentó luego el piloto alemán, podía ver desde atrás cómo el monoplaza de Senna se sacudía y tomaba líneas apretadas en las curvas.

Vuelta 7.
En la famosa curva Tamburello Senna siguió en línea recta y estrelló su FW16 directamente contra un muro de concreto desprotegido. La telemetría recuperada por el equipo Williams mostró que Senna llegó a la curva a una velocidad de 309 kilómetros por hora y aunque intentó frenar con todas sus fuerzas, impactó contra el muro a más de 200 kilómetros por hora. Los efectos del choque fueron tan desastrosos que cada uno de ellos, individualmente, tenía el potencial de matarlo. Y así fue. Sid Watkins recuerda el momento en que lo sacaron del auto destruido, envuelto en sangre: “lo levantamos de la cabina y lo dejamos en el suelo. Mientras lo hacíamos, suspiró y, aunque no soy religioso, sentí su espíritu partir en ese momento”. Ayrton Senna tenía 34 años.
XVII.
Uno se podría preguntar: ¿de qué escapa un grupo de hombres que manejan autos a cientos de kilómetros por hora? ¿Qué los persigue tan de cerca que los obliga a huir a tan rápido? Pero en realidad, nadie que pase su vida dando vueltas en círculos está escapando de nada. Más bien, seguramente, debe estar buscando algo. La imagen del piloto girando toda la vida se me vuelve neurótica, obsesiva. ¿Qué buscan? ¿Qué se les escapa en cada vuelta? Arriesgo que algo más profundo, algo que se relaciona con aquello que leen en la pista, con algo religioso. En Imola los hilos de la vida y la muerte de varios hombres parecen haberse cortado y anudado de una manera textual, en su sentido de tejido. San Casciano, Dino, Enzo, Ratzenberger y, finalmente, Senna. Una tierra, tal vez como la mayoría, que demanda su riego de sangre, su cuota de sacrificios////PACO
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